Steven Spielberg regresa a su género fetiche para contarnos una historia de ciencia ficción y aventuras, ambientada en un mundo virtual llamado Oasis.
Como
todo niño que creció empapado de la cultura pop de los 80 y 90, para mí era
obligatorio ver lo que uno de los reyes del cine de esa época era capaz de
hacer con este material. Steven Spielberg lleva muchas décadas entregándonos películas
inolvidables, algunas de las cuales se quedaron grabadas en nuestra retina de
tanto verlas –hasta el punto de desgastar la cinta VHS–. Por supuesto, a la vez
que su cine cultivaba nuestra imaginación y nuestro amor por esta forma de
arte, también lo hicimos con los videojuegos. Ya fuera gracias a las máquinas
recreativas y/o a las primeras consolas domésticas del mercado, lo cierto es
que todos los que jugamos a alguno de aquellos videojuegos guardamos un grato recuerdo de ellos. Ready Player One, la adaptación del libro homónimo de Ernest Cline,
es un gran homenaje a esa época tan influyente para muchos de los que estamos
leyendo estas líneas. La película está protagonizada por un elenco de actores jóvenes
entre los que se encuentran Olivia Cooke y Tye Sheridan; a estos se les unen
otros más curtidos como Ben Mendelsohn, Mark Rylance y Simon Pegg. La aventura
nos situa en Columbus, Ohio en el año 2045 y nos lleva a Oasis, un mundo de
realidad virtual donde puedes ser quien quieras. Este juego fue inventado años
atrás por James Halliday (Rylance), un desarrollador de videojuegos tímido y
recluido que se refugia en el cine, la música y los videojuegos para potenciar su
creatividad artística. Años más tarde, éste muere pero no sin antes dejar un
último recordatorio de su obra: un huevo de pascua escondido en el juego, que dará el
control absoluto de Oasis a aquel que lo encuentre primero. Para hacerlo, los
jugadores tendrán que superar tres pruebas ocultas y a cambio, éstas les
otorgarán tres llaves que desbloquearán ese lugar oculto donde se
encuentra el huevo. Como podéis observar, la aventura no es más que un
Macguffin para que Spielberg pueda soltarse la melena e inundarlo todo de nostalgia ochentera y noventera –aunque también hay guiños a otras décadas como los setenta e incluso los cuarenta–. Estamos quizá ante la primera película cuya
personalidad se forja a partir de la de otras que la preceden. Pero, ¿logra
Ready Player One distinguirse de las obras que homenajea? ¿Ha conseguido
Spielberg crear una nueva gran aventura, como lo hizo en su momento con Indy, E.T.,
Parque Jurásico o más recientemente con Tintín?
Quisiera
empezar dejando claro que me encanta el cine de Spielberg. He visto todas
las películas de su filmografía, algunas múltiples veces y me encanta que
sea él el encargado de dirigir esta película. ¿Por qué? Pues porque, de esta forma, Ready Player One se siente como una reunión de viejos colegas, un último
viaje a aquellos felices años. Toda una oda a los años 80 y 90 corre por el todo el metraje de esta cinta. Hay quienes
dicen que la podría haber dirigido cualquiera y a esa gente le respondo por
supuesto; La lista de Schindler o Tiburón también la podrían haber hecho
cualquier otro realizador pero no hubiesen tenido el mismo impacto. Guste o no,
Spielberg es un autor por derecho propio y su sello se extiende a lo largo de
años y años de cultura popular. Nadie sabe hacer películas de aventuras como él, manteniendo el ritmo del filme y enganchando al espectador de principio a fin y eso es algo muy importante teniendo en cuenta que Ready Player
One necesita esa magia "spielbergiana". Aquí dirige con la
profesionalidad que nos tiene acostumbrados y con un sentido de la diversión
que hacia años que no veía en él; la última vez fue en 2011. Desde entonces,
Spielberg ha puesto su mirada en dramas históricos como Lincoln, El puente de
los espías o la reciente Los archivos del Pentágono –si bien entremedio hizo la
olvidable Mi amigo el gigante–. En Ready Player One vuelve a ponerse en forma
de cara a su próximo y ambicioso proyecto: la nueva entrega de Indiana Jones.
En
el terreno de las interpretaciones, la verdad es que no hay mucho que destacar.
Las actuaciones de Tye Sheridan y Olivia Cooke se ven engullidas por la
espectacularidad de las imágenes. Sus personajes, Parzival y Artemis, no me
transmitieron nada y su relación me pareció demasiado forzada y artificial. Una
de las peores cosas de esta cinta es la completa y absoluta falta de carisma de
sus personajes; algo flagrante teniendo en cuenta que Spielberg siempre ha
brillado a la hora de retratar personajes cercanos al espectador. El grupo o
clan que forman Sheridan y Cooke con otros jugadores me resultó demasiado
impersonal y plano. Poco después de salir de la sala, ya me había olvidado de
algunos de sus nombres. Por otra parte, Mendelsohn, Rylance y Pegg están muy
desaprovechados. La relación entre sus personajes son probablemente el elemento
más interesante y emotivo de todo el filme pero queda reducido a alguna
escena aislada que termina pasando desapercibida entre tanta acción y efectos visuales.
El malvado Sorrento encarnado por Mendelsohn me recordaba a un villano torpón
de dibujos animados. Sólo le faltó el gato de Blofeld y una trampa de
tiburones, pirañas o láseres, para caer de lleno en la caricatura. No me molestó
pero tampoco me entusiasmó su actuación. Lo que sí me molestó fue lo poco que
utiliza Spielberg a Mark Rylance. La película está dirigida al público que
creció como su personaje, James Halliday pero éste queda relegado a
poco más que un fantasma y su historia se cuenta a rasgos generales. Lo justo para
que entiendas quién es y por qué ideó el huevo de pascua.
