El estreno de la secuela de la aclamada cinta de ciencia ficción cyberpunk Blade Runner se acerca y pensé en hacer una lista con las cosas que me gustaría y las que preferiría evitar que hicieran. 



No debería…

1)   Convertirse en una cinta de acción. La cinta original casi no tiene acción y las pocas escenas que hay no son demasiado espectaculares. Donde brilla no es en las coreografías, las explosiones o peleas interminables, sino en la historia; en la construcción de los personajes y del entorno que les rodea. Incluso con la moda actual del cine a lo Michael Bay, 2049 tiene que saber cuál es su audiencia y cuál no, pero nunca debería prostituir su esencia en busca de éxito en taquilla. Incluso en 1982, Blade Runner tuvo un rendimiento pobre en taquilla y tardó tiempo en reconocérsela como una obra maestra; 2049 no debe perseguir atención sino excelencia.


2)   Simplificar la historia. Hay ocasiones en las que a las productoras les entra el pánico al creer que su producto es demasiado críptico para el público. Sin embargo, lo que no entienden es que cintas de este tipo deben ser complejas por naturaleza. De estar bien hecha, 2049 debe dejarte con muchas preguntas (y no, no me refiero a incongruencias o fallos del guión). Su visionado debe suponer, en muchos aspectos, un desafío para el cinéfilo; una experiencia que quieras repetir una y otra vez para destapar todos sus secretos. Por eso, productores de Hollywood, no nos tomen por tontos.

3)   Abusar de Rick Deckard. Cuando se anunció que Harrison Ford volvería a encarnar a esta leyenda cazareplicantes, todos los fans (entre los que me incluyo) esperábamos ansiosos por volver a verlo en pantalla. Pero, recordemos que este universo creado por Ridley Scott y cía. tiene infinitos personajes tan interesantes como pueda llegarlo a ser Deckard, así que por favor Villeneuve, no abuses del personaje. No lo conviertas en un burdo fan service para sacarnos dinero. Sólo pido que el personaje sirva a la historia y no al revés. 


4)   Excederse con los efectos especiales. Parte de la magia de la original se debe al enorme esfuerzo y dedicación del equipo de construcción y diseño sets, interiores y vestuarios. Su diseño de producción es apabullante (vean el documental making-of Días peligrosos), el nivel de detalle rayaba la locura. Cierto es que hacerlo de esta manera es mucho más laborioso que crearlo todo por ordenador pero, a la larga, la película envejecerá mejor. ¿Recordáis lo bien que lucía La amenaza fantasma o El ataque de los clones entonces y lo mal que ha envejecido? Pues eso es lo que no quiero que le ocurra a 2049. Quiero esa misma suciedad, ese vapor abriéndose paso por las caóticas y cosmopolitas calles de  L.A. y, sobretodo, quiero que cada escenario se vea tan real que sienta casi como si estuviese allí. (Debajo podéis ver una foto en blanco y negro de uno de los sets de la película de 1982)


5)   Responder a la gran pregunta. Si eres cinéfilo y has visto Blade Runner, lo más seguro es que al menos una vez te hayas preguntado si Deckard es o no un replicante. Ridley Scott dice que sí, Harrison Ford que no. El debate está servido…y así quiero que siga. Porque no hay respuesta correcta ni debería haberla. Porque, al fin y al cabo, el maldito propósito del filme es el de plantar la semilla de la duda. No hay distinción entre replicantes ni humanos, sólo individuos con aspiraciones y metas propias. Roy Batty las tenía y Deckard obtuvo al final la suya, cuando por fin se liberó de su despreciable empleo y encontró un futuro (por breve que este fuese) con Rachael. Desgraciadamente, mucho me temo que van a responder a la pregunta pero me gustaría que no lo hicieran, ya que de lo contrario estropearían el perfecto final de la original.


Debería…

1)   Ahondar en temas filosóficos. Y añadiría también temas de actualidad, porque echando un vistazo a las noticias encontraremos suficiente material controvertido a introducir en esta secuela. Blade Runner puede presumir de ser una de las cintas de ciencia ficción con más lecturas de la historia del cine; no sólo fue precursora de todo un subgénero como el cyberpunk, sino que abarcaba mucho más que eso. La cuestión sobre qué nos hace humanos y la crítica a un estilo de vida excesivamente volcado en la tecnología, constituyen tan sólo una pequeña parte del contenido. Como continuación, 2049 debe guardar ese mismo espíritu; analizar la sociedad contemporánea sin pelos en la lengua e intentar proyectar su mirada hacia lo que está por venir. Me gustaría que Villeneuve volviese a ensalzar ese tipo de cine más analítico.

