Del 29/09/17 al 1/09/17

HACE 20 AÑOS...


Sylvester Stallone, junto a Arnold Schwarzenegger, pasará a la historia del cine como una de las grandes estrellas de acción de los 80 y los 90.  Pero entre tantas explosiones, balas e innumerables coletillas como "Tu eres la enfermedad y yo la cura", se encuentran algunos títulos más discretos como Copland. Este thriller policiaco ambientado en Nueva York supuso la primera incursión del conocido realizador de Logan, James Mangold, en una gran producción "hollywoodiense". Cuenta con buenas interpretaciones de Keitel y Liotta, además de un guión que sorprende por su sólida factura. La historia, narrada con pulso por Mangold, está claramente influenciada por su género fetiche: el western. Pese a gozar de un ritmo pausado en ningún momento aburre, ya que los diálogos mantienen el interés y la trama se desarrolla con soltura. Para el deleite del espectador no iniciado, el desenlace nos entrega algo de acción a la vieja usanza -poco acrobática, más visceral-. En definitiva, Copland es un thriller de aroma clásico, bien ejecutado, con interpretaciones a la altura (entre las mejores de Stallone) y un guión que utiliza convencionalismos del género en su favor para construir una gran atmósfera. 

Y vosotros, ¿habéis visto Copland? ¿Qué opinión tenéis de la carrera de Stallone? Dejadme vuestros comentarios debajo del artículo. Hasta otra, pasadlo bien y disfrutad del cine. Saludos!




Buscando una verdad en la ciudad apócrifa. Ridley Scott culmina su obra magna con un profundo relato sobre la condición humana, el sentido de la vida, los recuerdos y las consecuencias de nuestros actos.




La vida se compone de momentos que nos cambian, nos moldean y nos convierten en lo que somos. Para nosotros, ese momento fue una película. Una obra que dejó una marca indeleble en nuestra memoria y nos hizo enamorarnos definitivamente del cine. Puede que estuviésemos predispuestos a ello desde el principio, pero fue en ese instante cuando descubrimos que éramos cinéfilos. En mi caso ese filme fue Blade Runner, cinta estrenada en 1982, escrita por Hampton Fancher y David Peoples, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Harrison Ford. Hubo un antes y un después tras visionarla por primera vez; recuerdo que por algún motivo no podía dejar de verla. Su atmósfera, el lirismo de sus diálogos, la atención al detalle de sus escenarios, sus magnéticas interpretaciones y una banda sonora para el recuerdo hicieron de aquella una experiencia inolvidable. Tiempo más tarde volví a verla y a redescubrirla, entresacando numerosas lecturas subyacentes a la historia detectivesca de Rick Deckard. Y así, la vi una y otra vez y no me cansaba de hacerlo, ya que su mensaje era tan desafiante y a la vez tan cautivador que uno no podía más que rendirse ante su visión. La trama principal en sí no es complicada: nos encontramos en el año 2019, la tecnología ha avanzado de tal manera que somos capaces de crear vida artificial a imagen y semejanza nuestra. A estos androides, denominados Nexus 6, los llamamos replicantes y los empleamos como mano de obra esclava en misiones espaciales. Estas máquinas, creadas por la Corporación Tyrell, nos superan en fuerza y agilidad y nos igualan en inteligencia. Sin embargo, carecen de emociones…o eso queremos creer. Por eso, para evitar que sus experiencias les confieran una identidad, les han puesto una fecha de caducidad de cuatro años. Sin embargo, cuando un grupo de Nexus 6 huyen de su esclavitud, el detective y caza-replicantes Rick Deckard se verá obligado a “retirarlos” de las contaminadas calles de Los Angeles, ciudad donde se esconden. Una historia de cine negro, ambientada en un futuro distópico, que cuenta además con una crítica mordaz sobre la deshumanización de nuestra raza; sobre el abandono de la naturaleza que nos vio nacer, en pos de la tecnología. Como suele ocurrir con estas películas, no fue comprendida en su momento, lo cual se tradujo en un batacazo en taquilla aunque a la postre sería considerada como una obra visionaria que, a la luz de los acontecimientos recientes, está más de actualidad que nunca. Su influencia impulsó subgéneros como el cyberpunk y sirvió como fuente de inspiración para obras de culto de la talla de Ghost in the Shell y Días extraños (1995), Gattaca (1997) o Dark City (1998) entre otras. En este análisis entraré en los detalles que, desde la música hasta el guión, hacen de Blade Runner una obra maestra.






