Crítica sin spoilers - 1917


Sam Mendes, el hombre detrás de grandes obras como American Beauty o Camino a la perdición, vuelve a poner en primer plano a la I Guerra Mundial con 1917. La historia narra el increíble y tortuoso viaje de dos jóvenes soldados británico para hacer llegar una carta firmada por el general al mando y detener así una emboscada alemana que resultaría en masacre. Para conseguirlo, tendrán que aventurarse en tierra de nadie y cruzar las líneas enemigas hasta llegar a los batallones aliados y frenar la ofensiva antes de que sea demasiado tarde. Los cabos Schofield (George MacKay) y Blake (Dean Charles-Chapman) son los elegidos para tan importante tarea y de esta forma, arrancarán una carrera contrarreloj llena de obstáculos y enemigos. Mendes vuelve a colaborar con Roger Deakins para traernos un épico ejercicio audiovisual sin precedentes, filmada como si fuera un gran plano secuencia de dos horas, 1917 es ante todo el triunfo de la técnica. Una película concebida para parecer que fue hecha en una toma y lograr así mayor sensación de inmersión.

La I Guerra Mundial, anteriormente llamada la Gran Guerra, no ha disfrutado del mismo protagonismo en pantalla que su hermana pequeña, la II Guerra Mundial. Eso no quita para que haya grandes películas, como Sin novedad en el frente (1930), El gran desfile (1925) o Senderos de gloria (1957), que retrataron de forma cruda y realista la vida en aquellas trincheras. Sin embargo, nunca se ha hecho en el género lo que pretende Mendes; en otros géneros como el dramático o la intriga, directores como Hitchcock o más recientemente Iñárritu, lo lograron con éxito, pero hacerlo con el bélico suponía una tarea de planificación y coordinación dantesca. Sólo hay que ver los gigantescos sets de rodaje de 1917 para hacerse una idea de lo difícil que resultó, aunque evidentemente la producción contó con la mejor y más puntera tecnología para conseguirlo. Si sois aficionados a los “making of” de las películas, os vais a deleitar con esta, porque cada escena, cada plano secuencia encierra una complejidad asombrosa y una precisión quirúrgica. Por ejemplo, si una secuencia les tomaba 10 minutos rodarla, el set tenía que construirse para que la distancia recorrida igualase la duración de la toma; un poco más o un poco menos de terreno, suponía una grave ruptura en la continuidad de los escenarios.

 
Además, los operadores de cámaras, que tenían que seguir en todo momento a los dos protagonistas por los campos, las trincheras o las ruinas, necesitaban seguir un camino propio sin impedimentos que imposibilitasen su trabajo. Por lo tanto, a la hora de diseñar los decorados, no sólo tenían que tener en cuenta el tamaño o las características particulares de la secuencia, sino también los espacios destinados a la cámara, para que esta pudiese filmar. Y hablando de cámaras, Deakins vuelve a contar con equipamiento ARRI para llevar a cabo su titánica visión; para esta película, se utilizó la variante de la LF, el nuevo modelo de la fabricante alemana, llamada ALEXA LF Mini y también el estabilizador TRINITY, uno de los más avanzados del mercado, que permite a los operadores rodar planos que eran imposibles hasta ahora.

Por otra parte, para sacar el máximo provecho a la iluminación en las escenas nocturnas, el equipo de producción construyó maquetas y recreó el ángulo por el que entraría la luz al momento de filmar la escena, para poder trazar el recorrido deseado y poder ensayarlo antes de que las cámaras comenzasen a rodar. Porque hay que entender que, si el proceso de creación de toda película radica en un equilibrio entre planificación e improvisación, 1917 pone mucho más peso del lado de la planificación. ¿Por qué? Pues porque si cometen un error, por mínimo que sea, todo el plano secuencia ha de volver a replantearse hasta que el problema se haya resuelto y solo entonces podrán volver al rodaje. Imaginaos la de tiempo que esto supondría, luego transformadlo en dinero y entenderéis la razón por la que Sam Mendes no puede permitirse muchos fallos. A esto hay que añadirle también las condiciones meteorológicas: el rodaje se hizo íntegramente en Gran Bretaña a lo largo de la primavera de 2019 y claro, siendo Deakins un maestro en el uso de la luz para crear atmósferas, cualquier cambio brusco en el clima les estropeaba la toma; el propio director de fotografía reconoció que hubo días enteros que no pudieron filmar a causa del tiempo y que llegó un punto en el que estaban más pendientes del parte meteorológico que de la producción en sí, porque todo estaba supeditado a la idoneidad del clima. Concretamente, Mendes y Deakins buscaban días nublados, evitando a toda costa el sol y la lluvia porque, al tratarse de una historia concentrada en unos pocos días, el tiempo no podía variar en exceso para no romper la continuidad de las tomas. Estos son solo algunos ejemplos para ilustrar el enorme rompecabezas al que se enfrentaron Mendes y el resto del equipo con tal de traernos esta visión única y espectacular de la guerra.


