Star Wars: Los últimos Jedi ya se ha estrenado en cines y muchos de vosotros la habréis visto, así que ha llegado el momento de hablar en profundidad de la cinta dirigida por Rian Johnson. Os aviso que este artículo contendrá spoilers importantes de la película; si no la habéis visto aún, id y formaos una opinión de ella; luego continuáis leyendo si queréis.

Si queréis leer mi crítica sin spoilers, seguid el enlace: Crítica - Star Wars: Los últimos Jedi


Entiendo que si prosigues es porque ya la viste o porque no te importa que te destripen la película. En esta crítica con spoilers entraré en detalles sobre todo lo que me gustó y lo que no me gustó de Los últimos Jedi, porque si algo provocó este episodio en mí fueron sentimientos encontrados. Rian Johnson tomó decisiones valientes pero creo que falló en la ejecución de algunas de ellas y es a nivel de guión donde encuentro la mayor parte de los problemas.

Una de las primeras y quizá de las más importantes decisiones fue la muerte de Snoke. Sí, el Líder Supremo que Abrams nos presentaba en el Episodio VII como el mayor de los males, muere como un cualquiera a manos de Kylo Ren. Su discípulo, que apenas pudo pelear contra Rey en la anterior entrega, consiguió engañarlo de la forma más absurda posible: con la espada láser de Luke descansando en uno de los reposabrazos de su trono, Kylo lo mueve mediante la Fuerza para que apunte a Snoke y lo atraviesa, cortándolo por la mitad. Para mí, este fue un caso de buena idea, mal ejecutada. Hay quienes dirán que a Snoke le pudo la soberbia, que se confió demasiado y estoy de acuerdo pero, ¿hasta qué límite? La película establece que el vínculo telepático que une a Kylo y Rey fue en realidad una trampa tendida por Snoke. Luego vemos como los ningunea a ambos, demostrando mayor habilidad en la Fuerza que ambos juntos. Sin embargo, después de mostrarnos a Snoke como alguien ampliamente superior tanto en intelecto como en destreza, Johnson toma un giro de guión repentino con el que derrumba todo lo que había establecido previamente con el personaje.


Y ahora es cuando me decís, ¿no murió el Emperador en las mismas circunstancias? Sí, pero a él lo mató un Darth Vader que había demostrado durante toda la trilogía ser superior al menos en destreza a Luke Skywalker, el héroe de la historia. Eso sin mencionar que el vínculo familiar establecido entre éstos dos a lo largo de la trilogía, llegó a su clímax cuando Vader presencia al Emperador intentando matar a su hijo y éste termina matándolo y logrando de este forma su ansiada redención. Por supuesto, no pretendo que hagan un copia y pega en Los últimos Jedi, sino que desarrollen más el drama entre los protagonistas para que, llegado el momento, tenga mayor significado para el espectador. El diseño de Snoke y la voz que le otorga Andy Serkis son unos mimbres excelentes para construir un personaje amenazador y misterioso –algo que nunca tuvo el Emperador–.

Pasando a otro punto negativo, la revelación de los padres de Rey no podría ser más confusa para el espectador. En El despertar de la Fuerza, Abrams apostó por mantener su pasado en el más absoluto de los secretos, indicando que su linaje jugaría una parte importante en el futuro. Incluso hubo una escena en el castillo de Maz Kanata en la que Rey recoge la espada láser y tiene una visión, donde la vemos de niña pidiendo a sus padres que volviesen y mientras, escuchábamos de fondo a Obi-Wan llamándola por su nombre. Pero todas esas pistas, guiños y misterios al final no llevan a ninguna parte, porque sus padres no son más que unos chatarreros que la vendieron por unas cuantas monedas y la revelación la hace el malvado Kylo Ren, con lo cual tampoco podemos fiarnos de su palabra. Otra vez, la idea no es necesariamente mala pero la ejecución podría haber sido mucho mejor. Digo yo que siendo una secuela del Episodio VII, Los últimos Jedi debería al menos jugar con los elementos presentados previamente. En lugar de esto, rompe con ella y deshace lo que planteó Abrams.


