Los 50 actores más importantes de la historia - Primer puesto

PAUL NEWMAN

Leyenda de la gran pantalla, superestrella e icono del cine a golpe de actuaciones que se nos han grabado en la retina al igual que esos brillantes ojos azules de los que hacía gala. Paul Leonard Newman nace en enero de 1925 en Cleveland, Ohio como el segundo hijo del matrimonio formado por un empresario judío llamado Arthur Sigmund Newman y su mujer eslovaca, Terézia Fecková. Sus ancestros provienen mayormente de los pueblos del este de Europa (Austria-Hungría, Eslovaquia y Polonia).


Al igual que otros actores de esta lista, Newman ya mostraba gran devoción por el escenario a la corta edad de siete años, apareciendo en una adaptación teatral de Robin Hood en su escuela y más tarde, con 10 años, llegando a convertirse en una joven promesa a nivel local.

A punto de cumplir la mayoría de edad, Newman intervino en el frente del Pacífico durante la II Guerra Mundial y más tarde se alistaría en un programa de pilotos del Ejército de aire, aunque sería finalmente rechazado cuando descubrieron que era daltónico. Tras esto, en 1944, un joven Paul Newman fue enviado a una base en Hawaii donde ejercería como operador de radio, aunque no duraría mucho en su puesto y acabaría en labores de torreta en un avión de combate momentos antes de la famosa batalla de Okinawa, donde un ataque kamikaze sobre su aeronave acabaría con la vida de los miembros de su unidad.


Tras regresar a EE.UU. Paul Newman se graduaría en 1949 por la Universidad de Ohio, donde cursó la carrera de letras, especializándose en drama y en económicas. Tras un breve paso por la escuela de arte dramático de Yale, Newman acabaría recalando en Nueva York, ingresando en el Actors' Studio bajo la tutela del famoso profesor Lee Strasberg. Aunque acabaría triunfando en Hollywood, Newman tuvo sus dudas sobre dejar Nueva York por Los Ángeles ya que, según él, “estaba demasiado cerca del pastel y, además, allí no había lugar para el estudio”.

En 1953 haría su debut en Broadway, el gran escenario teatral de EE.UU., que vio pasar a algunos de los mejores intérpretes nacionales. Seis años más tarde, durante los  cuales trabajó con regularidad, Newman protagonizaría una obra de teatro original escrita por el célebre dramaturgo Tennesse Williams y titulada Dulce pájaro de juventud.


Después de un atropellado debut en el cine en 1954, Paul Newman alcanzaría la gloria encarnando a Rocky Graziano en una obra esencial para el subgénero del boxeo: Marcado por el odio (1956) de Robert Wise. Esta película le serviría como trampolín y como escaparate para los grandes estudios y realizadores de la época, llegando a trabajar en aquellos años bajo la dirección de Leo McCarey u Otto Preminger, entre otros.

La década de los 50 la cerraría con gran estruendo, firmando una obra maestra como La gata sobre el tejado de zinc y otras dos películas excelsas: El largo cálido verano y Éxodo. Por estos trabajos cosechó galardones en festivales internacionales y obtuvo el reconocimiento de sus compañeros de profesión siendo nominado al Oscar por primera vez en su carrera. 


Sin embargo, lejos de frenarse, Newman llegó a la década de los 60 pisando el acelerador, dispuesto a llegar primero a la línea de meta. El buscavidas, la injustamente olvidada París Blues -en la que apareció junto a Sidney Poitier-, Dulce pájaro de juventud, Hud, El premio, Harper, Hombre, Dos hombres y un destino y por supuesto, La leyenda del indomable, donde nos brindó una interpretación antológica e insuperable como el rebelde preso Luke Jackson. Lo más increíble de su carrera es que estos títulos que acabo de nombrar y que ya de por sí servirían como excusa perfecta para incluirlo en este top, no son más que una fracción de su vastísima filmografía.

En los setenta volvió pegando fuerte con títulos memorables como El juez de la horca, El hombre de Mackintosh, El golpe o El coloso en llamas; en la década de los ochenta, continuó trabajando con grandísimo oficio en películas tan sólidas como Veredicto final o El color del dinero; llegados los noventa, rondando los 70 años, Newman se mantuvo firme apareciendo en divertidísimas comedias como El gran salto (1994) de los hermanos Coen y Ni un pelo de tonto, así como en la injustamente olvidada Al caer el sol, película con un elenco de lujo que contaba con Susan Sarandon, Gene Hackman y James Garner; por último, ya entrados en el nuevo milenio, Newman nos deleitó con su presencia  en Camino a la perdición, una auténtica obra maestra del neo-noir con la que se despidió por todo lo alto.


Paul Newman solo necesitaba la mirada, el más poderoso arma interpretativa, para cautivar al espectador y dejarlo a sus pies. Despedía un magnetismo único, un aire de tristeza elegante que llevaba siempre con gran dignidad y bondad. Un actor del método, como otros mucho de esta lista, que logró trascenderlo creando un sello propio. Sus papeles fueron muchos y muy diversos; era un actor muy polifacético que sabía muy bien encarnar el héroe, al antihéroe o al individuo anónimo y ordinario.

Contaba una capacidad única para mantenerse contenido y mostrar el drama de su personaje a cuentagotas, siempre con pequeños matices que hacían sus actuaciones aún más creíbles y sinceras. Él era el rebelde con causa, el tipo astuto que se ganaba el corazón de las chicas y el favor de sus compañeros.

Trabajó con grandes directores de estudio como Robert Rossen o Robert Wise, sin descuidar colaboraciones con figuras emergentes como Martin Ritt, Robert Altman o George Roy Hill; y sobretodo, a diferencia de Brando, supo mantener una gran regularidad en el ocaso de su carrera.


Es muy difícil apreciar quién merece sentarse en el trono del Olimpo actoral, Brando o Newman, Newman o Brando; las diferencias son imperceptibles, ya que para mí son unas figuras insustituibles y unos pilares sobre los que ha reposado el cine desde los años cincuenta hasta la entrada en el nuevo milenio, en el caso de Newman. Fijaos si son tan similares en cuanto a grandeza, que a Newman llegaban a confundirlo con Brando en sus inicios e incluso firmó autógrafos por él.

Si me preguntáis por mi opinión, yo creo que Brando alcanzó cotas más altas de interpretación que Newman, pero Newman supo mantenerse en lo más alto con más constancia, además de haber cuidado mejor su faceta teatral que el actor de El padrino o Apocalypse Now. No obstante, poco importa lo que tenga que decir, ya que esto fue, es y será siempre fuente de debates incansables, en el que no hay una única verdad y sí muchas opiniones; lo único cierto es que lo han significado todo y lo seguirán haciendo, porque ambos son leyendas del cine. 

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