¿Dónde te has ido, dulce juventud?

A mediados de los años 90, un joven e iconoclasta realizador llamado Danny Boyle irrumpía en escena con Trainspotting, una comedia dramática que narraba las erráticas vidas de un grupo de jóvenes heroinómanos, absorbidos por la cultura pop dominante en Gran Bretaña. Esta banda de parias estaba formada por el escuálido Spud, el psicópata Francis “Franco” Begbie, el mujeriego "Sick Boy", su mejor amigo Mark Renton y Tommy. Su vínculo giraba alrededor de un lema incuestionable; el carpe diem llevado al extremo. Todos los que la hayan visto (imagino que será una gran mayoría) reconocerán que esta pequeña obra maestra fue el baluarte de toda una generación que, de una manera o de otra, se sentía identificado con estos personajes. Han pasado 20 años desde aquello y nuestras perspectivas ya no son las mismas; la cabeza se ha apoderado del corazón; el raciocinio ha prevalecido sobre el instinto y nuestras vidas ya no las conduce el carpe diem sino uno mismo. Porque la madurez llega para todos, tarde o temprano y al final todo lo que puedes hacer es mirar de vez en cuando por el retrovisor para rememorar el camino andado y preguntarse cómo lo hemos logrado. Estos caminos inescrutables han llevado a nuestros protagonistas por diferentes carreteras, las cuales se encuentran veinte años después en esta rotonda del destino. Basada libremente en la novela de Irvine Welsh, Porno, T2 Trainspotting 2 es la continuación que todos los aficionados ansiábamos.

Como decía antes, el tiempo pasa aunque nos neguemos a reconocerlo. Y en parte de eso trata esta secuela. El guión, escrito nuevamente por John Hodge, tiene una maravillosa forma de llegar a nosotros emocionalmente a través de una historia divertida y dinámica; sacando a relucir nuestro yo más joven para que después hagamos una introspección necesaria sobre cómo hemos vivido y cómo pensamos continuar haciéndolo. La trama juega constantemente con esa dualidad entre la juventud y la madurez, los tiempos pasados y los futuros y cómo solucionar esa disyuntiva. Empezando por Renton (Ewan McGregor), al que todos recordamos victorioso y sonriente en el final de la cinta original, que regresa a Edimburgo desde Ámsterdam para resucitar recuerdos y amistades de la juventud. El suyo es el claro ejemplo de aquel que añora el pasado y sigue empeñado en desenterrarlo aunque los demás no estén muy por la labor como en el caso de Simon “Sick Boy” y Begbie, quienes viven en el bar de la autocomplacencia y beben el veneno del rencor. Ambos son una sombra de lo que fueron; el primero ha cambiado de -ína (de heroína a cocaína) y el segundo lleva todo este tiempo encerrado en la cárcel (¿acaso os sorprende?). Por último nos queda Spud que, paradójicamente, es el más consciente de todos; el que más lamenta las elecciones que tomó y los excesos a los que sucumbió. Para paliar el dolor que le produce esa espiral de remordimiento y sentimiento de inutilidad, Spud vive sus últimos días acompañado por la heroína, su vieja e incondicional amiga que a la vez resulta ser su némesis. Estaréis pensando que estos cuatro no podían estar más estancados y estaríais en la cierto, lo que pasa es que la llegada de Renton a la ciudad abrirá viejas heridas, sacando al resto de un letargo de veinte años. La elegancia de la historia confeccionada por Hodge y Boyle va más allá de gamberradas y persecuciones a media noche por las empedradas calles de la capital escocesa; porque ya no tratamos de los mismos chavales sino de adultos, con todo lo que ello supone. Trainspotting 2 es un gran relato sobre el paso del tiempo, los errores de la vida, la toma de responsabilidades y la consecuente crisis existencial que todos atravesamos tarde o temprano. 