2)   Cuidar la banda sonora. Sabiendo que Vangelis no regresará para la secuela, quiero que su sucesor Jóhann Jóhannsson (en colaboración con Hans Zimmer) haga algo especial e innovador.  Si para hacerlo tiene que poner una pieza de Vangelis, adelante que lo haga, pero no juguetee con ella. Lo último que quiero oír son versiones del tema principal de la original o de piezas tan memorables como el Love Theme o Memories of Green; retocadas para “adaptarlas” a nuestros tiempos (señores, la buena música es atemporal), esa es la terminología que emplean. Esta secuela debería traer de vuelta algunos temas clásicos que nos retrotraigan a este universo, sin por ello olvidarse de crear su atmósfera e identidad propia.

3)   Crear personajes complejos. Cuando decía que Deckard no debería ser protagonista de esta secuela, lo decía porque a él ya le conocemos. La nueva cinta debe proporcionarnos historias diferentes a la suya pero igualmente evocadoras. Apuesto que al inicio de vuestro primer visionado de Blade Runner pensabais que Roy Batty era el villano. Estabais seguros. Sin embargo, a medida que transcurrían las dos horas de metraje, esa idea iba poco a poco mutando hasta que, llegado el clímax final, vuestra percepción había cambiado por completo: ¡Batty no es el malo! ¡Es una víctima! Cuando vea 2049, no quiero que todo sea blanco o negro, bueno o malo. Quiero que juegue conmigo y con mis percepciones, que me haga reflexionar y cambiar de opinión dependiendo de la situación de uno o varios personajes.


4)   Expandir el universo. Nadie debería hacer una secuela de una obra maestra sino hay un muy buen motivo para ello. Por eso, espero que 2049 haga algo justifique su existencia, que expanda nuestro conocimiento de este universo cyberpunk. Y no hablo únicamente a nivel argumental, sino también visual. Han pasado treinta años y si hacemos un paralelismo con nuestra propia historia (recordad que hace tres décadas, no habían ni smartphones ni portátiles ni redes sociales) imagino que muchas cosas también habrán cambiado ahí. ¿Aún utilizan el test Voight-Kampff? ¿Cómo habrán evolucionado los replicantes? ¿Siguen empleándolos como mano de obra esclava en las colonias exteriores? Muchos son los cambios que pueden haberse dado desde 2019.

5)   Tener un final satisfactorio. Ahora que se va a convertir en una saga, lo último que querría es que 2049 nos dejara adrede un final abierto, con el único fin de justificar una nueva entrega. En mi opinión, lo grandioso del desenlace de la original es que sabe cerrar el viaje personal de Deckard pero no el del espectador. Independientemente de que respondan o no a la pregunta de si Deckard es o no un replicante, deberían plantearnos otra igual de desafiante y divisoria que ésta. 





Del 30/08/17 al 3/09/17

HACE 10 AÑOS...


Death Proof y su hermana gemela Planet Terror se estrenaban ambas en 2007 bajo el título de Grindhouse. Dirigidas e ideadas por los compadres Tarantino y Rodriguez, Grindhouse no es sólo una heredera espiritual Abierto hasta el amanecer, su primera colaboración, sino también una declaración de amor al género Exploitation de los 70. Pero, ¿de qué va este género? Resumiéndolo en pocas palabras, el Exploitation trata aquellos temas que los demás géneros tienen vergüenza de abordar. Podría decirse que es el género de los tabúes; de lo prohibido por la sociedad y por los medios. Dentro podremos encontrar subgéneros tan conocidos como el Blaxploitation (que tanta influencia tuvo en Jackie Brown). Claro está que no es para todos los gustos, ni muchísimo menos, pero tiene un grupo de fieles incondicionales a los que le encanta. Death Proof bebe un poco de muchas fuentes: coches letales sacados de La carrera de la muerte del año 2000, erotismo propio del Sexploitation (Faster, Pussycat! Kill! Kill!) y situaciones inverosímiles y gamberras con el inconfundible sello tarantiniano. Ésta y Planet Terror fueron creadas para verse en una gloriosa doble sesión, como si fueran una sola, sin cortes ni interrupciones. Sin embargo, si tuviera que recomendar una, esa sería Planet Terror: más entretenida, más salvaje y mejor acabada que Death Proof. 



