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Antes de empezar, quiero recordar que esto es
un análisis con spoilers. La película ya se estrenó en 1982, así que no creo
que se le pueda considerar una novedad. De todas formas, si por cualquier
motivo no la has visto –quizá nunca pudiste alquilarla en el videoclub o tus
padres eran más estrictos que le media–, deja de leer y ponte a ello. Tienes
deberes.
El cine de acción de los 80 y los 90, una
generación de películas tan influyentes que podrían constituir un subgénero
aparte, fue iniciado en 1982 por “First Blood”, un año en el que aparte de ésta,
presenciamos el estreno de obras legendarias como La cosa de Carpenter, Conan el
Bárbaro, E.T. o Blade Runner…¡menuda cosecha! En las décadas anteriores, las películas
eran por lo general mucho más reflexivas y exigentes con el espectador,
primando el guion y las interpretaciones sobre la espectacularidad de las imágenes
y/o coreografías. Sólo tenéis que echarle un vistazo a las producciones que se
hacían antes y después de los 80 para entender que esta década supuso un antes
y un después en la forma en que la industria de Hollywood entendía el entretenimiento
de masas. Claro que si tiráramos de hemeroteca, encontraríamos grandes referentes
del género como el vertiginoso cine de Buster Keaton –que fue el primer gran doble
de acción–, El malvado Zaroff (1932) o Harry, el sucio (1971), donde Clint
Eastwood reinventaría la figura del tipo duro que come acero y caga clavos.
Sin embargo, la estructura narrativa centrada en
un actor cachas dando vida a un héroe solitario, con muy mala leche y que dice frases
lapidarias cada cinco minutos no se había visto antes. Otra característica
notoria del cine de acción ochentero es el uso de un variado arsenal de armas y
vehículos, a cada cual más explosivo y bestia que el anterior. Nuestro héroe,
al que apoyamos siempre porque es el más chulo, ha de enfrentarse a un malvado
sistema/corporación/banda terrorista que intenta joderle a él y a los suyos. La
gran cualidad de Acorralado y la principal razón por la que funcionó tan bien –aparte
de por las brutales secuencias de acción– es que tomaba un acontecimiento tan sensible
como lo era la Guerra de Vietnam en la época y lo empleaba como telón de fondo
para mostrarnos una película desenfrenada y llena de acción como pocas se habían
visto entonces. Con First Blood, Ted Kotcheff firmó una obra que no tenía miedo
de reconocer que su guion y sus actuaciones principales no eran más que medios
para llegar al fin: entretener al espectador. Y vaya si lo logró.
A menudo se dice que Stallone es un pésimo
actor, que tiene el registro de un cactus y la expresividad de una momia. Yo siento
discrepar. Por supuesto, no es ningún Marlon Brando pero él ha logrado dar vida
a dos de los personajes más emblemáticos de la historia del cine y ha sabido darles
a cada uno una personalidad distinta. Recientemente, le hemos visto regresar
por todo lo alto con Creed, donde vimos a un Rocky nostálgico, ya retirado y
cansado del boxeo; mientras, en Rambo (2008), sigue siendo ese mismo soldado frío
y eficiente que adiestrara Richard Crenna. Dos personajes memorables por
motivos distintos pero con algo en común: el actor que les dio vida. Cabe también
recordar que en cintas dramáticas como La cocina del infierno o F.I.S.T, ofrece
interpretaciones convincentes. Por estos y otros motivos, Sylvester Stallone no
sólo me parece un actor infravalorado –en ocasiones incluso vilipendiado– sino
también un artista polifacético, atreviéndose con éxito en funciones de director
y guionista y manteniéndose 40 años relevante en una industria donde todos son
prescindibles.
