Ficha técnica

Título original
: Crazy Heart

Año: 2009

Duración: 110 min.

País: EE.UU.

Director: Scott Cooper

Guión: Scott Cooper (Novela: Thomas Cobb)

Fotografía: Barry Markowitz

Música: T-Bone Burnett

Género: Drama. Música. Alcoholismo

Reparto: Jeff Bridges, Maggie Gyllenhaal, Robert Duvall.

Sinopsis: Bad Blake es un veterano cantante de música country, apartado de la sociedad y bebedor. Debido a sus numerosos fracasos matrimoniales, Blake se siente apartado de la sociedad. Sin embargo, cuando se encuentra en su camino a una joven reportera llamada Jean, las cosas cambian para él.

Comentario: Mucha gente dice que esta es una versión de El luchador de Arronofsky pero con guitarras y música country. Y no estarían demasiado desacertados; como ocurriese en aquella película, Corazón Rebelde cuenta la historia de una "vieja gloria" que encuentra de nuevo un propósito para replantearse su vida. Una premisa que ya hemos visto por activa y por pasiva -El luchador tampoco inventó este género- pero no por ello deja de ser efectiva. Porque este tipo de cine no se sustenta en un argumento complejo lleno de sorpresas, sino en las actuaciones. Y en este apartado brilla como pocas; en gran parte gracias al inmenso trabajo de Jeff Bridges, que canalizaba su propia veteranía en el mundo de la interpretación para encarnar a Bad Blake con desgarradora intensidad emocional, valedora de un Oscar. Pero no podemos atribuirle a él únicamente el mérito, ya que Gyllenhaal destaca igualmente. Un poco como ocurriera entre Mickey Rourke y Marisa Tomei en la mencionada El luchador. En definitiva, si te gusta el cine centrado alrededor de unas interpretaciones excelentes, con una banda sonora que hará las delicias de los grandes aficionados a la música y una historia tan terrenal como genuina. 

Fuente (Imágenes): https://www.filmaffinity.com/es/film677232.html


Si hace unos años me hubiesen dicho que la reunión de los superhéroes más icónicos de la gran pantalla no iba a llegar ni tan siquiera a los $100 millones de dólares de recaudación en su fin de semana de estreno en EE.UU., le hubiera dicho que dejara de tomarme el pelo. Y sin embargo, aquí estamos: Liga de la Justicia acaba de salir en cines y apenas ha alcanzado los $90 millones de dólares. Una cifra nada desdeñable para la gran mayoría de producciones cinematográficas pero claro, cuando tu presupuesto se dispara hasta los $250 millones dólares (sin contar marketing y publicidad), no es suficiente. Cuando los malos augurios de los gurús del “box office” acaban siendo optimistas, sabes que hay un problema. Cuando ves a la competencia rompiendo la taquilla continuamente, independientemente de lo que saquen, uno no puede hacer más que preguntarse: ¿qué demonios me pasa a mí? Llevamos desde 2013 inmersos en este universo de catastróficas desdichas y a excepción de Wonder Woman, la cosa parece empeorar. Falta ver cómo actúa en las próximas semanas pero lo cierto es que Liga de la Justicia ya es la cinta con la peor apertura. Pero, ¿cuáles son los motivos de semejante descalabro?


Para que nadie me salte a la yugular (o al menos para minimizar el riesgo), me gustaría decir que las cinco razones que voy a argumentar a continuación están sujetas a mi opinión. Podréis estar de acuerdo o no pero os pido que respetéis un punto de vista personal. También aviso que el artículo podría contener spoilers (aunque tampoco os perdéis mucho). Una vez colocada la ristra de ajos contra los vampiros del Internet, ¡vamos al meollo!

