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La
I Guerra Mundial, anteriormente llamada la Gran Guerra, no ha disfrutado del
mismo protagonismo en pantalla que su hermana pequeña, la II Guerra Mundial.
Eso no quita para que haya grandes películas, como Sin novedad en el frente
(1930), El gran desfile (1925) o Senderos de gloria (1957), que retrataron de
forma cruda y realista la vida en aquellas trincheras. Sin embargo, nunca se ha
hecho en el género lo que pretende Mendes; en otros géneros como el dramático o
la intriga, directores como Hitchcock o más recientemente Iñárritu, lo lograron
con éxito, pero hacerlo con el bélico suponía una tarea de planificación y
coordinación dantesca. Sólo hay que ver los gigantescos sets de rodaje de 1917
para hacerse una idea de lo difícil que resultó, aunque evidentemente la
producción contó con la mejor y más puntera tecnología para conseguirlo. Si
sois aficionados a los “making of” de las películas, os vais a deleitar con
esta, porque cada escena, cada plano secuencia encierra una complejidad
asombrosa y una precisión quirúrgica. Por ejemplo, si una secuencia les tomaba
10 minutos rodarla, el set tenía que construirse para que la distancia
recorrida igualase la duración de la toma; un poco más o un poco menos de
terreno, suponía una grave ruptura en la continuidad de los escenarios.
Además,
los operadores de cámaras, que tenían que seguir en todo momento a los dos
protagonistas por los campos, las trincheras o las ruinas, necesitaban seguir
un camino propio sin impedimentos que imposibilitasen su trabajo. Por lo tanto,
a la hora de diseñar los decorados, no sólo tenían que tener en cuenta el
tamaño o las características particulares de la secuencia, sino también los
espacios destinados a la cámara, para que esta pudiese filmar. Y hablando de
cámaras, Deakins vuelve a contar con equipamiento ARRI para llevar a cabo su
titánica visión; para esta película, se utilizó la variante de la LF, el nuevo
modelo de la fabricante alemana, llamada ALEXA LF Mini y también el
estabilizador TRINITY, uno de los más avanzados del mercado, que permite a los
operadores rodar planos que eran imposibles hasta ahora.
Por
otra parte, para sacar el máximo provecho a la iluminación en las escenas
nocturnas, el equipo de producción construyó maquetas y recreó el ángulo por el
que entraría la luz al momento de filmar la escena, para poder trazar el
recorrido deseado y poder ensayarlo antes de que las cámaras comenzasen a
rodar. Porque hay que entender que, si el proceso de creación de toda película
radica en un equilibrio entre planificación e improvisación, 1917 pone mucho
más peso del lado de la planificación. ¿Por qué? Pues porque si cometen un
error, por mínimo que sea, todo el plano secuencia ha de volver a replantearse
hasta que el problema se haya resuelto y solo entonces podrán volver al rodaje.
Imaginaos la de tiempo que esto supondría, luego transformadlo en dinero y
entenderéis la razón por la que Sam Mendes no puede permitirse muchos fallos. A
esto hay que añadirle también las condiciones meteorológicas: el rodaje se hizo
íntegramente en Gran Bretaña a lo largo de la primavera de 2019 y claro, siendo
Deakins un maestro en el uso de la luz para crear atmósferas, cualquier cambio
brusco en el clima les estropeaba la toma; el propio director de fotografía
reconoció que hubo días enteros que no pudieron filmar a causa del tiempo y que
llegó un punto en el que estaban más pendientes del parte meteorológico que de
la producción en sí, porque todo estaba supeditado a la idoneidad del clima. Concretamente,
Mendes y Deakins buscaban días nublados, evitando a toda costa el sol y la
lluvia porque, al tratarse de una historia concentrada en unos pocos días, el
tiempo no podía variar en exceso para no romper la continuidad de las tomas. Estos
son solo algunos ejemplos para ilustrar el enorme rompecabezas al que se
enfrentaron Mendes y el resto del equipo con tal de traernos esta visión única
y espectacular de la guerra.
Asimismo,
las interpretaciones cumplen su papel, aunque muchas veces queden ensombrecidas
por la faceta audiovisual. George MacKay y Dean Charles-Chapman son los dos
grandes protagonistas de esta historia y son de lejos los que han de cargar con
un mayor peso interpretativo. Si bien es verdad que ninguno de los dos es primerizo
en lo que a hacer películas se refiere, también es cierto que este es su
trabajo más ambicioso hasta la fecha. Hemos de tener en cuenta que toda esta
obra de orfebrería tras las cámaras, podría fácilmente verse truncada si los
actores decepcionan, pero este no es el caso. Lo hacen bien –todo lo bien que
pueden con lo que tienen– pero a la larga no se les recordará como una pieza
fundamental de 1917. Lo que quiero decir es que cualquier otro actor
medianamente interesante podría haber suplido tanto a MacKay como a Charles-Chapman
y cumplir también su cometido; sus personajes no son nada del otro mundo y sus
actuaciones se ven limitadas por ello.
En
cuanto a la historia, el guion está firmado conjuntamente por Sam Mendes y
Krysty Wilson-Cairns y tampoco es que tengan mucho que decir, aparte del
mensaje antibelicista arquetípico. El género ha ahondado en las profundidades psicológicas
y éticas de la guerra con mucha mayor efectividad de lo que lo hace esta; al
fin y al cabo, Wilson-Cairns y Mendes no buscan profundizar demasiado en su mensaje,
sino meternos en una aventura bélica que jamás podamos olvidar. Y en ese
sentido lo logran, porque los escenarios son muchos y muy variados; por ello
hay que darles las gracias a los guionistas, pero sobretodo a Dennis Gassner,
el director artístico y diseñador de producción para la película, al que algunos
de vosotros recordaréis por Blade Runner 2049 –trabajo por el que debió ganar
el Oscar aquel año–. Por lo demás, la trama es sencilla y muy fácil de seguir:
hay un objetivo claramente definido desde el principio y la película jamás se
desvía de él. Aquí no hay tiempo para subtramas ni tampoco conversaciones profundas
acerca del sentido de la guerra; Mendes desprovee a su película de todo eso,
para darnos más y mejor suspense.
En
definitiva, 1917 es todo un éxito para el cine bélico y una de las películas más
complejas de rodar y de producir que se hayan visto en los últimos años. Por
supuesto, no debemos olvidar que películas recientes como Birdman o Victoria ya
se atrevieron con este tipo de técnica inusual, pero jamás se había hecho en una
producción de semejante envergadura. La cantidad de soldados que entran y salen
de la pantalla es abrumadora y la armonía con la que pasan de un escenario a
otro en cuestión de minutos resulta difícil de creer. Este filme marca un nuevo
hito en los avances técnicos, de montaje, filmación y de uso de efectos
especiales para realzar la ficción que tenemos frente a nuestros ojos; es
emocionante, sobrecogedora, tensa y por momentos, imponente. Si tan solo sus
palabras hubiesen estado a la altura de sus imágenes, estaríamos hablando de
una nueva obra maestra del género, pero no es el caso al menos para mí. Los diálogos
no llegaron a conmoverme y tampoco logre conectar con sus personajes, más allá
de apoyar sus éxitos. Hay una importante disonancia entre lo emocional y lo estético
en esta película, pero que esto no os desanime ni os disuada para ir a verla al
cine; más bien todo lo contrario. 1917 ha de ser disfrutada como lo que es, un
evento cinematográfico, y sólo hay un lugar para disfrutar de estas obras: la
sala de cine.
8/10:
LA HORA DE LOS INTRÉPIDOS.