Crítica sin spoilers - Star Wars. Episodio IX: El ascenso de Skywalker


La década de los 2010 arrancó con la sorprendente noticia de que George Lucas, la mente detrás de Star Wars, vendía su multimillonaria franquicia a Disney. Poco después, el estudio del ratón Mickey y su nueva productora, Kathleen Kennedy, anunciaban una nueva trilogía en forma de secuela que retomaría la saga episódica donde lo dejó la trilogía original de Lucas, recordemos, con la fiesta de los Ewoks celebrando la caída del Imperio. Así fue como en 2015, Disney continuaría la historia con el Episodio VII: El despertar de la fuerza, película dirigida por JJ Abrams que buscaba reunir de nuevo a los fans más frustrados con las precuelas y a las generaciones más jóvenes, que experimentarían en su trío protagonista Rey, Poe y Finn, una sensación similar a la que sus predecesoras sintieron con Luke, Han y Leia. A su vez, estas viejas glorias también reaparecían con el objetivo de ceder el testigo a los nuevos protagonistas y darnos un buen chute de nostalgia. El resultado sería satisfactorio para la mayoría, aunque ya entonces empezara a aquejar algunos de los problemas que más tarde, en este noveno y último episodio, se han manifestado claramente. Entremedio, tenemos a un Episodio VIII: Los últimos Jedi, escrito y dirigido por Rian Johnson, que a la postre se convertiría en la oveja negra de esta trilogía, la entrega tabú de la que nadie en Disney quiere hablar pero que tampoco pueden obviar. Johnson llegó para romper la baraja, desmitificar la saga y subvertir expectativas y vaya si lo hizo; fue tal el shock que supuso su película, que para el Episodio IX tuvo que regresar Abrams contra todo pronóstico, para repetir la “fórmula fan-service” que les funcionó en El despertar de la fuerza. El problema es que, más allá de sus golpes de efecto y la sobredosis de nostalgia de la que tanto presume, El ascenso de Skywalker no entrega lo que promete, un cierre conclusivo y satisfactorio al linaje de Anakin y cía., porque no hubo construcción previa en los episodios siete y ocho y porque esta última entrega intenta ser tantas cosas a la vez, que acaba en tierra de nadie y lo peor de todo, queda desprovista de identidad. La historia continúa donde lo dejó Los últimos Jedi y construye toda su premisa alrededor de un conejo sacado de “la chistera Abrams”, que ni guarda coherencia con lo visto anteriormente ni convence como amenaza real. Y ese es para mí uno de los grandes problemas de esta nueva trilogía: no ha habido un villano que mantenga el suspense a lo largo de estas tres películas, nadie que suponga una amenaza para nuestros protagonistas. Algunos, como Kylo Ren, porque siempre se han mostrado titubeantes y poco resolutivos; otros, como Snoke o Phasma, porque han sido irrelevantes; y finalmente, porque el gran villano de este episodio nueve no es más que un simple “Deus Ex Machina”, un botón de emergencia que Kennedy y Abrams presionaron cuando presintieron que todo se iba al garete.


Pero vamos a ver, Rick, nos hablas de ella como si fuera una abominación y tan mala no puede ser, ¿verdad? En efecto, no lo es. El ascenso de Skywalker se puede ver de dos maneras: como una aventura efectiva y disfrutable o como el cierre de una trilogía y de una épica saga. Visto como la primera de estas opciones, resulta funcional y entretenida, transportándonos a un mundo de fantasía que nunca escatima un ápice en espectacularidad; ahora, si esperas de ella algo más que eso –algo más arriesgado, más rompedor u original que concluya la saga por todo lo alto–, te diría que reduzcas mucho tus expectativas.

Lo que en mi opinión más falla aquí es la historia confeccionada por el propio Abrams junto a Chris Terrio. De este guion se pueden sacar muchas conclusiones, en su mayoría malas: es excesivamente complaciente, tramposa en su propuesta y con personajes muy poco elaborados. Si encima le sumamos un metraje de dos horas y media a ritmo de hiper-propulsor, hace de esta una experiencia extenuante.

Por una parte, no se puede hablar de El ascenso de Skywalker sin hacer mención al gran conejo que se saca Abrams de la manga, para dar respuesta a ciertas incógnitas que o bien no habían sido respondidas aún o a los aficionados no les satisfizo dicha respuesta. Aquí Disney se propone agradar a todos, ser la reina del baile intergaláctico y claro, cuando intentas complacer tanto a los partidarios de Abrams y su episodio VII como a los de Johnson, termina quedándote una monstruosidad de historia. La trama principal se nos introduce de sopetón y sin vaselina ya en los créditos iniciales: resulta que vamos por la última entrega y aún nos están metiendo conceptos y personajes sin fundamento ni coherencia con las dos entregas previas. Si al menos se hubieron molestado en hacer un guiño o dejar una pista que pueda servir para contextualizar los eventos que ocurren en este episodio final, pero es que ni eso; no queda más remedio que creerse el truco del mago Abrams.


