Cinta
de producción polaca que narra los últimos días de la trágica vida del pintor
Vincent Van Gogh desde la perspectiva de Armand Roulin, hijo del cartero y
amigo cercano de Vincent, Joseph Roulin.
Desde
el éxito internacional cosechado por Ida en 2014, el cine polaco está
asistiendo a un nuevo resurgir y con Loving Vincent, continúa postulándose como
uno de los cines europeos más pujantes en la actualidad. Esta obra codirigida y
coescrita por Dorota Kobiela y Hugh Welchman, está hecha desde el cariño y la
pasión que sólo unos verdaderos amantes del arte podrían hacer. Protagonizada
por Douglas Booth en el papel de Armand Roulin y acompañado por un elenco de
intérpretes consolidados como Saoirse Ronan o Chris O’Dowd entre otros, esta
película biográfica no trata de repetir lo hecho por Vincente Minelli en El
loco del pelo rojo, sino que se centra más en el misterio de su muerte. Con una
cuidada y meritoria estética que busca hacer de cada fotograma un cuadro del
propio artista holandés, este título de animación se convierte por derecho
propio en uno de los máximos exponentes del género en la actualidad.
Empezando por la dirección artística, que
contó con más de 100 pintores para dibujar los 65’000 fotogramas de los que se
compone la película. Un trabajo titánico sin parangón en la historia del cine,
que busca sumergir al espectador en el arte de Van Gogh. Todo un cuadro en
movimiento que no dejó de impresionarme conforme pasaba el metraje. Sin
embargo, el mayor peligro al que se enfrentaban los directores era que las
imágenes eclipsaran al argumento; que no hubiera una historia que acompañara a
la experiencia visual. Si bien es cierto que todos los demás aspectos palidecen
en comparación con el artístico, Loving Vincent no se queda en un envoltorio
muy bonito aunque lo parezca.
La
historia nos cuenta los instantes finales en la vida de Van Gogh, desde la
perspectiva de los múltiples personajes que aparecen en el filme. Armand
Roulin, protagonista y reflejo del espectador, es el vehículo que hace avanzar
la historia. Obligado a entregar la última carta de Vincent a su familia,
Roulin se verá envuelto en una trama de misterio sobre los verdaderos motivos
de la muerte del artista. Por medio de flashbacks en blanco y negro, la
película va narrando con suma elegancia las diferentes experiencias de cada
cual sobre su amistad –o enemistad– con Van Gogh. Así conoceremos personajes
como Pere Tanguy, la familia Gachet, Adeline Ravoux o a su hermano Theo. Todos
ellos ayudan a componer el retrato final que la cinta busca dibujar de Vincent:
marginado por la sociedad, de carácter introvertido y solitario, extremadamente
sensible y atormentado por una infancia que dejó una huella indeleble en él.
En
general, las actuaciones acompañan bien a las imágenes y a la narrativa. Robert
Gulaczyk hace un gran trabajo interpretando a Van Gogh; Saoirse Ronan
(Marguerite Gachet) y Eleanor Tomlinson (Adeline Ravoux) también están muy bien
en sus respectivos papeles. Otros secundarios como John Sessions (Pere Tanguy) o
Chris O’Dowd (Joseph Roulin) ayudan a insuflar vida a sus personajes, pese al
escaso tiempo que tienen en pantalla. Quizá el que menos me convenció fue la
del protagonista Douglas Booth, cuyo trabajo pasa bastante desapercibido en
comparación al del resto del reparto. Correcto sin más.
En
definitiva, Loving Vincent merecería un notable únicamente por el enorme
sacrificio que supuso pintar al óleo toda la película. Cuando las personas
transmiten tanta pasión y dedicación por el proyecto en el que trabajan, eso
termina traduciéndose en la visualización del producto final. Aquellos
espectadores que tengan la oportunidad de ver esta grandísima obra sabrán de lo
que hablo. Algunos le achacan que su guión flojea, que es una película
meramente contemplativa pero yo discrepo. Creo que Kobiela y Welchman nos
cuentan una historia intrigante, entretenida y llena de sorpresas. Si tuviera
que echarle algo en falta quizá fue la escasa participación de Theo Van Gogh y
de la relación con su hermano, que podría haber sumado más en la reconstrucción
de la vida del pintor. Además, la música de Clint Mansell (Réquiem por un
sueño, La fuente de la vida) pasa demasiado desapercibida y eché en falta algún
acorde que acompañase los momentos más dramáticos de la obra. Por lo demás,
Loving Vincent es una declaración de amor al arte y al cine por extensión.
8,5/10:
EL ARDUO CAMINO DEL ARTISTA.
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