¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas? Los hermanos Duffer, creadores de la serie hit del momento, vuelven a repetir éxito.

Empezaré
hablando del que, en mi opinión, es el elemento clave de esta secuela: el
guión. La trama se desarrolla a lo largo de nueve capítulos –uno más que la
original- y aunque al principio esto pueda parecer como una extensión
innecesaria, lo cierto es que funciona a las mil maravillas. Yo divido esta
temporada en dos tramos bien diferenciados: uno que termina alrededor del cuarto
episodio y otro que continúa hasta el final de la serie. El primero es más
sosegado, algunos atrevidos dirán incluso que aburrido, ya que se toma un
tiempo para explorar a los personajes; obviamente es la calma que precede a la
tempestad. Como es lógico, toda buena historia debe tomarse un respiro antes de
avanzar, porque de lo contrario, corre el riesgo de asfixiarse. Algunos fans
escépticos, entre los que me encuentro, tenían miedo de que esta segunda
entrega incidiera más en el confeti y en el show pirotécnico que en el
desarrollo de personajes, así que me alegré cuando vi que mantenían sus
prioridades claras. En esta parte se dedican a explorar más detalladamente la
relación familiar entre Once y Hopper, dos personajes tremendamente
carismáticos que forman un dúo magnífico. Además, otros como Dustin y Lucas
ganan más tiempo en pantalla en detrimento de Mike, al cual ya conocíamos
sobradamente de la primera temporada. Sin embargo, hay un par de novedades que
no terminaron de convencerme y esos son Max y Billy, dos hermanos que se nos
introdujeron rápido en la historia, aunque nunca llegan a encontrar su sitio.
Quizás es porque no estuvieron demasiado bien escritos o quizá porque se les
desarrollará más en las próximas temporadas, pero lo cierto es que ni sus
interpretaciones ni su papel fueron lo suficientemente relevantes como para que
llegasen a importarme. Max encajó algo mejor con el grupo protagonista pero lo
de Billy es bochornoso. Según tengo entendido, pretendían crear un villano
humano en contraposición al gran enemigo de la trama, pero el resultado no
podría ser más estrepitoso. Inútil e innecesario. Por otra parte, los
adolescentes Nancy, Steve y Jonathan tienen mayor importancia que en la
original donde no pasaban de mera distracción. ¿Recordáis a Barbara? Pues ella
va a ser el detonante de las aventuras de estos personajes, aunque con
distintos resultados. Por otra parte, Winona Ryder comparte protagonismo con
Sean Astin, los cuales forman una pareja cuanto menos peculiar. Una pena que
los hermanos Duffer no indagasen demasiado en su relación como para captar
nuestro interés pero cuando aparecen caen simpáticos. Paul Reiser tiene un rol
es bastante secundario, aunque aparece de vez en cuando para jugar con las
expectativas del espectador. Buena elección de casting. Sin embargo, pasado el
cuarto episodio, la narrativa toma un
giro de 180 grados, dejando algo de lado el drama para centrarse más en la
intriga/terror y finalmente en la acción. Los indicios y las pistas que nos iban
dando a lo largo de esos primeros episodios se estaban materializando.
En
cuanto a la dirección, mantienen el mismo tono aventurero que catapultó esta
serie a la fama. Respetan el estilo y saben continuarlo para que no parezca un simple
refrito. En esta continuación encontraremos más acción y más efectos especiales
–contaron con más presupuesto para ello- pero sorprendentemente, también hay
más drama, sobretodo alrededor de Once. Aquí la veremos más crecida, tomando
consciencia de sus poderes a la vez que trata de desentrañar los secretos de su
traumático pasado. El trabajo de los guionistas con su personaje me pareció
acertado aunque podría haber sido más emotivo. Preguntas que quedaron coleando
de la primera temporada como: ¿dónde está su madre? ¿Cómo puede llevar una vida
normal? y otras muchas obtendrán respuesta y abrirán también nuevos frentes.
Por
último, la música y la ambientación siguen jugando el mismo papel que la
convirtieron por derecho propio en una de las series más queridas por el público.
Esta serie va dedicada a todos los nostálgicos de aquellos tiempos en los que
no habían ni smatphones ni redes sociales ni videojuegos fotorrealistas; nos
contentábamos con poco –un balón de fútbol, un juego de mesa o cualquier
tontería que nos inventáramos sobre la marcha-, alquilábamos VHS en el
videoclub, escuchábamos Rock & Roll y quedábamos en una sala recreativa.
Los jóvenes protagonistas realmente son el reflejo de muchos de nosotros.
Además, los guiños a clásicos de los ochenta como Terminator, Aliens o el cine
de Carpenter cobran gran protagonismo. La campaña de marketing también ayuda a
construir esa sensación, presentándonos varios pósters inspirados en películas
de la época como Alien, Pesadilla en Elm Street, Los Goonies, Tiburón -¿o puede que Temblores?-, Evil
Dead, Cuenta conmigo y más. Queda muy claro desde el principio qué cartas juega
Netflix y los hermanos Duffer.
En
definitiva, Stranger Things 2 es una continuación notable de aquella serie que
nos maravilló a muchos el año pasado. Como era de prever, no mantiene la
frescura de la original y en ocasiones se le ven las costuras pero, consciente
de ello, sabe ofrecer al espectador más drama y acción que la original. Lo que
más le achaco es que sus nuevos fichajes no hacen mucho por engrandecer esta
serie; Astin y Reiser son buenos actores pero les dan poco con lo que trabajar
y los personajes de Max y Billy permanecen en todo momento a la sombra de los
verdaderos protagonistas de la historia. Los creadores han dicho que pueden
seguir hasta la quinta temporada y aunque sí es cierto que el final de esta
secuela ni mucho menos es concluyente, creo que para la próxima deberían
centrarse más en establecer los personajes nuevos que nos introdujeron en ésta,
en lugar de añadir otros nuevos que hagan que la serie pierda esa sensación de
familiaridad que la distingue de otras. Por lo demás, la fórmula que han
conseguido aún se mantiene fresca y ampliamente satisfactoria.
8/10:
¡“EL OTRO LADO” Y LOS DEMOGORGONS DESEAN VENGANZA!
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