HACE 20 AÑOS...


La sencillez (que no simpleza) hecha película. Billy Bob Thornton demostrando una vez más su variedad de registros: escrita, dirigida y protagonizada por él. Ahí es nada. El otro lado de la vida pasó por cines sin pena ni gloria y llegó a los Oscar sin hacer apenas ruido, haciendo honor al espíritu del filme. Porque aquí no veréis grandes momentos dramáticos, de esos que buscan la lágrima fácil del espectador, ni actuaciones exageradas que llamen la atención de la Academia. No, Thornton sabe que menos es más; que poco importa una estatuilla cuando te has ganado al público generación tras generación. La cinta nos cuenta la historia de Karl, un discapacitado mental que lleva 20 años viviendo ingresado en un hospital penitenciario por unos crímenes que cometió en el pasado. Cuando éste es puesto en libertad para reintegrarse nuevamente en la sociedad, entabla amistad con una mujer y su hijo. Pero pronto surgirá el conflicto cuando el posesivo novio de ésta trate de apartarla de Karl. Así, Thornton nos cuenta pausadamente la vida de esta persona castigada por la vida a muy temprana edad, con unos padres que no le querían y un futuro incierto, guiado por un destino cruel. Lo bueno de esta obra es que no intenta sentar cátedra, tan sólo emitir una opinión de muchas; poner las cartas sobre la mesa y destaparlas para que tú también las puedas ver y juzgar por ti mismo. Goza de un ritmo reposado, marcado por el desarrollo de los personajes (tanto principal como secundarios), de carácter reflexivo e introspectivo.

Fuente (Imágenes): https://www.filmaffinity.com/es/film534217.html

Y vosotros, ¿visteis alguna en el cine? Dejadme vuestras respuestas aquí abajo, en los comentarios. Hasta otra, pasadlo bien y disfrutad del cine. Saludos!



Un juego de espías, donde la rubia manda. David Leitch y Charlize Theron nos proponen un trepidante viaje a los bajos fondos del Berlín ochentero.


Atomic Blonde es la nueva película de David Leitch, uno de los realizadores de la cinta original de John Wick, que en esta ocasión cambia a Keanu Reeves por Charlize Theron y se aleja de los EE.UU. para adentrarse en un Berlín dividido en el lado soviético y el occidental. Una propuesta de thriller estilizado con grandes secuencias de acción cuerpo a cuerpo y una presentación un tanto ecléctica.  La historia nos sitúa a finales de los 80, momentos antes de la caída del Muro de Berlín, en medio de una lucha de poder a poder por hacerse con un reloj que contiene una lista con los nombres de todos los agentes activos durante La Guerra Fría. De caer en las manos equivocadas, este dispositivo podría alargar el conflicto indefinidamente, así como acabar con las vidas de numerosos espías internacionales. Entre ellos se encuentra la letal Lorraine Broughton (Theron), espía de la inteligencia británica enviada a la ciudad berlinesa para encontrar el reloj y traerlo de vuelta a casa. Para llevar a cabo su misión, cuenta con la “ayuda” del también agente del MI6 David Percival (McAvoy), el cual lleva una década infiltrado en la caótica y anárquica capital germana. Atomic Blonde es la adaptación de la novela gráfica homónima de Antony Johnston, cuenta con un gran reparto, una premisa interesante y un “look” cuanto menos evocador pero, ¿habrá cautivado al público tanto como prometía?