1.   Demasiado ruido externo. Una de las primeras cosas que asociamos a este título es la  enorme polémica que ha suscitado a su alrededor. La sustitución de Zack Snyder (dejando de lado la tragedia que le ocurrió, D.E.P.) por Joss Whedon y el evidente cambio de tono, los cambios de guión, la duda sobre la continuidad de Ben Affleck, etc. Ya sea por culpa del destino o por los errores cometidos por Warner Bros., todo ha jugado en contra de Liga de la Justicia y ha provocado la espantada de muchos espectadores que no quieren saber nada de este lío. En mi opinión, la salida del director debería haber pospuesto el proyecto. Pero entonces, ¿por qué Disney está teniendo tanto éxito con Marvel? En gran parte es porque lo tienen todo meticulosamente controlado. Sus títulos os gustarán más o menos, pero hay que reconocer que jamás ha salido a relucir ningún contratiempo o molestia por parte de nadie y eso es tremendamente valioso para el público, que quiere estar seguro de la calidad del producto final –más aún cuando tu idea es la de construir un universo cinematográfico exitoso y duradero. Lo único reseñable fue la salida de Edward Norton tras El increíble Hulk pero incluso eso supieron maquillarlo, sustituyéndolo por otro grandísimo actor como Mark Ruffalo. Hoy ya nadie se acuerda de aquel incidente.


2.   Trayectoria inconsistente. Otro punto débil del universo cinematográfico de DC es su recorrido. De las cuatro películas que estrenaron hasta la fecha, tan sólo Wonder Woman consiguió un consenso de crítica y taquilla.  Nuevamente, si comparamos su arranque con el de Marvel, observamos que tanto Capitán América como Thor e indudablemente Iron Man obtuvieron gran recepción por parte de la comunidad cinéfila. Los cimientos eran sólidos y sobre ellos construyeron un imperio. Sin embargo, con Warner no ocurre lo mismo, ya que ni Superman ni Batman lograron encandilar y eso dejó a Wonder Woman sola, soportando toda la carga. Si a eso le añadimos la ingente cantidad de personajes que presentaron en la infame e innecesaria Escuadrón Suicida, el DCEU termina convirtiéndose en una pintoresca versión del quién es quién. Creo que mucha culpa la tiene Warner, que ha sido más reactiva que proactiva; sus ansias por alcanzar a Marvel terminaron jugándoles una mala pasada. 


3.    Extraña campaña de publicidad. ¿Alguien del departamento de marketing de la película me podría explicar por qué se molestaron tanto en ocultar un secreto a voces? Si de verdad creían que la gente se iba a sorprender con el regreso de Superman es que necesitan graduarse la vista. Todos los fans lo sabíamos desde que terminamos de ver Batman v Superman y aquellos espectadores ocasionales que no lo supiesen, tampoco les interesaba demasiado. Si desde el principio hubiesen anunciado a bombo y platillo el retorno del último hijo de Krypton, mucha más gente hubiese acudido a las salas aunque sólo fuese por mera curiosidad.  Personalmente, me entristece que las sorpresas se arruinen con tanta facilidad pero a estas alturas, los publicistas deberían saber que cuantos más motivos des al espectador para ver tu película, mejor. ¡Y qué mejor motivo que publicitar la resurrección de Superman! Desaprovecharon una idea que se vende sola.


4.    Mala planificación. Aquí entro quizá en el territorio más personal, porque habrá muchos a los que la hoja de ruta de Warner les habrá gustado. En mi opinión, no pueden llamar a una película Liga de la Justicia cuando desconocemos totalmente a la mitad de sus integrantes. Si plantean un universo lleno de personajes que luego se agrupan, ¿por qué no empezaron por ahí? Ahora es cuando me diréis que Los siete magníficos o Grupo Salvaje se las apañaron muy bien y yo os responderé que aquellas tenían mucho mejor diálogo que ésta. Lo siento pero el carisma de estos personajes está a una distancia como de aquí a Krypton, en comparación con los miembros de esta Liga de la Justicia; Aquaman tiene el carisma de un besugo, el traje de Cyborg acapara más la atención que el personaje que lo enfunda (ya olvidé hasta su nombre) y Flash nos recuerda constantemente lo difícil que es hacer buena comedia. No son personajes sino estereotipos que aparecen y desaparecen a conveniencia del director. No hay drama, ni desarrollo, ni interés, ni un villano interesante, ni nada que me haga querer ver de nuevo esta película. Está hueca. ¿Qué luce bien en pantalla? Pues claro, sólo faltaría que tras gastarse más de $200 millones de dólares no lo hicieran –aunque por momentos parece más un videojuego. Pero si más efectos especiales se tradujesen automáticamente en mayor calidad, entonces Michael Bay sería el mejor director de la historia del cine e Independence Day: Contraataque la mejor secuela…y no es así.  Si quieren contarme la historia de Flash, adelante, dedíquenle una película pero que no la metan a calzador donde no corresponde. Esto es la Liga de la Justicia y debe enfocarse en contar una historia coral, en lugar de entretenerse en explicarme motivaciones individuales. Además, tampoco ayuda el evidente cambio de tono desde Batman v Superman; aquella era un drama de Haneke en comparación a ésta. Algo de variedad siempre está bien, pero esta política veleta de cambiar de dirección según sople el viento es realmente contradictoria y confusa. Decidme en qué se parece El hombre de acero y Wonder Woman o Escuadrón Suicida y Batman v Superman. Yo creo que el universo cinematográfico de DC tiene más potencial que el de Marvel pero no podrán sacárselo hasta que se olviden de darles caza y decidan, de una vez por todas, a qué público quieren dirigirse.


5.   ¿Saturación? Este último punto lo pongo entre interrogaciones porque es difícil de valorar pero puede que Marvel y DC no puedan coexistir, que uno esté siempre condenado a vivir bajo la sombra del otro. Cuando el Superman de Donner y el Batman de Burton dominaban el género, las películas de Marvel brillaban por su ausencia. Ahora ocurre lo contrario y quizá, sólo quizá, sea debido a esto. Los números no mienten: Thor: Ragnarok recaudó casi $30 millones de dólares más que Liga de la Justicia en su fin de semana de estreno. ¿Coincidencia? No lo creo. Puede que ante la disyuntiva, la audiencia optara por ver Thor en cines y esperarse a que Liga de la Justicia salga en Blu-Ray. Al fin y al cabo, las compras navideñas están a la vuelta de la esquina y ya sabemos todos lo que eso significa. Si a eso le añadimos el inminente estreno del nuevo episodio de Star Wars, no sería de extrañar que la obra de Warner cayera en el olvido.



Estos son los motivos que en mi opinión dañaron Liga de la Justicia en taquilla y infligen nuevamente un duro golpe en la línea de flotación de Warner Bros.  Veremos qué ocurre ahora con el futuro del DCEU y con todas las películas que planeaban hacer pero ésta es un claro aviso a navegantes. Si no corrigen el rumbo y reconsideran algunas de sus decisiones, mucho me temo que este universo cinematográfico fracasará.  Personalmente, creo que deberían aplicar el modelo de Marvel/Disney con un tono más oscuro y cruento enfocado a adultos.  Y vosotros, ¿qué opináis del rumbo que ha adoptado Warner con Liga de la Justicia? ¿cuáles creéis que son los motivos de su batacazo? Dejadme vuestra opinión debajo de este artículo, en la sección de comentarios. Hasta la próxima, ¡pasadlo bien y disfrutad del cine!

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¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas? Los hermanos Duffer, creadores de la serie hit del momento, vuelven a repetir éxito.


Creo que no estaría exagerando si dijese que Stranger Things fue una de las series revelación del año pasado. La historia creada por los hermanos Duffer guardaba un buen equilibrio entre las aventuras nostálgicas de la infancia y un terror ochentero que, combinado con unos personajes protagonistas entrañables y una ambientación espectacular en ese pueblo llamado Hawkins donde nunca pasa nada –hasta que pasa-, hacían de ella una de las mejores ofertas de Netflix. Sus ocho episodios pasaban como una exhalación, dejándonos con ganas de más. Como debe hacer toda gran serie, aquella primera temporada sentó unas bases excelentes sobre las que construir las siguientes…y así llegamos hasta el presente. Stranger Things 2, como el propio nombre indica, es una continuación directa de las desdichas que sufren los habitantes de este apacible pueblo de Indiana. Sobra decir que si estás leyendo esta crítica sin haber visto la temporada original, deja de leerla, hazte una maratón “seriéfila” y luego vuelve. La historia retoma donde lo dejaron: Will fue rescatado, aunque sufre secuelas; Once está en paradero desconocido; y el grupo formado por Mike, Dustin y Lucas siguen haciendo de las suyas. Además de contar con el reparto principal entre los que destacan Winona Ryder, David Harbour, Millie Bobby Brown y cía., esta secuela incorpora caras nuevas y tan reconocibles para el público ochentero como Sean Astin y Paul Reiser –sí, el malvado ejecutivo de Aliens: El regreso-, los cuales añaden un punto más a un ya de por sí sensacional grupo de actores.

