Han pasado 11 años desde que el Universo Cinemático de Marvel (UCM), orquestado por Kevin Feige, diera el pistoletazo de salida. Creo que Iron Man (2008) sentó unas bases perfectas para esta saga de películas interconectadas, brindándonos todos los elementos que estarían presentes más adelante: actores de renombre, grandes valores de producción, buenas escenas de acción y un tono ligero personificado en ese Tony Stark de aire chulesco, interpretado con mucho desparpajo por Robert Downey Jr. Luego vinieron Hulk, Thor y Capitán América, haciendo las veces de relevo para llegar sin demasiada fatiga a la verdadera guinda del pastel: Los Vengadores de Joss Whedon. Aquello ya fue en 2012 y aunque reconozco que en su momento no me enamoró, también es cierto que ni soy fan de los cómics ni la he vuelto a ver desde entonces. Más tarde llegarían una retahíla de películas, algunas buenas y otras más mediocres, que si algo compartían era su capacidad para mantenernos expectantes; podemos culpar de esto a su formato televisivo, a la refinada fórmula de entretenimiento ligero que han perfeccionado a lo largo de los años o a las herramientas de marketing y movimiento social que emplean con cada uno de sus estrenos. Los motivos variarán dependiendo de a quién preguntes pero la realidad es innegable: Feige y Disney crearon una saga sin precedentes en la historia del cine por dos factores, longevidad y éxito. Vengadores: Endgame es el broche final a todo este proyecto faraónico del celuloide, un seísmo cinematográfico que abrirá un nuevo e incierto horizonte de futuro para el UCM. La historia comienza justo donde lo dejó Infinity War, con un Thanos retirado tras ejecutar con éxito su plan de aniquilar a la mitad de la población del Universo, mientras Los Vengadores están muertos o en el mejor de los casos, desaparecidos. Han sido derrotados y el Planeta Tierra sufre ahora las consecuencias. ¿Está todo perdido o aún hay un atisbo de esperanza? La película está protagonizada por medio Hollywood –no quiero saber la obscena cifra de dinero dedicada a pagar a semejante reparto– y está dirigida nuevamente por los hermanos Russo.

Quiero empezar por el argumento y sin necesidad de estropearos ninguna de las sorpresas que encierra, sólo quiero decir que me ha gustado. No es ninguna maravilla, hay muchas conveniencias del guión y me resultó bastante predecible en algunos momentos. Sin embargo, he de romper una lanza a favor de los guionistas para defenderlos de muchos que la critican de ser una historia carente de lógica. Aquellos que hayan visto la película sabrán que la trama saca de la chistera una idea muy recurrente en el cine para poder desarrollar la acción y llegar al desenlace. Dicha idea resulta ya de por sí arriesgada y confusa pero lo es más aún añadiéndole la ingente cantidad de personajes que tiene. Muchos han criticado esto con vehemencia y si bien hay decisiones discutibles, creo que han sabido ejecutarlo de forma creíble y comprensible para el espectador medio. Hitchcock dijo una vez que hay algo más importante que la lógica y eso es la imaginación; Markus y McFeely siguen este concepto al pie de la letra. ¿Tiene Avengers: Endgame fallos de guión? ¡Por supuesto que los tiene! Pero la verdadera pregunta es si, a pesar de ellos, has podido disfrutar de la aventura que tan hábilmente retratan en pantalla. Si la respuesta es afirmativa, entonces habrán conseguido su objetivo: colarnos su truco de magia, dejándonos boquiabiertos. Durante tres horas, estos dos guionistas han logrado transportarnos a una realidad alternativa, una ficción que no busca tanto la realidad como potenciar nuestra imaginación.


Las actuaciones tienen sus altibajos, aunque el núcleo de protagonistas cumple bien su trabajo. En este apartado resaltaría a Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Chris Evans y Robert Downey Jr., que son el verdadero alma de esta obra. Por la parte más decepcionante he de incluir a Brie Larson –ni su personaje ni su actuación están a la altura y parece más un recurso u herramienta argumental para solventar la papeleta que un superhéroe–, a un Mark Ruffalo que desentona siempre y que ha quedado relegado a un secundario cómico, sin matices ni trasfondo -una pena porque Hulk da para mucho más- y a Chris Hemsworth, que hace demasiado hincapié en su vis cómica y no sabe darle profundidad ni emoción a un Thor que está preparado justamente para eso. 


