Tras visionar
el segundo episodio, las sensaciones que me había dejado el piloto no hacen más
que reafirmarse. Si en el primero nos ponían en situación y acababan con uno de
esos cliffhangers que sólo una veterana como HBO puede hacer sin que
protestemos, este segundo va más a fuego lento. La información cae a cuentagotas y los juegos del despiste comienzan. Aquí es donde irrumpe en escena el llamado
“chatarrero”, es también cuando conocemos al primo de la Sra. Purcell y se nos
revela una nueva pista acerca de las siniestras muñecas que aparecieron en la
escena del crimen.
Sin embargo,
creo que lo más interesante que llegamos a conocer en este capítulo son las
personalidades de nuestros dos protagonistas, los detectives Hays y West, así
como sus vidas y temores. Ambos son lobos solitarios y bebedores empedernidos,
aunque no sabemos si se debe a su servicio en la Guerra de Vietnam o a su deprimente
vida profesional. Como bien dice Hays (Ali), hubo un antes y un después del
caso Purcell que causó aún más estragos que el antes y después de la guerra.
A West (Dorff) aún no lo hemos llegado a conocer tan bien pero podemos deducir
que él es el brazo ejecutor del dúo; por su parte, Hays es el policía tranquilo
y observador.
Otro aspecto
que me gustó del episodio fue cómo ligaba el pasado con el futuro. 1980 con
2015. El joven con el viejo Wayne Hays. Vemos a su familia en los noventa,
viviendo felizmente casado con Amelia Reardon (Carmen Ejogo) y nos preguntamos
qué pasó con el novio que apareció fugazmente en el centro cívico de West
Finger, al término de la reunión efectuada por la desaparición de los niños en
1980. Aún quedan muchas preguntas sin respuesta pero, lo que queda claro, es
que la vida no ha tratado muy bien al detective Hays. Ni en Vietnam ni en casa
ha encontrado descanso y ese castigo culmina con un final demoledor en el que
un Hays confundido y aquejado por el Alzheimer se planta en plena noche y en
pijama delante de la antigua casa de los Purcell.
En
definitiva, este segundo capítulo abre muchas puertas y frentes abiertos. Algunas
no llevarán a ningún lado y otras puede que tengan algún propósito en este
puzle servido por Pizzolatto con muy mala leche y mirada funesta. A continuación mencionaré algunos de los detalles
que más me llamaron la atención:
- Es evidente
que la Sra. Purcell no es trigo limpio, al menos tal y como nos la han descrito
hasta el momento. Lo que más me llamó la atención sobre ella fueron dos escenas
en las que curiosamente no aparece: en la primera, su primo comenta que creía
que ella necesitaba un hombre más viril que Tom, lo cual no deja de ser
curioso cuando fue él quien durmió durante meses en la habitación del niño
Purcell, obligando a este a dormir en un sofá. Poco después, los padres de Tom
revelan que la niña, Julie, pudo haber sido fruto de una relación extramarital. Por estas razones crecen mis sospechas acerca de la Sra. Purcell y su primo y de los problemas en
el seno de la familia Purcell. Parece que el Sr. Purcell sabe más de lo que dice y lo está escondiendo, ya sea por miedo o
por vergüenza.
- El Fiscal del
Distrito, que en 1980 se presentaba a unas elecciones y en 1990 ya se había
erigido como Fiscal General del Estado, intervino en la investigación por
partida doble. Primero, creando una unidad paralela federal con la que forzaría
a Hays y West a colaborar y después revelando a la prensa las últimas pesquisas
de la investigación, que hacían referencia a las muñecas que podrían haber sido
entregadas en el barrio durante Halloween. Si algo nos dice True Detective es
que los mecanismos de poder siempre están llenos de mierda y dudo mucho que esta
sea la excepción.
- Durante la
entrevista que le hacen a Hays en 2015, la periodista menciona algo que ocurrió
entre Julie Purcell, que aún estaba viva, y su padre Tom. Parece que el
compungido padre de familia guarda más secretos de los que está dispuesto a
revelar, lo cual hace que me pregunte si todo es teatro y él orquestó la
desaparición de sus hijos desde el principio.
8/10: ¿QUE
ESCONDE EL CORAZON DEL DETECTIVE?
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