La
historia está basada en una novela que no he tenido la oportunidad de leer aún,
así que no puedo comentar cuán fehaciente ha sido Spielberg en esta adaptación.
Sin embargo, si me centro exclusivamente en la película –lo que me parece
lógico, ya que literatura y cine son dos medios completamente
independientes–, creo que a los guionistas les faltó darle más empaque al asunto.
Darnos algún motivo más para interesarnos en el devenir de los acontecimientos porque, sinceramente, la trama principal del huevo de pascua no es más que un Macguffin sin relevancia. Como dije antes, el villano parece salido
de una tira cómica y es que nunca llegamos a verlo como una seria amenaza. Su empresa
IOI da la risa y aunque hay pequeños intentos de explicarnos los terribles
planes que tiene esta gran multinacional para con Oasis, nunca llegué a
temer que algo malo les pudiese ocurrir a nuestros protagonistas. Y eso me
lleva al otro gran punto negativo de Ready Player One: su falta de interés por
profundizar. La temática de los juegos en la actualidad
da para una reflexión importante y necesaria, sobre todo para las nuevas
generaciones. Veréis, yo me crié jugando a videojuegos pero también jugando al
fútbol, al escondite y a las cartas. Mi niñez fue una combinación entre el
mundo de los bits y el real. Hoy día, las cosas ya no son así, más que nada
porque el mundo virtual ha crecido exponencialmente.
Tablets, smartphones, consolas portátiles y de sobremesa, gafas de realidad
virtual, etc. Como dice el personaje de Simon Pegg, Oasis no fue concebido como
un juego para un solo jugador. La competición online ha llevado
varios pasos más alla al mundo de los videojuegos y el resultado en ocasiones puede
llegar a ser trágico: niños que "funden" la tarjeta de crédito de sus padres en
mejores jugadores para el FIFA o enfrentamientos abiertos entre los partidarios
de un Youtuber u otro. Ready Player One dibuja un futuro donde Oasis sustituye
al mundo real pero sólo nos presenta el lado positivo de las cosas: la diversión, la
acción y la espectacularidad. Pese a ambientarse en una ciudad distópica llamativa, el
mundo real está trazado con pinceladas muy simples. Los guionistas
no quisieron o no supieron darle un trasfondo o mensaje a la película y es por
eso que se queda vacía de significado. ¿Vivimos en el mundo real o en el digital? ¿Estamos sustituyendo las emociones de la vida real por la adrenalina de un videojuego? Con esto no intento decir que Spielberg
tuviese que hacer una disertación sobre los efectos de los videojuegos en los
Millennials –aquí estamos para divertirnos y pasar un buen rato– pero creo que toda historia necesita una moraleja. Las referencias están muy bien pero no puedes basar una película de dos horas y media únicamente en
ellas, porque al final todos recordaremos esta obra por sus guiños en lugar de
por su historia. Personalmente, estuve toda el metraje prestando más atención a
los easter egg que al argumento en sí.
Por
su parte, la música y los efectos especiales rozan la excelencia. Alan
Silvestri, colaborador habitual de Robert Zemeckis, es el encargado de la banda
sonora y hace un buen trabajo en la elección de los temas. La cinta empieza con
el temazo “Jump” de Van Halen y termina con el “We’re not gonna take it” de
Twister Sister. Entremedio hay toda una serie de canciones y referencias musicales
como Rush y su álbum 2112, Bruce Springsteen, Prince, Blondie o los Bee Gees. En
cuanto a los efectos especiales, creo que no se ha visto algo parecido desde
Avatar –aunque esta última sigue siendo más revolucionaria–. Casi la totalidad
del metraje transcurre en este universo de realidad virtual llamado Oasis, con
lo cual es de vital importancia que el CGI luzca nítido y bien definido.
Evidentemente, es imposible que no transmita la sensación de estar viendo más
un videojuego que una película, porque es que se jacta de ello. La verdad es que Spielberg hizo un gran trabajo a la hora de combinar las imágenes reales con las digitales.
En
definitiva, Ready Player One me ha dejado algo frío, lo cual no quiere decir que
me parezca una abominación. Y es que si algo he aprendido tras tantos años en
Internet es que cada vez estamos reduciéndolo todo a una opinión binaria. O te encanta y te maravilla o la odias con todo tu ser. No es por
contradecir ni presumir de ir a contracorriente pero a mi me ha parecido
correcta, sin más. Hay momentos y referencias que te llegan directos al corazón,
porque la película está hecha para eso pero opino que a Spielberg y a su equipo
de guionistas les ha faltado darle algo más de vida propia a este proyecto. Enriquecer el mundo distópico en el que se ambienta y razonar los motivos por los que la sociedad se encuentran tan consumida por Oasis, a la vez que desarrollan y definen las personalidades de los jóvenes protagonistas. Porque con todo lo que me gustó ver a King Kong, al T-Rex, un Gundam, Aliens o
MechaGodzilla reunidos por primera vez en una misma producción cinematográfica,
si le desprovees de esos easter eggs, la última película de Spielberg se reduce
a una historia mediocre. Cuando la vuelva a ver, no será para volver a vivir la
aventura de sus personajes ni para regresar a Oasis, sino para descubrir más
guiños y referencias de mi infancia. Al final, Ready Player One es un
experimento con una premisa audaz y con potencial, que se queda a medias de la
grandeza intergeneracional que podría haber alcanzado. Un videojuego
cinematográfico interesante que coge inspiración de muchas fuentes pero que no
va más allá de la nostalgia en la que se apoya.
6/10:
EL FUTURO DE LOS MILLENNIALS.
Excelente película y excelente libro, espero que saquen la 2. Buen Blog!
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