Quisiera comenzar por lo primero que nos impresiona de esta obra: sus efectos visuales. Y no puedo hablar de ellos sin mencionar el nombre de uno de sus grandes artífices: Douglas Trumbull. Tras haber trabajado en proyectos como Encuentros en la tercera fase o la revolucionaria 2001: Una odisea del espacio, Trumbull se vio atraído al proyecto por su particular enfoque artístico y la posibilidad de trabajar con Ridley Scott, cuya escasa filmografía ya reflejaba sus dotes como realizador. Y así fue como obtuvimos una de las mejores colaboraciones en la historia del cine. Hay que tener en cuenta que en 1982 los efectos por ordenador aún no eran una opción, lo cual hace su labor aún más meritoria. Tan sólo podemos hacernos una idea de la magnitud de los sets de rodaje, de los decorados y en general del enorme esfuerzo que tuvieron que poner todos los integrantes en la producción de la película, para crear una atmósfera única, que trascendiese la pantalla; que nos hiciera sentir dentro del universo ideado por el visionario director británico. Tanto interiores como exteriores, desde el mugriento despacho del Capitán Bryant hasta el destartalado piso de Deckard, pasando por las infestadas calles de un Los Angeles donde la multiculturalidad reina. Los letreros de neón escritos en japonés, los paraguas con luz LED, el humo que brota del subsuelo y contrasta con la pesada lluvia que no cesa de caer. La ingente cantidad de extras, cada uno cumpliendo un rol en este particular ecosistema. Nadie ni nada está puesto al azar; todo contribuye a la total y absoluta inmersión del espectador. Y todo lo que veis es real. Sin duda, Blade Runner es uno de los grandes hitos de Hollywood. Un ejemplo de colaboración, donde todas las piezas encajan y cumplen su propósito a la perfección. Además de Trumbull, otro nombre que cabe mencionar es el de Syd Mead, diseñador industrial y artista, que contribuyó enormemente a concebir las imágenes que más tarde veríamos en pantalla. En colaboración con Scott, cuya idea del futuro fue inspirada por la revista Heavy Metal, Syd Mead tuvo una visión y esta la plasmó en arte. Si deseáis saber más sobre este y otros aspectos fundamentales del proceso de producción, que costó 28 millones de dólares de la época, les sugiero los siguientes documentales: Días peligrosos y On the edge of Blade Runner.














Hecha la introducción, les propongo que comencemos a hablar de todos los secretos que guarda esta cinta. Para hacerlo me he basado en el “Final Cut”, la última y en mi opinión la mejor edición del filme. Lo primero que me llama la atención es el uso del texto inicial, una herramienta poco vista por aquel entonces, pero muy eficaz en este caso. Con un breve párrafo, Ridley Scott sienta las bases sobre las que se levantarán los argumentos que explorará más tarde. Los replicantes, a los cuales se les considera indignos de convivir en la Tierra con sus creadores, deben ser “retirados” por una unidad especial de la policía conocida como Blade Runner. Ni siquiera se le considera asesinato, ya que no se les confiere ninguna cualidad humana –pese a estar igual o mejor capacitados-. Acto seguido vemos las primeras imágenes de Los Angeles, una ciudad convertida en basurero. Como si de una nueva industrialización se tratase, las fábricas contaminan el ambiente, escupiendo fuego por sus chimeneas como si del mismísimo infierno se tratase. Los coches voladores han sustituido a las aves; la luz del neón a la del sol; mientras, la luna se encuentra tapada por la espesa y asfixiante atmósfera. La oscuridad se ha apoderado hasta del último rincón de la megalópolis. Luego está el ojo, representación del alma, observando atentamente las catastróficas consecuencias de la acción del Hombre. La pirámide faraónica de la Tyrell Corporation hace gala de su poder, erigiéndose incluso por encima de los rascacielos; su arquitectura de inspiración egipcia contrasta con las edificaciones occidentales y las orientales, creando una amalgama de culturas impensable. Pero pronto aprenderemos que, en el universo de Blade Runner, lo inimaginable se vuelve realidad. De pronto, observamos a un Blade Runner manteniendo una reunión con un trabajador de la Tyrell llamado León. Sospechoso de ser uno de los cuatro replicantes fugados, el agente le hace pasar el test Voight-Kampff. Dicho examen plantea preguntas incómodas, para poner a prueba su respuesta emocional, mediante la observación de las pupilas y la dilatación involuntaria del iris. En la siguiente escena aparece por primera vez nuestro protagonista (¿o antagonista?) Rick Deckard, leyendo un periódico, dando la apariencia de estar anclado en otra época. Está claro que, o no cree pertenecer o no ha sabido adaptarse, lo cual nos indica cierto grado de inconformismo. Levanta la mirada cuando un zepelín en el cielo le intenta vender una nueva vida lejos de allí. La idea le seduce pero la realidad no tarda en golpearle cuando Gaff –personaje interpretado por Edward James Olmos- interrumpe su almuerzo. Hablando una jerga que combina elementos del japonés, inglés, español, alemán, francés, chino y húngaro, el veterano Blade Runner convence a Deckard para que asista a una reunión con Bryant, capitán del departamento. Poco después, este le amenaza con matarlo sino accede a trabajar para él. En una de las escenas más “noir” de la cinta, Bryant le enseña la ficha de cada uno de los cuatro fugitivos. La atmósfera cargada con humo de cigarrillo y la iluminación, que juega con las sombras y con un azul tan pálido que roza casi el blanco, recuerda a las cintas policiacas clásicas. Deckard, a su vez, guarda cualidades “marlowescas” como el abuso del alcohol, su carácter solitario y temperamental o su indumentaria. Sin embargo, uno de los detalles que más me fascinan de esta escena es el ventilador encendido que hay al fondo del despacho. ¿Estamos en 2019 y aún no hay aire acondicionado? Evidentemente Scott juega con la idea de un futuro gastado, donde algunas facetas de la vida cotidiana han cambiado mientras otras permanecen ancladas en el pasado. Estando tan acostumbrados a la idea de un futuro pulcro, resulta chocante ver una nave destartalada como la Nostromo o una ciudad tan inmunda como Los Angeles. Sin embargo, esa particularidad es la que hace que cobren vida, ya que no se ve estéril ni aséptico en los ojos del espectador. Cada fotograma es una combinación entre el futuro y el pasado, entre la esperanza y la nostalgia, entre la vida y la muerte. Dos conceptos necesarios para comprender la filosofía del filme.






