Crítica – Shin Godzilla


Hideaki Anno es el encargado de traer a Godzilla, rey de los kaijus, de vuelta a la gran pantalla tras el fiasco que supuso en 2004 su anterior entrega para la productora nipona Toho.

Pocos monstruos en la historia del cine han tenido mayor impacto cultural que Godzilla. La criatura, ideada en 1954 por Ishiro Honda, nació como una representación fantástica y exagerada de los efectos que la Segunda Guerra Mundial tuvo en el país del sol naciente, donde tuvieron lugar los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Tras unos años de ocupación americana, en los cuales estaba prohibido hablar del tema, comenzaron a surgir voces que pretendían sacar a relucir las miserias que trajo la guerra y por ende, la “Bomba H”. A Honda, íntimo amigo y colaborador de Akira Kurosawa en la productora Toho, le interesaba todo lo relacionado con la biología y la naturaleza. Sin embargo, el nacimiento del dinosaurio radiactivo llegaría de la mano de Shigeru Kayama, el cual redactó el guión que finalmente daría lugar al mito cinematográfico de sobra conocido. El encargado de darle forma corpórea a la bestia sería Eiji Tsuburaya e Ishiro Honda sería finalmente quien lo plasmaría en la gran pantalla, para mayor gloria de la nación, la cual atravesaba entonces por la posguerra. De esta forma, Godzilla entretuvo a todo un país, a la vez que intentó levantar el ánimo a una sociedad convaleciente por las heridas del pasado.

El título de la cinta original, Gojira, era un acrónimo de las palabras gorira (gorila) y kujira (ballena) y fue un tremendo éxito de taquilla. Tanto fue así que dos años más tarde, los EE.UU. vieron oportunidad de negocio importándola, editándola para subsanar el mensaje antinuclear subliminal y reestrenándola en cines como una cinta de catástrofes y monstruos gigantes. Era una época brillante para el género de monstruos y Godzilla lo tenía todo para triunfar. Sin embargo, esta adaptación fue un auténtico desastre y resultó ser el primero de muchos fiascos en la franquicia del rey de los kaijus.


Tras esta vinieron otras 37 producciones, de las cuales seis son americanas, y aún queda Godzilla para rato, ya que aún faltan dos por estrenarse, además de un universo cinematográfico de la productora Toho. La franquicia está dividida en eras: la Showa, que empieza en 1954 y termina a mediados de los 70; la Heisei, que va desde 1984 hasta el ’95; y la Millenium, que se inició en los 2000 y terminó repentinamente con la fallida Godzilla: Final Wars. Después de años de sequía, el interés por la criatura milenaria volvió a resurgir en 2014, gracias un nuevo lavado de cara realizado por Warner Bros. y Gareth Edwards, que atrajo las miradas de crítica y público por igual. Así es como llegamos al estreno de Shin Gojira (o Nuevo Godzilla), de la mano de un Hideakki Anno que aparcó los EVAs de Neon Genesis Evangelion aunque fuese por un proyecto. La película está pensada como el enésimo reinicio de la saga, regresando a la visión más seria y dramática que Ishiro Honda le confirió al monstruo en aquella legendaria cinta original. La historia está ambientada en el Tokyo actual, donde Godzilla reaparece para aterrorizar a todo el país. Centrada en las acciones (o inacciones) gubernamentales para frenar a la temible bestia, que detruye todo lo que encuentra a su paso, Shin Godzilla es un ejercicio de reflexión sobre la gestión política de la catástrofe nuclear ocurrida recientemente en Fukushima, así como un gran entretenimiento a cargo de uno de los realizadores más creativos visualmente como Hideaki Anno. La pregunta es si lo habrá conseguido resucitar o tendremos que despedirlo una vez más, mientras se adentra en la mar al ocaso para iniciar otro largo letargo.