Por otra parte, el del desarrollo de personajes brilla tanto por su ausencia que, pasada la mitad de la película, uno va siendo consciente de que el chicle ya no da más de sí. Si personajes como Finn o Poe Dameron ya carecían de evolución en el episodio ocho, aquí menos todavía, sobretodo Finn, cuyo arco de personaje en esta trilogía ha sido de lejos el más extraño y desaprovechado de todos. Boyega se pasa toda la trilogía buscando a su “pichoncito”: en el episodio siete parece que será Rey, en el ocho le endosan a Rose –que, por cierto, aquí la “Jar-Jarizaron” a base de bien– y en el nueve…bueno, en este ya no sabemos a qué o a quién quiere el pobre ¡Lo mismo termina ligándose a un porg! Quizá lo más interesante a nivel de personajes esta trilogía haya sido el “romance” entre Kylo Ren y Rey, también conocido como “Rey-lo”, convirtiéndose oficialmente en los “Brangelina” de la Galaxia. Estos dos llevan planteándose la misma duda desde que la trilogía comenzase: ella necesita saber quienes son sus padres y él sigue dudando entre el lado oscuro y el lado luminoso de la fuerza. Literalmente cada una de estas nuevas entregas ha tenido el mismo núcleo dramático: ¿quiénes son mis padres? y ¿de qué lado me posiciono, del bueno o del malo? Esto parecía haber quedado resuelto en el episodio ocho de Johnson, pero no es así, aún hay que reutilizar la idea una película más.

Sin embargo, como dije antes, no todo lo que nos ofrece el episodio nueve es malo. Una de sus grandes bazas es ver al trío protagonista emprendiendo juntos una aventura por primera vez en la trilogía, algo que seguramente ya debería haber ocurrido en la anterior entrega, pero se agradece mucho ver su química por fin en pantalla. La comedia suele funcionar, las escenas de acción están competentemente filmadas y los actores hacen lo que pueden para transmitirnos esa diversión fantástica de la saga. C-3PO me gustó especialmente y Chewbacca tiene probablemente el momento más emotivo de toda la película.


Además, los duelos a sable láser son tan refrescantes y vibrantes como estamos acostumbrados; me hubiera gustado alguno más, pero eso ya va por gustos personales. Abrams nos muestra más planetas y más personajes variopintos que nunca en esta trilogía: es todo un desfile de criaturas raras. Las actuaciones son todas buenas, se nota que los actores estaban comprometidos con la franquicia y con sus personajes y querían hacer todo lo posible para entregarnos un buen cierre. Por su parte, los efectos visuales rinden a muy buen nivel y el diseño de producción de los sets me parecen notable. En el apartado sonoro, los efectos de sonido siguen siendo los habituales en la saga y la banda sonora de John Williams sigue siendo tan buena como siempre. A su vez, el ritmo frenético que el realizador y los editores buscan es un arma de doble filo: por un lado, tanta exposición en tan poco tiempo ahoga al espectador, que cuando se da cuenta la película ya ha saltado a otra escena de acción; por otro, esa rapidez logrará que pierdas toda racionalidad y te centres únicamente en el deleite audiovisual que propone Abrams. Repasando sus puntos fuertes, no creo que nadie se vaya a aburrir en la sala, sobretodo si te estás tirando un buen montón de palomitas a la cara al mismo tiempo que la ves.

En definitiva, El ascenso de Skywalker no cumple ninguna de las expectativas que Kathleen Kennedy y Disney habían depositado en ella. Es un cierre descafeinado, insulso y sin la chispa que caracterizaba a la franquicia. Mientras veía los créditos finales, la comparaba con un disco de “Grandes éxitos” de mi artista favorito: lo compras, lo escuchas y lo disfrutas por el recuerdo que tienes de esos temazos, no por los nuevos sonidos que te estén aportando. Abrams ha hecho una secuela muy conservadora, que apuesta sobre seguro, esperando que quizá así los fans no les critiquen. Desgraciadamente, esto no funciona así: Lucas plasmó su visión de esa galaxia muy, muy lejana y Johnson también lo hizo a su manera. Gustarán más o menos, tendrán sus partidarios y sus detractores, pero quien no vence el miedo a arriesgar, nunca sale de su zona de confort. Como diría un legendario maestro: “confrontar el miedo es el destino de un Jedi”.


6/10: EL DESCANSO DE LOS SKYWALKER.

2 comentarios: