Crítica – Star Wars: Episodio VIII. Los últimos Jedi (Sin Spoilers)

Rian Johnson toma el relevo de J.J. Abrams para continuar esta nueva trilogía de La guerra de las galaxias.

Star Wars: Los últimos Jedi es el octavo episodio de la saga protagonizada por el linaje de los Skywalker y sirve de continuación a El despertar de la Fuerza. Escrito y dirigido por Rian Johnson, cuyos anteriores trabajos incluyen la magnífica Looper o la inclasificable Brick, Los últimos Jedi nos sitúa justo donde lo dejamos en la anterior entrega; su historia trae de vuelta a icónicos personajes como Luke y Leia, a la vez que trata de desarrollar a los nuevos. Rey, Finn, Poe Dameron, BB-8 y Kylo Ren prosiguen sus aventuras y desventuras surcando las estrellas de esa lejana y antigua galaxia que tanto añoramos –no desvelaré más del argumento, para preservar sus sorpresas–. El elenco está encabezado por Mark Hamill –quien regresa 34 años después a su papel más influyente–, Carrie Fisher, Daisy Ridley y las incorporaciones más relevantes son las de Benicio del Toro y Laura Dern, éstos últimos en papeles secundarios. Siendo la segunda entrega de la trilogía, este filme ha soportado incontables (e inexactas) comparaciones con El Imperio Contraataca, el cual es considerado por muchos como el mejor episodio de la saga. Por eso, algunos ansiaban grandes revelaciones, giros inesperados, momentos dramáticos y escenas de acción memorables. Sin embargo, ¿ha estado Rian Johnson a la altura de las expectativas? ¿Es digna de llevar el título de Star Wars?

Empezaré diciendo que Los últimos Jedi supera holgadamente a su predecesora. Desde el primer minuto, Johnson deja claro que esta película tiene su sello y no el de ningún productor. Y es que ese fue el mayor problema de la cinta dirigida por Abrams; era un producto correcto, que apostaba sobre seguro, buscando contentar al mayor público posible pero el resultado fue una película tibia y poco arriesgada, que adolecía de demasiados "déjà vu", aunque consiguiese traer de vuelta el espíritu de la saga. Al poco de empezar, Johnson hace la siguiente declaración de intenciones: “espérate cualquier cosa y no des nada por seguro”. La impredictibilidad de su guión juega un papel fundamental a la hora de mantener enganchado al espectador. En el mundo actual, donde todo se sabe momentos después del estreno, resultó refrescante no saber hacia donde iba a apuntar el argumento. Y es que el guión apuesta a lo grande; cuando gana lo hace triunfalmente pero cuando no, pierde estrepitosamente. ¿Que qué quiero decir con esto? Pues que  Los últimos Jedi se siente más como una película en solitario que como una continuación; como si el trabajo de Abrams fuese un prólogo y aquí comenzáramos realmente la aventura. Está claro que Johnson no estaba demasiado interesado en algunos temas planteados por Abrams. El problema que veo con esto es que, una vez tengamos la trilogía al completo, ésta pueda llegar a carecer de un verdadero hilo conductor como vimos en las dos anteriores trilogías.


Otro punto a favor es la comedia, aunque hay muchos que al oír esta palabra, su subconsciente la une inmediatamente a Disney y salta la alarma. Pensáis en Guardianes de la Galaxia u otro sucedáneo y os teméis lo peor. Pero no os preocupéis tanto, porque Johnson la introduce sutilmente a lo largo del metraje; no resulta cargante. Si bien es cierto que hay bromas que atinan más que otras, el humor está empleado de forma orgánica, respetando tanto a los personajes como los clímax por los que atravesaba el filme. De todas formas, hay que tener en cuenta que esta saga siempre estuvo enfocada a niños y jóvenes que deseaban vivir aventuras, compartiendo el viaje con personajes carismáticos, divertidos y entrañables, lo cual acarrea un cierto grado de ligereza. Y eso no tiene nada de malo, ya que uno de los grandes poderes del cine es el de evadirnos. Sumergiéndonos en el universo creado por George Lucas –tan criticado por algunos–,  muchos de nosotros conseguíamos escaparnos de los problemas cotidianos y permitirnos soñar. Eso es cine.