La fotografía y los efectos visuales son siempre excelentes, como no podría ser de otra manera en una producción semejante. Quizá podrían haber detenido la cámara un poco más en algunas escenas de acción del final, ya que hay tanta gente en pantalla que uno llega a perderse en ese caos; no obstante, la adrenalina de la audiencia está tan alta en ese momento que pasa muy desapercibido. En términos visuales, mención especial para todas las escenas galácticas, donde realmente aprovechan toda su imaginación y creatividad con la cámara para entregarnos fotogramas realmente espectaculares. La iluminación y el tono que le imprime Trent Opaloch es más oscuro que en producciones anteriores de Marvel como Thor: Ragnarok o Spider-Man: Homecoming pero van a juego con la sensación de ultimátum que pretenden darle a la historia.


Otro aspecto que a mí, como espectador ocasional de la Marvel, me llegó a molestar sobretodo en la primera mitad de película, es el gran número de saltos de personaje en personaje que hacen los hermanos Russo. Entiendo que, tras Infinity War, hay que situar a todos los superhéroes para darle continuidad pero esto puede llegar a confundir. Alguna que otra vez tuve que hacer uso de mi memoria a largo plazo para recordar dónde habíamos dejado a tal o cual personaje. Repito, esto fue un problema para mí pero entiendo que alguien que haya repasado las últimos películas de la Marvel en preparación para ésta no tenga ese mismo problema.

En definitiva, con sus pros y sus contras, creo que Avengers: Endgame está a la altura de lo que se podía esperar de una saga de películas tan inabarcable. Complacer a todo el mundo es imposible y menos con una obra que tiene a tantos fans acérrimos esperando que sea la obra de sus sueños. Personalmente no me considero uno de ellos y creo que esa flexibilidad, ese control del hype, ha hecho que la vea como lo que es: un acontecimiento cinematográfico que tardará mucho en repetirse. Los Russo se han vestido de malabaristas y han logrado superar el vértigo que suponía embarcarse en un proyecto de esta envergadura. Han sabido equilibrar la acción y la comedia, inyectándole además una dosis de drama muy necesaria para este cierre. Por si esto fuera poco, creo que los guionistas han estado muy astutos a la hora de restarle importancia a algunos superhéroes protagonistas, para dársela a otros que habían pasado desapercibidos hasta ahora. Habrá a quien le moleste un cambio tan radical, que busque más del lo mismo pero a mí me resultó refrescante; si quiero ver a los personajes más poderosos demostrándolo, ya tengo otras entregas de Los vengadores, por no mencionar sus películas individuales. Nuestros abuelos tuvieron Ben-Hur y Lawrence de Arabia, más tarde fue Star Wars, Matrix y ahora tienen a Los Vengadores. Avengers: Endgame es puro espectáculo de calidad, disfrutémoslo como se merece.


8,5/10: LA MAGIA DEL CINE.

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English Version - Spoiler free

It's been 11 years since the Marvel Cinematic Universe (MCU), orchestrated by Kevin Feige, began and I think its first movie, Iron Man (2008), laid a perfect foundation for this series of interconnected films, giving us all the elements that would be used later: renowned actors, great production values, good action scenes and a light tone personified in that arrogant and cocky Tony Stark, played perfectly by Robert Downey Jr. Then Hulk, Thor and Captain America came along, acting as a Iron Man’s relay in order to arrive without too much fatigue to the real icing on the cake: The Avengers. That movie came out in 2012 and though I must admit that I didn’t love it when I watched it for the first time, it is also true that I’m neither a fan of the comics nor have I seen it again. Later on there would be a series of films, some good and some bad, that shared one thing in common: its ability to keep us hooked; We can blame this on its episodic format, on their refined formula of mindless entertainment or on the marketing and social media techniques they use for every new installment. The reasons will vary depending on who you ask but the reality is undeniable: Feige and Disney have created an unprecedented saga in the history of cinema mainly due to two factors, longevity and success. Avengers: Endgame is the epic finale to all this pharaonic movie project, a cinematic earthquake that will open a new and uncertain future for the MCU. Endgame’s story begins right where Infinity War it left, with a retired Thanos who has successfully executed his plan to annihilate half the population of the Universe, while The Avengers are either dead or missing. They have been defeated and Planet Earth now suffers the consequences of their failure. Is everything lost or is there still a glimpse of hope? Half of Hollywood stars in this film -I don’t want to know the obscene amount of money spent to pay such a cast of actors- and it’s directed again by the Russo Brothers.

