Máscaras de carne


—¿Harto de ser rechazado? ¿Sufres la ansiedad de la desvinculación? ¡Disfruta ahora de tu VirtuaMask y págala en cómodos plazos! Shinobu Industries, la perfección te hará libre. —La fría voz del dron publicitario resonaba tras la ventana de mi habitación; sus ondas eran como látigos azotando mi mente.
—¡Mentirosos! —contesté fugazmente, conteniendo la ira mientras me tapaba la boca para evitar que una cámara-policía me cazase. 
Resultaba irónico que un anuncio que ayer creía tan inocuo, fuese hoy un presagio de todo lo malo que me ocurriría si no recuperaba mi rostro en las próximas 12 horas. 12. Ese era el margen que me procuraba la póliza de Shinobu antes de que, según sus propias palabras, desecharan mi dossier con efecto inmediato e irrevocable.

¡Quería gritar! Maldecir al cerdo que hackeo mi sistema y me dejó sin identidad. Entonces, recordé que las leyes prohibían manifestar cualquier emoción negativa, mucho menos proferir insultos, bajo pena de CCM (Cortocircuito Cerebral Masivo). Para calmarme, me enchufé a la caja de éxtasis y sintonicé “la doctrina Ioga”, método terapéutico fetiche de la sociedad ultrahumanista, basado en la idea de que el sufrimiento que padecemos solo puede ser aliviado a través de un sufrimiento aún mayor. De esta forma, la caja alteró los niveles químicos de mis nociceptores hasta que el dolor superó a la ira. Oh sí, eso siempre funcionaba.

Pero mi mente, ya acostumbrada a sus efectos, volvió a caer presa del pánico. ¿Qué pasaría si la gente se enterase de que me había convertido en un miserable sin-cara, un paria condenado a la indefinición? O peor aún, si me la quitase y exhibiese mi repugnante máscara de carne. Toda mi vida había sido construida alrededor de una imagen intachable de mí mismo: quítame eso y no soy nada. ¡Soy menos que nada!

En ese mismo instante, el futuro se reveló ante mis ojos, horrorizándome. Primero, mi jefe me despediría; adiós a mi privilegiada jornada de 80 horas semanales. Luego, me desahuciarían. Mi prometida me dejaría; sus padres preferirían verla muerta antes que casada con un perdedor. Y mi familia, el último resorte al que aferrarme, ni siquiera me reconocería; al fin y al cabo, yo era mi rostro y mi rostro era yo.

¡Piensa, piensa! ¡Eso es! Rex Tau, el camello del Helter Skelter, me debía una por aquella demanda que ayudé a silenciar por él. 
—Rex, ha llegado la hora de que me pagues ese favor que te hice.
Este, a cambio, me dio el nombre de un tal Monsieur Wonderful, un viejo cirujano clandestino que vivía en las entrañas de El Gran Gueto. No pregunté cómo había ido a parar a un lugar semejante. Cuando ves escaparse la arena del tiempo de tus manos, dejas de interesarte por los detalles mórbidos de las vidas ajenas.
No. Mis pensamientos se centraban en ese sórdido lugar. Había oído cosas horribles sobre lo que allí acontecía. El runrún de la calle, quizá no fuesen más que susurros empujados por el viento… pero, ¿serían ciertos? Jamás me lo había planteado, pero ahora, acuciado por la necesidad, las preguntas se agolpaban en mi mente.

Salí del apartamento haciendo el menor ruido posible y, favorecido por las sombras de la noche, logré subirme en mi Tesla último modelo.
—Besnik —me dirigí a la IA del coche—, necesito que me lleves a Control Humano. Tenemos que cruzar la frontera a cualquier precio. 

Afortunadamente, con mi pase de jurista logré entrar en El Gran Gueto o como nosotros, los de clase alta, lo llamábamos despectivamente: «la jungla de residuos».
Una vez allí, asistí al horror. Miles de sin-cara abandonados a su suerte, cazando ratas y cucarachas tóxicas para sobrevivir. En ese abismo de dolor y oscuridad perpetuas, la única música que sonaba era la de los llantos y los gritos de auxilio. Algunos, sumidos en la psicosis, expiaban sus pecados arrancándose a zarpazos su rostro original; habían dejado de esperar y ya solo sentían autodesprecio. Sentía pena por ellos, aunque inconscientemente era a mí a quién compadecía.