Luego está el momento en la isla con Luke, en el que Rey desciende a esa fosa oscura y se ve delante de un espejo. Ella le pide que le muestre a sus padres y éste le muestra su reflejo, como cualquier otro espejo haría. ¿Significa esto que Rey no tiene padres y es hija de la Fuerza, como Anakin? ¿O a Rian Johnson le gusta burlarse de los fans de Star Wars? Yo apuesto por esto último, aunque es posible que Abrams deshaga en el Episodio IX todo lo hecho por Johnson.


Si de verdad el linaje de Rey no importa nada, ¿por qué sembrar la duda en primer lugar? ¿Por qué no hacer al personaje consciente de ello desde el principio? Hubiese resultado original empezar El despertar de la Fuerza despejando esa duda. Creo que su personaje es mucho más interesante cuando explora los motivos por lo que tiene estos poderes. Es esa crisis de identidad y ese pánico que sufre el que me fascina; en cuanto a su padres, por mí como si es hija de Jabba El Hutt.

En la crítica sin spoilers comenté que uno de mis mayores temores era que esta trilogía no tuviese un hilo conductor; que fuese pegando bandazos sin un rumbo definido. Tras ver Los últimos Jedi, es como si Abrams y Johnson no se hubiesen sentado juntos para acordar la historia que pretenden contarnos en esta trilogía y hacia donde la quieren llevar. Mis mayores temores se confirmaron cuando, en una entrevista concedida al programa de “Kermode and Mayo” de la BBC, el entrevistador le pregunta a Johnson si había un gran storyboard que estableciese el principio, nudo y desenlace de esta nueva trilogía, a lo que él respondió con un rotundo no (pinchad aquí para oír la entrevista. Minuto 4:55) Al hilo de sus declaraciones, reconoce que nadie más que él pensó cómo continuar la historia del Episodio VII.

Otro punto negativo es la subtrama de la Resistencia. La almirante Holdo, que toma el mando tras el percance de Leia, no ve necesario en ningún momento comunicar su plan a nadie de la Resistencia –pese a tener uno bastante bueno –, porque de hacerlo no tendríamos toda la historia con Finn, Rose y Poe. Es cierto que todas las películas de fantasía se permiten licencias narrativas, pero esta va contra la lógica humana. Piénsenlo: la Primera Orden los tiene a su merced, destruyendo naves aliadas cada poco, mientras son testigos de la muerte de sus amigos y familiares. Ante semejante panorama, ¿creen que un líder debería de comunicar su plan con el resto, para encender una chispa de esperanza o hacer como si nada sucediese, permitiendo que el pánico invada a los miembros de su equipo? La respuesta me parece evidente.


Mucha gente se quejó de la aventura en el casino y de la posterior infiltración en la nave de Snoke y no es de extrañar, ya que todo se origina por el garrafal fallo de lógica de la Almirante Holdo. Al final, esta subtrama no sirvió mayor propósito que darle a Finn, Poe y Rose algo que hacer en la película. Es como si Rian Johnson se hubiese olvidado de ellos y antes del rodaje dijese: “¿Cómo hago para incluirlos en el argumento? ¡Ya está! Hago que Holdo sea mala y Poe, Finn y Rose busquen una solución al problema. Aunque al final todo lo que hicieron resulta en vano y Holdo en realidad es buena y tiene un plan brillante. ¡Soy un genio!”. De nuevo, no tengo nada en contra de la idea pero entonces haz que Holdo sea realmente una espía de la Primera Orden y ellos tengan que pararle los pies.

