Crítica: En realidad, nunca estuviste aquí

La directora escocesa Lynne Ramsay nos cuenta, en colaboración con Joaquin Phoenix, un sórdido relato sobre la podredumbre en las altas esferas de la sociedad.


En realidad, nunca estuviste aquí es un drama con tintes de thriller dirigido por Lynne Ramsay, cuyo anterior trabajo Tenemos que hablar de Kevin dejó al público sin palabras. Su forma de abordar historias controvertidas, con dureza y un punto de violencia muy sutil, contrasta con su faceta más estética que aquí se ve potenciada. Protagonizada por Joaquin Phoenix, la cinta cuenta con un reparto secundario poco conocido entre los que cabría mencionar a Alessandro Nivola y sobretodo a la joven Ekaterina Samsonov, que cumple un rol fundamental en el arco dramático del personaje protagonista. La historia nos presenta a Joe (Phoenix), un asesino a sueldo atormentado por su pasado, que vive con su anciana madre. Un día, su jefe le encarga rescatar a la hija del Senador Votto, que fue secuestrada por una organización criminal. Sin embargo, lo que a priori parece un trabajo sencillo se complicará más de lo esperado. Muchos críticos no han tardado en calificarla como sucesora espiritual de Taxi Driver pero, ¿son ajustadas estas comparaciones? ¿Es tan buena como dicen?


Lo primero que salta a la vista es que no estamos ante una obra comercial ni mucho menos. Desde el principio, su tono y su ritmo es sinónimo del cine independiente más sugestivo; ese que intenta ir más allá del mero entretenimiento. Entre los muchos adjetivos con los que traté de definir esta película, uno de ellos sin duda no fue el de diversión. Sin embargo, no sólo de pan vive el Hombre y el cinéfilo ha de estar abierto a todo tipo de experiencias cinematográficas: desde el mayor de los “blockbusters” hasta el drama más demoledor. El título de Ramsay cae más en esta última categoría, aunque no llegue a los registros dramáticos de otros directores europeos como Ruben Östlund o Cristian Mungiu. Cierto es que aborda temas extremadamente dolorosos, brutales diría yo, pero lo tamiza todo con un enorme gusto audiovisual. Drive es una de las cintas con las que se la compara y aunque guarda algunos paralelismos estéticos como la banda sonora y el telón de fondo urbano, su núcleo difiere en gran medida del de la cinta de Winding Refn.


La directora muestra a un protagonista herido, por fuera y por dentro, que utiliza la violencia para apagar su ira interna y eso es algo que refleja muy bien en pantalla. Además, el agobiante clima de decadencia e inmundicia que inunda las calles neoyorquinas constituye un personaje en sí mismo, confiriéndole a la historia cierto sustrato onírico –de pesadilla, añadiría. El uso de la cámara, que deja adrede algunas imágenes violentas fuera de plano, brinda al espectador la oportunidad de imaginárselas. Los espacios cerrados también juegan un papel importantísimo: pasillos, baños, habitaciones. Todo está cuidadosamente creado para mantenerte constantemente a la expectativa; cualquier cosa podría suceder en cuestión de segundos.

Por su parte, la música cuenta con elementos del terror más efectivo, para jugar con nuestros nervios. La banda sonora fue compuesta por el guitarrista de Radiohead, Jonny Greenwood, y cuenta con algunas piezas donde su guitarra puede reconocerse fácilmente –estad atentos a la escena inicial. En sus estridentes acordes recuerdo por momentos al maestro John Carpenter y en otros, sobretodo aquellos en los que la ciudad cobra mayor protagonismo, se asemeja a la música electrónica de Cliff Martínez en la mencionada Drive.

En el terreno interpretativo, Joaquin Phoenix vuelve a demostrar una vez más por qué es uno de los mejores actores en la actualidad. Estuvo involucrado en el proyecto desde sus inicios y colaboró estrechamente con Lynne Ramsay para crear a su personaje. El resultado es sensacional. Su agresividad combina perfectamente con su vulnerable estado psicológico y emocional y todo esto lo hace desde la más absoluta de las sutilezas. Donde otros actores caen en el histrionismo y en la sobreactuación, Phoenix sabe medir los tempos de la película a la perfección   . Pocos podrían ocupar su puesto en esta cinta. En cuanto al resto del reparto, cabe mencionar a Judith Anna Roberts en el papel de madre de Joe y a la ya mencionada Ekaterina Samsonov. Ambas juegan un papel fundamental a la hora de mostrarnos el lado más personal del protagonista y sus interpretaciones están a la altura de las exigencias. Sin entrar en spoilers, hay una escena entre Roberts y Phoenix que alcanza cotas emocionales inesperadas en una película de estas características. En cuanto a Samsonov, ella actúa más como una forma de redención para Joe; un intento por exorcizar sus demonios y rescatar la poca luz que aún quede en su interior.


En definitiva, En realidad, nunca estuviste es un híbrido entre drama y thriller con una faceta audiovisual exquisita y unas muy buenas interpretaciones de Phoenix, Roberts y Samsonov. En cuanto a las comparaciones con Taxi Driver, creo que son lógicas pero cada cinta tiene un estilo distinto y sería injusto clasificarlas como iguales. Como punto negativo, me habría gustado que la trama de suspense se hubiese aprovechado algo más –soy un enamorado de las intrigas del cine negro– pero una vez situado y dejándome llevar por la historia que nos sugiere Lynne Ramsay, consiguió atraparme de principio a fin. Entre tantos taquillazos y grandes títulos que copan las carteleras mundiales, esta cinta al igual que su inadaptado protagonista buscan encontrar un hueco donde poder asentarse y subsistir. Y vaya si lo logra.


8/10: EN UN MUNDO VIOLENTO, LA INOCENCIA ES LA PRIMERA VÍCTIMA.

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