En cuanto a las actuaciones, he de decir que me sorprendió ver a Spud tomando en muchos momentos las riendas de la narración. Mientras que en la primera tenía un tono más desenfadado y humorístico (propio de la juventud), en esta secuela muestra otras facetas de su personalidad; se toma más tiempo para descubrir sus miedos y motivaciones. Su arco dramático no es sólo el que mejor se trata sino también el que mejor se identifica con la película. Además, Ewen Bremmer sabe sostenerse en esa fina línea entre el humor y el drama, lo que hace de su interpretación una de las mejores. Sin embargo no por ello desmerece ninguna de las demás actuaciones, más bien lo contrario, porque todos parecen haber disfrutado redescubriendo a sus respectivos personajes; explorando los rincones psicológicos que se han ido conformando con el paso del tiempo. El espectador sabe cuando los actores están (o no) comprometidos y en T2 todos lo están, tanto los viejos conocidos como las nuevas caras. Y entre las nuevas caras, una que resalta por encima de las demás: Anjela Nedyalkova (Veronika en el film). Pese a su escueta filmografía, esta joven actriz búlgara cumple un papel fundamental a la hora de poner en contraposición las vidas de los cuatro protagonistas. Su personaje no tiene demasiados minutos pero resulta esencial en el devenir de los acontecimientos; porque ella es la única joven en el elenco y ello ofrece un punto de vista diferente y necesario para dar más impacto si cabe a la trama. Su presencia les permite salir de ese bucle de recuerdos y lamentos para centrarse en vivir el momento y reflexionar sobre el futuro. Tal como dicen en el film, Renton y compañía no son más que turistas en su pasado y Veronika ejerce de contrapeso a toda esa borrachera nostálgica. Y hablando de nostalgia, Mark Renton (Ewan McGregor) es sin duda el que más enganchado se encuentra a su pasado, lo que le lleva a confiar de la gente equivocada. Pero los tiempos de felicidad suprema y fidelidad incorruptible se han acabado para ellos, porque nadie permanece inalterable al tiempo por mucho que Renton se esfuerce en congelarlo. Por otra parte, los que más han acusado este lapso de tiempo han sido Sick Boy y Begbie; frustrados por su situación actual, ambos hacen cábalas sobre dónde estarían ahora si las cosas se hubieran dado de otra manera. No es precisamente melancolía lo que padecen sino rencor…rencor por un destino que podría haberse dado y no se dio y que liga magníficamente la cinta original. 


En cuanto a la dirección de Danny Boyle creo que su filmografía habla por sí sola. No es común ver a un artista retornar a su obra maestra veinte años después y guardar el mismo espíritu rebelde e inconformista. Es más, la historia nos afirma lo contrario; pregúntenle a George Lucas, Peter Jackson o el mismísimo Steven Spielberg. Muchos critican su trabajo, diciendo que no tiene la misma fuerza que la del ’96, a lo que yo les respondo: “Trainspotting nunca debería convertirse en una caricatura de sí misma. Aquella fue una experiencia generacional sin precedentes y ésta no tiene que tratar de imitarla sino ir más allá. Han pasado dos décadas: el público ha madurado y con él lo hacen los personajes”. En mi opinión lo fácil hubiera sido hacer un burdo copia y pega confiando en que el éxito se repita y recibir nuevamente los aplausos de la audiencia pero caer en ese conformismo es lo que lleva al desastre. El Hobbit, por ejemplo, se basó en la misma fórmula que El señor de los anillos y falló estrepitosamente; Spielberg confiaba en que la mera presencia de Indy haría de El reino de la calavera de cristal una buena película y todos sabemos cuál fue el resultado. A estas alturas podríamos llevar perfectamente dos, tres o cuatro entregas de las aventuras de Renton y cía., convirtiéndola casi en una parodia al más puro estilo Resacón en Las Vegas, pero Boyle demuestra respeto esperando a que llegue el momento en el que regresar cobre significado. T2 es diferente porque se sustenta sobre sí misma; no necesita que revivas lo que ya conoces porque eso sería ir en contra de la filosofía que predica. Con esta cinta, Boyle exclama que mirar de reojo al pasado está bien aunque no vivir en él.


Por último, la banda sonora que tanto nos enamoró en la original vuelve aunque no alcanza las mismas cotas de calidad. Personalmente éste es el gran punto débil de la película porque aunque lo intente valerosamente, lo cierto es que no hay ningún momento en el que la música se convierta en un personaje de por sí. En esta ocasión nos encontramos con una mezcla de nuevos hits con clásicos reimaginados (entre los cuales encontramos Lust for Life de Iggy Pop) que funciona adecuadamente pero no tiene el “punch” que le otorgaban artistas como Blur, Underworld, Sleeper o New Order. Con esto no quiero decir que sea mediocre ni mucho menos, sino que carece de la energía suficiente para acompañar al cuidado apartado visual, que vuelve una vez más a jugar un papel importante en el estilo narrativo del director.

En definitiva, T2 Trainspotting es todo lo que cualquier aficionado cabría esperar de ella: humor irreverente, nostalgia y unas notas existenciales necesarias para el desarrollo natural de estos personajes. No quiero terminar este análisis sin recomendar a todos aquellos padres que manden a sus hijos a verla, ya que muchas veces sus oídos se cierran al más mínimo consejo que les dan y con esta película pueden descubrir, por sí mismos, lecciones aplastantes sobre la vida. Lo bueno de esta obra es que no sermonea sino que muestra, con simpleza y honestidad, las consecuencias que acarrea una mala toma de decisiones. Mucha gente pensaba que una secuela sólo serviría para mancillar el recuerdo de la original; que no tendría sustrato o interés alguno. Pero por lo que a mi respecta, esta segunda entrega guarda la misma esencia y consigue adaptarse a los tiempos. Sí, todos han vuelto pero han cambiado por el camino, porque el tiempo pasa para todos y eso…eso no hay quien lo cambie. 




9/10: ¿ADONDE TE DIRIGES EN LA VIDA?

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