Cuando entré en la consulta, me asistió AVA y esta me condujo hasta él. Monsieur Wonderful no se parecía a nadie que hubiera visto antes. De aspecto tísico, casi cadavérico, su máscara enseguida llamó mi atención.
—Su máscara. Parece muy real. ¿Cómo lo ha hecho? —le pregunté.
—Mi cara es la consecuencia del desapego de la carne, Sr. Reznikoff —respondió con una voz pesada y áspera —. Todos os ocultáis bajo esa burda máscara digital. Perdéis el sentido de lo que es real. Miles de almas desdobladas. ¡Me exasperan! No. Yo prefiero el producto auténtico.
El olor era repugnante y el ambiente, insalubre. Entonces caí en la cuenta. Aquella máscara no era como las otras. Estaba hecha con pedazos de cara de otras personas. Contuve las ganas de vomitar y en su lugar, me dispuse a quitar la máscara. 
—Eso no será necesario. Por favor, siéntese aquí, no tardaré mucho —comentó el cirujano.
—¿Qué hay del pago? —le interpelé, pero me desvanecí antes de obtener una respuesta…

—¿Qué demonios me ha pasado, doctor? ¿¡Doctor!? —sentía como si hubiese despertado de un profundo sueño. La cabeza aún me daba vueltas, pero una cosa parecía clara: ya no estaba en la consulta.
Maldita sea, ¿¡en qué lío te has metido!? Abrí los ojos y me incorporé, pero una luz me cegó. Cuando por fin se apartó, no creía lo que veía. ¡Estaba en una fosa común! Montañas de cadáveres de indigentes, desamparados y tullidos; todos aquellos que las mega-corporaciones consideraban «improductivos».
Así que las historias eran ciertas. Los centros de reinserción, los trabajos especiales… Todo era una cortina de humo cuidadosamente elaborada para anestesiar nuestro sentido de la culpabilidad por repudiarlos. Dios mío, ¿¡en qué momento olvidamos nuestra humanidad para convertimos en bestias!?

—Sigue el camino de baldosas amarillas —una voz intrusa se coló en mi intercomunicador—. Sigue el camino, Lee —repitió.
De pronto, avisté a lo lejos lo que parecía una bengala de luz amarilla. En mi situación, no podía permitirme el lujo de creer en coincidencias, así que repté como pude entre los cadáveres putrefactos hasta llegar a ella. Cuando lo hice, una mujer me rescató de aquel pozo de desesperación.
—Mi nombre es Galina y vengo a ayudarte. Sube al taxi, te lo explicaré de camino.
Su rostro irradiaba luz. Su voz me tranquilizaba más incluso que la caja de éxtasis. Sentí algo nuevo. Por primera vez, la palabra amabilidad cobraba sentido para mí. Esperanza.

Cuando me monté, un escáner ocular emergió del techo y de él un aguijón que punzó mi retina.
—Lee Reznikoff, abogado penalista de la Unión Colonialista Americana. Residente en Nueva Nueva York. Tu VirtuaMask fue hackeada a las 23:32 horas EST del 14 de mayo de 2083. ¿Correcto? —asentí con la cabeza— Siento ser yo quien te dé las malas noticias, pero te quedan exactamente… ¡hora! —el reloj del cristal delantero se iluminó— 1 hora y 41 minutos para la despersonalización. ¿Entiendes lo que significa?
—Eh… creo que sí —respondí abrumado.
—Significa que perderás tu identidad facial y sin ella, no podrás acceder a ninguna ciudad de la Unión. Seguirás respirando, pero a ojos del mundo serás un fantasma. Aislado. Marginado. Olvidado. Dime, ¿quieres ponerle fin? —sentenció.

Habíamos dejado atrás El Gran Gueto y ahora sobrevolábamos un sector de la ciudad que me era desconocido. El taxi inició su descenso y estacionó junto a una farola de lo más peculiar. Saltaba a la vista que su diámetro era mucho mayor al del resto de farolas, pero no entendía porqué.
—Traigo conmigo al sujeto Omicron-8770 —Galina se dirigió a la farola sin obtener respuesta.
—¿Se puede saber qué haces? —comenté, incrédulo.
En un instante, el frío metal del poste se transparentó y dejó traslucir una diminuta y abarrotada oficina con un viejo hombrecillo dentro, que observaba el programa del Gurú Nirvaan Khan. Su atrofiado cuerpo estaba deformado y encorvado por el tiempo que llevaba allí encerrado. No se me ocurría un trabajo más ingrato que ese, aunque él al menos no necesitaba una máscara para fingir ser otra persona.
—Él les recibirá —respondió el anciano sin apartar la mirada del televisor, a la vez que echaba mano a una cajetilla de rapé que guardaba en su raída chaqueta marrón.

