“Inherent vice” es la última obra del camaleónico cineasta Paul Thomas Anderson -tras llevar a la gran pantalla la polémica vida de Lancaster Dodd, fundador de la Iglesia de la Cienciología- que cuenta con guión basado en la novela de Thomas Pynchon y adaptado por él mismo, un reparto de lujo entre el que destaca Joaquin Phoenix como el investigador privado Larry “Doc” Sportello, Josh Brolin en el papel antagonista de Christian F. “Big Foot” Bjornsen y un sinfín de secundarios que se complementan maravillosamente con este dúo -desde Owen Wilson hasta Katherine Waterston, pasando por Benicio del Toro, Reese Witherspoon o Martin Short entre otros-. La historia gira entorno al personaje de Joaquin Phoenix -dando vida a un híbrido entre “el Nota” de “El gran Lebowski” y el detective Gittes de “Chinatown”- quien es contratado por su ex Shasta Fay para investigar un presunto plan para robar la fortuna e internar en un manicomio a su amante y magnate inmobiliario de Los Ángeles Michael Wolfmann. Plan urdido por su mujer Sloane y su entrenador personal. Esta es la base de una historia enrevesada, liosa y frenética que en sus más de dos horas y media de metraje no para de bombardearte con información confusa y una interminable lista de personajes que guardan relación entre ellos -aunque no sabemos cual-, construyendo así una irresoluble tela de araña tanto para el detective Sportello como para nosotros los espectadores.
Me gustaría comenzar con la efectiva dirección de Anderson, que claramente trata de plasmar ese ambiente de finales de los sesenta, principios de los setenta donde el movimiento hippie -así como sus abanderados- estaba en extinción, luchando a contracorriente contra el entramado capitalista que se erigía en EE.UU. Un cierto tono melancólico se apodera de las escenas, evocando a la tristeza y al recuerdo de una época más lúcida y que también se extiende a algunos personajes como a “Doc” o al desestructurado matrimonio protagonizado por Owen Wilson y Jena Malone. La fotografía está en manos de su compañero de fatigas Robert Elswit, con el que trabajó en todas sus cintas a excepción de “The Master”, “Boogie Nights” y “Sidney”, su ópera prima. El montaje y edición de la película está meticulosamente trabajado para no resultar lento en exceso aunque sí es cierto que se podría haber acortado alguna escena y haber añadido alguna otra que indagara mejor en la historia afin de simplificarla. Digno de mención es el vestuario y ambientación de la película. El “look" de Sportello y compañía contrasta con el del tajante agente de policía “Big Foot” y ambos representan las dos caras de la moneda. En un lado del ring, tenemos al púgil conservador caracterizado por el discutido Lyndon B. Johnson -el presidente que respaldó la Guerra del Vietnam- y un Richard Nixon que, según la cronología de la cinta, recién ocupaba el cargo de presidente de los Estados Unidos y por el otro tenemos al peso welter pacifista, el estandarte de la libertad, el altruismo y la paz, un combatiente herido y cansado de antemano que, siendo sinceros, no tenía ninguna posibilidad de victoria. Como enuncia la película, EE.UU. es una madre suicida que sacrifica a sus hijos en una guerra sin sentido. La música está presente a lo largo de la cinta y por supuesto está influenciada en gran medida por esa música psicodélica y enrollada de los sesenta. Las actuaciones son convincentes en general, sobresaliendo unos por encima de otros. En mi opinión, el cuarteto formado por la parsimonia buen rollista de “Doc”, la ira de “Big Foot” y el halo de misterio que envuelven a Owen Wilson y a Katherine Waterston elevan a “Inherent Vice” a otro nivel de adicción. En cuanto a la adaptación de la novela de Pynchon, tengo entendido que es una obra densa y enrevesada -tal y como le gusta al autor- lo que vuelve el trabajo de adaptación de Anderson todo un reto que ha superado con nota y creo que el novelista estará ampliamente satisfecho tanto por la manera en la que el director logra captar la esencia de la historia que narraba -el final de un estilo de vida en Norteamérica y el cambio traducido en una generación futura encorsetada y perdida- como por el hilo conductor de la película que, a pesar de contar con demasiadas incógnitas y cabos sueltos, resulta tan simpático en su conjunto que no podrás evitar volver a verla con el fin de encajar alguna pieza más del rompecabezas.
En conclusión, “Puro vicio” es un espectáculo de dos horas y media de duración, una obra que rema a contracorriente, luchando contra los estigmas de nuestra sociedad moderna. Es una película melancólica, una oda al estilo de vida obsoleto de los sesenta y una reivindicación por una vida más simple, una vuelta a los orígenes, alejada de las construcciones megalómanas, el estrés galopante, las guerras sin sentido y las intenciones interesadas y manipuladoras de gobiernos que lejos de proteger a su país lo hacen enfermar y lo contaminan llevando a su sociedad al borde del abismo. Desde luego no es una película para todo el mundo -sino no podría conseguir sus fines- o la odias o la amas o la criticas o la alabas, no hay termino medio. Personalmente yo la amo, con sus defectos -que son importantes como mencione anteriormente- y sus virtudes ya que es irreverente y reivindicativa y cuenta con unas interpretaciones, un guión y una ambientación dignas de admiración. Siéntense y disfruten de las psicodélicas aventuras del investigador hippie “Doc” Sportello, déjense llevar por su mundo y sobretodo transpórtense a esos tiempos pasados que como reza el irrefutable refranero español siempre son mejores.