Sé que Godzilla tiene un gran número de seguidores fieles y aunque yo no me considero uno de ellos –ya que la mitología alrededor suya es bastante densa y confusa– sí que me gusta la franquicia porque, ¿a quién no le gusta ver a una hidra luchar contra un dinosaurio que lanza rayos por la boca? Muchos cinéfilos hemos crecido con estas y otras bestias y les guardamos un cariño especial porque pertenecen a nuestra tierna infancia. Por eso estaba ilusionado ante esta nueva entrega, ya que la de Edwards no me convenció mucho –¿por qué todas las peleas en esa película se desarrollaban en la más profunda oscuridad? – y creo que su identidad sigue estando en Japón.

Lo que más me gustó de Shin Godzilla es su capacidad para combinar diálogos con acción y momentos épicos. La historia es muy sencilla y, aunque eché en falta algo de originalidad en su narrativa, entiendo que no hay muchas fórmulas que puedas aplicar a una producción de estas características. Los personajes me parecieron muchos y muy repetitivos: entre ministros, consejeros y generales anda el juego. El guión se centra tanto en la sátira sobre la ineficacia de la burocracia nipona, que se olvida de presentarnos otros escenarios. No pretendo ver una disección de todos los estratos sociales de Japón, pero creo que esa dicotomía entre las altas esferas, siempre preocupadas por las encuestas y por mantener su imagen lo más limpia posible, y las más humildes, que tan sólo buscan sobrevivir y ganarse la vida, hubiese funcionado a las mil maravillas. Las conversaciones no tienen mayor impacto dramático pero funcionan como parte de esa burocracia disfuncional que tratan de construir.


Pero dejemos de hablar de los humanos y pasemos a lo verdaderamente importante, que es Godzilla. Puedo decir que ésta es su encarnación más agresiva, más terrorífica incluso, que se haya hecho desde la original. Shinji Higuchi, supervisor de efectos especiales de las adaptaciones a la gran pantalla de Ataque a los titanes –nunca entenderé por qué sigue habiendo gente empeñada en trasladar un anime a película de imagen real– hace un buen trabajo en líneas generales. Salvando algún CGI mediocre y alguna representación temprana de Godzilla que no me terminó de convencer, las imágenes son bastante consistentes. No te saca de la aventura. La destrucción de Tokyo está muy bien llevada, como no podía ser de otra manera tratándose de Hideaki Anno. Su obra magna, Neon Genesis Evangelion, es credencial suficiente de su ingenio a la hora de crear momentos apoteósicos en pantalla. Es todo un maestro en eso. Sin embargo, también hay aspectos de la criatura que pueden molestar a algunos seguidores acérrimos de la saga, sobretodo en lo referente a sus poderes. Y es que Godzilla es casi un dios en este reboot, su capacidad de destrucción es absolutamente demencial y entiendo que esto pueda irritar a algunos que lo vean como un intento de dar más espectáculo y acción, a costa de mantener el espíritu original de la obra de Honda. En mi opinión, Anno y Higuchi sólo intentan acercar la película a una audiencia más joven, acostumbrada al cine de superhéroes tan de moda en la actualidad, para que sea un éxito comercial. Me parece una evolución correcta, que va en consonancia con el cine comercial de hoy y en ningún caso daña la reputación del rey de los kaijus –al menos no más que otras secuelas bochornosas que pusieron su imagen por los suelos–.


Otro de los puntos fuertes es su apartado sonoro, donde regresa la partitura original de Akira Ifukube. Sabes que estás ante un tema musical memorable cuando siempre que lo escuchas se te eriza la piel, sin importar cuantas veces lo hayas hecho. Aquí regresa el tema original y se mezcla bien con otros temas creados para la ocasión; hay, en concreto, una escena de destrucción típica del director que está muy bien acompañada por la banda sonora de Shirô Sagisu.

En definitiva, Shin Godzilla puede que no sea la gran revolución que necesitaba la franquicia. Puede que esta no llegue nunca pero creo que lo más importante es que siga entreteniendo a nuevas generaciones de espectadores, a la vez que guarda y preserva ese espíritu que le confirió Ishiro Honda en la cinta original. Hideaki Anno ha conseguido hacer un Godzilla moderno y destructivo como nunca antes se había visto sin descuidar otros temas más profundos que guardan mucha relevancia en la sociedad nipona.


7,5/10: ¿QUIÉN ES MAS PELIGROSO: GODZILLA O UN POLITICO?

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