El último punto negativo que quisiera discutir está ligado a éste último y tiene que ver con la relación entre Luke y Rey. ¿Por qué digo esto? Pues porque la subtrama de la Resistencia ocupa más de media hora y ese metraje podría haberse aprovechado en pasar más tiempo en la isla con Luke y Rey, explorando mejor a sus personajes y mostrando el entrenamiento de Rey. Por una parte, la forma en la que se explica el exilio de Luke no cuadra con su carácter; se dice que tuvo miedo de Ben Solo y por un momento pensó incluso en matarlo. Pero, ¿estamos hablando del mismo Luke que se negó a combatir contra el Emperador, el mayor villano de la galaxia, rechazando el lado oscuro? En El Retorno del Jedi, Luke confronta sus miedos y los resuelve tomando la decisión consciente de mantenerse en el lado luminoso de la Fuerza. Él, que vio a su padre consumido por el mal, comprendió que dejarse llevar por el odio y el miedo acaba con tu vida. Sin embargo, debido a la apresurada narración de Johnson, éste termina describiendo a un Luke cobarde y culpable de dar vida a Kylo Ren, desmontando de esta forma el catártico final del Episodio VI. Además, si Luke se fue a esa isla para morir, ¿por qué dejó un mapa en R2-D2 para que lo encontrasen? De nuevo, inexplicables fallos de guión que terminarán dañando a la trilogía en su conjunto.


Entiendo que el gran tema de esta película es que los héroes como tal no existen; que cualquier persona ordinaria puede hacer algo extraordinario. Los últimos Jedi busca desmitificar la figura de la leyenda y hasta cierto punto eso es un tema recurrente en la saga: en la trilogía original, la lucha de los rebeldes contra el Imperio era una versión espacial de David contra Goliath; las precuelas culpabilizaban a personajes tan importantes como Obi-Wan o Yoda, mostrando una Orden Jedi soberbia.

Cuando al final muere Luke, vi la misma desidia en el guión de Johnson que la de Abrams con la muerte de Han Solo. Falta de interés en explorar al personaje, revistiendo su final con un amanecer binario para sacar las emociones del espectador. Golpe bajo, Johnson. Nos lo intentan vender como redención pero Kylo Ren está más sumido en la oscuridad que nunca, Leia y la Resistencia acaban de sufrir innumerables bajas y Rey aún no ha sido entrenada –aunque ya hizo trucos mentales Jedi, venció a Kylo Ren y consiguió levantar un copón de rocas–.


Es cierto que su maniobra de distracción hizo que la Resistencia se escapara con vida de Crait. Pero eso también lo hubieran conseguido si, momentos antes, Finn se hubiese sacrificado por la causa; un final que, en mi opinión, hubiese convertido a este desertor anónimo del Imperio en un auténtico héroe. Pero no, en su lugar, Rose elige salvarlo a costa de poner en peligro a toda la Resistencia. ¿Por qué? Porque no se gana acabando con nuestros enemigos, sino salvando a nuestro amigos. Una línea que rivaliza en cursilería con los peores momentos de las precuelas.

Pero dejemos de lado la negatividad, para hablar de las grandes escenas que guarda Los últimos Jedi, empezando por la secuencia inicial. Seguramente el mejor arranque de cualquier capítulo de la saga y una perfecta introducción al tono belicista de la película. Poe Dameron demuestra nuevamente un gran manejo del Ala-X y el diseño de los bombarderos nos retrotrae a la Segunda Guerra Mundial, combinando lo antiguo con lo nuevo a la perfección. Además, me gusta la idea de una carrera contrarreloj para salvarse de una muerte segura a manos de la Primera Orden.

Para muchos, la muerte y resurrección de Leia mediante la Fuerza es una oportunidad perdida. Personalmente, me gustó verla hacer gala de sus poderes por primera vez, desde que Luke le dijese: “tú tienes ese poder. Con el tiempo llegarás a usarlo también”. Es cierto que la manera de filmarlo, con un plano entero, puede dar lugar a burlas y comparaciones de todo tipo –unos dicen que Superman, otros Mary Poppins– pero creo que no desmerece al personaje, en absoluto.

Además, Los últimos Jedi goza de grandes reencuentros de Luke con Chewie, R2-D2, Leia y…¡Yoda! Siempre es bonito ver de vuelta a estos personajes clásicos y Rian Johnson los maneja desde el respeto que merecen.

