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Quizá fue por el efecto negativo de la prensa o quizá fue por pereza, quizá fue por una combinación de ambas o
por ninguna de éstas, pero lo cierto es que no vi la película cuando se estrenó en cines. Y no
fue porque el personaje no me gustará; en su momento, fui a ver las dos
de Guillermo del Toro y guardo un grato recuerdo de ellas. Además, David
Harbour me parece un actor lo suficientemente carismático como para sustituir
al gran Ron Perlman y los tráilers que mostraron prometían gore, comedia negra
y monstruos flipantes a raudales. No había motivos para no ir a verla y sin
embargo, eso nunca ocurriría…
Mucho tiempo después -quizá demasiado-, he
tenido la oportunidad de verla y os puedo decir, sin temor a equivocarme, que
la visión apocalíptica que la crítica dibujaba de la película está muy, muy
alejada de la calidad del producto. Pero, Rick, ¿no puedes respetar la opinión
de otros? ¡Faltaría más! Hay pocas cosas que me gusten más que debatir
-sanamente- sobre un filme, preferiblemente acompañado de unas cervezas
frías y algo de picar.
Tras visionarla, he vuelto a leer unas cuantas
críticas de la prensa y la conclusión a la que llego es que o no han visto la película o se
esperaban algo completamente distinto a lo que el título pretendía ofrecer. La
mayoría de ellas aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para comparar
esta nueva versión con la de del Toro; es muy fácil alabar algo cuando está
firmado por alguien del renombre del mexicano y denostar todo lo demás. A la
película de Marshall se la tilda de producción amateur, de estar maldita, de
hacer uso de una “virilidad rancia” -a saber lo que quiere decir eso- pero,
sobretodo, se la tacha de cutre y hasta, ojo, de ser un adefesio.
Se le podrán achacar muchas cosas a la crítica especializada, pero una de ellas
no es la falta de inventiva. Desde luego, no escatiman en calificativos para
destrozar a Hellboy (2019) y, como nadie critica al crítico, pues tienen
patente de corso. El manual del buen crítico de prensa parece
reducirse a: “¡Que la calidad del filme no te estropee un titular
sensacionalista!”
Pero vamos a ver, ¿es Hellboy realmente tan
mala? ¿Es tan infumable y desastrosa como la pintan? Pues no, no lo es. Cierto
es que la cinta de Marshall acusa cierto caos narrativo, así como una falta de
desarrollo de personajes que se deja ver claramente en la relación fallida entre
Hellboy y su padre adoptivo (Ian McShane). Un desperdicio total. Los personajes
que lo acompañan en su aventura palidecen en comparación a los del título
original, siendo meros recursos que aparecen y desaparecen a conveniencia del
guion. Algún CGI resulta demasiado evidente, claro que con una obra de fantasía
como ésta y sólo 50 millones para producirla, se le pueden perdonar algunos gazapos -no hay que olvidar que las dos de del Toro contaban con 66 y 85
millones respectivamente y para la frustrada tercera entrega, se barajaron más
de 100 millones-.
Las comparaciones siempre son odiosas y este
caso no es distinto. Hellboy (2019) tenía difícil desbancar a la original,
aunque sólo fuese por el factor nostalgia y por las ganas que muchos tenían de
ver a Ron Perlman encarnando al demonio humano una última vez; si a eso encima
le sumamos todos los fallos que acabo de mencionar, la película estaba
condenada al fracaso, antes siquiera de estrenarse. Y eso es lo que más me
duele, porque vista con otros ojos y sin expectativas inalcanzables, la película
es todo lo divertida, gore y maleducada que cabría esperarse.
Si los fallos abundan, los aciertos tampoco escasean.
Para empezar, la interpretación de David Harbour logra la ardua tarea de
hacernos olvidar a Perlman. Su actuación es más cercana y ligera, sin descuidar la faceta humana del personaje. Por su parte, Milla
Jovovich -a la que los críticos denuestan por su participación en la franquicia
de serie B “Resident Evil”- aporta tanto la faceta intimidadora como la sensual, cumpliendo bien su rol de villana. Es más, su interpretación me recuerda a la ofrecida por Cate
Blanchett en la aclamada Thor: Ragnarok. Por esta razón, no entiendo a qué se refiere la prensa con que los actores
están desubicados, porque francamente, no lo están; al menos no más que lo
puedan estar en cualquier otra super-producción media en la actualidad.
Luego está el tema de los efectos especiales; quitando
algún momento puntual -como el de la escena donde nos presentan al pequeño
Hellboy- la cinta se desenvuelve bastante bien con lo que tiene. El personaje de
Gruagach está muy bien caracterizado con la ayuda de las prótesis, los seres del
inframundo que aparecen a lo largo del metraje tienen diseños pesadillescos
-como el maquillaje del Baba Yaga y su casa, por ejemplo- y las distintas
apariencias de Hellboy le aportan un toque distintivo de las del 2004. Por último, la acción es tan buena y abundante como
desearíamos; David Harbour lucha contra todo tipo de seres y criaturas del
averno, desde gigantes hasta criaturas mitológicas.
En definitiva, creo que Hellboy (2019) ha sido
víctima de una crítica que ha encontrado en ella al chivo expiatorio del año,
llenando sus análisis de descalificativos y frases hechas que quedan muy bien
para la galería pero dicen muy poco sobre la calidad del producto en sí. Está
claro que no es la mejor película de acción-fantasía del año, ni tampoco la
mejor adaptación de la visión original de Mignola pero, una vez aceptamos sus
debilidades, tampoco podemos obviar sus aciertos…al menos si queremos
ser objetivos en todo momento. Vivimos en un momento donde gran parte de la prensa
profesional se deja llevar por el amarillismo, por las tendencias del momento y
los titulares grandilocuentes y en ese batiburrillo de incompetencia, soberbia y
falta de ética profesional, los que perdemos somos nosotros: los espectadores.
Podrá gustarte más o menos la película, podrás considerarte fan número uno de
del Toro y podrá fastidiarte que su visión se haya cancelado por
desavenencias con la productora, pero lo que sí que no podemos hacer es
desquitarnos con su sustituta, cuál saco de boxeo. Si aún no sabéis por qué
he hecho esta crítica, la respuesta es sencilla:
porque quería darle algo de amor a esas películas que, como el personaje de
Hellboy, son apaleadas por un sector de la prensa que lo ve todo blanco o negro.
6/10: ¡AL INFIERNO CON ELLOS!