“El maestro del agua” es el debut en la silla del director de Russell Crowe y está protagonizada por el propio Crowe y Olga Kurylenko. La historia gira entorno a la búsqueda de Joshua Connor (Crowe), un australiano dedicado a encontrar yacimientos de agua, de sus tres hijos que están dados por desaparecidos tras combatir en la batalla de Galípoli, uno de los conflictos más sangrientos de la Primera Guerra Mundial. Su periplo por Turquía lo lleva a descubrir una civilización opuesta a la australiana, mientras lidia con los problemas burocráticos y sociales que le impiden encontrar a sus hijos y traerlos de vuelta a casa.
Comenzando por la dirección de Crowe, no hay mucho que resaltar. Es una película bien rodada, muy sobria pero eficiente. Sin embargo y aunque las comparaciones con Mel Gibson son inevitables, no parece que el neozelandés adoptado australiano tenga el mismo instinto que el autor de obras tan notables como Braveheart o Apocalypto. Continuando por la fotografía, el fallecido Andrew Lesnie culmina su última obra de manera notable, firmando escenas de enorme belleza visual a la vez que muestra fielmente los acontecimientos acaecidos durante la cruel contienda de Galípoli. Poco he de añadir sobre la banda sonora, que pasa inadvertida durante todo el metraje. Las actuaciones son correctas sin más, no hay una voz cantante en el reparto, nadie lleva las riendas de la película y eso se traduce en una acumulación de personajes con poca profundidad -Russell Crowe se rodea de tantos actores que su arco argumental pasa a un segundo plano-. Por último, el guión está lleno de subtramas intrascendentes, personajes innecesarios y diálogos absurdos. Es como si el escritor tuviera en mente una telenovela de posguerra para televisión española en vez de una película convincente ya que, aunque intenta arrancar la lágrima fácil del espectador, todo lo que consigue es redundar en un melodrama empalagoso, un festín de sentimentalismos baratos donde la coherencia brilla por su ausencia. Este esfuerzo falla considerablemente en su principal cometido, convirtiéndose hacia el tercio final en una caricatura de sí misma.
En conclusión, “El maestro del agua” es esencialmente un bien intencionado intento de revivir aquellos terribles acontecimientos de 1915 pero una película no puede -ni debe- ser valorada por sus intenciones, sino por su ejecución y ahí es donde suspende. Nada sorprende, todo se siente forzado y predecible, las actuaciones no son malas pero tampoco hay ninguna que llame la atención y pese a contar con una ambientación -tanto en Australia como en Turquía- sensacional, la falta de coherencia y su evidente carencia de un buen guión terminan por ensuciar lo que podría haber sido un interesante inicio a la carrera de Russell Crowe como realizador.
4/10: DECEPCIONANTE
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