Por último, la comedia funciona bastante bien. Las bromas con los porgs no están sobreutilizadas y personaje como Poe o Finn siguen gastando bromas como lo hacían en el Episodio VII. Sin embargo, el humor de Luke no encaja en absoluto con su personaje, que está supuestamente desconsolado. Hay ocasiones en las que la película tiene momentos con gran potencial dramático y los desaprovecha por dar paso a un chiste o a otra subtrama que no nos interesa lo más mínimo. Luego también mete algún elemento autoparódico que tampoco combina con el estilo de la saga.


En definitiva, este octavo episodio de Star Wars es un autentico lío. Como película independiente creo que tiene virtudes, grandes sorpresas, acción espectacular y una gran factura audiovisual. Ahora bien, como engranaje de algo más grande creo que tiene muchas inconsistencias que no se pueden obviar –te haya gustado el filme o no– y temo que dañe seriamente el siguiente y último capítulo de la trilogía. Momentos que en El despertar de la Fuerza contenían mucho dramatismo, como la escena final en la que Rey entrega la espada láser de los Skywalker a Luke, Rian Johnson los transforma en otra cosa completamente diferente y rompe la continuidad narrativa; cuando volvamos a ver esa última gran escena, perderá todo significado, ya que poco después Luke recoge el sable láser y lo tira como si nada. En mi opinión, estas épicas sagas deberían de tener un principio, nudo y desenlace preestablecido, antes incluso de entrar en producción. Por ejemplo, Peter Jackson estuvo dos años en preproducción antes de rodar la primera parte de la trilogía de El Señor de los Anillos; cuando regresó con El Hobbit, las cosas se hicieron apresuradamente y eso repercutió en la calidad de las películas.


Rian Johnson toma el relevo de J.J. Abrams para continuar esta nueva trilogía de La guerra de las galaxias.

Star Wars: Los últimos Jedi es el octavo episodio de la saga protagonizada por el linaje de los Skywalker y sirve de continuación a El despertar de la Fuerza. Escrito y dirigido por Rian Johnson, cuyos anteriores trabajos incluyen la magnífica Looper o la inclasificable Brick, Los últimos Jedi nos sitúa justo donde lo dejamos en la anterior entrega; su historia trae de vuelta a icónicos personajes como Luke y Leia, a la vez que trata de desarrollar a los nuevos. Rey, Finn, Poe Dameron, BB-8 y Kylo Ren prosiguen sus aventuras y desventuras surcando las estrellas de esa lejana y antigua galaxia que tanto añoramos –no desvelaré más del argumento, para preservar sus sorpresas–. El elenco está encabezado por Mark Hamill –quien regresa 34 años después a su papel más influyente–, Carrie Fisher, Daisy Ridley y las incorporaciones más relevantes son las de Benicio del Toro y Laura Dern, éstos últimos en papeles secundarios. Siendo la segunda entrega de la trilogía, este filme ha soportado incontables (e inexactas) comparaciones con El Imperio Contraataca, el cual es considerado por muchos como el mejor episodio de la saga. Por eso, algunos ansiaban grandes revelaciones, giros inesperados, momentos dramáticos y escenas de acción memorables. Sin embargo, ¿ha estado Rian Johnson a la altura de las expectativas? ¿Es digna de llevar el título de Star Wars?