Llevamos unos quince minutos cuando Deckard obtiene la misión que lo guiará el resto del metraje. El primer acto ya ha terminado, lo cual le deja más espacio a la historia para desarrollarse debidamente. Un tiempo que Scott empleará en evolucionar a sus personajes, entregarnos su mensaje y plantear un debate. El segundo acto arranca con una escena de uno de los apabullantes salones del palacio de Tyrell, cuya superioridad sobre el resto de la población recuerda a la de un Dios viviendo en el Olimpo. El sol luce tras la balconada y refleja sus rayos en los brillantes objetos del lugar. Un búho artificial nos recuerda que en este futuro, los animales se han extinguido o están a punto de hacerlo. Poseer uno, aunque este fuese falso, era una muestra de riqueza. Rachael irrumpe en escena junto a Eldon Tyrell. Este deja claro que, para que el negocio siga prosperando, el lema de su empresa “más humanos que los humanos” debe cumplirse a rajatabla. Por lo tanto, Rachael no es más que un producto mejorado. Y su éxito se vuelve rotundo cuando Deckard suda tinta china para verificar si es o no una replicante. Ante el asombro del agente, Tyrell le explica que ella tiene recuerdos implantados que la hacen más segura de sí misma, menos inestable. Crea toda una vida de mentira alrededor de ella, para que no se obsesione con la duda sobre su naturaleza, como han hecho Batty y los demás. Y hablando del rey de Roma, pasemos a la escena del fabricante de ojos, donde Rutger Hauer recita el primero de los dos versos de la película. Este fue sacado de un poema de William Blake y se refiere a la figura de Orc, un personaje dentro de la mitología del poeta, que representa la encarnación de la rebelión contra las leyes de Dios. De esta forma, vemos un claro paralelismo entre los replicantes que, buscando extender sus vidas, se rebelan contra su creador. Mientras, Deckard regresa a su apartamento tras haber examinado el de León y haberse llevado unas fotos suyas. Lo que no sabe es que Rachael sabe donde vive y le hace una visita. Vemos el interior del piso lleno de libros, fotos, alcohol y demás cosas tiradas en la oscuridad. La penumbra y el desorden del lugar manifiestan el propio estado de ánimo de su morador. Rachael tiene una pregunta que busca resolver: “¿soy verdaderamente humana?” La respuesta negativa que le da Deckard la cambia por completo. Imaginaos que todas vuestras fotos, vuestros recuerdos, pertenecieran a un extraño. Ella pierde todo propósito, cayendo en la cuenta de que sólo es un experimento más. La sensación de vacío provoca tal frustración en Rachael, que huye despavorida del apartamento. En ese instante somos testigos de uno de los momentos más emotivos y sinceros de la cinta. De pronto, la línea entre lo humano y lo replicante comienza a confundirse y el espectador empieza a dudar: “¿son tan artificiales como nos quieren hacer creer? ¿Tan poco valen sus vidas?” Por supuesto, ninguno de estos momentos resultarían tan emocionantes sin la mística banda sonora de Vangelis, de la que hablaré más tarde. Tras la decepción de Rachael, Pris entra en la historia para engatusar a J.F. Sebastian, un personaje que padece una enfermedad de envejecimiento prematuro (Síndrome de Matusalén) y que conecta rápidamente con la situación de los Nexus 6. De nuevo, como ocurre con todos los habitantes de este mundo, nadie parece feliz ni satisfecho consigo mismo. Todos parecen sumidos en un estado permanente de tristeza, desidia y nostalgia. Es como si la raza humana, tal y como la conociéramos, estuviese en las últimas y los pocos que pueden permitírselo escapasen de La Tierra. Como un éxodo. Pasamos a otra escena capital para entender a Deckard. En ella le vemos presumiblemente borracho, tocando el piano y mirando fotos que parecen ser demasiados antiguas para ser suyas. De repente, cae dormido y sueña con un unicornio. Más adelante entenderemos la significación que tiene…o puede que no. Después de hacer unas pesquisas con la máquina que manipula fotografías –muy original por cierto-, se dirige a un bar donde cree que trabaja una de las replicantes fugadas. Sus sospechas estaban bien encaminadas y, tras una espectacular persecución, Deckard acaba con la vida de Zhora. Disparada por la espalda, intentando huir, así es como murió. Su sangre no es blanca como la de Ash en Alien. Es tan roja como la de cualquier humano. Acto seguido, León aparece para vengar la muerte de su amiga. Por suerte, Rachael lo salva. Pese al desprecio de Deckard, ella eligió salvarle la vida. Él sabe que ese acto de compasión no abunda en esos días y cae en la cuenta de que, humana o replicante, sus acciones hablan por sí solas. De vuelta en el apartamento, el amor surge entre ellos. Aunque no es un amor tierno, al menos para Deckard, que la obliga a quedarse. Esta escena es un tanto divisoria: algunos piensan que la fuerza a quedarse con él, otros que refleja la falta de relaciones afectuosas de esa sociedad. Sinceramente, creo que ninguna de estas posturas puede descartarse. Lo que yo creo es que él admira su inocencia, sus ansias de vivir y trata de reconocer sus méritos diciendo que toca muy bien el piano, separándola de sus recuerdos prefabricados, para que cree los suyos propios. Pero ella ya no está segura de qué es real y qué artificial; dónde termina su memoria implantada y  dónde comienza la suya propia, si es que acaso la tiene. ¿Puede sentir por sí misma? Ridley Scott y Harrison Ford comunicaron esto de una forma un tanto brusca, pero quiero creer que su relación es verdadera y que están aprendiendo a lidiar con ella. Además, teniendo en cuenta el rol fundamental que le atribuyó a lo largo de su carrera cinematográfica a las mujeres (Alien, Thelma & Louise, La teniente O’Neil, etc.) , dudo que Scott tuviese en mente nada discriminatorio. Y pasamos de un momento de revelación para estos personajes a otro igualmente revelador para Pris y Batty, los últimos replicantes fugados con vida. Pris le dice a J.F. Sebastian que “piensa, luego existe”, célebre frase de Descartes. Este pretendía establecer una verdad indubitable y para ello sostenía que no puede dudar de que está dudando, puesto que eso conduciría de vuelta a la duda. Dado que dudar es pensar, Descartes postula que por ello debe existir. A Pris y a Batty les invaden las dudas sobre su identidad, sobre el tiempo que les queda de vida, lo cual nos lleva inequívocamente a reconocer su existencia. Entramos en los últimos instantes del segundo acto, Batty se dirige a los aposentos de Eldon Tyrell para exigirle que prolongue su existencia y la de su amor. Lo que obtendrá no será la verdad que deseaba. Al fin de cuentas, pese a que Tyrell intente crear una imagen casi divina de sí mismo, no es más que un humano como los que andan por las calles de Los Angeles. De ahí que Batty se burle de él llamándole “dios de la biomecánica”. Falso dios, falso reino.