Entonces, se abrió un agujero en el suelo y descendimos con el vehículo hasta llegar a un hangar. Galina se bajó del taxi y yo fui tras ella.
—Bienvenido al cuartel de la Insurgencia, Lee —dijo Galina con cierta indiferencia.
Parecía que llevase haciendo esto toda la vida.

Después de pasar unos controles en los que unos guardias, de uniforme marcial y máscaras negras, vigilaban exhaustivamente cada uno de nuestros movimientos, me llevó hasta ÉL.
—Así que este es Cerebro, el famoso líder terrorista —exclamé asombrado.
—Me temo que confunde al cazador con la presa, Reznikoff —una poderosa voz surgió de la nada—. Mi nombre es Mark Fantom. Cerebro para los no iniciados. Antes de liderar el Movimiento, trabajaba para Shinobu en el complejo de experimentación humana conocido como Hexágono. Hubo una época, no tan lejana, en la que hubiésemos sido vecinos. Quizá incluso amigos. Eso fue antes de que aquellos a los que usted llama salvadores del Nuevo Mundo, me despojaran de mi cuerpo y me postraran en esta prisión de líquido amniótico.
—Pero, ¿qué quiere de mí? Yo no soy más que un picapleitos. Un pobre diablo.
—Vamos, Reznikoff, le hacía más inteligente —respondió Cerebro—. Explícaselo tú, tengo tareas más importantes que atender.

—Antes dijiste que querías ponerle fin. Pues esta es tu oportunidad —me explicó Galina mientras señalaba con la mirada una máquina TAC modificada para servir de puerto digital —. Queremos que nos ayudes a destruir a Shinobu. Corta la cabeza de la hidra y se abrirá una puerta a la Revolución.
—No hay solución para mí, ¿verdad? Nunca la hubo—dije con resignación y ella asintió—. Pero, ¿por qué yo?
—No pierdas el tiempo buscando una razón. Acéptalo —respondió contundentemente.
—Entiendo —repliqué extrañamente aliviado. Aunque las piezas del rompecabezas seguían sin encajar, por algún motivo ya no sentía miedo —. Está bien, conéctame. ¡Quiero que arda Troya! —sentía la adrenalina invadiendo mi cuerpo.
Me postré en la camilla y ella me quitó la máscara.
—¿Quieres ver tu cara por última vez? —preguntó Galina.
—No lo sé. ¿Quiero?
Mientras ella ultimaba los preparativos, observé mi reflejo. ¿Era ese mi verdadero rostro o el de otra persona? Jamás lo sabría a ciencia cierta. Por un momento me asaltaron las dudas y entonces, empecé a sentirlas. Lágrimas recorriendo mi cara. Sabía trabajar y obedecer. Era bueno agachando la cabeza cuando me lo pedían, pero nadie jamás me había preparado para enfrentarme a mí mismo. Todo esto me sobrepasaba.

Mi carcasa comenzaba a desvanecerse. Mis venas ya no eran orgánicas, sino circuitos transportando unos y ceros. La carne se volvía luz y energía y en esa soledad final, comprendí que nada de lo que hubiera podido ser, sería nunca. Futuro, presente y pasado, todos reunidos para una última epifanía. 
La imposibilidad del mañana me dio las fuerzas necesarias para sincerarme, sin las máscaras ni los engaños sobre los que esta sociedad vilmente prefabricada se había construido y a la que ahora me avergonzaba haber pertenecido. Por fin estaba desnudo ante la verdad y pude gritar con orgullo: ¡sé quién soy y no me arrepiento!

—Cuando estés dentro, tendrás unos minutos para penetrar el firewall y sortear el laberinto de Hielo hasta llegar a la matriz. Hemos instalado en tu mente el virus que tumbará sus sistemas. Solo tendrás que descargarlo. Suerte, Lee— sentí una fuerte descarga y todo se volvió oscuridad…

—Este ha sido mi último trabajo, Mark. No puedo más —dijo visiblemente agobiada.
—Siempre dices lo mismo cuando terminas un encargo y siempre regresas. ¿Por qué no te tomas unas vacaciones y navegas los mares de Encélado? —dijo Cerebro tratando de persuadirla —Eres mi mejor agente, Galina.
Un médico entró en la sala, interrumpiendo su diálogo.
—El hueso cigomático izquierdo y la mandíbula del sujeto Omicron-8770 han sido sustraídos exitosamente, señor —informó el doctor.
—¡Magníficas noticias! Nuestro cliente estará encantado de oírlas. ¡Pónganme con él ahora mismo! —Cerebro sonaba exultante. 