Empezaré diciendo que Los últimos Jedi supera holgadamente a su predecesora. Desde el primer minuto, Johnson deja claro que esta película tiene su sello y no el de ningún productor. Y es que ese fue el mayor problema de la cinta dirigida por Abrams; era un producto correcto, que apostaba sobre seguro, buscando contentar al mayor público posible pero el resultado fue una película tibia y poco arriesgada, que adolecía de demasiados "déjà vu", aunque consiguiese traer de vuelta el espíritu de la saga. Al poco de empezar, Johnson hace la siguiente declaración de intenciones: “espérate cualquier cosa y no des nada por seguro”. La impredictibilidad de su guión juega un papel fundamental a la hora de mantener enganchado al espectador. En el mundo actual, donde todo se sabe momentos después del estreno, resultó refrescante no saber hacia donde iba a apuntar el argumento. Y es que el guión apuesta a lo grande; cuando gana lo hace triunfalmente pero cuando no, pierde estrepitosamente. ¿Que qué quiero decir con esto? Pues que  Los últimos Jedi se siente más como una película en solitario que como una continuación; como si el trabajo de Abrams fuese un prólogo y aquí comenzáramos realmente la aventura. Está claro que Johnson no estaba demasiado interesado en algunos temas planteados por Abrams. El problema que veo con esto es que, una vez tengamos la trilogía al completo, ésta pueda llegar a carecer de un verdadero hilo conductor como vimos en las dos anteriores trilogías.


Otro punto a favor es la comedia, aunque hay muchos que al oír esta palabra, su subconsciente la une inmediatamente a Disney y salta la alarma. Pensáis en Guardianes de la Galaxia u otro sucedáneo y os teméis lo peor. Pero no os preocupéis tanto, porque Johnson la introduce sutilmente a lo largo del metraje; no resulta cargante. Si bien es cierto que hay bromas que atinan más que otras, el humor está empleado de forma orgánica, respetando tanto a los personajes como los clímax por los que atravesaba el filme. De todas formas, hay que tener en cuenta que esta saga siempre estuvo enfocada a niños y jóvenes que deseaban vivir aventuras, compartiendo el viaje con personajes carismáticos, divertidos y entrañables, lo cual acarrea un cierto grado de ligereza. Y eso no tiene nada de malo, ya que uno de los grandes poderes del cine es el de evadirnos. Sumergiéndonos en el universo creado por George Lucas –tan criticado por algunos–,  muchos de nosotros conseguíamos escaparnos de los problemas cotidianos y permitirnos soñar. Eso es cine.


Para terminar con el apartado argumental, otro punto negativo y quizá el más grave en mi opinión, es la falta de momentos memorables. Me explico. Escenas como la de Luke vislumbrando los dos soles en el inhóspito horizonte de Tatooine, la revelación paterna de Darth Vader y su posterior redención en El retorno del Jedi, la carbonización de Han Solo o el duelo final entre Obi-Wan y Anakin en las lavas de Mustafar, permanecerán por siempre grabados en nuestras retinas. Todos estos instantes son los que rememoramos una y otra vez al escuchar la fantástica música de John Williams. Sin embargo, aquí eché en falta escenas para el recuerdo, frases que dejasen una huella imborrable o un enfrentamiento tan dramático como eléctrico. Si Star Wars es catalogada como la mejor “space opera” de la historia del cine es porque guarda cualidades de la tragedia griega. El peso narrativo siempre pudo con las batallas espaciales, por muy espectaculares que éstas fuesen.  Por ejemplo, si le quitamos el bagaje emocional al duelo entre Darth Vader y Luke en El retorno del Jedi, nos quedamos con muy poca cosa. Cuando sales de la sala alabando el trabajo de Mark Hamill y de la tristemente fallecida Carrie Fisher mientras los jóvenes actores pasan sin pena ni gloria por la pantalla, no puedo evitar preguntarme si seguirá atrayendo a tantos millones de aficionados en el futuro, cuando ellos ya no estén. Lo cierto es que aún no ha habido una escena en esta nueva trilogía que se acercase ni tan siquiera al duelo entre Darth Maul, Obi-Wan y Quoi-Gon Jinn en La amenaza fantasma