Empezaré hablando del que, en mi opinión, es el elemento clave de esta secuela: el guión. La trama se desarrolla a lo largo de nueve capítulos –uno más que la original- y aunque al principio esto pueda parecer como una extensión innecesaria, lo cierto es que funciona a las mil maravillas. Yo divido esta temporada en dos tramos bien diferenciados: uno que termina alrededor del cuarto episodio y otro que continúa hasta el final de la serie. El primero es más sosegado, algunos atrevidos dirán incluso que aburrido, ya que se toma un tiempo para explorar a los personajes; obviamente es la calma que precede a la tempestad. Como es lógico, toda buena historia debe tomarse un respiro antes de avanzar, porque de lo contrario, corre el riesgo de asfixiarse. Algunos fans escépticos, entre los que me encuentro, tenían miedo de que esta segunda entrega incidiera más en el confeti y en el show pirotécnico que en el desarrollo de personajes, así que me alegré cuando vi que mantenían sus prioridades claras. En esta parte se dedican a explorar más detalladamente la relación familiar entre Once y Hopper, dos personajes tremendamente carismáticos que forman un dúo magnífico. Además, otros como Dustin y Lucas ganan más tiempo en pantalla en detrimento de Mike, al cual ya conocíamos sobradamente de la primera temporada. Sin embargo, hay un par de novedades que no terminaron de convencerme y esos son Max y Billy, dos hermanos que se nos introdujeron rápido en la historia, aunque nunca llegan a encontrar su sitio. Quizás es porque no estuvieron demasiado bien escritos o quizá porque se les desarrollará más en las próximas temporadas, pero lo cierto es que ni sus interpretaciones ni su papel fueron lo suficientemente relevantes como para que llegasen a importarme. Max encajó algo mejor con el grupo protagonista pero lo de Billy es bochornoso. Según tengo entendido, pretendían crear un villano humano en contraposición al gran enemigo de la trama, pero el resultado no podría ser más estrepitoso. Inútil e innecesario. Por otra parte, los adolescentes Nancy, Steve y Jonathan tienen mayor importancia que en la original donde no pasaban de mera distracción. ¿Recordáis a Barbara? Pues ella va a ser el detonante de las aventuras de estos personajes, aunque con distintos resultados. Por otra parte, Winona Ryder comparte protagonismo con Sean Astin, los cuales forman una pareja cuanto menos peculiar. Una pena que los hermanos Duffer no indagasen demasiado en su relación como para captar nuestro interés pero cuando aparecen caen simpáticos. Paul Reiser tiene un rol es bastante secundario, aunque aparece de vez en cuando para jugar con las expectativas del espectador. Buena elección de casting. Sin embargo, pasado el cuarto episodio,  la narrativa toma un giro de 180 grados, dejando algo de lado el drama para centrarse más en la intriga/terror y finalmente en la acción. Los indicios y las pistas que nos iban dando a lo largo de esos primeros episodios se estaban materializando.


En cuanto a la dirección, mantienen el mismo tono aventurero que catapultó esta serie a la fama. Respetan el estilo y saben continuarlo para que no parezca un simple refrito. En esta continuación encontraremos más acción y más efectos especiales –contaron con más presupuesto para ello- pero sorprendentemente, también hay más drama, sobretodo alrededor de Once. Aquí la veremos más crecida, tomando consciencia de sus poderes a la vez que trata de desentrañar los secretos de su traumático pasado. El trabajo de los guionistas con su personaje me pareció acertado aunque podría haber sido más emotivo. Preguntas que quedaron coleando de la primera temporada como: ¿dónde está su madre? ¿Cómo puede llevar una vida normal? y otras muchas obtendrán respuesta y abrirán también nuevos frentes.


