Una mirada al pasado


HACE 10 AÑOS...



De un tiempo a esta parte, se ha estado criticando mucho a Ridley Scott; en parte puede que se las merezca –películas como Robin Hood, El consejero o Exodus son borrones imposibles de olvidar– pero si algo admiro del realizador británico es que siempre busca hacer algo nuevo y diferente. Desde sus fulgurantes inicios, donde demostró su capacidad de adaptación a distintos géneros con películas como Los duelistas, Alien y Blade Runner, a Scott nunca le gustó que Hollywood lo encasillara. Sólo él puede pasar de una extraña incursión en el género fantástico, véase Legend, a dos thrillers tan interesantes y cautivadores como La sombra del testigo y Black Rain. La película que nos atañe es otro thriller marca de la casa como Red de mentiras, donde volvía a colaborar con Russell Crowe tras la sublime American Gangster y junto a él se unía un Leonardo DiCaprio que venía de estrenar Infiltrados y Diamantes de sangre. El argumento, basado en una novela del escritor y columnista David Ignatius, sigue el estilo de otras películas de la época como La sombra del reino de Peter Berg o El Lobo de Miguel Courtois, donde un agente de la CIA llamado Roger Ferris tendrá que capturar a un peligroso líder terrorista. Sin embargo, Ferris pronto se dará cuenta que también tiene enemigos en su propio bando. Con el estilo adrenalínico y videoclipero característico del director, Red de mentiras nos cuenta a su vez una historia bien desarrollada, asfixiante y llena de matices y también nos transmite una crítica contundente al modelo intervencionista y burocrático proveniente de los grandes despachos internacionales. 



HACE 20 AÑOS...


Y de un thriller pasamos a otro, cambiando a Ridley Scott por el veterano John Frankenheimer y a Leonardo DiCaprio y Russell Crowe por Robert De Niro y Jean Reno -este último acababa de saltar al estrellato por Leon–, aunque no por ello decae la calidad. Ronin bebe de las mejores fuentes del cine de William Friedkin y su French Connection –no en vano, Frankenheimer dirigió su secuela ambientada en las calles de Marsella–, de la chulería al volante de Steve McQueen y el esteticismo de Michael Mann, para traernos una trepidante cinta de acción y espionaje donde no hay ningún héroe ni ningún villano claramente definido sino un grupo de indeseables mercenarios que buscan salirse con la suya a punta de pistola. De Niro tuvo una época a finales de los noventa en la que se alejó del estereotipo mafioso que tantos éxitos le había procurado en su carrera y buscó otros proyectos de acción, robos y atracos. No fue una larga etapa pero sí bastante prolífica, dando como resultado tres filmes: Heat, la tensa y dramática obra maestra de Mann, Ronin y la juguetona y tramposa The Score, junto a Edward Norton. De todas ellas me quedo sin duda con la primera pero ésta la sigue muy de cerca, por dos razones: primero, porque su trama me mantuvo intrigado y pegado a la pantalla –si bien en ocasiones puede perder el hilo y resultar algo confusa y embarullada– y segundo, por sus persecuciones automovilísticas, brillantemente ejecutadas con un toque de realismo y fuerza que sin embargo no le resta ni un ápice de espectacularidad y que supondrán, sin duda, todo un orgasmo cinematográfico para la parroquia del cine de acción tradicional.


Y a vosotros, ¿cuál os gusta más? ¿Visteis alguna en el cine? Dejadme vuestras respuestas aquí abajo, en los comentarios. Hasta otra, pasadlo bien y disfrutad del cine. ¡Saludos!

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