Pasando al terreno interpretativo, como dije antes tanto Hamill como Fisher se llevan todo el protagonismo. Son con diferencia los mejores, no sólo por el factor nostalgia –el cual ya se encarga Johnson de potenciar– sino porque son el corazón y el alma de la película. Tantos años después y aún irradian la misma energía que en la primera entrega, allá por 1977. Por supuesto, tras la defunción de Fisher, su actuación cobra aún más emotividad y el público lo sentirá.  Por otro lado, Hamill ha madurado mucho como actor y sabe controlar perfectamente los registros emocionales de Luke; guarda muy bien la compostura. En cuanto a los demás, cabe reseñar a Adam Driver, el cual tiene más que hacer que en El despertar de la Fuerza. De todos los nuevos personajes, el suyo es el que más progresa. Por el contrario, los que menos son John Boyega y Kelly Mary Tran (actriz que interpreta a Rose); el primero porque casi no tiene impacto en la historia y la segunda simplemente no encaja en el argumento. Salí algo decepcionado con la evolución de Finn y con la aportación de Rose, que es tan baja que podrían haber prescindido de ella.


La fotografía y la banda sonora es uno de los apartados que más mejoran en comparación con El despertar de la Fuerza. La factura audiovisual de Los últimos Jedi la elevan a una categoría superior; la música de Williams está muy bien integrada con la narrativa y el estilo visual de Rian Johnson se deja ver a través de la cámara de Steve Yedlin, director de fotografía con quien ha trabajado en todos sus filmes. Por si no lo habíais notado, el rojo cobra protagonismo y éste le infiere un cariz más belicista a la película. En cuanto al tono, esta cinta es heredera de Rogue One y las influencias se dejan notar desde sus inicios. También hay referencias a clásicos del género como Senderos de gloria, La batalla de Inglaterra o Los cañones de Navarone, entre otros. Por otra parte, he observado mayor uso de CGI en los efectos visuales que en la cinta de Abrams, aunque los prácticos siguen muy presentes.

Y ahora llegamos a uno de los apartados más polémicos: la duración. Hay quienes dicen que se hace larga y otros que el tiempo les pasó volando. Personalmente, no me aburrí en ninguno de los 150 minutos que dura y tampoco mire el reloj para ver cuánto faltaba. No obstante, reflexionando de vuelta a casa encontré algunos momentos que quizá podrían haberse recortado y la historia hubiese fluido mejor –sobretodo en el segundo acto–. Aún así, el montaje entrelaza todas las distintas tramas de forma notoria. El ritmo está muy bien orquestado y a pesar de los muchos personajes que figuran en la trama, nunca me sentí perdido.


En definitiva, si eres un fiel seguidor de la saga galáctica tienes que verla, sin importar lo que yo o ningún otro diga. El despertar de la Fuerza me gusta menos con cada visionado, le veo demasiados guiños a la original como para creer en su autenticidad. Sin embargo, con Los últimos Jedi ocurre casi lo contrario: es tan desconcertante, distinta y osada en sus planteamientos, que consiguió mantenerme pegado a mi butaca, con los ojos como platos y aguantándome las ganas de ir al servicio para no perderme ningún minuto. Tiene algunos fallos de los que hablaré más detalladamente en la crítica con spoilers y algunos agujeros de guión evidentes, pero lo importante es que la aventura se impone a todos ellos. Johnson consigue algo que parecía imposible: sorprendernos de nuevo en el octavo capítulo de la saga. Una vez acomodado y con las luces apagadas, el logo de Lucasfilm aparece y tras él “hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”; de pronto, todos tus problemas se desvanecen. Vuelves otra vez a la niñez.



6/10: UNA GALAXIA TAN LEJANA COMO CERCANA A NUESTROS CORAZONES.
Ficha técnica

Título original
: Pâfekuto Burû

Año: 1997

Duración: 80 min.

País: Japón

Director: Satoshi Kon

Guión: Sadayuki Murai (Novela: Yoshikazu Takeuchi)

Fotografía: Hisao Shirai

Música: Masahiro Ikumi

Género: Anime. Thriller Psicológico. Drama

Sinopsis: Mima es cantante en un conocido grupo musical japonés. Sin embargo, cuando acepta la oferta de su representante de abandonar su carrera musical para convertirse en actriz, Mima comenzará a sufrir las terribles consecuencias de su decisión.