Por último, la música y la ambientación siguen jugando el mismo papel que la convirtieron por derecho propio en una de las series más queridas por el público. Esta serie va dedicada a todos los nostálgicos de aquellos tiempos en los que no habían ni smatphones ni redes sociales ni videojuegos fotorrealistas; nos contentábamos con poco –un balón de fútbol, un juego de mesa o cualquier tontería que nos inventáramos sobre la marcha-, alquilábamos VHS en el videoclub, escuchábamos Rock & Roll y quedábamos en una sala recreativa. Los jóvenes protagonistas realmente son el reflejo de muchos de nosotros. Además, los guiños a clásicos de los ochenta como Terminator, Aliens o el cine de Carpenter cobran gran protagonismo. La campaña de marketing también ayuda a construir esa sensación, presentándonos varios pósters inspirados en películas de la época como Alien, Pesadilla en Elm Street, Los Goonies, Tiburón -¿o puede que Temblores?-, Evil Dead, Cuenta conmigo y más. Queda muy claro desde el principio qué cartas juega Netflix y los hermanos Duffer.


En definitiva, Stranger Things 2 es una continuación notable de aquella serie que nos maravilló a muchos el año pasado. Como era de prever, no mantiene la frescura de la original y en ocasiones se le ven las costuras pero, consciente de ello, sabe ofrecer al espectador más drama y acción que la original. Lo que más le achaco es que sus nuevos fichajes no hacen mucho por engrandecer esta serie; Astin y Reiser son buenos actores pero les dan poco con lo que trabajar y los personajes de Max y Billy permanecen en todo momento a la sombra de los verdaderos protagonistas de la historia. Los creadores han dicho que pueden seguir hasta la quinta temporada y aunque sí es cierto que el final de esta secuela ni mucho menos es concluyente, creo que para la próxima deberían centrarse más en establecer los personajes nuevos que nos introdujeron en ésta, en lugar de añadir otros nuevos que hagan que la serie pierda esa sensación de familiaridad que la distingue de otras. Por lo demás, la fórmula que han conseguido aún se mantiene fresca y ampliamente satisfactoria.



8/10: ¡“EL OTRO LADO” Y LOS DEMOGORGONS DESEAN VENGANZA!

Cuando estéis leyendo este artículo, probablemente ya conoceréis la noticia; para aquellos que no estén al tanto, Disney habría entablado conversaciones con 21st Century Fox para comprar su sección de cine y TV. En otras palabras, la famosa productora y distribuidora 20th Century Fox, que nos trajo a lo largo de los años maravillosas películas como Alien, La profecía, Jungla de cristal o Depredador y series de TV tan famosas como Los Simpson, podría ser adquirida por la compañía del ratón Mickey Mouse. Esto no sería noticia si el comprador fuese cualquier otro pero como Disney ya cuenta con el estudio Pixar, Marvel y más recientemente con Lucasfilm bajo su umbral, los cinéfilos de verdad corremos el riesgo de perder variedad y originalidad en las salas de cine. Si bien es cierto que  aún no hay nada oficial y puede que el acuerdo no se lleve a término, el hecho de que estén negociando ya es suficiente como para hacer saltar la alarma; incluso si no lo lograra ahora, podrían volver a intentarlo más tarde. Después de todo, Disney sólo tiene que sentarse a esperar que Fox agonice en taquilla, para hacerse con la compañía y puede que incluso a mejor precio. Por supuesto, como suele ocurrir siempre que salta una noticia de esta calado, los bandos se dividen en detractores y defensores pero, ¿es el séptimo arte el gran damnificado?


Cuando hablamos de las grandes producciones de Disney, no hay muchos adjetivos que las definan: divertidas, graciosas, ligeras, coloridas... Sus títulos más conocidos –y económicamente rentables- se concentran en estos adjetivos y las pocas veces que se salen del monotema, suelen caer estrepitosamente en la sensiblería, pasando sin pena ni gloria por la cartelera. Si juntamos el llamado Universo Cinemático de Marvel (UCM), las cintas de animación de Pixar y los remakes de los clásicos y la celebérrima saga de Star Wars, es imposible encontrar un punto débil en su línea de flotación. Son infranqueables. Por eso, en mi opinión, Disney es al cine lo que McDonald’s a la comida; no ofrecen gran calidad ni variedad pero sacian tu hambre. Recientemente vi Thor: Ragnarok y al salir de la sala tuve la sensación de déjà vu. No me malentendáis, mientras estaba sentado en la butaca me entretuve pero no me sorprendí. Por una parte, la campaña de marketing ya había arruinado toda sorpresa; por otra, la propia composición de la historia era tan endeble y olvidable que ni me importaban los personajes ni lo que les ocurriese. No había impacto emocional alguno. Y no me refiero únicamente a la ausencia de violencia o de sangre, algo que siempre le achacan, sino a la alarmante falta de sentimiento. Por poner un ejemplo, sin "spoilear" a nadie, un personaje relevante en el universo Thor muere al principio de la historia y no sentí ni frío ni calor porque no tiene ninguna repercusión. Lo mismo podríamos decir de Civil War o de El despertar de la fuerza. Mucho presupuesto para tan poco corazón.