Primero quisiera reseñar que ésta y su anterior película, John Wick, se parecen como la noche al día. Si acaso, lo único que comparten es director y estilo pero sus metas distan mucho de ser las mismas. Mientras la primera era más una cinta de acción a la antigua usanza, Atómica intenta acercarse mucho más a un thriller de espías. Tal como una adaptación hipervitaminada de una novela de John Le Carré; una versión rockera de Jason Bourne. Porque Lorraine Broughton no se anda con tonterías: es salvaje, violenta, despiadada y sensual a igual medida y derrocha carisma en pantalla. El personaje interpretado por Charlize Theron brilla por sí sólo (un poco como la Imperator Furiosa de Mad Max), erigiéndose como jefa del cotarro por méritos propios.  Primero dispara y luego, si acaso, pregunta. Sin duda, el mayor atractivo del filme. Desgraciadamente, la historia nunca termina de arrancar. Quizá por que está demasiado vista o simplemente porque no saben contarla con efectividad. Leitch tiene claro lo que quiere hacer pero no cómo quiere contarlo, de manera que el público conecte con la historia. Tengo la sensación de que el grandilocuente estilo del director terminó por hacerle un flaco favor a la película. Todo intento de desarrollar el relato se pierde en un mar de latiguillos, fotogramas molones y hits de los 80. El resultado es un escuálido guión, sacrificado a favor del caramelo visual. Me da rabia porque de haberle puesto al argumento la mitad del esmero que le pusieron a las imágenes y las coreografías, ahora estaríamos hablando de una de las mejores del año sin duda. Y quiero dejar claro que me gustó (que a veces, en el mundo de hoy, o te encanta o lo aborreces. No hay termino medio). De ninguna de las maneras creo que sea una mala película, sino que no termina de explorar todas sus posibilidades. Intenta desesperadamente ser algo más que una de acción pero, al final, eso es lo que prima.
  

Por otra parte, un apartado donde sí que lo hace es en la fotografía, a cargo de Jonathan Sela. Cada escena es un lienzo; un verdadero placer para la vista. Se nota la misma atención a la estética que podíamos ver en John Wick, donde los colores cobran vida y toman forma, casi hasta convertirse en personajes propios. Da gusto ver a un director pasándoselo en grande innovando en los rodajes (vean uno de los making-of si pueden, no tiene desperdicio), intentando crear su particular sello de identidad. Hoy día estamos tan acostumbrados a lo prefabricado, a películas que salen como churros de los estudios hollywoodienses, que resulta refrescante ver a alguien rompiendo las reglas; creando las suyas propias. El cine debería ser innovación, no conformismo y David Leitch lleva este lema al extremo.


La banda sonora es otra de las características que hacen de Atómica única en su especie. Pocas cintas de espías exitosas han sido capaces de ser tan gamberras e intransigentes como ésta. No obstante, pese a que valoro el esfuerzo, terminé agotado de tanto hit ochentero. Cuando salí de la sala tiré de memoria (la poca que tengo) y caí en la cuenta que éste era un caso más o menos recurrente en el cine actual y fue así como lo denominé el Síndrome Escuadrón Suicida. Veréis: la música, como cualquier otro componente integral de una obra, debe servir como herramienta para mejorar el producto final. Una herramienta que debe emplearse con mesura. La clave está en encontrar ese término medio que la haga funcionar correctamente y no le chirríe al espectador. Por ejemplo, si le añades muchos efectos especiales, al final la obra terminará asemejándose más a un videojuego. En este caso, la música comienza siendo bienvenido para terminar apoderándose del conjunto. Una jukebox constante y machacona que no compagina bien con la enrevesada y compleja trama que intenta desarrollar. Directores como Tarantino, James Cameron o Ridley Scott son maestros en este arte. A Leitch aún le falta.

En cuanto a las actuaciones, poco queda por decir salvo que todos estuvieron a la altura de las exigencias. Claro que cuando cuentas con intérpretes de primera como John Goodman, James McAvoy o Charlize Theron entre otros, eso hay que darlo por hecho. Sin embargo, si tuviese que resaltar una grata sorpresa esa sería Sofia Boutella. La actriz argelina que se diera a conocer en Kingsman hace escasos años, vuelve a demostrar que tiene futuro en esto de la interpretación. Lo único que me decepcionó fue el escaso uso de su personaje Delphine Lasalle, que queda en ocasiones reducida a simple escudera de la protagonista. Por otra parte, el malvado Bremovych fue de lo peor del film,  pasando sin pena ni gloria, reducido a un estereotípico agente ruso de la KGB (¡cómo echo de menos a villanos como Hans Gruber y cía.!).


En definitiva, Atómica es una mezcla de géneros con resultado irregular. ¿Por qué? Pues porque tiene en su mano ser un producto memorable, uno de los mejores de este año, y se queda a medias. Goza de buena acción, personajes carismáticos y muy buena música pero el abuso de ésta última, un ritmo demasiado frenético para una cinta de espías y un guión que le hace un flaco favor a los actores, terminan lastrando el filme.  Es una pena, porque Atomic Blonde podría haber provocado un movimiento sísmico este verano. Esperemos a la próxima…

P.D. Brillante homenaje al cine de Tarkovsky. Los que la hayan visto entenderán a qué me refiero.


6,5/10: ¡THERON ES UNA MUJER ATÓMICA!