Por último, el tercer acto es donde ser resuelven los arcos de los personajes antagonistas: Roy Batty y Rick Deckard. Replicante contra humano. Un duelo bajo la lluvia que culminará con uno de los momentos más mágicos de la historia del cine. Con Pris ya muerta, vemos a un Batty más humano que nunca. Poco a poco se va deshaciendo de sus temores y de su ira. En el instante final, cuando Deckard está a punto de morir, Batty elige salvarlo. La opción más humana. Ha aceptado su condición y ha alcanzado la paz interior, representada por la paloma. En su últimas palabras condensa su vida, sus recuerdos, su humanidad y lamenta que todo eso “se pierda en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. Magníficas líneas improvisadas por el propio Rutger Hauer. Deckard admira su sinceridad y empatiza con él. Al fin y al cabo, ambos representan dos caras de la misma moneda. Un reflejo del mismo problema: la deshumanización de la sociedad en la que viven. Ambos son románticos en un mundo que los ha abandonado a su suerte. Su mensaje es que no importa si eres humano o no, sino lo que haces con la vida que te ha sido conferida. Los momentos únicos y propios a tu ser; aquellos que te hacen quien eres y te distinguen de los demás. Aprovéchala pues, vívela y transmite tus experiencias para sobrevivir en los recuerdos de los demás. Deckard comprende la importancia del amor de Rachael y corre a buscarla al apartamento, rezando para que siga con vida. Y así es, aunque Gaff parece habérsela perdonado, ya que encuentra una figura de origami suya en la entrada. Una figura de un unicornio…¡un momento!, ¿quiere decir esto que Deckard es un replicante? Yo digo que no importa. No hay una respuesta correcta a la pregunta. Porque, si es cierto y tan sólo fuese un esclavo a las órdenes del departamento de policía, su decisión de anteponer sus sentimientos a su despreciable trabajo le ha dignificado. Le han humanizado.


Antes de terminar este extenso análisis, hay un último apartado del que debo hablar. La música de Vangelis. Una hipnótica sinfonía tecnofuturista con notas de jazz, que encierran un emotivo mensaje sobre la nostalgia y la tristeza de un pasado que perseguimos. Algunos porque desearían tenerlo (replicantes) y otros porque sienten el pasar de los años, de esos momentos que nos conforman y nos traen recuerdos (humanos). Me viene a la mente el tema “Memories of Green”, “One more kiss, dear” o el mismo “Love Theme”. Por otra parte, otras piezas como “Tales of the future”, cantada en árabe por Demis Roussos, ayuda a crear ese místico y multicultural ambiente tan característico de la ciudad. Su música no sólo acompaña a las exquisitas imágenes filmadas por Jordan Cronenweth, sino que se funde con ellas para ser una sola.


