Crítica: Altered Carbon (T1)


La nueva serie de Netflix apuesta por el género cyberpunk para contarnos un historia detectivesca ambientada a mediados del siglo XXV.


Altered Carbon es la nueva propuesta de Netflix para los amantes de las series, que adapta a la pequeña pantalla las novelas homónimas de Richard Morgan. Escrita y producida por Laeta Kalogridis, esta nueva serie de ciencia ficción distópica retrata a un mundo en el que la muerte ya no es irremediable. A modo de chip extraíble, nuestra conciencia puede ser transferida a cualquier cuerpo vacío denominado funda. Nuestro protagonista, Takeshi Kovacs, despierta en un cuerpo nuevo tras siglos de prisión mental para resolver el intento de asesinato de Laurens Bancroft, un “Mat” –abreviatura de Matusalén, utilizado para hablar de un magnate con suficiente poder y dinero para alcanzar la inmortalidad– que intenta esclarecer la identidad de su agresor. Así es como inicia esta primera temporada, que nos presentará un universo lleno de sorprendentes innovaciones, tecnologías apabullantes aunque los mismos problemas humanos de siempre. Protagonizada por Joel Kinnaman, Altered Carbon cuenta con un sinfín de actores secundarios entre los que destacan Martha Higareda, James Purefoy, Chris Conner, Ato Essandoh y Dichen Lachman. Influenciada por casi todas las grandes obras del género, tanto literarias como cinematográficas, Altered Carbon intenta labrarse un estilo propio y ofrecer al público una experiencia jamás vista en la pequeña pantalla. Sin duda se trata de un proyecto ambicioso, con un presupuesto considerablemente alto y una temática arriesgada teniendo en cuenta el batacazo de Blade Runner 2049 en taquilla.

Empezaré hablando de lo primero que llama la atención de esta serie: su ambientación cyberpunk. Este es uno de sus puntos fuertes y sabe muy bien cómo explotarlo a lo largo de sus diez episodios. Desde el primer hasta el último capítulo, la historia nos va introduciendo conceptos o personajes nuevos para que el espectador esté en continuo aprendizaje. En ese aspecto, Altered Carbon es uno de los títulos más deslumbrantes que se pueda encontrar en el panorama televisivo actual; supone todo un hito para este medio que, hasta no hace mucho, era menospreciado. Pese a homenajear muchas obras a lo largo del metraje, Altered Carbon consigue crear una mitología propia. El diseño de los vehículos y los edificios, las vueltas de tuerca a la idea de la inteligencia artificial, el uso de la realidad virtual y al mismísimo concepto de mortalidad. Laeta Kalogridis establece desde el principio las reglas del juego pero en lugar de quedarse rascando la superficie, la guionista de Shutter Island amplia nuestras miras y nos seduce con gratas sorpresas. Esto ayuda también a mantener el ritmo de esta primera temporada, que pese a no contar con excesivos episodios, podría haber decaído fácilmente en manos de un guionista menos ingenioso.


Además, visualmente es un portento. Una auténtica maravilla digna de verse en la gran pantalla, aunque sea sólo por algunos de los fotograma que encierra. Tratándose de una serie de televisión, los efectos especiales no tienen nada que envidiar a una producción cinematográfica. Las escenas de acción cuentan con unas coreografías espectaculares, que harán las delicias del aficionado. Cierto es que la fotografía no alcanza las cotas de Cronenweth, Deakins o Shirai, por citar algunos directores de fotografía de obras cyberpunk; se denota cierto conservadurismo en la forma en la que filman exteriores e interiores. En mi opinión, desaprovechan el potencial de ciertos escenarios, empequeñeciendo al conjunto. Tampoco se permiten demasiadas licencias, resultando en una filmación por momentos insípida. Mucho plano-contraplano acelerado y primeros planos; si bien esto nunca llega a ser molesto, sí que luce demasiado ordinario como para labrarse un estilo propio.