En cuanto al resto del reparto, Brian Dennehy hace
un papelón como el sheriff cabrón que no parará hasta meterle una bala entre
ceja y ceja a Rambo. Ya desde su primera irrupción en escena, cuando lo “invita”
a largarse del pueblo, vemos que el tipo no lo aguanta y seamos honestos, Rambo
tampoco lo traga. Aunque no es rival para nuestro héroe, su presencia en
pantalla y la antipatía que crea en el espectador son motivos suficientes para
engancharnos a la acción. Como Rambo, nosotros también estamos hasta la
coronilla del impertinente del sheriff y su pandilla de abusones come-donuts. Luego
está Richard Crenna en un papel secundario, aunque esencial para entender el
pasado de Rambo, interpretando al rudo coronel Trautman. Crenna es el encargado
de cantarle las cuarenta al arrogante policía y avisarle que por muchos hombres
que envíe a las montañas, lo único que recibirá serán cadáveres. El bueno del
coronel entra en escena cual Doctor Frankenstein, alguien que ha creado un
monstruo aborrecible incapaz de vivir en sociedad. Sin embargo, la realidad que
retrata la película es otra: Trautman no creó a Rambo, EE.UU. lo hizo cuando
decidió ir a Vietnam. Ese monstruo que tanto desechan ahora, fue un héroe
condecorado otrora. La escena final con un John en modo demoledor, destrozando
la comisaría y venciendo a un sheriff Teasle postrado ante él, es sublime. Cuando
Trautman entra para tratar de calmarlo, no sabemos muy bien qué va a pasar:
¿quién vivirá y quién morirá? El final original acababa con Rambo suplicándole
a Trautman que lo mate y acabe así con su sufrimiento. Al principio, Trautman
se niega pero Rambo termina convenciéndolo y acaba matándolo. Un final mucho más
dramático, quizá mejor para el personaje, aunque el mensaje sigue siendo el
mismo sin importar el desenlace. John Rambo está herido de muerte, no físicamente
pero sí psicológicamente y Trautman es el único que puede ayudarle. ¿Cómo? Pues
llevándole de vuelta a su hábitat natural. A la guerra.
Las escenas de acción son todas espectaculares:
desde la persecución inicial del inicio, cuando Rambo se escapa de la comisaría
y huye en moto hasta la destrucción total de Hope al final, cuando entra en el
tranquilo pueblo como un elefante en una cacharrería, haciendo explotar la
gasolinera, destrozando el tendido eléctrico y arrasando con todo a su paso, ametralladora
en mano y cinta en la cabeza. Puro goce.
Los aspectos técnicos del filme están hechos
con esmero: la fotografía es competente y sobresale especialmente cuando Rambo se
encuentra vagando por las montañas nevadas de Washington. Los planos panorámicos
y generales en este contexto son geniales. También está bien filmada y resulta
claustrofóbica la escena en la que Stallone escapa por los túneles entre las
montañas, sufriendo el ataque de las ratas hambrientas.
En cuanto a la música, estando detrás un maestro
como Jerry Goldsmith sabes que al menos un gran temazo vamos a escuchar. Goldsmith
le pone acordes al carácter duro y feroz de Rambo y lo hace con tanto éxito que
resulta ya indisociable del personaje. La canción del final “It’s a long road”
cantada por Dan Hill tiene una letra muy buena y queda perfecta con ese impactante
final en el que Rambo termina arrestado. Un día más, la misma guerra.
En definitiva, Acorralado fue la primera gran
película de una gran década en la que el cine era muy gamberro, muy violento pero
sobretodo, muy divertido y liberador. Sí, era acción y era violenta y sí, Rambo
no era un modelo a seguir para nadie pero, ¿acaso no soñamos de niños con llegar
a ser tan molón como él? No hay nada mejor que una película que, aún siendo
consciente de sus limitaciones, sabe entregar lo que promete y lo hace sin
paliativos. Su guion es muy sencillo y sus personajes son poco más que clichés
pero el cine está para abstraerse de la realidad, no para imitarla. Este
concepto que a priori es tan sencillo de entender, parece imposible de aceptar
en la era de Internet. En unos tiempos en los que lo políticamente correcto
pretende decirnos lo que está bien y lo que está mal, en los tiempos de la
ofensa en los que unos critican películas como Rambo por ser extremadamente “old
fashion” y otros critican a Wonder Woman por ser demasiado “moderna”, la mejor
receta es la incorrección. En el cine de los 80 vimos tanto a Rambo como a
Ripley, a Iván Drago y a Tía Ama…héroes y villanos memorables, tanto femeninos
como masculinos, conviviendo sin ningún problema ni controversia. ¿Verdad que
era bonito?
7,5/10: LUCHANDO UNA GUERRA SIN FIN