En definitiva, Blade Runner es uno de los máximos exponentes del género cyberpunk. Alta tecnología y bajo nivel de vida, así se definiría en adelante. Su visión del futuro es premonitoria, las preguntas que plantea están lo suficientemente bien formuladas como para tentarte a responderlas. Algunas de ellas puede que las resuelvas tras múltiples visionados, mientras otras permanecerán abiertas, contribuyendo a la perennidad del filme. En cuanto a Rick Deckard, su historia es la de alguien perdido en un mar de dudas. No sabe en qué creer ni en quién confiar. La sociedad se desmorona y él está en el centro del problema. Quiere escapar pero no puede…ni sabe. Condenado a llevar la vida de un Blade Runner, un asesino, alguien repugnante que se alimenta del fracaso de otros. Sin embargo, cuando menos se lo espera surge la oportunidad de cambiar su sino, por difícil que parezca. Batty le ayudó a encontrar el camino y Rachael es la persona con quien quiere compartirlo. Quizás no tengan mucho tiempo pero, ¿quién lo tiene?



En este artículo trataré de dar algunos puntos a favor y otros en contra sobre el regreso de JJ Abrams para poner el broche final a esta nueva trilogía. Además, tratándose de una opinión personal, también diré quién me hubiese gustado que dirigiese este último capítulo de la saga galáctica.

No es ningún secreto que Kathleen Kennedy no vive sus mejores días como presidente de Lucasfilm. La exitosa productora ha tenido problemas constantes con los directores que ha elegido en cada momento: desde Josh Trank hasta Colin Trevorrow, el número asciende a cuatro despidos. Por otra parte, Rian Johnson parece ser el único que ha terminado su trabajo en Los últimos Jedi sin discusiones ni disputas con Kennedy. Ya sea por cuestión de suerte o porque Johnson tenga mayores dotes interpersonales, lo cierto es que este octavo episodio marcha como la seda. Sin embargo, echando la vista a lo que está por venir, ni el spin-off de Han Solo ni el Episodio IX dan apariencia de solidez. El primero, bien entrado en su rodaje, acaba de perder a sus directores en sustitución de Ron Howard y el segundo tuvo que retrasar su fecha de estreno a finales de 2019 por necesidades del guión. Es verdad que, de momento no hay razones para temer desastre alguno –El despertar de la fuerza y Rogue One fueron bien recibidas por la crítica y por el público en general- pero hasta las mejores rachas tienen un fin. La etapa de experimentos ha dado a su fin y Kennedy, decidida a evitar un fracaso a toda costa, trae a JJ Abrams de vuelta para que termine lo que empezó. La pregunta que se presenta ahora: ¿es Abrams el director adecuado o un simple títere a las órdenes de los ejecutivos de Lucasfilm?, ¿sabrá darle su toque personal y distintivo o volverá a entregarnos un pseudo-remake como hizo con el Episodio VII?


Como en todas las decisiones polémicas que se toman, siempre hay defensores y detractores y Star Wars no es sólo conocida por despertar pasiones sino también por sus acalorados debates. Sin embargo, yo soy de la opinión de que todo no es blanco o negro, bueno o malo; que las precuelas ni son tan malas, ni las originales tan perfectas. A continuación, comentaré las razones por las que Abrams no es el idóneo para dirigir y escribir el Episodio IX:

  • No se le dan bien los finales. ¿Alguno ha visto Lost (Perdidos)? Los que la hayáis visto sabréis a qué me refiero. Para los demás, Perdidos fue una serie creada, escrita y producida por JJ Abrams. Sin embargo, pese a la calidad de la serie en su conjunto, todos la recuerdan por una cosa: su final. Y no es un recuerdo agradable. Aquel final fue un jarro de agua fría para todos los fans que seguíamos religiosamente cada temporada. Como productor, él era máximo responsable de ese catastrófico final que consiguió amargar el grato recuerdo que teníamos de la serie. Si a ello le añadimos otras películas que se desinflaron llegado el tercer acto, como Super 8, Star Trek: En la oscuridad o incluso El despertar de la fuerza. Abrams sabe establecer universos, traerlos de vuelta y ponerlos nuevamente de moda pero no sabe darle profundidad a sus historias.


  • Demasiado conservador. Miren su filmografía y díganme cual de sus últimos proyectos resultó fresco y original a los ojos del público. No me malentendáis, Abrams es un gran productor de televisión –Perdidos, Fringe, Alias o la más reciente Almas de metal lo avalan- pero su andadura por el cine no ha sido muy creativa precisamente. Saltando de franquicia en franquicia, sus películas son tan taquilleras como vacías. La única que se salva es Misión Imposible 3 y eso fue en parte gracias a la interpretación del tristemente fallecido Phillip Seymour Hoffman. Han pasado muchos años desde que ingresó en Hollywood pero aún no tiene un estilo propio. El Episodio IX no debe apropiarse de la personalidad de El retorno del Jedi como ya hiciese El despertar de la fuerza con Una nueva esperanza.


