Spike Lee regresa a la gran pantalla con BlacKkKlansman, comedia negra basada en increíbles hechos reales. Está protagonizada por John David Washington y Adam Driver. Las expectativas están por todo lo alto pero, ¿marcará esta cinta un verdadero antes y después en la carrera del cineasta?
Allá por los años noventa, Spike Lee irrumpió como una de las voces más transgresoras y revolucionarias de la industria del cine. Sus películas, que ahondaban en las tensiones raciales padecidas en las grandes urbes americanas, fueron un referente tanto para la comunidad afroamericana como para muchos otros que desconocían lo que se cocía en las zonas urbanas de los EE.UU. Sus comienzos fueron brillantes, con obras como Haz lo que debas, Fiebre salvaje, Malcolm X o Clockers entre otras. Pero su trabajo no sólo se reducía al racismo, sino que también se interesaba en mostrar el lado más feo de su propia comunidad –como las bandas callejeras y el uso extendido de las drogas–. Era un maestro a la hora de narrar el día a día de unos personajes que, siendo ficticios, parecían tan reales como tú y como yo. Eso le ayudaba a crear vínculos de empatía entre el espectador de a pie y las historias que quería contarnos. Con la entrada en el nuevo milenio, Lee rodaría La última noche, un fantástico drama protagonizado por Edward Norton y nos deleitaría con uno de los mejores thrillers de atracos de los últimos años como es Plan oculto. Después…poco más se supo. Cierto es que, como pasa en toda carrera cinematográfica, el bueno de Spike Lee tuvo sus altibajos. Por cada gran película, hacía otras mediocres como Oldboy –¡qué obsesión enfermiza tienen en Hollywood con los remakes! – y hubo momentos en los que parecía más interesado en el terrible baloncesto que ofrecían los New York Knicks y en iniciar polémicas con otros directores, como Tarantino o Clint Eastwood, que en hacer cine del bueno. Sin embargo, cuando algunos ya lo dábamos por perdido, nos vuelve a sorprender con BlacKkKlansman, una ácida sátira que recuerda a aquel director inconformista de los noventa. Protagonizada por John David Washington, hijo del mismísimo Denzel Washington, y por Adam Driver, BlacKkKlansman nos sitúa en los años 70 para contarnos la increíble pero cierta historia de infiltración de dos agentes de policía, uno negro y otro judío, en el Ku Klux Klan. Sí, como lo estáis oyendo.
Allá por los años noventa, Spike Lee irrumpió como una de las voces más transgresoras y revolucionarias de la industria del cine. Sus películas, que ahondaban en las tensiones raciales padecidas en las grandes urbes americanas, fueron un referente tanto para la comunidad afroamericana como para muchos otros que desconocían lo que se cocía en las zonas urbanas de los EE.UU. Sus comienzos fueron brillantes, con obras como Haz lo que debas, Fiebre salvaje, Malcolm X o Clockers entre otras. Pero su trabajo no sólo se reducía al racismo, sino que también se interesaba en mostrar el lado más feo de su propia comunidad –como las bandas callejeras y el uso extendido de las drogas–. Era un maestro a la hora de narrar el día a día de unos personajes que, siendo ficticios, parecían tan reales como tú y como yo. Eso le ayudaba a crear vínculos de empatía entre el espectador de a pie y las historias que quería contarnos. Con la entrada en el nuevo milenio, Lee rodaría La última noche, un fantástico drama protagonizado por Edward Norton y nos deleitaría con uno de los mejores thrillers de atracos de los últimos años como es Plan oculto. Después…poco más se supo. Cierto es que, como pasa en toda carrera cinematográfica, el bueno de Spike Lee tuvo sus altibajos. Por cada gran película, hacía otras mediocres como Oldboy –¡qué obsesión enfermiza tienen en Hollywood con los remakes! – y hubo momentos en los que parecía más interesado en el terrible baloncesto que ofrecían los New York Knicks y en iniciar polémicas con otros directores, como Tarantino o Clint Eastwood, que en hacer cine del bueno. Sin embargo, cuando algunos ya lo dábamos por perdido, nos vuelve a sorprender con BlacKkKlansman, una ácida sátira que recuerda a aquel director inconformista de los noventa. Protagonizada por John David Washington, hijo del mismísimo Denzel Washington, y por Adam Driver, BlacKkKlansman nos sitúa en los años 70 para contarnos la increíble pero cierta historia de infiltración de dos agentes de policía, uno negro y otro judío, en el Ku Klux Klan. Sí, como lo estáis oyendo.
