45 años es una película independiente británica protagonizada por dos figuras del cine sajón como Charlotte Rampling y Tom Courtenay. Este drama narra la convivencia de un matrimonio, el cual prepara una fiesta para su 45º aniversario a la que acudirán todos los amigos y familiares que vivieron junto a ellos sus más de 40 años de historia. Una mañana cualquiera, a una semana de la esperada celebración y con todos los preparativos concretados, el marido recibe una carta que le comunica haber encontrado el cadáver de su primer amor en los Alpes suizos. A partir de ahí comienza una obsesión por su parte, desconfianza por parte de ella y con el tiempo llegan las revelaciones. Revelaciones que harán tambalearse los cimientos de su relación.
Comienzo hablando de las actuaciones de la pareja protagonista, ya que tanto Rampling como Courtenay son dignos de mención. Cuando vi las nominaciones a los Oscar y observé que, entre las Jennifer Lawrence y Cate Blanchett habituales, se encontraba esta veterana actriz pensé que muy buena actuación había tenido que otorgar y así es. La británica ofrece una interpretación honesta, descarnada y profundamente consternada por los hechos que se van lentamente desvelando. Y es que en todo momento sientes esa tristeza en su actuación y comprendes la inestable situación que atraviesa, no solo su matrimonio sino también su persona e identidad. Porque irremediablemente, llega un momento en la vida de cualquier ser humano en la que todo son recuerdos, memorias de una vida que para ella se intoxican al temer la verdad detrás de la historia del primer amor de su marido, Geoff. Hablando de él, Tom Courtenay tampoco debe ser olvidado ya que, pese a tener el papel secundario, no desmerece a Rampling manteniendo siempre el listón a la altura de su compañera de reparto. Digo que la cinta se centra en ella porque es el centro moral alrededor del cual gira la historia, vemos a través de sus ojos e ignoramos lo que ella ignora. La historia es simple aunque paulatina en su resolución, mantiene el interés en sus personajes aunque resulta algo predecible y es por esto que la atención del espectador pueda desviarse de tanto en cuanto. Aquí son las actuaciones las que elevan al filme no la historia, dando ésta demasiadas vueltas para acabar en su inevitable final, relatándonos poco sobre el pasado de ambos protagonistas, complicándonos la tarea de simpatizar con ellos y finalmente hiriendo la efectividad de su matrimonio en pantalla. Desconozco si esa fue la intención del director Andrew Haigh, pero me habría gustado comprender algo más las emociones que atraviesan tanto Geoff como su mujer, conocer más el nivel de su unión -o desunión-, de su amor porque a veces parecen témpanos de hielo, completos desconocidos que por alguna razón comparten el mismo techo. La fotografía es genial, ofreciéndonos numerosos planos más que interesantes de su casa, donde pasan gran parte del día. Cabe distinguir dos tipos de escenario: aquel fuera de la casa o en la ciudad y aquel dentro de ella. Digo esto porque en el transcurso de la película, los instantes donde uno o ambos han salido son momentos de dudas e incógnitas para el público -¿qué estarán haciendo a espaldas del otro?-. Este halo de misterio que envuelve a Geoff acrecienta, desde una inofensiva carta hasta la mayor de las paranoias, y todo se sucede en la apacible vivienda.
En definitiva, 45 años es un título sólido de una bella factura, parca en palabras y llena de sentimientos encontrados. Dos grandes actuaciones la llevan a la categoría de película llamativa, culminando en una más que merecida nominación al Oscar para Charlotte Rampling que podrían haber sido más si el personaje de Geoff y la historia en general no hubiera sido tan conservadora y rutinaria. Me quedo con las expresiones de sus actores, con un gran fotografía que de no haber coincidido con tantos grandes títulos este año habría sido más reconocida. Las ideas que nos plantea sobre las relaciones humanas -o la carencia de ellas- son estremecedoras, tristemente realistas y es que, al final de una vida, no hay nada peor que admitir que tu matrimonio ha sido un rotundo fracaso, reconocer ese gran vacío llamado soledad y sentirte solo en tus últimos días.
7/10: PERDIENDO UN AMOR
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