  • Desaprovechamiento de personajes. Capitán Phasma, Hux o el Líder Supremo Snoke. Todos villanos de la nueva trilogía, pero nadie sabe nada de ellos. Y no lo digo porque no conozcamos sus orígenes o sus motivaciones –imagino que Los últimos Jedi expandirá en ese área-, sino porque no tienen personalidad. No están bien definidos. Son versiones mucho menos molonas de Darth Maul. A Darth Vader, por ejemplo, sólo le hizo falta un minuto de metraje para definir su carácter. Su mera presencia ya imponía. Toda gran aventura se mide por la calidad de su villano y el Episodio VII de J.J. flaqueaba en ese aspecto.

  • Falta de visión. Cuando a George Lucas le preguntaron para qué público se dirigían sus películas de Star Wars, él respondió que son para niños. Estoy de acuerdo que Lucas se equivocó con algunas decisiones  que tomó en las precuelas –como la explotación de efectos por ordenador, los sentimentalismos de tercera y Jar Jar Binks- pero aquellas películas aún derrochaban imaginación. Las fronteras del universo que conocíamos se expandieron con planetas como Coruscant, Geonosis, Kashyyyk o Kamino. También añadió personajes interesantes como Windu, Qui-Gon o Darth Maul. Las precuelas eran productos de autor y no de estudio; su fin no era engordar los ingresos de una gran multinacional, sino sorprendernos. Y claro que cuando tratas de innovar te puedes equivocar. El mayor miedo que tengo con Abrams es que no le veo con la mirada puesta en el futuro; en ganar jóvenes adeptos que alucinen con lo que ven en las pantallas. Él se asemeja más a un hombre de negocios cuyo objetivo es generar beneficios, crear un producto estándar que satisfaga a corto plazo pero se olvide con el paso de los años. El despertar de la fuerza es el episodio más estéril y carente de visión de la franquicia. 

Y ahora, tras los comentarios negativos, enumeraré las razones por las que Abrams es un buen candidato para cerrar satisfactoriamente esta trilogía:

  • Experiencia. Pese a todo lo malo que dije anteriormente, hay una cosa que no se le puede reprochar: sus años en la élite de Hollywood. Echando un vistazo a su perfil en IMDb, Abrams cuenta con más de cincuenta créditos como productor, veintidós como guionista y trece como realizador. Esto denota versatilidad, capacidad para amoldarse a situaciones difíciles y salir más o menos airoso de ellas. Tras el despido de Trevorrow también se desechó su guión y eso quiere decir que hay que empezar de cero otra vez. Afortunadamente para Abrams le acompaña Chris Terrio –ganador de un Oscar por Argo- en esta tarea pero yo confío en que sus años de experiencia en la industria le valgan para rescatar este proyecto del mar de dudas en el que está sumergido en este momento.


  • El despertar de la fuerza. Si bien dije muchas cosas negativas de esta entrega, también cabe mencionar las positivas como el regreso a los efectos prácticos y la gran química que había entre los personajes protagonistas, tanto los nuevos como los veteranos. No era tarea fácil remontar el vuelo de esta franquicia pero J.J. lo consiguió. Consiguió colocarla como una de las películas más exitosas de la historia del cine. Él creó estos personajes y cuando comience el rodaje, tendrá todo el desarrollo hecho por Rian Johnson para poder servirse de él.

  • Fan de Star Wars. Abrams ha dejado claro en numerosas ocasiones que dirigir Star Wars era un sueño hecho realidad y ahora tendrá la oportunidad de repetir. El hecho de que se lo pase tan bien en los rodajes y mantenga esa pasión por su trabajo es importante a la hora de contagiarlo a los demás miembros del reparto.

  • Aprender de sus errores. Siendo un verdadero fan de Star Wars, espero que Abrams haya escuchado a las voces críticas de su película. El Episodio IX no sólo actuará de cierre a una trilogía, sino que debería corregir los errores de sus predecesoras.


Después de analizar atentamente los pros y contras del regreso de J.J. Abrams a la franquicia, sigo pensando que no es la mejor opción para el puesto. No tengo nada contra él, Misión Imposible III revitalizó una franquicia y Star Trek la hizo regresar con éxito a la gran pantalla, pero no ha demostrado destreza a la hora de ponerle el broche final a sus películas. Si en lugar de escribirla, se limitara a dirigirla entonces quedaría más tranquilo pero ese no es el caso. Sea como fuere, habrá que esperar hasta diciembre de 2019 para saber si este experimento de Kathleen Kennedy funciona o no.

Personalmente, mi elección de director tendría que reunir una serie de características como: imaginación, experiencia y caché en Hollywood y ser guionista de calidad. El único que cumple estos rasgos sobradamente no es otro que Guillermo del Toro. A lo largo de su dilatada carrera, ha demostrado su creatividad para construir universos fantásticos, contar historias cautivadores, originales y emocionantes y entretener a todos los públicos. Además, su nueva película La forma del agua suena como candidata en la carrera por los Oscar, lo cual le daría ese reconocimiento necesario para comandar un proyecto tan ambicioso como éste.