I want to start talking about the script and, without spoiling any its surprises, I have to say that I really liked it. It's nothing particularly original or special, there are plenty of plotholes and I found it quite predictable at times. However, I must stand up for the writers to defend their work from many who criticizing the lack of realism in the story. Those who have seen the film will know that the plot pulls a rabbit out of the hat using time travel in order to further the story. This idea is already risky and confusing on itself but it’s even more so by adding the huge amount of characters and timelines that this movie has. Many have fiercely criticized this and, while I agree that they took some questionable decisions, I think they’ve managed to show it in a comprehensible way. To those who disliked the movie for being too surreal, I tell them this: Hitchcock once said that, when it comes to fiction, there is something more important than logic and that is imagination. Does Avengers: Endgame have plotholes? Sure it has! But the real question is whether you’ve been able to enjoy the 3-hour ride despite them. If the answer is yes, then they’ve achieved their goal: they pulled off their magic trick and we ere amazed by it. For three hours, these two screenwriters have managed to transport us to an alternate world, a fiction that does not seek reality as much as it seeks our imagination.


Regarding the performances, they have their ups and downs. The highlights for me were Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Chris Evans and Robert Downey Jr., who all go beyond their superhero persona to show the most human and vulnerable face. On the other hand, the most disappointing performances came from Brie Larson -neither her character nor her performance lived up to the expectations. Her Captain Marvel has no major role and is nothing more than a deus ex machina, a character who only shows up to save the day-, Mark Ruffalo who is relegated to a comic relief with no nuances or backstory and Chris Hemsworth, who puts so much emphasis on the comedy that he forgets about the drama; he is to give any depth or emotion to Thor, even though his situation on the film is tailor-made for that.


As for cinematography and visual effects, Marvel and Disney always do a good job. I would have preferred it if the action scenes from the final battle were filmed more clearly, as you can get lost very easily with all the characters that fight at once; however, the adrenaline of the moment is so high that it goes unnoticed to some degree. In the visual department I have to give a shout-out to the space and galactic scenes, where they make use of all their imagination and creativity to deliver some truly spectacular frames. The lighting and the tone is darker than in previous Marvel titles such as Thor: Ragnarok or Spider-Man: Homecoming, but it fits nicely with the feeling of closure that they are looking for with the story.


Another thing that bother me, especially during the first half of the film, is the large number of characters that are constantly jumping back and forward. I understand that, after Infinity War, you have to place all the superheroes to give a sense of continuity but this makes the story difficult to follow. Every once in a while I had to make good use of my memory to try to remember where we had left a particular character. This posed a problem for me but I can see why those who rewatched the latest Marvel movies in preparation for this one may not have encountered it.

Nevertheless, despite its pros and cons, I think Avengers: Endgame lives up to the hype built up over the many years and movies. Of course, it’s an impossible task to please everyone, even more so with a source material that has so many diehard fans waiting for it to be the best movie ever. Personally I don’t consider myself one of them and I think that flexibility, that lack of hype if you will, has made me watch it for what it is: a huge film event is up there with the greatest cinematic experiences of all time. Our grandfathers had Ben-Hur, our fathers Star Wars and their children and grandchildren have The Avengers. The Russo Brothers have dressed themselves as jugglers and have managed to overcome the vertigo of directing a project of such responsibility, all of it while succesfully balancing out the action with the comedy and injecting a dose of much needed drama too. As if this was not enough, the writers were clever enough to sideline traditionally overpowered characters such as Thor or Hulk  to give more weight to others who had gone unnoticed up until now. There will always be those who are bothered by such a radical change, those who are looking for a more traditional paint by the numbers movie, but I found these changes refreshing. In the end, Avengers: Endgame is great entertainment and cinema is made just for this. Let’s enjoy it while we can.