—Buenos días, Sr. Li. Mi nombre es Mark Fantom. Le llamo desde Shinobu Industries para informarle de que, tras una exhaustiva búsqueda en nuestro banco de datos, hemos encontrado lo que andaba buscando. En cuanto haya completado el pago, transferiremos las nuevas piezas a su VirtuaMask. Gracias por volver a confiar en nosotros —la transmisión se cortó.

18 comentarios:

  1. Anónimo8/30/2021

    ¡Me ha encantado! En qué pocas líneas has dibujado una sociedad que he podido imaginar. Me parece un relato fantástico y fascinante.

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    1. ¡Gracias por comentar en el blog! Pocos lo hacen, pero me alegra mucho cada vez que ocurre. ¡Saludos, compañero!

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  2. El argumento daría para novela. Me ha encantado! Muy enganchada hasta el final.

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    1. Gracias de nuevo, Dácil! Encantado de verte por el blog :) La verdad que sí daría para novela. Tengo notas para dar y regalar, pero antes de que lo ponga todo en orden estamos viviendo como en el relato jajajaja Cuídate!

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  3. Genial relato, en serio, volveré a leerlo varias veces más.

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    1. Ese es el sueño húmedo de todo escritor jajajajaja Buenas noches, amigo!

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  4. Bravo!! Me ha dejado con ganas de más!! Como dicen se puede desarrollar mínimo una novela!!

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    1. El mundo que existe en el relato da para ello. Hay un montón de conceptos que podrían tener cabida en una novela. Si solo tuviese tiempo xD Gracias, Roger, por dedicarle parte de tu tiempo a leer el relato y comentar tus impresiones! Descansa.

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  5. Está bastante bien. Felicidades.

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    1. Gracias, compañero. Me alegra que te haya resultado interesante. ¡Saludos!

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  6. Vale, estoy flipando. Qué hábil tienes que ser para que en pocas palabras, crees una sociedad que puedes visualizar con la lectura. Atrapa la historia, quieres saber más del pobre protagonista. Me ha encantado. Brutal. Espero que escribas más cosas.

    P.D. Soy @Ricardo_Marin13 en Twitter, un saludo, tío.

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    1. Y yo estoy flipando con lo bien que lo estáis recibiendo. Es una delicia leer vuestras experiencias leyendo el relato sobre las últimas horas de Lee Reznikoff. Gracias por pasarte, leer el relato y compartir tus impresiones! :)

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  7. Genial relato amigo! Se me ha hecho cortísimo!, qué le deparará a Galina?, seguirá formando parte del entramado? o huirá a los Mares del Encélalo para no volver??, alimentará una resistencia potente que acabe con Shinobu??, queremos Novela completa! Que no pare y Felicidades Master! Bss Franss

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    1. Todas grandes cuestiones que quedan abiertas a una posible continuación, Franss! Me alegra que te haya gustado el relato y que se te haya hecho corto, eso es buen síntoma. Un fuerte abrazo, amiga!

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  8. Me ha gustado mucho tu relato, tiene ese aire al buen cine de ciencia ficción que lo vuelve visual y fácil de seguir. La narrativa dando esos saltos también me ha gustado, aunque quizá hay algunos detalles que me ha costado pillar. Quizá porque se nota la clara intención de dejar que las sombras y las luces jueguen con el lector, dejando que tenga su propia visión de lo que sucede sin llegar a explicarlo todo. Y eso es bueno, jeje. Los Pj también me han parecido muy bien definidos, incluso los que aparecen poco. Y el protagonista está muy bien dibujado. Vamos, que me ha parecido una lectura amena, que me ha enganchado hasta el final. Ha sido un placer descubrirte ; )

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    1. ¡Muchas gracias por tus palabras, compañero! Lo hice lo mejor que supe y como todo en este blog, con la mayor de las pasiones por la escritura. Cuando las cosas se hacen con pasión, todo tiene más valor, de eso no me cabe duda. Gracias por pasarte por el blog y dejar un comentario tan exhaustivo. ¡Me encanta leeros!

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  9. Magnífico ritmo y una trama genial. K. Dick o Gibbson no quedan lejos.

    Anímate con algo más largo. Hay potencial ahí

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    1. Menudos referentes!! Genios absolutos de la ciencia ficción. Gracias por comentar también en el blog :)

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