Entonces, si Disney continúa expandiendo este modelo de negocio por Hollywood hasta convertirse en una fuerza hegemónica que decide qué películas, cuándo y cómo se hacen, ¿qué nos queda? Ya somos testigos de la paulatina desaparición de las salas como forma de ver cine, mientras plataformas emergentes como Netflix o Amazon se alzan en el mercado. Disney apunta ahí también, tras anunciar su propia plataforma de streaming, lo cual indica una clara apuesta por la digitalización del medio. ¿Que qué ganan con ello? Menos costes de producción y eliminación de intermediarios con los que repartir el pastel, lo cual equivale a más ingresos. A su vez, observamos cómo el cine alternativo –no necesariamente independiente- pierde mucha fuerza en beneficio de géneros de moda actualmente, como el de superhéroes y el de animación. También, aunque más minoritarios, están el de terror y la comedia. Si nos fijamos, de todos estos géneros, Disney domina ampliamente tres de ellos. Los más famosos. Es por eso que otras productoras ven su posición peligrar; Disney saca tantas películas al año y amasan tanto dinero que el resto están perdiendo la poca cuota de mercado que les queda –sólo en 2016 Disney estrenó trece películas, recaudando 7.000 millones de dólares en total-. Es imposible competir con ella. Pero entonces, ¿nos dirigimos a un modelo dónde la gran mayoría de películas estarán producidas directa o indirectamente por Disney? Desgraciadamente, de seguir esta tendencia, es muy posible.



Claro que, como decía antes sobre los detractores y defensores, siempre hay quienes creen que esta operación debería llevarse a cabo. Su argumento principal es que así podrán ver a los X-Men y a Los 4 fantásticos por fin en el UCM y aunque entiendo su anhelo, no puedo compartirlo. En mi opinión, o este deseo es tan grande que les ha cegado o sencillamente no les importa otro cine que no sea el de superhéroes. Hagamos un pequeño ejercicio: dejemos de lado las franquicias y las sagas. Este año, 20th Century Fox y su subsidiaria Fox Searchlight planean estrenar La forma del agua, Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Misuri o La batalla de los sexos entre otros títulos originales. Y el año pasado, obtuvimos otras ofertas tan variopintas como La cura del bienestar o Figuras ocultas. ¿Creéis que Disney, una compañía que ha levantado su imperio sobre la norma de no producir películas para mayores de 18 años, va a dar luz verde a muchos de estos proyectos? No. Cuando compran algo no es para seguir con el mismo modelo de negocio. Lo hacen para escoger aquello que les interesa –véase superhéroes y villanos propiedad de la Fox- y alejarse de todo lo que no produzca beneficios ni venda merchandising.


En definitiva, de hacerse efectiva esta compra, las grandes productoras pasarían de seis a cinco. Viendo el panorama, resulta desolador: Columbia Pictures, MGM, United Artists, RKO, Tri-Star, Lucasfilm u Orion Pictures ya forman parte de una larga lista de productoras independientes que llenan un cementerio al que ahora podría sumarse Fox. Como cinéfilo, me gustaría pasar por la calle y tropezarme con unos cines en los que la cartelera estuviera llena de diversidad; que pudiese comprar mi billete, sentarme en una butaca y sorprenderme con una aventura nueva; salir de ahí distinto a cómo había entrado. Sin embargo, la realidad es otra: una en la que los pequeños cines están en vía de extinción y las grandes cadenas sin personalidad las substituyen; donde Hollywood ya no brinda a las pequeñas y medianas películas la oportunidad de exhibirse en la gran pantalla; dónde directores como Martin Scorsese han de cobijarse bajo Netflix u otros productores alternativos para continuar trayéndonos historias, mientras las superproducciones ejercen la tiranía del más fuerte. Como dijo Peter Finch en aquella maravillosa película, titulada Network (1976): “¡Saquen la cabeza y griten: estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo!