Análisis con Spoilers - True Detective (3x05)



Entramos de lleno en la segunda mitad de la temporada, con un balance positivo en lo argumental, que tiende claramente a sembrarnos dudas más que a aclarárnoslas. Ocurren muchas cosas interesantes y novedosas en este quinto episodio, como el senil reencuentro de Hays y West y la extraña grabación donde Julie Purcell (o al menos quien creen que es) insta a su padre Tom a alejarse de ella para siempre. Si algunas esperaban que Pizzolatto comenzara a despejar incógnitas…bueno, nos hemos quedado con las ganas. Y es que el creador de la serie está teniendo unos nervios de hierro a la hora de responder a alguna de las preguntas que nos plantea, por pequeña que ésta sea.


El episodio, titulado “Si tienes fantasmas”, abre en 1990 con la reapertura del caso Purcell. Aquí es donde nos enteramos de la forma en la que murió Lucy allá por 1988, de sobredosis en una habitación de un motel en Las Vegas, y también que su primo desapareció del mapa (posteriormente averiguamos que había muerto) en la misma ciudad. No deja de ser curioso que ambos se reúnan más o menos al mismo tiempo en la misma ciudad, donde ambos fallecen. No tengo muy claro si los próximos episodios nos llevarán a la ciudad del juego pero algo me dice que allí ocurrió algo, ya fuere una fatídica reunión familiar o una trampa por parte de los verdaderos culpables del caso. Asimismo, un policía nos habla de un interrogatorio que no consta en ningún registro y que ocurrió en 1980. ¿Puede que sea el mismo interrogatorio que comentó el señor que vivía en los bosques? ¿Quizá alguien se hizo pasar por policía para recabar información?

Regresando a 1980, donde la explosión de la casa Woodard se convierte en un pequeño campo de batalla que seguro habrá recordado al detective Hays a los días de guerra en la jungla. El Sr. Woodard estaba bien pertrechado para liquidar a todo aquel que le tocara las narices y, como consecuencia, las bajas fueron importantes (incluida la suya propia). En 1990, durante una rueda de prensa, Hays rememora los hechos, recriminándole a Woodard que tuviera que terminar matándolo, ya que él no quería rendirse y también descubre que la mochila y la camiseta encontradas en su casa fueron pruebas falsas, puestas ahí para echarle el muerto a un muerto, valga la redundancia.

Tras un breve interrogatorio en casa del ya adulto Freddy Burns, quien acusa a Hays poco más que de arruinarle la vida y de meterse con un adolescente indefenso, el detective se cabrea en el coche y le espeta a su compañero West que él no tiene la culpa de que dejara la escuela ni de que le gustara meterse con los más débiles, terminando por sentenciarlo cuando dice que él a su edad ya luchaba en Vietnam. Poco después interrogan a un vagabundo que había convivido con la presunta Julie Purcell durante un tiempo, quien les comenta que la chica estaba algo loca, que no sabía en qué año vivían (lo cual confirmaría un secuestro prolongado) y creía ser una princesa en busca de su hermano perdido.


Poco después sucede una de mis escenas favoritas y con más tensión del capítulo. Estoy hablando de la cena de West y Hays y sus respectivas parejas. Si ya sabíamos que la relación entre Wayne y Amelia no era precisamente idílica, también sabemos algo más de Roland y su novia, que curiosamente es la misma chica de la congregación que conoció en el capítulo anterior. Parece que a él no le hace mucha gracia la idea de casarse. Mientras, Amelia se retira de la mesa cuando Hays la increpa por preguntar acerca del caso. Todo esto acompañado de una excelente música de fondo con el "Almost Blue" de Chet Baker, una canción muy apropiada para la ocasión.  De vuelta a casa la discusión continúa, Wayne y Amelia se acusan el uno al otro, cual choque de trenes abocados a descarrilar si no fuera por el temple de los dos niños, que les recuerdan, inconscientemente, que sus peleas son pura gilipollez.

Pero es en la recta final, donde saltamos entre 1990 y 2015, cuando empieza lo verdaderamente interesante. Empezando por los noventa, poco después de que Hays tuviese la intuición de que la mochila y el jersey de los niños Purcell fueron colocados en la casa del difunto Sr. Woodard, la policía recibe una llamada de la que suponemos es Julie Purcell, en la cual insta a su padre a alejarse de ella, alegando que él no es realmente su padre e incriminándolo del asesinato de su hermano Will. Tras escucharla, Hays y West centran sus sospechas en Tom Purcell y, aunque puede que este personaje tenga mucho más que ver en el caso de lo que anticipábamos, no creo que él haya sido el principal autor. Parece más bien una treta de Pizzolatto para intentar confundir al público y sembrarle dudas.

Ya en 2015, los fantasmas del pasado persiguen tanto a Wayne como a Roland en un emocionante reencuentro donde se ponen al día y comparten sus miserias. West, que tenía un considerable don de gentes, vive recluido en medio de la nada y con un puñado de perros. Cómo cambia la vida, ¿verdad? Esta conversación tiene mucha miga y es sin duda el punto álgido de un episodio un tanto irregular. Roland habla del perdón que le debe Hays por algo que éste le hizo allá por 1990, aunque Wayne no lo recuerda. Tras saldar cuentas, Hays le habla de un misterioso policía de nombre Harris James, que vemos fugazmente en la casa Woodard tras la brutal carnicería. Al parecer, Hays lo entrevistó en 1990 y luego se le dio por desaparecido. Cuando West escuchó nombrar a James, éste se puso algo nervioso y empezó a echarle en cara algo malo que hicieron en su día. ¿Quizá mataron a Harris James? De ser así, ¿por qué? ¿Puede que James fuese quien colocase las pruebas falsas en la escena del crimen? No lo sabemos muy bien pero todo apunta a algo terrible que les cambió las vidas.


Al final, Wayne convence a Roland para volver a trabajar juntos, zanjar el caso de una vez por todas, aunque probablemente esto fuera lo último que hicieran. Reticente al principio, Roland acepta la proposición aunque sea únicamente para echarse unas risas a costa del bueno de Wayne.

Aunque, como toda buena serie, el episodio cierra por todo alto, no puedo evitar pensar que Pizzolatto nos está toreando y que disfruta viéndonos conjeturar hasta el infinito. Por momentos temo que, con el tiempo que le resta a la temporada, las respuestas que deseamos no lleguen o que sean insatisfactorias. Supongo que lo averiguaremos en el sexto episodio.

8/10: REMORDIMIENTOS Y PESARES

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