Lo mejor del Festival de Annecy 2024 (Vol. II)

Memoir of a Snail 


El singular cineasta australiano Adam Elliot regresa al festival con otra historia de corazones rotos como Mary & Max (2009). Una secuela espiritual que narra las desventuras de dos hermanos mellizos, Grace y Gilbert, quienes sufren todas clase de adversidades en su infancia desde la prematura muerte de sus padres.


La animación stop-motion es un arte en sí mismo que Elliot domina a la perfección. Un artesano capaz de hacer lo inimaginable con recursos escasos, como ocurre con esta joya que iguala, sino supera, su ópera prima. Podemos considerarlo pues un autor con un sello muy personal, un alma cargada de aflicciones que transforma en imaginación una forma de terapia tan triste como deslumbrante y poderosa en pantalla. 


 

En esta oportunidad, vemos su mundo a través de los ojos de Grace Pudel, quien desempolva los recuerdos de su infancia y juventud: sectas religiosas, fetiches sexuales, abandono infantil, autodesprecio, trastornos mentales, filias y fobias extrañas…A modo de flashback, Grace nos cuenta las vicisitudes que rompieron su corazón en mil pedazos, también sus complejos y sus sueños tornados en pesadillas, pero más allá de la tragedia, el amor hacia su hermano siempre la mantienen a flote. 

 

Una dura y entrañable historia dickensiana sobre la aceptación de nuestras imperfecciones, el valor de la vida y encontrar cierta reconciliación con el pasado para afrontar un futuro azaroso. Todo ello con el amor fraternal como constante de una existencia a veces absurda, a veces penosa, pero siempre tuya. La faceta sardónica, cáustica y sórdida sale a relucir en múltiples ocasiones. Su irónico sentido del humor marida con una stop-motion vulnerable, la plastilina hecha dolor y reciclada en esperanza.

 

Pelikan Blue

 

De Australia cogemos un vuelo a la Hungría post-soviética para hablar de esta rareza que se cruzó en mi camino festivalero casi por casualidad. Entre poco y nada esperaba de esta Pelikan Blue —un tipo de papel carbón al que presta título—, una película documental que cuenta, por medio de cintas grabadas por los protagonistas, la increíble pero cierta historia de cómo unos jóvenes con ansias de descubrir Europa se embarcaron en una peligrosa empresa de falsificación de billetes de tren.

 

Comedia dramática similar a Mixed by Erry (2023) que nos lleva por rocambolescos senderos, algunos hilarantes y otros traumáticos, sobre un grupo de adolescentes que desean librarse del yugo soviético tras la caída del muro de Berlín. Película desenfadada, rebelde y juvenil, no exenta de reflexiones acerca de la búsqueda de libertad a pesar de tener todo un sistema en contra. 


 

El director y guionista László Csáki le hace una peineta a la censura y a la opresión política, desmontando tabúes a ritmo de Mötorhead y R.E.M. Una obra punk-rock muy refrescante, liberadora y llena de carcajadas que cuenta con un estilo de animación cartoon inspirado en Adult Swim y un tono noventero que hará las delicias de los nostálgicos.  

 

Angelo dans la forêt mistérieuse

 

Después de sorpendernos con el thriller de supervivencia extrema Hunted (2020), el historietista y realizador francés Vincent Paronnaud regresa a sus raíces de animación (Persépolis, Pollo con ciruelas) para contarnos una aventura infantil ligera y eléctrica, bienhumorada y un cuidado apartado audiovisual a cargo de los mejores animadores del país galo que recuerda a trabajos de Dreamworks o Universal.

 

La cinta sigue las ensoñaciones diurnas del pequeño Angelo, un joven amante del cine con una imaginación desbordante y mucho desparpajo. Su ambición por convertirse en héroe de acción se hará realidad cuando este se pierde en un bosque mágico de camino a la casa de su abuela. La premisa tiene suficiente gancho e ideas sugerentes para mantener nuestro interés durante los compases iniciales. Sin embargo, a falta de mayor profundidad, le falta dar un golpe de efecto que la reanime; materializar esos destellos de genialidad en algo concreto. 


 

La pluma de Paronnaud está especialmente inspirada a la hora de plasmar en la gran pantalla los pensamientos del pequeño Angelo, su particular y fascinante forma de entender el mundo que lo rodea: sus padres, su malvado hermano; la vida en el hogar y fuera de él cobra una dimensión apasionante. La película logró devolverme a esa edad en la que todo se vive como una aventura, hasta la más pequeña de las cosas tiene el potencial de cambiarte la vida cuando eres un renacuajo. El director se presta a la improvisación continua, observando cada escena con una mirada infantil que maravilla a nuestro niño interior.

 

Desgraciadamente, en cuanto escarbamos bajo la superficie de confeti y algodón de azúcar, Angelo dans la forêt mistérieuse no alcanza a cautivarnos de igual manera. Su corazón no está a la altura de su simpatía, un defecto que se hace más evidente a medida que la aventura deja paso al drama del tercer acto. Paronnaud no se siente cómodo manejando las emociones del protagonista, limitándose a un retrato superficial y monótono que perjudica la experiencia del público adulto. El desenlace resulta apresurado y decepcionante, tirando por la borda un material que otros estudios como Pixar hubiesen aprovechado sobremanera.

 

Flow

 

El cineasta austríaco Gints Zilbalodis se llevó un mar de aplausos con esta peculiar obra de animación generada por ordenador, que cuenta la odisea de un gato negro a través de un mundo místico heredado por los animales tras la enigmática desaparición de la raza humana. Una experiencia cinematográfica pura e inmersiva que prescinde de diálogos e incluso de trama para arrollarnos con la fuerza de sus imágenes. 

