
No dejo de asombrarme con la habilidad innata
que tiene Eastwood para contar historias con pulso y energía. Si no estuviese
seguro de que él está tras las cámaras, diría que esta es obra de un
treintañero y esto se deja ver en la gran escena del atentado; cómo maneja el
ritmo del momento y hace agarrarnos al asiento de tensión, temiendo por las
vidas de los asistentes al concierto, es encomiable. Pese a los años, no ha
perdido ni un ápice de su toque y eso es algo que solo está a la altura de
genios como él, Martin Scorsese o Woody Allen, que siguen ahí al pie del cañón.
Y hablando de ellos, abro un pequeño inciso para recomendar la última obra del
también veterano Roman Polanski, El oficial y el espía; una historia muy
interesante y asombrosa que tiene muchas similitudes con la película que nos
atañe. Me alegra saber que Eastwood sigue teniendo la mano firme y el mismo
sentido de la acción y el entretenimiento que tenía en sus primeros años como
director y es que, aunque Richard Jewell no deja de ser un drama social, el
ritmo del montaje y de los diálogos fluye tan bien que nunca pierdes el interés.
También me asombra su capacidad para sacar lo mejor de sus actores: ya lo hizo con Bradley Cooper en El francotirador, Hilary Swank en Million Dollar Baby, Ken Watanabe en Cartas desde Iwo Jima y la lista sigue...Eastwood será recordado por muchas cosas: su increíble carisma frente a la cámara, su habilidad para emocionar al espectador pero también se le recordará por ser un gran director de actores. No dudo de la capacidad interpretativa de Paul Walter Hauser, pero sacar una actuación así también requiere de cierta dirección y asistencia por parte del realizador y Eastwood cumple con creces.
El otro gran punto que tiene a su favor son las
actuaciones, con un reparto de auténtico lujo que está a la altura de las
exigencias. Sobretodo Paul Walter Hauser, un debutante en lo que a papeles
protagonistas se refiere, que es el ancla y el núcleo dramático de esta historia.
Resulta difícil, por no decir imposible, imaginarse a otro actor dando vida a
Jewell y no lo digo solo por el aspecto físico del actor, muy similar al personaje
real, sino por la vulnerabilidad y en cierta medida, la credulidad que desprende,
algo que sería más difícil de creer en un actor más famoso y consolidado que
Hauser. Pero es que va más allá de una mera caricatura, ya que su interpretación
explora también el sufrimiento o las consecuencias que está pagando por hacer
lo que hizo y en definitiva, por tener una personalidad tan peculiar. La primera
mitad del filme, vemos los primeros trazos de su carácter: cómo es, con quién
se relaciona y cuáles son sus ambiciones. De esta forma, vemos a un Hauser afable
y soñador, ingenuo y con gran sentido de la responsabilidad; más tarde, cuando al
FBI y a la prensa se les va de las manos el caso, el actor sabe mostrar
momentos de disconformidad, ira e incluso de arrepentimiento por ser como es. Paul
Walter Hauser combina su faceta cómica –él proviene del mundo del monólogo– con
la dramática con gran acierto, aunque para esta última tiene la ayuda de la
legendaria Kathy Bates, con un papel pequeño pero muy intenso y emotivo. Por su
parte, Sam Rockwell y Olivia Wilde cumplen bien con sus papeles, aunque la historia
está demasiado centrada en Richard y en su madre, como para que ellos tengan
momentos para brillar. Como nota negativa, el agente del FBI que interpreta Jon
Hamm me pareció muy insulso, superficial y desaprovechado; creo que tanto él
como la periodista sensacionalista daban más juego del que la historia les
permitió.
En definitiva, si te interesa un cine con
denuncia social que esté de actualidad y firmado por un cineasta contrastado
como Eastwood, no te puede perder Richard Jewell. Quizá no sea su película más
dramática, ni la que más llegue al corazón del espectador, pero les garantizo
que pasarán un buen mal rato viendo como la prensa encabezó esta cruzada social
para destruir la vida de un hombre cuyo único delito fue hacer lo correcto. Puede
que Clint no conozca mucho de las RR.SS. ni de las tendencias del momento, pero
sí sabe que los juicios populares, los linchamientos públicos no ayudan a
mantener una sociedad sana, objetiva y con la mente fría. Creo que el FBI hacía
su trabajo asegurándose que el supuesto héroe, no fuese en realidad un falso ídolo,
pero una investigación interna llevada a cabo por profesionales jamás debería filtrarse
al pública de la manera en que lo hizo, porque a partir del momento en que esto
ocurre, la investigación deja de ser tal y se convierte en objeto de chismorreos,
noticias sensacionalistas y ataques indiscriminados por inculpar cuanto antes a
la primera cabeza de turco que cae en sus redes. Richard Jewell es una película
necesaria, pero además está hecha con sensibilidad y humanidad, tratando de
limpiar el nombre que otros arrastraron por el fango.
7/10: PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD.
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