Asimismo, las interpretaciones cumplen su papel, aunque muchas veces queden ensombrecidas por la faceta audiovisual. George MacKay y Dean Charles-Chapman son los dos grandes protagonistas de esta historia y son de lejos los que han de cargar con un mayor peso interpretativo. Si bien es verdad que ninguno de los dos es primerizo en lo que a hacer películas se refiere, también es cierto que este es su trabajo más ambicioso hasta la fecha. Hemos de tener en cuenta que toda esta obra de orfebrería tras las cámaras, podría fácilmente verse truncada si los actores decepcionan, pero este no es el caso. Lo hacen bien –todo lo bien que pueden con lo que tienen– pero a la larga no se les recordará como una pieza fundamental de 1917. Lo que quiero decir es que cualquier otro actor medianamente interesante podría haber suplido tanto a MacKay como a Charles-Chapman y cumplir también su cometido; sus personajes no son nada del otro mundo y sus actuaciones se ven limitadas por ello.


En cuanto a la historia, el guion está firmado conjuntamente por Sam Mendes y Krysty Wilson-Cairns y tampoco es que tengan mucho que decir, aparte del mensaje antibelicista arquetípico. El género ha ahondado en las profundidades psicológicas y éticas de la guerra con mucha mayor efectividad de lo que lo hace esta; al fin y al cabo, Wilson-Cairns y Mendes no buscan profundizar demasiado en su mensaje, sino meternos en una aventura bélica que jamás podamos olvidar. Y en ese sentido lo logran, porque los escenarios son muchos y muy variados; por ello hay que darles las gracias a los guionistas, pero sobretodo a Dennis Gassner, el director artístico y diseñador de producción para la película, al que algunos de vosotros recordaréis por Blade Runner 2049 –trabajo por el que debió ganar el Oscar aquel año–. Por lo demás, la trama es sencilla y muy fácil de seguir: hay un objetivo claramente definido desde el principio y la película jamás se desvía de él. Aquí no hay tiempo para subtramas ni tampoco conversaciones profundas acerca del sentido de la guerra; Mendes desprovee a su película de todo eso, para darnos más y mejor suspense.

En definitiva, 1917 es todo un éxito para el cine bélico y una de las películas más complejas de rodar y de producir que se hayan visto en los últimos años. Por supuesto, no debemos olvidar que películas recientes como Birdman o Victoria ya se atrevieron con este tipo de técnica inusual, pero jamás se había hecho en una producción de semejante envergadura. La cantidad de soldados que entran y salen de la pantalla es abrumadora y la armonía con la que pasan de un escenario a otro en cuestión de minutos resulta difícil de creer. Este filme marca un nuevo hito en los avances técnicos, de montaje, filmación y de uso de efectos especiales para realzar la ficción que tenemos frente a nuestros ojos; es emocionante, sobrecogedora, tensa y por momentos, imponente. Si tan solo sus palabras hubiesen estado a la altura de sus imágenes, estaríamos hablando de una nueva obra maestra del género, pero no es el caso al menos para mí. Los diálogos no llegaron a conmoverme y tampoco logre conectar con sus personajes, más allá de apoyar sus éxitos. Hay una importante disonancia entre lo emocional y lo estético en esta película, pero que esto no os desanime ni os disuada para ir a verla al cine; más bien todo lo contrario. 1917 ha de ser disfrutada como lo que es, un evento cinematográfico, y sólo hay un lugar para disfrutar de estas obras: la sala de cine.

 
8/10: LA HORA DE LOS INTRÉPIDOS.

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