Están
vivos es sin duda una de las grandes obras del irreverente realizador,
guionista y compositor John Carpenter y lo es, en parte, por lo fascinante que
resulta su planteamiento. Ambientada en el presente, la película nos sitúa en
una realidad alternativa casi orwelliana en la que muchos seres humanos han
sido abducidos y sustituidos en su lugar por una peligrosa raza alienígena –que
recuerdan a zombis- que se propone someternos bajo su yugo. Protagonizada por
el ex-luchador Roddy Piper y por Keith David, Están vivos es una de esas obras
con un trasfondo que va mucho más allá de la puesta en escena de serie
B. Carpenter nos recuerda en esta obra que la diversión y la
reflexión no deberían ir reñidas.
Aún
me sigue asombrando la falta de reconocimiento que ha recibido este visionario
a lo largo de su dilatada carrera, en la cual firmó títulos tan recordados y
queridos por el público como La cosa, Christine, Halloween o Rescate en Nueva
York. Creo que a veces la crítica especializada está demasiado ocupada
mirándose su propio ombligo y en el proceso se olvidan de la dificultad que
entraña hacer este tipo de películas. Cuando resulta efectivo, el terror puede
convertirse en uno de los géneros más originales y cautivadores del cine y
Carpenter es considerado como uno de sus maestros. En esta cinta en
cuestión, el cineasta neoyorquino oscila constantemente entre la comedia
absurda y la aterradora idea de estar controlado por una raza extraterrestre
maligna. Ambos planteamientos se complementan a la perfección y consiguen
elevar un filme que de haberse tomado demasiado en serio habría caído en el
esperpento. La mejor carta que juega es conocerse a sí misma y ser fiel al
público al que se dirige.
Si
bien las espectaculares secuencias de acción –mención especial para la
legendaria pelea entre el personaje de Piper y el de Keith David- que colman la
segunda mitad del filme forman ya en sí mismo un entretenimiento eficaz aunque
superficial, la experiencia se ve ampliamente mejorada por un concepto
brillante. ¿Nunca te has preguntado el motivo por el que continúas viendo ese
programa basura que echan en la tele? y ¿qué pasa con el bombardeo de
publicidad que intenta engatusarte para que gastes? Pues es posible que te
estén controlando desde la distancia, a través de mensajes ocultos de opresión
que anulan el libre pensar. Esta es la demoledora crítica social que Carpenter
integra con naturalidad en la historia, utilizando a alienígenas como pretexto,
al igual que hizo George A. Romero en el subgénero de los muertos vivientes. De
esta forma reivindica el pensamiento crítico y la identidad individual en unos
tiempos en los que la mundialización se iba imponiendo como modelo económico
mundial -la cinta se estrenó a finales de los 80-. Y todo esto con un
presupuesto de cuatro millones que le viene como anillo al dedo; resultaría
irónico ir contra el sistema si estuvieras financiado por él. Sólo en aquella
época podías filmar con tan poco presupuesto, arriesgar tanto y aún así
mantener un producto acabado notable. Pero, ¿cómo podemos convertir lo
increíble en realidad sin creatividad y originalidad? No os preocupéis que para
eso tenemos la increíble visión de Carpenter, que una vez más demuestra un don
para trasladarnos a los mundos que crea.
El
único problema que para mí tiene esta película es que en su tercer acto se
desvía excesivamente de su propósito, centrándose más en el estilo que en el
contenido. Por supuesto que con estos actores tampoco había mucho más que
pudieras hacer pero creo que el fallo se encuentra más en el guión; el
planteamiento inicial nos atrapa de inmediato y el segundo acto amplia esos
horizontes pero es al final donde desperdicia todas esas posibilidades de
darnos alguna enseñanza y se vuelve demasiado autocomplaciente. No es que
rehuya la acción por completo, es sólo que siento que podían haber dejado mayor
impronta en el espectador. Además, las actuaciones de algunos
secundarios como Meg Foster son bastante desafortunadas; cada vez que estos
entran en escena el filme se resiente. Claro que entiendo que en este tipo de
producciones no pidamos actores de calibre pero es que a veces no sabes si el
que sale en la pantalla es un actor o un maniquí.
En
conclusión, Están vivos es una película muy disfrutable con algunos tintes
mordaces que le confieren personalidad propia. Por supuesto, nada de esto
hubiera sido posible sin el talento de uno de los grandes infravalorados de
Hollywood como John Carpenter, que vuelve una vez más a estampar su particular
sello para reclamar que el cine de serie B no tiene nada que envidiar a las
grandes superproducciones. La recomiendo no sólo a aquellos que sigan el
trabajo del director, sino a todos los que quieran pasarse una buena hora y
media viendo cine entretenido a la par que sugerente.
7'5/10:
¡REFLEXIONA! ¡ÁLZATE!
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