8,5/10: THE MAGIC OF MOVIES.


Corrían los años 30 y un joven entusiasta de la pintura, que había soportado el suicidio de uno de sus hermanos y la muerte prematura del otro, acababa de ser contratado por el gran estudio de cine Toho, para trabajar como ayudante de dirección.  Poco después, debutaría en la silla de director con La leyenda del gran judo, una cinta de acción que tuvo gran acogida tanto de crítica como de taquilla. Así comenzaba la trayectoria de un realizador legendario, un cineasta visionario que influyó a generaciones venideras; este joven se llamaba Akira Kurosawa. La película que trato en este artículo no es otra que Ikiru, traducida al español como Vivir, estrenada en el año 1952 y protagonizada por Takashi Shimura, un curtido actor que trabajó con Kurosawa en otros títulos como Los siete samuráis, El perro rabioso o El ángel borracho, además de aparecer en la primera película de Godzilla. Sin embargo, a diferencia de los filmes mencionados, Vivir no tiene acción ni katanas ni monstruos –a no ser que contemos la burocracia de la película como uno– pero no los necesita para hacernos vibrar. La historia nos presenta a un viejo funcionario público de nombre Kanji Watanabe, una persona desangelada, sin vida ni motivo para continuarla, más que seguir la inercia de la rutina. No será hasta que le diagnostiquen un cáncer de estómago que el Sr. Watanabe se dé cuenta del vacío que llena su existencia. Enfurecido y frustrado consigo mismo y sus decisiones, Watanabe emprenderá una aventura que lo llevará a vivir y a sentir, quizá, por primera vez.

A veces cuando empiezo un análisis de obras maestras como ésta no sé qué decir. Me faltan las palabras ante lo que a todas luces se antoja como la perfección absoluta; la cúspide del cine. Akira Kurosawa ha alcanzado la gloria en numerosas ocasiones, por eso se le considera uno de los padres del cine, y lo ha hecho en distintos géneros: desde el cine de samuráis hasta el épico, pasando por el noir, el de aventuras y por supuesto el dramático. Confieso que no he visto aún toda su extensa filmografía ni tampoco todos sus dramas, pero es muy difícil que ninguno pueda superar esta pequeña joya del cine clásico japonés. Y es que esta obra nos habla acerca del individuo y de su rol dentro de la sociedad, critica a todo un sistema burocrático y corrupto y a la vez nos da una lección de vida y de muerte honorable. Una historia completa en todos los aspectos, incluido el visual, donde Kurosawa coloca tan bien la cámara que sobran los diálogos. Las emociones fluyen a través de las lentes y al espectador se le forma un nudo en la garganta, en parte por tristeza pero también por la impotencia que provoca ver a un hombre rebelándose, en su último aliento de vida, contra todo un sistema que lo ningunea y lo desprecia y que abarca desde sus compañeros de trabajo hasta, incluso, su propio hijo.


