Crítica con spoilers - Black Mirror T5: Añicos


Tras el decepcionante episodio de Miley Cyrus y lleno de desidia me decidí a ver el siguiente capítulo, titulado “Smithereens” (“Añicos” en castellano), cuyo guión también corre a cargo del creador de la serie Charlie Brooker y está protagonizado por Andrew Scott, al que muchos conoceréis como Moriarty en la serie Sherlock. En labores de dirección tenemos al británico James Hawes, que dirigió episodios de Dr. Who, Penny Dreadful o el propio Black Mirror entre otros y será el encargado de contarnos la historia de un conductor de VTC (Scott) que secuestra a un empleado de la compañía social ficticia conocida como Smithereens –una especie de Facebook o Twitter del universo Black Mirror–. Lo que al principio se plantea como un thriller de secuestros, terminará tomando un nada sorprendente deje hacia lo dramático cuando se desvela el oscuro pasado del protagonista.

Primero, he de decir que las duración de estos episodios no está ni mucho menos justificada. Este en particular pasa de la hora de duración y todo para contarnos cómo alguien secuestra a otra persona y pide hablar con su jefe. En contraposición a otras series que he visto recientemente, como Fargo T2, donde cada minuto se aprovecha al máximo en beneficio de la trama y el desarrollo de sus personajes, esta quinta temporada de Black Mirror parece empeñada en hacernos perder el tiempo. Incluso mejorando lo visto en el episodio anterior, “Añicos” estira el chicle hasta romperlo: personajes como el de Damson Idris (el empleado secuestrado) tienen cero peso en el argumento y las sorpresas que nos depara Brooker son escasas y nada reseñables. Por su parte, las razones que motivan a nuestro conductor para secuestrar a este empleado y conseguir hablar con Billy Bauer, el CEO de Smithereens, son inexistentes. Todas las elucubraciones que puedan hacerse acerca del rol de Bauer (Topher Grace) terminan reducidas a la nada: para ser uno de los hombres más poderosos del planeta, su personaje es demasiado tranquilo, bienintencionado y responsable. Tanto que resulta insoportablemente aburrido.


En lo que respecta a la historia en sí, esta es claramente mejor que la del episodio de Rachel, Jack y Ashley Too. El tono que sigue es uniforme a lo largo del episodio y la tensión que construye alrededor del secuestro es eficaz en ciertos momentos. Además, a diferencia del episodio anterior, este sí guarda una moraleja interesante sobre la adicción a las redes sociales y el daño que estas hacen a las relaciones sociales cotidianas. También es cierto que toma demasiado tiempo para transmitir su mensaje y la forma en la que lo hace está ya muy vista: conductor despistado mirando el móvil termina teniendo un accidente en el que termina muriendo su prometida. Este episodio bien podría servir como campaña para la DGT.


Las actuaciones son correctas, destacando Andrew Scott por encima del resto. Su personaje es el único que se desarrolla en la hora de metraje y eso se nota. Topher Grace, al que tuvimos la oportunidad de ver recientemente en la película Infiltrado en el KKKlan de Spike Lee y en la serie Love, Deaths & Robots, tiene un papel insignificante como CEO de Smithereens; podría decirse que es el mcguffin de esta historia y cuando por fin le llega su momento, decepciona. No está mal en su papel, es sólo que no tiene nada con lo que trabajar. El personaje de Billy Bauer podía haber sido mucho más que un simple hombro sobre el que el protagonista llora y un tanto de lo mismo podría decirse del de Damson Idris. La relación entre secuestrador y secuestrado es muy superficial y estereotipada: toda la tensión del principio termina diluyéndose y transformándose en amistad cuando se descubre el traumático pasado del secuestrador. Por supuesto el secuestrador nunca pretendió hacerle daño a nadie, es sólo que no tenía otro remedio. El problema no es tanto interpretativo como de falta de ideas con las que proponer una historia atractiva y novedosa. Lo que Brooker escribe ya se ha escrito numerosas veces y con mayor éxito.

En definitiva, lo que guardo de este episodio “Añicos” es el mensaje sobre la adicción a las redes sociales. Cada vez que recibimos un like o alguien que nos gusta nos envía una solicitud de amistad, sentimos dopamina y serotonina recorrer nuestro cerebro, la cual nos hace felices por un instante…hasta que ese sentimiento se desvanece y el ciclo se repite. Un bucle infinito sobre el cual se han levantado grandes corporaciones de nuestros tiempos como Facebook. Todo lo demás –la historia, los personajes y el desenlace– resulta demasiado repetitivo, aburrido y poco memorable como para justificar su excesiva duración.


5/10: UN LARGO ANUNCIO DE LA DGT

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