Pero, esto sólo es una opinión de muchas, así que contadme en los comentarios qué opináis vosotros de J.J. Abrams, ¿es el director adecuado? Sino, ¿cuál creéis que encajaría mejor en el puesto? Hasta la próxima, cuidaos y disfrutad del cine. Saludos!

Con motivo del estreno de Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi, pretendo realizar un extenso análisis de la trilogía original de La guerra de las galaxias. 


Como podéis apreciar en el título, esta crítica contendrá muchos spoilers así que si aún no la has visto...¿acaso vives en Tatooine? Si es el caso, deja de leer y prepárate una maratón de cine. Luego continúa leyendo.

Star Wars, qué puedo decir de esta serie de películas que no se haya dicho ya. El universo creado por George Lucas tiene tanto de original como de influencias ajenas. El cine de Akira Kurosawa, la serie Flash Gordon o la mitología universal son algunas de las fuentes de inspiración que empleó este joven cineasta, cuyos trabajos hasta entonces habían sido las discretas THX 1138 y American Graffiti, para dar vida a una de las sagas cinematográficas más relevantes en la cultura pop. Sin embargo, como suele ocurrir en muchos actos de genialidad, ni Lucas ni el reparto de Una nueva esperanza eran plenamente conscientes de la repercusión que tendrían en la historia del cine. Porque, si Tiburón fue el precursor de los blockbusters veraniegos, La guerra de las galaxias fue la primera película en trascender su medio e ir mucho más allá. Hasta ese momento, el cine se ceñía a la experiencia dentro de la sala. Con Star Wars, los fans comenzaron a expandir sus miras hacia otros ámbitos del ocio como los libros, cómics, videojuegos y juguetes. Se convirtió en un fenómeno imperecedero….Y todo se originó en 1977, con el estreno del primer episodio de la saga, que nos presentaría una aventura de corte medieval (espadas, princesas, mercenarios, tiranos y sus soldados) ambientada hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana. De esta forma, personajes como Luke, Leia, Han Solo, Chewbacca, Obi-Wan, Darth Vader o los carismáticos C-3PO y R2-D2 entrarían en nuestras vidas para siempre. Protagonizada por Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher y respaldados por fantásticos actores de reparto como Alec Guinness o Peter Cushing, Una nueva esperanza marcó un antes y un después en la historia del séptimo arte.










La cinta comienza como sólo Star Wars sabe: con la memorable música del maestro John Williams. No han transcurrido más que segundos, pero el espectador ya se prepara para algo especial. Con los acordes adecuados, Williams te transporta a ese universo sin importar cuán lejano sea. El texto aparece, como si se tratase de una buena novela y con unas pocas palabras ya te sitúa en la acción. Los rebeldes, el imperio y unos planos robados de por medio. En cuestión de minutos, sin apenas diálogo, ya tenemos claro quienes son los malos, quienes los buenos y cuál es el Macguffin (los planos) que mueve la trama hacia delante. Además, para su inexperiencia, Lucas maneja con maestría los tiempos para no atiborrarnos con demasiada información de golpe.  Le basta con que tengamos una primera toma de contacto con los personajes y sus problemas. Y ahí es donde entran en escena C-3PO y R2, el dúo cómico de esta saga, que sirven como hilo conductor para unir el destino de Leia y los rebeldes al del joven Luke Skywalker, que vive recluido con sus tíos en una granja de humedad en el inhóspito Tatooine (un planeta que más tarde se convertirá en un referente de la franquicia). Aquí es donde, en mi opinión, reside el alma de la película: Tatooine es el único planeta que visitamos en todo el metraje y por ello ejerce un papel fundamental a la hora de construir los pilares de la saga. Y es que la primera palabra que asociamos cuando alguien se refiere a Star Wars es inmensidad. Hay tantos personajes, principales y secundarios y tanta mitología a su alrededor que es imposible no perderse. No obstante, esa idea no hubiese enraizado en 1977 de no haber tenido éxito en la caracterización de Tatooine. Aquí es donde encontramos la mayor profundidad de todo el filme: desde los Jawa hasta los Tusken, pasando por Greedo, Jabba El Hutt o el propio Han y Chewie; preguntas como "¿quién disparó primero: Han o Greedo? o la primera aparición de la espada láser blandida por Obi-Wan. Todo esto, aunque parezca mentira, aparece en Tatooine. El trabajo de ambientación del equipo de producción es, sin lugar a duda, uno de los mejores y más trabajados de la historia del cine. Pero volviendo a la historia principal, C-3PO y R2 se topan en su periplo con Luke, lo cual nos ayuda a conocer más sobre su carácter y su situación actual; haciendo honor a su apellido, Luke sueña con aventurarse a lo desconocido pero su tío es reticente a dejarlo marchar. Más tarde, durante el encuentro con Obi-Wan, donde podemos escuchar por primera vez el famoso tema de La Fuerza, éste le habla a Luke sobre temas de vital importancia como Las Guerras Clon, los Jedi, La Fuerza o la pregunta del millón: ¿quién es su padre y quién lo mató? A través de Alec Guinness, el bueno de Lucas, nos empuja a continuar la historia para encontrar respuestas. Así inicia nuestra propia aventura. Pero a Luke, temeroso de abandonar a sus tío Owen y a su tía Beru, aún no le ha ocurrido nada que le incite a irse; ningún vuelco en su vida ni momento dramático alguno que le haga cambiar de actitud…hasta que el imperio asesina a sus tíos. Aquí arranca también su aventura. Lucas ya nos ha introducido en su universo, sus protagonistas y antagonistas y ahora queremos explorarlo. A continuación llega una de las escenas más infravaloradas de toda la saga: la de la cantina. Y digo infravalorada porque lo fácil es acordarse de las batallas espaciales, los espectaculares duelos a espada láser, las Estrellas de la Muerte volando en mil pedazos o las icónicas frases como “yo soy tu padre” o “hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes”. Sin embargo, si tuviera que escoger una escena para resumir Star Wars, yo elegiría ésta. La famosa cantina de Mos Eisley encapsula todo lo que representa esta serie de películas: un lugar donde convergen razas alienígenas provenientes de los cuatro rincones del Universo en busca de recompensas, oportunidades y aventuras en general. Todo ello acompañado por buena música y un ambiente de peligro constante, donde la adrenalina fluye y los sentidos se agudizan. Con el paso del tiempo, otras escenas envejecieron y perdieron su originalidad (en parte debido a los recientes avances en el campo audiovisual) pero la cantina y Tatooine siguen manteniendo ese aroma tan característico de la saga.