8/10: NOTABLE
¡ALERTA SPOILERS!
Entrando en materia, me gustaría atreverme a responder a algunas de las incógnitas que nos plantea -por supuesto si no queréis arruinar la experiencia, no sigáis leyendo-. ¿Qué relación guardan Wolfmann, el FBI, su mujer y Adrian Prussia? Mi opinión es que Wolfmann era un capo venido a menos que tenía graves problemas con las drogas y relaciones extra-maritales conflictivas (Shasta, Luz,etc.) y su mujer Sloane sabía de ese vicio, así que decidió liársela al bueno de Mickey -apoderándose de su mansión y de su fortuna- con la ayuda del FBI que, por supuesto, buscaba controlar el “cotarro” angelino. Ahí es donde entra Adrian Prussia, principal rival de Wolfmann, que accede a cooperar con el FBI a cambio de hacerse con las principales vías de tráfico de droga de California. ¿Qué demonios es el Colmillo de Oro? Es un sindicato de dentistas que forma parte del tejido corrupto de la mafia local -como la policía y otras entidades-. Si os fijáis, momentos antes, en un flashback que recuerda un momento próspero en la vida sentimental de “Doc” y Shasta estos dos están jugando a la Ouija cuando descubren supuestamente una dirección para conseguir droga y llegan a un solar donde años después sorprendentemente se ubica el imponente rascacielos en cuestión. Mi interpretación es que Anderson quería lanzar el mensaje de que antes -cuando esa construcción aún no existía- eran momentos felices y joviales en comparación con el presente. Pero el Colmillo de Oro es también el barco fantasma que transporta la droga que luego se distribuirá, un misterioso navío del que nadie quiere hablar y que personalmente pienso que estaba controlado por Wolfmann y que, tras su ingreso en el sectario manicomio Chryskylodon, pasa a manos de Prussia quien a su vez colaboraba con el FBI. ¿Quién y qué hace Coy Harlingen? Empezando por su mujer, es de suponer que reparó su dentadura en la mencionada clínica clandestina del sindicato de dentistas. Por otra parte, su marido y saxofonista Coy Harlingen resulta estar “muerto”, aunque su mujer crea lo contrario. Mi teoría es que esta pareja debía dinero a media ciudad, así que un día, cuando Coy fue a por droga a su habitual camello “El Drano” -quien trabajaba para Prussia- este le propuso que a modo de devolución y pago utilizara su prestigio en la marginada sociedad hippie de entonces para infiltrarse y colaborar con el controlador gobierno norteamericano. Coy acabó harto de su tapadera, no aguantaba más así que le ruega a su compañero “Doc” que le saque de ahí y le lleve con su mujer y su hija Amethyst. Ahí es donde entra el abogado del diablo Fenway -que casualmente le debe una a “Doc” por devolverle a su fugada hija Japonica y que tiene poderosos contactos- ofreciéndole un trato: devolver los 20 kilos de droga pertenecientes a alguno de sus clientes -¿el gobierno actuando encubierto?- a cambio de la libertad de Harlingen. ¿A qué juega el FBI? El FBI es un organismo gubernamental que vela por los intereses del poder. Mi opinión es que el FBI y por extensión el gobierno -del cual la cinta expone una opinión muy negativa- quiere controlar el negocio de la droga afin de acabar con los molestos hippies que quedan así que quitan de en medio a Wolfmann -el cual a su vez había sucumbido a las drogas- silencian a todo aquel que guardara relación con él y ponen al mencionado Prussia bajo el control del “Colmillo de Oro”. Al final, el departamento de Justicia embarga dicho barco destapando así parte del entramado. Pero ¿qué pasa con “Big Foot”? Bjornsen era un policía corrupto, que vendió a su amigo y compañero -probablemente a causa de que sabía demasiado y no se dejaba sobornar- y quería hacer lo mismo con Sportello al cual colocó en la escena del crimen de Charlock e intento cargarle el muerto en más de una ocasión. Una vez Prussia es eliminado, Bjornsen pretende robar la droga y colocársela a “Doc” para que todo quede en una disputa entre el detective y el capo y “Big Foot” se librara de la cárcel. Obviamente no le salió bien la jugada. Por último, ¿qué significa el final? En el final vemos a “Doc” y Shasta -que momentos antes habían tenido un encuentro reconciliador en la casa del primero- en coche, dirigiéndose vete tú a saber donde. Yo creo que es una alegoría de libertad, de que por fin se han librado de todos sus problemas, de las cadenas que los ataban y de los fantasmas que los perseguían y vuelven a estar juntos como en los felices “viejos tiempos”.