En un primer momento del filme, Kanji Watanabe se ha liberado de las cadenas de una sociedad reprimida y represora, que lo encasilla y lo clasifica como a un despojo, un viejo al que nadie quiere. Ha tenido su momento de lucidez, de desesperanza y hasta de catarsis al recibir la trágica noticia de su muerte anticipada. Esto cae sobre él como una losa, viendo la radiografía que refleja al mismísimo Shinigami, Segador de Almas. El pequeño mundo que Watanabe creía cierto se está desmoronando, sus recuerdos se agolpan en su mente, mientras hace recuento de sus decepciones. No obstante, poco después, Watanabe se atreve a vivir, al principio con el miedo del iniciado, de ese niño que está aprendiendo a montar en bici, pero después se desata y Kurosawa nos muestra esto con escenas donde reina el desenfreno, gente yendo y viniendo, bullicio y despreocupación. Suena música más moderna y alegre, hay mujeres de alterne y mucho sake. Ese cambio de humor y de estilo de vida está representado en un sombrero que compra tan alegremente, así porque sí, porque puede y quiere y porque nadie, ni siquiera su hijo, le dice cómo ha de vivir su vida. Esa jovialidad lo llena de energía, esa que le había faltado siempre y que se traduce en un cambio de espíritu. La languidez y el abatimiento han desaparecido y han dado paso a la euforia, que utiliza para hacer su trabajo como siempre debió hacerlo y nunca se atrevió, bien fuese por desgana o por miedo a que el sistema lo señalara. La rebeldía se ha instalado en él y le acompañará hasta el final del camino, aunque tenga que luchar a contracorriente, contra viento y marea.


Aquí Kurosawa entra en el segundo aspecto más importante de la narración: la lucha del individuo contra las injusticias y las ineficiencias de un sistema podrido hasta la médula. Kanji Watanabe siempre ha sido un don nadie, un personaje sin importancia en esta historia, un engranaje más de una maquinaria estropeada; sólo cuando se atreve a sentir por sí mismo y por los demás es cuando recobra esa llama interior que le da sentido a sus últimos días. Ahí es cuando sabemos, tanto él como nosotros, que ha recuperado las ganas de vivir. Parece irónico que sólo aprendamos a vivir cuando nos encontramos ante una muerte segura pero esa es a menudo la realidad. Kanji Watanabe no era consciente de ella hasta que la vio y la sintió en su alma y sólo ahí perdió el miedo a desobedecer y comenzó a hacer lo que era justo, no por gloria ni inmortalidad, sino porque era lo correcto. Es la lucha que todos deberían hacer y que ninguno en la película hace, la que Watanabe persigue y lo hace cargando con la cruz del cáncer a cuestas.


Las interpretaciones son todas excelentes, sobretodo las del protagonista Takashi Kimura y las del grupo que se reúne en una de las secuencias finales del filme, donde todas las cartas se ponen sobre la mesa y Kurosawa va hilvanando, con sumo cuidado y extrema destreza, los últimos esfuerzos de Watanabe en la construcción del parque. En esta parte cobra importancia la actuación de Shin’ichi Himori, uno de los integrantes de este particular grupo de funcionarios compañeros del Sr. Watanabe, que hace las veces de portavoz del mensaje que trata de transmitir Kurosawa; una interpretación corta pero esencial para el éxito del filme.


El final tiene un sabor agridulce, ya que Kurosawa se dirige más al individuo que al conjunto; él cree en Kanji Watanabe, en la energía de la persona corriente. Hay una escena en un bar donde un borracho le admira porque, según dice, se ha atrevido a desear, a dejarse llevar por la pasión del momento, a romper las cadenas de su propia esclavitud; se ha convertido en el dueño de su destino y eso lo ennoblece. Luego está la parte más triste, pesimista incluso, con ese final donde vemos al personaje encarnado por Shin’ichi Himori sepultado por los papeles y procedimientos de la burocracia reinante. A él no le queda más remedio que callarse y seguir a lo suyo, aunque en su interior admire ese parque donde disfrutan los niños. ¡Qué bien podrían salir las cosas, si todos nos pareciésemos un poquito más al Sr. Watanabe!

En definitiva, Ikiru nos muestra la peor y la mejor faceta del ser humano, ese que nunca hace nada hasta que no se ve en un aprieto. Kurosawa guarda una crítica para todos los estratos sociales, desde el jefazo hasta el trabajador de abajo, y luego los reúne a todos para tratar de llegar a una conciliación, un acuerdo que les empuja a un cambio momentánea. La vida del Sr. Watanabe ha sido siempre gris, decepcionante y vacía de significado. Quizá su muerte caiga en vano pero su obra no y permaneciendo en el anonimato, su legado perdurará en generaciones y generaciones de niños que jugarán en el parque que con tanto ahínco deseó construir.


10/10: APRENDIENDO A VIVIR CON LA MUERTE.