 

Lamento no compartir la euforia colectiva que ha despertado la película. Aunque admito que su propuesta es ciertamente original y aplaudo el atrevimiento de un director que rechaza las convenciones del cine comercial, Flow no llegó a deslumbrarme como prometía. Mi decepción se debe principalmente a un apartado visual que me generó un rechazo inmediato y en el que apenas se puede vislumbrar el talento del equipo artístico. Una película eminentemente sencilla que emplea una técnica demasiado digital, mecánica y artificial.

 

Aunque Flow se esfuerza en resultar exuberante, Zilbalodis impide que el trazo fluya libremente por la pantalla, sustituyendo el alma del artista por el frío algoritmo de ChatGPT. El austríaco sigue el camino emprendido por el Team ICO en videojuegos tales como Shadow of the Colossus, Journey o The Last Guardian —quien haya jugado a alguno de ellos sabrá de lo que hablo—, pero no logra el mismo efecto en la gran pantalla que en la TV de mi casa.


 

Al final, Zilbalodis peca de una valentía a medias, una inspiración por desarrollar y la promesa de continuar explorando vías alternativas de narrar historias. El gato negro, cuyo nombre desconocemos, resulta encantador desde el primer minuto; al igual forma que sus compañeros de viaje, los cuales dibujaron una sonrisa en mi rostro. Quizá al que esté leyendo estas líneas la animación logre seducirle y en ese caso, su experiencia será diametralmente opuesta a la mía. Lo bonito y a la vez arriesgado de Flow es que reivindica el audiovisual por encima de todo, no solo como forma primigenia de cine, sino como herramienta definitiva para atraer a un público deseoso de establecer un vínculo sensitivo-espiritual en la sala; en ese sentido, la aproximación sosegada y minimalista de Zilbalodis nos enseña que, a veces, regresar a los orígenes puede ser la respuesta a nuestra creciente obsesión por innovar.

 

The Colors Within

 

Tercera participación de la realizadora Naoko Yamada en el festival de Annecy, después de A Silent Voice (2016) y Liz and the Blue Bird (2018). En esta oportunidad, nos trae un enternecedora y vitalista relato sobre el color creativo que aflora en nuestra juventud y que la mayoría cercena llegada la edad adulta. 

 

La joven Totsuko tiene el don de ver el color de los demás, pero es incapaz de percibir el suyo propio, lo cual la siembra de inseguridades que a su vez son alimentadas por una estricta educación religiosa. Influida por el anime tradicional, Yamada inunda de color y alegría nuestra imaginación, invitándonos a romper las cadenas sociales que nos sumen en la rutina. Un canto desinhibido a la expresión artística, tan altruista y generoso que solo puede expresarse con el corazón. 


 

The Colors Within es el broche perfecto de este fantástico festival, una película delicada que derrocha optimismo en un momento en el que este brilla por su ausencia. La propia Yamada admitió —con la vergüenza característica del pueblo japonés— haberse basado en su experiencia personal para relatar los hechos acaecidos en la película. Más que una búsqueda cualquiera, esta es una persecución de la identidad a costa de los convencionalismos sociales, de las normas autoimpuestas y del inevitable sentimiento de culpa que surge cuando tu creatividad se enfrenta a la responsabilidad adulta.

 

Ghost Cat Anzu

 

La cortometrajista Yoko Kuno y el debutante en el anime, Nobuhiro Yamashita, se proponen adaptar el manga homónimo de Takashi Imashiro sobre una niña que debe afrontar sus sentimientos tras la trágica muerte de su madre. Los directores mezclan drama familiar y comedia escatológica en un contexto de mitología japonesa, eclécticos personajes y situaciones mágicas.

 

Aunque a priori la protagonista pueda parecer la niña, enseguida descubrimos que es el gato parlanchín Anzu quien lleva la voz cantante. Su diseño está muy trabajado, despierta simpatía y personalidad de inmediato —tanto que Kuno y Yamashita no dudaron en subir al escenario con uno de peluche—; es el aliciente que nos empuja a disfrutar de la experiencia. 


 

Reconozco que el visionado no se pareció a ningún otro del festival. Cuando creía haber calado su tono, Anzu daba un giro de 180º hacia lo inesperado; una montaña rusa de emociones y excentricidades de todo tipo. Lo bueno es que la historia está en constante reinvención, no se cansa de crear un nombre o un diseño nuevo que despierte nuestra imaginación. Lo malo es que no siempre acierta: de hecho, la mayoría de las veces fracasa estrepitosamente.

 

Si alguien hubiera fotografiado mi rostro durante la sesión, hubiera visto un gran interrogante sobre mi cabeza. Anzu no sabe qué quiere ser: demasiado infantil para tomarse en serio, pero no lo suficiente para catalogarla como una comedia al uso. Quiere ser una fábula al estilo de Ghibli con la riqueza audiovisual de un Satoshi Kon de Hacendado, un anime que intente enseñarnos a lidiar con la pérdida de un ser querido adentrándonos en un mundo de fantasía; sin embargo, también quiere hacernos reír con un humor muy pueril. El resultado es atropellado, confuso e irregular, como una mayonesa que no acaba de ligar: tiene los ingredientes, pero no el arte para combinarlos.



Aquí concluye este apasionante recorrido por lo mejor del Festival de Annecy 2024, un certamen que en lo personal me ha enamorado y en lo profesional me ha honrado sobremanera. Por último, pero no menos importante, quiero agradecerte, querido lector, tu seguimiento a este humilde blog; sin tu apoyo, nada de esto hubiera ocurrido. Desearía terminar con un clamor de indignación, un llamamiento a todos los que amáis fervorosamente el cine: ¡removed cielo y tierra en busca de ese alma gemela que alimente vuestro fuego artístico! 

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