Si los dos primeros episodios sirvieron para orientarnos, dejarnos
claras las reglas del juego y de paso dejar caer alguna pista que podría tener
relevancia más adelante, el tercer episodio de True Detective III continúa
explorando más las consecuencias del caso que el propio misterio en sí. La
trama se desarrolla muy a fuego lento –para algunos puede que demasiado–, la
información cae a cuenta gotas y por momentos, tenemos la sensación de que nada
avanza. Sin embargo, por sutiles que las revelaciones puedan ser, este capítulo
abre algunas nuevas incógnitas y revela a nuevos y misteriosos personajes que
seguro darán que hablar. Silenciosamente, Pizolatto nos exige inquirirnos sobre
las píldoras de información que va soltando. Pretende que entremos en su juego
de sospecha y deducción, mientras los detectives Hays y West parecen perdidos
en sus propios conflictos personales.
En la primera línea temporal (1980), Hays y West se percatan de
que los niños Purcell no se las prometían muy felices y quizá hubiesen urdido
un plan para escapar de casa. Esta teoría cobra fuerza cuando encuentran en una
de sus habitaciones lo que parece un mapa del parque, junto a unas extrañas
notas y una foto donde Will Purcell aparece vestido para la primera comunión y
con la misma pose con la que apareció muerto. Una bolsa de juguetes, sangre en
una roca y muñecas de trapo son encontradas en el bosque cercano al parque y un
extraño hombre que vive allí clama haber visto un sedán marrón rondando por la
zona. De ahí sale un nuevo personaje, al que aún no le ponemos nombre, pero del
que sabemos que es afroamericano y que tiene cicatrices en la cara –¿os suena a
alguien de la primera temporada?–. Es posible que este hombre tenga algo que
ver pero dudo que el guionista cree un personaje tan similar a otro ya visto
antes y no le tiente la posibilidad de engañar al fan más conspiranoico.
Como no podría ser de otra manera,
la introducción de la gran empresa de alimentación Hoyt Foods, donde trabajaba
la Sra. Purcell, crea un segundo vínculo con las altas esferas de poder, tras la
que vincula al fiscal del distrito con el caso. No sería la primera vez que
alguien poderoso trata de tapar su carroña con mentiras, engaños y subterfugios
varios.
En la línea actual (2015), Hays
sigue utilizando el caso Purcell como método para luchar contra los efectos del
Alzheimer pero ésta causa mella en él, confundiéndolo y mezclando sus
recuerdos. Por su parte, Roland West parece ser un fantasma; ni en 1980 ni en
1990 ni tampoco en 2015 hacen demasiado hincapié en la vida del personaje
interpretado por Stephen Dorff. ¿Es coincidencia o el guión pretende
escondernos algo? Como siempre ocurre en estos juegos de intriga, la paranoia
se apodera de la mente del espectador. Todos los personajes vistos hasta ahora
podrían tener algo que ver pero también puede ser que aún no hayamos visto más que
la punta del iceberg. West ha ascendido a teniente, mientras Hays se ha
apartado aún más de la vida de policía, ¿a qué se debe ese cambio radical de
rumbo? ¿Puede que Hays se retirara tras haber encontrado indicios de corrupción
u ocultación de pruebas en el departamento de policía?
Las preguntas se acumulan y a falta
de respuestas, es bueno comprobar que la calidad argumental de la serie sigue
en forma. Nic Pizzolatto nos mantiene en vilo mientras acumula lentamente una
tensión que sin duda ira in crescendo en los próximos episodios. Esto no ha
hecho más que comenzar.
8.5/10: UN PASADO MUY PRESENTE
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