Crítica sin spoilers - Richard Jewell


Y Clint Eastwood lo volvió a hacer por enésima vez. Así resumiría yo lo que sentí cuando terminé de ver su última obra, Richard Jewell, que marca ya su trigésimo octava película como director. El diccionario se queda sin adjetivos para describir lo que está haciendo este titán de Hollywood, este padrino del cine, que es Clint. Tras un pequeño gran tropiezo en 2018 con el estreno de 15:17 Tren a París, el veterano actor y cineasta volvió a la carga con Mula, donde además volvió a ponerse frente a las cámaras, ofreciéndonos a todos una última lección magistral de interpretación. En esta ocasión, el protagonista no es él sino Paul Walter Hauser, un actor desconocido al que Eastwood le entrega con éxito las llaves de su película. Porque como el título indica, esta es la historia de un hombre que pasa del cielo al infierno en cuestión de días y todo ello a causa de hacer su trabajo lo mejor que supo. En 1996, Atlanta albergaba la XXVI edición de los Juegos Olímpicos y un joven apasionado con servir al orden se apuntaba como voluntario para supervisar que todo fuese bien. Ese joven era Richard Jewell, un tipo gordo, con un gran bigote y una personalidad particular que era siempre objetivo de burlas y ninguneos. Pese a esto, Jewell no cejaba en su empeño por convertirse en agente de la ley y los JJ.OO. eran la oportunidad de demostrar su valía. Y vaya si lo hizo: una noche, mientras vigilaba un concierto de la organización, alguien puso una bomba y Richard fue el primero en advertir de su existencia. Gracias a su trabajo, se salvaron muchas vidas inocentes. Sin embargo, lo que parecía un acto valeroso se retorció y manipuló, basándose en prejuicios y bulos, hasta convertir al héroe en villano y tirar por tierra el nombre de ese joven que tan solo quería hacer lo correcto. Al reparto se unen nombres ilustres como el recién oscarizado Sam Rockwell, Kathy Bates, Olivia Wilde y Jon Hamm en una película sabiamente dirigida, relatada y necesaria para los tiempos que corren.


No dejo de asombrarme con la habilidad innata que tiene Eastwood para contar historias con pulso y energía. Si no estuviese seguro de que él está tras las cámaras, diría que esta es obra de un treintañero y esto se deja ver en la gran escena del atentado; cómo maneja el ritmo del momento y hace agarrarnos al asiento de tensión, temiendo por las vidas de los asistentes al concierto, es encomiable. Pese a los años, no ha perdido ni un ápice de su toque y eso es algo que solo está a la altura de genios como él, Martin Scorsese o Woody Allen, que siguen ahí al pie del cañón. Y hablando de ellos, abro un pequeño inciso para recomendar la última obra del también veterano Roman Polanski, El oficial y el espía; una historia muy interesante y asombrosa que tiene muchas similitudes con la película que nos atañe. Me alegra saber que Eastwood sigue teniendo la mano firme y el mismo sentido de la acción y el entretenimiento que tenía en sus primeros años como director y es que, aunque Richard Jewell no deja de ser un drama social, el ritmo del montaje y de los diálogos fluye tan bien que nunca pierdes el interés.

También me asombra su capacidad para sacar lo mejor de sus actores: ya lo hizo con Bradley Cooper en El francotirador, Hilary Swank en Million Dollar Baby, Ken Watanabe en Cartas desde Iwo Jima y la lista sigue...Eastwood será recordado por muchas cosas: su increíble carisma frente a la cámara, su habilidad para emocionar al espectador pero también se le recordará por ser un gran director de actores. No dudo de la capacidad interpretativa de Paul Walter Hauser, pero sacar una actuación así también requiere de cierta dirección y asistencia por parte del realizador y Eastwood cumple con creces. 


El otro gran punto que tiene a su favor son las actuaciones, con un reparto de auténtico lujo que está a la altura de las exigencias. Sobretodo Paul Walter Hauser, un debutante en lo que a papeles protagonistas se refiere, que es el ancla y el núcleo dramático de esta historia. Resulta difícil, por no decir imposible, imaginarse a otro actor dando vida a Jewell y no lo digo solo por el aspecto físico del actor, muy similar al personaje real, sino por la vulnerabilidad y en cierta medida, la credulidad que desprende, algo que sería más difícil de creer en un actor más famoso y consolidado que Hauser. Pero es que va más allá de una mera caricatura, ya que su interpretación explora también el sufrimiento o las consecuencias que está pagando por hacer lo que hizo y en definitiva, por tener una personalidad tan peculiar. La primera mitad del filme, vemos los primeros trazos de su carácter: cómo es, con quién se relaciona y cuáles son sus ambiciones. De esta forma, vemos a un Hauser afable y soñador, ingenuo y con gran sentido de la responsabilidad; más tarde, cuando al FBI y a la prensa se les va de las manos el caso, el actor sabe mostrar momentos de disconformidad, ira e incluso de arrepentimiento por ser como es. Paul Walter Hauser combina su faceta cómica –él proviene del mundo del monólogo– con la dramática con gran acierto, aunque para esta última tiene la ayuda de la legendaria Kathy Bates, con un papel pequeño pero muy intenso y emotivo. Por su parte, Sam Rockwell y Olivia Wilde cumplen bien con sus papeles, aunque la historia está demasiado centrada en Richard y en su madre, como para que ellos tengan momentos para brillar. Como nota negativa, el agente del FBI que interpreta Jon Hamm me pareció muy insulso, superficial y desaprovechado; creo que tanto él como la periodista sensacionalista daban más juego del que la historia les permitió.


En definitiva, si te interesa un cine con denuncia social que esté de actualidad y firmado por un cineasta contrastado como Eastwood, no te puede perder Richard Jewell. Quizá no sea su película más dramática, ni la que más llegue al corazón del espectador, pero les garantizo que pasarán un buen mal rato viendo como la prensa encabezó esta cruzada social para destruir la vida de un hombre cuyo único delito fue hacer lo correcto. Puede que Clint no conozca mucho de las RR.SS. ni de las tendencias del momento, pero sí sabe que los juicios populares, los linchamientos públicos no ayudan a mantener una sociedad sana, objetiva y con la mente fría. Creo que el FBI hacía su trabajo asegurándose que el supuesto héroe, no fuese en realidad un falso ídolo, pero una investigación interna llevada a cabo por profesionales jamás debería filtrarse al pública de la manera en que lo hizo, porque a partir del momento en que esto ocurre, la investigación deja de ser tal y se convierte en objeto de chismorreos, noticias sensacionalistas y ataques indiscriminados por inculpar cuanto antes a la primera cabeza de turco que cae en sus redes. Richard Jewell es una película necesaria, pero además está hecha con sensibilidad y humanidad, tratando de limpiar el nombre que otros arrastraron por el fango.



7/10: PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD.

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