Comentario: Cuando se trata de elegir a los mejores directores de anime, suelen barajarse nombres como los de Hayao Miyazaki o Mamoru Oshii, entre muchos otros. Sin embargo, uno que muchas veces pasa desapercibido es el de Satoshi Kon; quizá se deba a su prematuro y trágico fallecimiento. Desgraciadamente, nunca sabremos qué habría hecho de estar vivo pero, lo que sí podemos hacer es fijarnos en su pulcra filmografía. Y es que él es uno de los pocos directores cuya trayectoria no cuenta siquiera con un borrón: desde Perfect Blue, su ópera prima, hasta su último largometraje, pasando por clásicos como Millennium Actress. Me declaro un enamorado de su cine, de su visión infinita.

Volviendo a la película que nos concierne, Perfect Blue es un thriller psicológico con tintes de terror y nos presenta a una joven llamada Mima que, en busca de mayor reconocimiento, termina cayendo en una espiral de muerte, frustración y confusión. Con un brillante guión a cargo de Sadayuki Murai, Perfect Blue es la película más dura de este realizador. No sólo por su precisa disección del mundo de las celebridades y de las estrellas de cine, sino también por su crítica a esa idolatría popular que seduce tan fácilmente a la sociedad; un arma de doble filo con la que tan pronto eres ídolo de masas como pasas a convertirte en enemigo público nº1. Los temas que aborda estaban adelantados a su tiempo, estando hoy más de actualidad que nunca.

En menos de hora y media, Satoshi Kon describe un arco perfecto para el personaje de Mima. Inocente y tenaz, su ambición por triunfar la lleva a un camino de soledad, incluso de pérdida de la identidad, que llega a sumergirla en la locura. Un descenso a los infiernos narrado con pulso y elegancia por el director, que busca la empatía del espectador...y vaya si la encuentra. Su habilidad para jugar con los tiempos es admirable, consiguiendo meternos de lleno en la pesadilla de su protagonista, fusionando a Mima y al espectador en un sólo ente. Esta escalofriante, ilusoria y hitchcockiana experiencia cinematográfica dejará una huella indeleble en tu memoria. Satoshi Kon, ilustre soñador, gracias por tu legado. Descansa en paz.

Fuente (Imágenes): https://www.filmaffinity.com/es/film392480.html

La directora escocesa Lynne Ramsay nos cuenta, en colaboración con Joaquin Phoenix, un sórdido relato sobre la podredumbre en las altas esferas de la sociedad.


En realidad, nunca estuviste aquí es un drama con tintes de thriller dirigido por Lynne Ramsay, cuyo anterior trabajo Tenemos que hablar de Kevin dejó al público sin palabras. Su forma de abordar historias controvertidas, con dureza y un punto de violencia muy sutil, contrasta con su faceta más estética que aquí se ve potenciada. Protagonizada por Joaquin Phoenix, la cinta cuenta con un reparto secundario poco conocido entre los que cabría mencionar a Alessandro Nivola y sobretodo a la joven Ekaterina Samsonov, que cumple un rol fundamental en el arco dramático del personaje protagonista. La historia nos presenta a Joe (Phoenix), un asesino a sueldo atormentado por su pasado, que vive con su anciana madre. Un día, su jefe le encarga rescatar a la hija del Senador Votto, que fue secuestrada por una organización criminal. Sin embargo, lo que a priori parece un trabajo sencillo se complicará más de lo esperado. Muchos críticos no han tardado en calificarla como sucesora espiritual de Taxi Driver pero, ¿son ajustadas estas comparaciones? ¿Es tan buena como dicen?