Para terminar con el apartado argumental, otro punto negativo y quizá el más grave en mi opinión, es la falta de momentos memorables. Me explico. Escenas como la de Luke vislumbrando los dos soles en el inhóspito horizonte de Tatooine, la revelación paterna de Darth Vader y su posterior redención en El retorno del Jedi, la carbonización de Han Solo o el duelo final entre Obi-Wan y Anakin en las lavas de Mustafar, permanecerán por siempre grabados en nuestras retinas. Todos estos instantes son los que rememoramos una y otra vez al escuchar la fantástica música de John Williams. Sin embargo, aquí eché en falta escenas para el recuerdo, frases que dejasen una huella imborrable o un enfrentamiento tan dramático como eléctrico. Si Star Wars es catalogada como la mejor “space opera” de la historia del cine es porque guarda cualidades de la tragedia griega. El peso narrativo siempre pudo con las batallas espaciales, por muy espectaculares que éstas fuesen.  Por ejemplo, si le quitamos el bagaje emocional al duelo entre Darth Vader y Luke en El retorno del Jedi, nos quedamos con muy poca cosa. Cuando sales de la sala alabando el trabajo de Mark Hamill y de la tristemente fallecida Carrie Fisher mientras los jóvenes actores pasan sin pena ni gloria por la pantalla, no puedo evitar preguntarme si seguirá atrayendo a tantos millones de aficionados en el futuro, cuando ellos ya no estén. Lo cierto es que aún no ha habido una escena en esta nueva trilogía que se acercase ni tan siquiera al duelo entre Darth Maul, Obi-Wan y Quoi-Gon Jinn en La amenaza fantasma


Pasando al terreno interpretativo, como dije antes tanto Hamill como Fisher se llevan todo el protagonismo. Son con diferencia los mejores, no sólo por el factor nostalgia –el cual ya se encarga Johnson de potenciar– sino porque son el corazón y el alma de la película. Tantos años después y aún irradian la misma energía que en la primera entrega, allá por 1977. Por supuesto, tras la defunción de Fisher, su actuación cobra aún más emotividad y el público lo sentirá.  Por otro lado, Hamill ha madurado mucho como actor y sabe controlar perfectamente los registros emocionales de Luke; guarda muy bien la compostura. En cuanto a los demás, cabe reseñar a Adam Driver, el cual tiene más que hacer que en El despertar de la Fuerza. De todos los nuevos personajes, el suyo es el que más progresa. Por el contrario, los que menos son John Boyega y Kelly Mary Tran (actriz que interpreta a Rose); el primero porque casi no tiene impacto en la historia y la segunda simplemente no encaja en el argumento. Salí algo decepcionado con la evolución de Finn y con la aportación de Rose, que es tan baja que podrían haber prescindido de ella.


La fotografía y la banda sonora es uno de los apartados que más mejoran en comparación con El despertar de la Fuerza. La factura audiovisual de Los últimos Jedi la elevan a una categoría superior; la música de Williams está muy bien integrada con la narrativa y el estilo visual de Rian Johnson se deja ver a través de la cámara de Steve Yedlin, director de fotografía con quien ha trabajado en todos sus filmes. Por si no lo habíais notado, el rojo cobra protagonismo y éste le infiere un cariz más belicista a la película. En cuanto al tono, esta cinta es heredera de Rogue One y las influencias se dejan notar desde sus inicios. También hay referencias a clásicos del género como Senderos de gloria, La batalla de Inglaterra o Los cañones de Navarone, entre otros. Por otra parte, he observado mayor uso de CGI en los efectos visuales que en la cinta de Abrams, aunque los prácticos siguen muy presentes.

Y ahora llegamos a uno de los apartados más polémicos: la duración. Hay quienes dicen que se hace larga y otros que el tiempo les pasó volando. Personalmente, no me aburrí en ninguno de los 150 minutos que dura y tampoco mire el reloj para ver cuánto faltaba. No obstante, reflexionando de vuelta a casa encontré algunos momentos que quizá podrían haberse recortado y la historia hubiese fluido mejor –sobretodo en el segundo acto–. Aún así, el montaje entrelaza todas las distintas tramas de forma notoria. El ritmo está muy bien orquestado y a pesar de los muchos personajes que figuran en la trama, nunca me sentí perdido.


En definitiva, si eres un fiel seguidor de la saga galáctica tienes que verla, sin importar lo que yo o ningún otro diga. El despertar de la Fuerza me gusta menos con cada visionado, le veo demasiados guiños a la original como para creer en su autenticidad. Sin embargo, con Los últimos Jedi ocurre casi lo contrario: es tan desconcertante, distinta y osada en sus planteamientos, que consiguió mantenerme pegado a mi butaca, con los ojos como platos y aguantándome las ganas de ir al servicio para no perderme ningún minuto. Tiene algunos fallos de los que hablaré más detalladamente en la crítica con spoilers y algunos agujeros de guión evidentes, pero lo importante es que la aventura se impone a todos ellos. Johnson consigue algo que parecía imposible: sorprendernos de nuevo en el octavo capítulo de la saga. Una vez acomodado y con las luces apagadas, el logo de Lucasfilm aparece y tras él “hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”; de pronto, todos tus problemas se desvanecen. Vuelves otra vez a la niñez.



6/10: UNA GALAXIA TAN LEJANA COMO CERCANA A NUESTROS CORAZONES.

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