Ya entrados en el segundo acto, dejamos de lado al protagonista para tender nuestras miradas en el imperio y en sus líderes, Darth Vader y Gran Moff Tarkin, los cuales hacen toda una declaración de intenciones al volar el pacífico planeta de Alderaan. Esto provocará una reacción en cadena que afectará a Luke y a sus nuevos amigos que, recién salidos de Tatooine, se ven obligados a cambiar de plan. Ahora deberán encontrar una solución que les permita llevar con éxito su misión de entregar los planos que almacena R2 a los rebeldes. No obstante, otro gran problema se presenta cuando son atrapados por la estación espacial imperial conocida  como la Estrella de la Muerte. En su interior transcurre gran parte del desarrollo de la película, que se salda con la muerte de Obi-Wan a manos del malvado Vader, el rescate de la princesa Leia y la exitosa aunque apurada escapatoria de la nave. Con Obi-Wan convertido en fantasma de la fuerza, lo que a priori parecía una muerte en vano resulta ser un sacrificio necesario para la causa. De esta forma éste acompañaría a Luke allá donde fuese, dándole fuerzas para continuar su aprendizaje.


El desenlace se acerca. El imperio ha seguido al Halcón Milenario hasta Yavin 4, planeta donde se refugian los rebeldes, para arrasarlos de un plumazo. Sin embargo, con los planos a bordo y los ala-x rebeldes preparándose para entrar en combate, la batalla está más igualada que nunca. Dichos planos, que tantos quebraderos de cabeza dieron a nuestros héroes a lo largo del filme, revelan la debilidad de La Estrella de la Muerte; un fallo en su estructura tan indignante que tuvieron que hacer un spin-off para darle una explicación (véase Rogue One). Y entonces, por fin, entra en escena el Escuadrón Rojo: un grupo de pilotos que pasarían al recuerdo de todos los fans de la saga por la espectacularidad del combate que nos entregaron. Algunos dicen que los efectos especiales son el futuro, que lo práctico está obsoleto pero a mi me resulta más creíble esta escena final que el combate espacial de La amenaza fantasma. Al final el imperio pierde, Tarkin muere y Darth Vader está en paradero desconocido. Luke se erige como el principal autor de la victoria y Leia como una de las principales líderes de la rebelión. Han y Chewie demuestran que detrás de esa vida de mercenarios se esconde un gran corazón y todos ellos resultan condecorados por su valiosa contribución. Y de esta forma fueron felices y comieron perdices y…espera un momento, que Vader sigue con vida, que aún no conocemos la identidad del padre de Luke y él aún no ha completado su entrenamiento Jedi. Esto no es más que el comienzo de la aventura.


En resumen, este primer capítulo de la celebérrima saga sirvió su propósito a la perfección. Nos presentó a unos personajes carismáticos, con los que rápidamente empatizamos; creó un universo rico en detalles, gracias a un diseño de producción apabullante (sets, maquetas, marionetas, etc.), del cual se servirían para expandirlo en posteriores secuelas; nos entregó una de las bandas sonoras más reconocibles de la historia del cine y sobretodo, nos enseñó que el cine también está hecho para hacernos soñar. Para sacarnos de nuestra cruel realidad y sustituirla por otra que, aunque ficticia, se siente tan real que casi la podemos tocar. Porque, a veces, no hay nada mejor que irse a un lugar muy, muy lejano para encontrarnos a nosotros mismos. Gracias por inspirar a tantas generaciones.


10/10: Y LA FUERZA NOS ACOMPAÑÓ PARA SIEMPRE