El que mucho abarca, poco aprieta

Tras el fulgurante éxito de la primera temporada de True Detective, que convirtió a la serie en una obra de culto, Nic Pizzolatto vuelve con otra historia original buscando elevar el listón que él mismo marcó. En esta ocasión, un cuarteto protagonista liderado por Colin Farrell sustituye al insuperable dúo Harrelson-McConaughey. La historia de esta secuela difiere absolutamente de su predecesora, huyendo de los asesinatos en serie para adentrarse en el oscuro mundo mafioso del Los Ángeles contemporáneo, el cual se verá agitado por la repentina muerte de Ben Caspere, un conocido empresario relacionado con el hampa. Dicho detonante conlleva una profunda, larga y confusa investigación llevada a cabo por el terceto compuesto por Ray Velcoro (Colin Farrell), An Bezzerides (Rachel McAdams) y Paul Woodrugh (Taylor Kitsch). Estos tres agentes tendrán que indagar en los más bajos barrios de la ciudad y ensuciarse las manos para conseguir la cruda verdad. Junto a ellos les seguirá de cerca Frank Semyon (Vince Vaughn), un capo reconvertido a empresario que se verá afectado directamente por el asesinato de Caspere.

Comenzando por la dirección de Justin Lin, que junto a otros cuatro directores, no logra equilibrar la balanza del genial trabajo hecho por Fukunaga en la primera temporada. El tono y ritmo de los ocho episodios que la componen está demasiado disperso; algunos abundan en acción y suspense, mientras otros están carentes de tensión dramática. El problema aquí es que no tienen un rumbo o dirección predefinido; cada uno de los realizadores interpretan la historia a su manera y ejercen su propia técnica cinematográfica. Justin Lin es el nombre más reconocible y no cumple con el cometido de enganchar al espectador con los dos primeros episodios que dirige. Respecto al nuevo guión de Pizzolatto, las similitudes con aquel de la primera temporada son escasas pero la originalidad de esta no cuaja y frustra al televidente. La historia se centra en corrupciones y conspiraciones angelinas, abandonando así parte del encanto macabro de las marismas de  Louisiana y este cambio no favorece en absoluto a construir una atmósfera. La jungla de asfalto californiana resulta estéril, carente de emoción o carisma y, en parte, la culpa recae en la repetitiva e insulsa fotografía predominantemente oscura (una característica común en el cine actual) que, lejos de presumir de parajes parcos y desoladores busca esconder las evidentes carencias con insustanciales tomas aéreas de autopistas y barrios marginales. En definitiva, el guión pierde en todas las comparaciones, no estando a la altura del título ni en confección de personajes ni en trama principal. Las actuaciones son dispares entre los cuatro protagonistas, siendo Colin Farrell el mejor del grupo con diferencia. Colin y su personaje nos transmiten atisbos de lo visto en el personaje de Rusty en la temporada original; Ray Velcoro tiene un aura dramática que funciona y se complementa a la perfección con su compañera Ani Bezzerides ya que juntos comparten pasados traumáticos. Completando el terceto policíaco está Taylor Kitsch/Paul Woodrugh que emerge durante el transcurso de la serie como un personaje misterioso y atormentado pero nunca llegamos a sentir impacto alguno en su arco narrativo, porque el guión no llega a desarrollarlo. Terminando con Vince Vaughn, el cuarto protagonista en discordia que, similar al personaje de Kitsch, tampoco llega a encajar dentro de la maquinaria detectivesca y se siente forzado e innecesario. La música, de nuevo de T Bone Burnett, es lo mejor y lo más continuista con respecto a la anterior temporada. El opening de la serie mantiene el pabellón alto, siendo este último más colorido y variopinto que el anterior y poniéndole música el inigualable Leonard Cohen con su “Nevermind”.


En resumen, True Detective II no cumple en absoluto con las esperanzas depositadas en ella. Si bien Pizzolatto busca reciclarse y sorprendernos con un nuevo relato, la jugada le sale mal y falla estrepitosamente con la narrativa de esta embarullada trama que tampoco nos entrega ningún personaje memorable. Colin Farrell y, en menor medida, Rachel McAdams son las estrellas que, pese a estar desaprovechadas dentro del maremágnum de personalidades que inundan la serie, sobresalen instantáneamente. El sabor que nos deja esta secuela es agridulce, donde incluso el mayor optimista no puede obviar la evidente falta de rumbo que, desesperadamente, busca encontrar durante el paso de la serie y que termina exhausta en su fallido cometido. Aquellos que recuerden el clímax final de Carcosa, se verán decepcionados con la precipitada y risible resolución de los protagonistas aquí. HBO apresuró la producción de esta segunda temporada y buscó que Pizzolatto repitiera éxito, pero aunque la idea fuera bienintencionada, el genio jamás salió de la lámpara.

6.3/10: DECEPCIONANTE


2 comentarios:

  1. A mí me gustó más que la primera...

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    1. Desde luego ambas tienen un nivel claramente superior al de muchas series, pero su creador nos mal acostumbró a la excelencia. La primera temporada tenía grandes bases sobre las que desarrollarse, quizá porque Pizzolatto tuvo más tiempo para idearla. Ésta segunda apareció de seguido, casi sin tiempo para reposar lo visto. Aparte, los personajes y su implicación en la trama era muy difusa, divagando entre sus numerosos hilos argumentales. Saludos!

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