El guión no está exento de luces y sombras, a veces te deslumbra y otras te decepciona. Por un lado, cuenta con una historia detectivesca cautivadora y lo suficientemente enigmática como para querer conocer más de ella. Tiene algunas frases memorables, que sin duda buscan inspiración en el mítico soliloquio de un replicante rebelde llamado Roy Batty. Kalogridis escribe palabras ingeniosas y en ocasiones hasta profundas, rayando lo espiritual y/o existencial. Sin embargo, también tiene problemas importantes como la carencia de un historia humana verdaderamente convincente y sólida. Personajes como Kovacs u Ortega, con  quienes deberíamos congeniar enseguida, no terminaron de convencerme porque abusan demasiado del flashback. Intentan compensar la falta de emoción con un exceso de explicaciones y diálogos sin verdaderos significado. Los arcos dramáticos y románticos que atraviesan parecen más propios de un melodrama, pese al tiempo que dedican en humanizarlos. Invierten tanto metraje en ellos, que secundarios tan interesantes como Poe o Rei no pudieron ver sus tramas desarrolladas. Asimismo, algunos giros de guión funcionan y otros no; en ocasiones resultan forzados e incoherentes, introducidos en la historia con el único fin de provocar la sorpresa del espectador. Esto se hace más visible en el desenlace de la primera temporada, donde toda apariencia de mesura se tira por la borda y renuncia a los códigos literarios del género. Sin hacer ningún spoiler, diré que el final me pareció un estropicio injustificable e innecesario; una forma de emborronar lo que hasta entonces estaba siendo un producto notable. Creo que los grandes seguidores del cyberpunk encontrarán en su desenlace poco menos que una herejía.


Las actuaciones son cumplidoras por lo general, aunque sus dos protagonistas son los que más flaquean. Joel Kinnaman aún no me ha convencido en ningún papel protagónico hasta la fecha: en Robocop y en El escuadrón suicida pasó sin pena ni gloria y aquí vuelve a pasar lo mismo. Aquí vuelve a demostrar pocos registros, poniendo en la mayoría de escenas la misma cara de circunstancias -que podéis ver en la foto de arriba-. Por su parte, Martha Higareda trata de hacer lo que puede con su personaje sin demasiado éxito. En su lugar, actores secundarios como James Purefoy se encargan de darle algo de chispa y personalidad a la serie. Otros como Ato Essandoh o Chris Conner caen víctimas de un guión que los sacrifica a favor de la trama principal. Una pena en el caso de este último, ya que su personaje IA caracterizado como Edgar Allan Poe podría haber dado más juego.

En definitiva, Altered Carbon es una serie más que interesante para este inicio de 2018, sobretodo si eres aficionado al cyberpunk. Tiene buen ritmo, sabe sorprender al espectador y mantener el suspense hasta el último episodio. Laeta Kalogridis y el resto del equipo hacen un buen trabajo a la hora de traducir las palabras de Richard Morgan a la pantalla. En cuanto a la construcción del universo, el guión hace un buen trabajo en definir con claridad conceptos como las fundas o la avanzada realidad virtual. Sin embargo, los protagonistas no aportan mucho a esta historia, ni argumental ni interpretativamente. Joel Kinnaman y Martha Higareda no están a la altura de semejante épica audiovisual –como tampoco lo está la fotografía, que podría haber hecho mejor uso de la gran cantidad de recursos que ofrece este género-. Valorando todo lo bueno y lo malo, creo que estamos ante una buena primera temporada con mucho potencial y amplio margen de mejora, que supone todo un soplo de aire fresco para el mundo televisivo. Tengo curiosidad por descubrir nuevos lugares, soñar con sus infinitas posibilidades y conocer más sobre el futuro que Netflix nos ha presentado.


6'5/10: FILOSOFÍA CYBERPUNK EN LA PEQUEÑA GRAN PANTALLA.

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