Lo primero que salta a la vista es que no estamos ante una obra comercial ni mucho menos. Desde el principio, su tono y su ritmo es sinónimo del cine independiente más sugestivo; ese que intenta ir más allá del mero entretenimiento. Entre los muchos adjetivos con los que traté de definir esta película, uno de ellos sin duda no fue el de diversión. Sin embargo, no sólo de pan vive el Hombre y el cinéfilo ha de estar abierto a todo tipo de experiencias cinematográficas: desde el mayor de los “blockbusters” hasta el drama más demoledor. El título de Ramsay cae más en esta última categoría, aunque no llegue a los registros dramáticos de otros directores europeos como Ruben Östlund o Cristian Mungiu. Cierto es que aborda temas extremadamente dolorosos, brutales diría yo, pero lo tamiza todo con un enorme gusto audiovisual. Drive es una de las cintas con las que se la compara y aunque guarda algunos paralelismos estéticos como la banda sonora y el telón de fondo urbano, su núcleo difiere en gran medida del de la cinta de Winding Refn.


La directora muestra a un protagonista herido, por fuera y por dentro, que utiliza la violencia para apagar su ira interna y eso es algo que refleja muy bien en pantalla. Además, el agobiante clima de decadencia e inmundicia que inunda las calles neoyorquinas constituye un personaje en sí mismo, confiriéndole a la historia cierto sustrato onírico –de pesadilla, añadiría. El uso de la cámara, que deja adrede algunas imágenes violentas fuera de plano, brinda al espectador la oportunidad de imaginárselas. Los espacios cerrados también juegan un papel importantísimo: pasillos, baños, habitaciones. Todo está cuidadosamente creado para mantenerte constantemente a la expectativa; cualquier cosa podría suceder en cuestión de segundos.

Por su parte, la música cuenta con elementos del terror más efectivo, para jugar con nuestros nervios. La banda sonora fue compuesta por el guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood, y cuenta con algunas piezas donde su guitarra puede reconocerse fácilmente –estad atentos a la escena inicial. En sus estridentes acordes recuerdo por momentos al maestro John Carpenter y en otros, sobretodo aquellos en los que la ciudad cobra mayor protagonismo, se asemeja a la música electrónica de Cliff Martínez en la mencionada Drive.

En el terreno interpretativo, Joaquin Phoenix vuelve a demostrar una vez más por qué es uno de los mejores actores en la actualidad. Estuvo involucrado en el proyecto desde sus inicios y colaboró estrechamente con Lynne Ramsay para crear a su personaje. El resultado es sensacional. Su agresividad combina perfectamente con su vulnerable estado psicológico y emocional y todo esto lo hace desde la más absoluta de las sutilezas. Donde otros actores caen en el histrionismo y en la sobreactuación, Phoenix sabe medir los tempos de la película a la perfección   . Pocos podrían ocupar su puesto en esta cinta. En cuanto al resto del reparto, cabe mencionar a Judith Anna Roberts en el papel de madre de Joe y a la ya mencionada Ekaterina Samsonov. Ambas juegan un papel fundamental a la hora de mostrarnos el lado más personal del protagonista y sus interpretaciones están a la altura de las exigencias. Sin entrar en spoilers, hay una escena entre Roberts y Phoenix que alcanza cotas emocionales inesperadas en una película de estas características. En cuanto a Samsonov, ella actúa más como una forma de redención para Joe; un intento por exorcizar sus demonios y rescatar la poca luz que aún quede en su interior.


En definitiva, En realidad, nunca estuviste es un híbrido entre drama y thriller con una faceta audiovisual exquisita y unas muy buenas interpretaciones de Phoenix, Roberts y Samsonov. En cuanto a las comparaciones con Taxi Driver, creo que son lógicas pero cada cinta tiene un estilo distinto y sería injusto clasificarlas como iguales. Como punto negativo, me habría gustado que la trama de suspense se hubiese aprovechado algo más –soy un enamorado de las intrigas del cine negro– pero una vez situado y dejándome llevar por la historia que nos sugiere Lynne Ramsay, consiguió atraparme de principio a fin. Entre tantos taquillazos y grandes títulos que copan las carteleras mundiales, esta cinta al igual que su inadaptado protagonista buscan encontrar un hueco donde poder asentarse y subsistir. Y vaya si lo logra.


8/10: EN UN MUNDO VIOLENTO, LA INOCENCIA ES LA PRIMERA VÍCTIMA.