Empezaré
por la dirección de un Spike Lee inspirado y enérgico. Por primera vez en
mucho, se le ve interesado en lo que hace; decidido a contar una historia tan
increíble que roza el milagro. Porque lo que lograron Ron Stallworth
(Washington) y Flip Zimmerman (Driver) en los 70 merece una película con
mayúsculas –lo único que me extraña es que tardaran tanto en hacerla–. Lee hace
su particular mezcla de crítica social y comedia negra y lo redondea todo con
un importante espíritu conciliador. Y es que el director nacido en Atlanta parece
haber adaptado su discurso a los tiempos que corren, donde el enfrentamiento
está a la orden del día –ya sea en las redes sociales, la televisión o en la
calle– y aunque lo haga normalmente con una sonrisa en la boca, el mensaje no
pierde importancia. Donde otros directores hubiesen elegido insinuar, Lee
decide golpear un gancho a la mandíbula. Cierto es que peca de algo de
ingenuidad a la hora de abrir el debate pero lo que sí hace es presentar las
piezas para que nosotros, los espectadores, las unamos a nuestro buen saber y
entender. Dicho debate viene a posteriori, una vez terminado el filme y rodeado
de unas buenas cervezas.
Pasando
al terreno interpretativo, he de admitir que me llevé una grata sorpresa con
algunas de ellas. A estas alturas nadie va a descubrir a actores contrastados como
Adam Driver, el cual hace un buen trabajo. En mi opinión, la verdadera revelación
de BlacKkKlansman es la pareja
formada por John David Washington y Laura Harrier, él interpretando a uno de
los agentes infiltrados y ella haciendo de universitaria y activista por los
derechos civiles. El pretende limpiar la imagen que la policía tiene en los
ojos de una parte de la sociedad; mientras, ella guarda vínculos con los
Panteras Negras y ha perdido toda esperanza en las fuerzas y cuerpos de
seguridad del Estado. Esta dicotomía provoca chispas y roces entre ambos, como
ocurre en toda pareja. Me gustó mucho ese tira y afloja entre ambas posturas y
la única pega que tengo es que Spike Lee no lo haya explotado más. Personalmente,
me llamaba más la atención esa diversidad de opiniones entre personas afines
que la postura radical del Ku Klux Klan, de sobra conocida por todos. Si bien
esta última nos da momentos de pura comedia, siento que la cinta se estanca al
centrarse casi exclusivamente en ellos.
El
guión, que está basado en el libro homónimo escrito por el propio Ron
Stallworth, es fruto de una colaboración entre cuatro guionistas, entre los que
se incluye Spike Lee. Y es que adaptar una historia a la gran pantalla, sin
perder la esencia de lo que quería transmitir el autor, es una misión harto
complicada. Aquí no sólo salen airosos sino que hacen del argumento uno de los
puntos fuertes. Los diálogos son siempre interesantes y/o graciosos y si bien
algunas situaciones en el segundo acto se pueden volver reiterativas, en ningún
momento sentí que estuviera dando vueltas sobre sí misma. Me sorprendería que
no se fijasen en ella llegada la temporada de premios.
Como
no podía ser de otra manera tratándose de Spike Lee, la fotografía y la música
están muy cuidadas y por momentos rozan el sobresaliente. La ambientación
setentera da mucho juego, lo cual se traduce en escenas con mucho estilo visual
y musicalmente hablando. La banda sonora tiene a figuras del pop americano de
la época como Looking Glass –a los cuales ya escuchamos en Guardianes de la galaxia vol. 2–, clásicos del R&B como
Cornelius Brothers & Sister Rose y a reyes del funk como James Brown y The
Temptations. Terence Blanchard, el compositor habitual de Spike Lee, vuelve a
encargarse de un apartado que el realizador siempre ha privilegiado.
En
conclusión, BlacKkKlansman supone un
regreso a los orígenes para uno de los cineastas americanos con mayor estilo y
voz propia de la industria actual. Tras años de travesía por el desierto y
alguna que otra metedura de pata, parece que Lee se ha reencontrado por fin
consigo mismo y eso es buena noticia para todos los cinéfilos. He señalado
algunos fallos, como un segundo acto que repite escenas y entorpece por
momentos el avance de la narración, así como su elección, en mi opinión equivocada,
de atribuirle mayor peso argumental a los personajes del Ku Klux Klan que a
otros como a la pareja formada por Washington y Harrier, los cuales me parecían
mucho más interesantes y novedosos. Incluso Adam Driver me parece algo
desaprovechado. Aún así, creo que los aspectos positivos superan fácilmente a
los negativos; tanto si eres aficionado a su cine como si no, BlacKkKlansman tiene algo que ofrecer
para todos: ya sea una divertida y original comedia negra –de esas que tanto
escasean en estos momentos– o un auténtico deleite para incondicionales. Estoy
seguro que muchos verán su fe en Spike Lee restaurada una vez salidos de la
sala.
7,5/10:
EL HOMBRE ES UN LOBO PARA EL HOMBRE.