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No voy a decir eso de “me considero
fan de Los Beatles” ya que no creo que ninguno que haya escuchado algo de
música pueda considerarse detractor. Su carisma, su polivalencia y la calidad
de los álbumes que lanzaron al mundo en los años sesenta supusieron un antes y
un después en la industria de la música. Tuvieron discos más populares y otros
más experimentales, jugaron con distintos formatos y géneros y revolucionaron
el concepto de banda como marca, símbolo o emblema para una juventud deseosa de
romper con lo establecido. Gustaran más o menos pero es innegable el impacto
que tuvieron y siguen teniendo.
En el mundo del cine, Los Beatles
también han disfrutado de una presencia considerable a lo largo de los años, ya
sea con filmes como “¡Qué noche la de aquel día!” o “Yellow Submarine” o
grandísimos documentales musicales como “The Beatles Anthology” o el más
reciente “The Beatles – Eight days a week” estrenado en 2017 y dirigido por Ron
Howard. Lamentablemente, entre tanta producción cinematográfica, “Yesterday” de
Danny Boyle ocupará un lugar poco relevante e insulso que poco o nada aporta a
la Beatlemania. ¿Por qué? Pues las razones son bien sencillas…
Primero y más importante, porque el
guión elaborado por Curtis deja bastante que desear. ¿Entretiene? Sí. ¿Tiene
algún momento gracioso? Faltaría más. Sin embargo, con una propuesta tan
sugerente y llena de posibilidades como un mundo sin Los Beatles, creo que el
guión está muy lejos de su potencial. Richard Curtis, al que conoceréis por
Love Actually, desaprovecha una y otra vez todas las situaciones que plantea
para llevarlas por los cauces del convencionalismo y la autocomplacencia. Apuesto
sobre seguro, sabe que una historia con Los Beatles de por medio jamás sería un
fracaso de taquilla, así que su única ambición es contar la misma comedia
romántica de siempre. Y el problema no es que sea predecible, que lo es y debe
serlo, sino que no nos interesan sus personajes. El romanticismo entre Jack
Malik y su mánager es demasiado obvio y artificial como para que nos interese.
Además, sus personajes no congenian lo suficientemente bien en pantalla como
para que el espectador les coja cariño. Además, Curtis no tiene ni el más
mínimo interés en describirnos cómo sería el mundo sin Los Beatles; cómo habría
afectado a la industria de la música, a las jóvenes generaciones ni a las
mayores. No sabemos si fueron famosos antaño y llegado el mundo digital cayeron
en el olvido, si las generaciones pasadas fallaron a la hora de transmitirlos a
sus hijos y nietos o si simplemente a éstos nunca les interesó. El impacto
sería inconcebible y eso a un músico como Malik tendría que afectarle más allá
de tener que esforzarse para recordar esa estrofa que se le resiste de Eleanor
Rigby.
Boyle recurre a las fórmulas
aburridas y previsibles de siempre, recorriendo lugares comunes y colocando
caras conocidas por el camino; Los Beatles no los conocerá nadie pero Ed
Sheeran sigue petándolo. La aparición del nuevo icono del pop no daña a la
cinta pero tampoco aporta nada. Si al menos hubieran creado un enfrentamiento
entre la postura más moderna de Sheeran y la tradicional de Jack/Los Beatles,
quizá entonces le hubieran sacado algo de provecho. Esperaba que al menos le
hablaran a la audiencia, sobretodo a la más joven, sobre la importancia de
concebir la música como una expresión artística y humana, en lugar de como una
simple creación de hits pegadizos sin letra ni instrumentos que merezcan la
pena. Esto no significa que haya que elegir una u otra postura ni que Boyle
tenga que sermonearnos sobre los principios de la buena música. El objetivo no
es ese, sino recordarnos que hubo otros tiempos en los que la música se hacía
de una manera más artesanal, con más alma. Pero nada. La película se estanca
desde su planteamiento inicial y se obstina en morir como un entretenimiento
olvidadizo, que quedará enterrado en un cajón de la Fnac a los pocos meses de
salir al mercado doméstico.
En cuanto a las actuaciones, ninguna
de las principales destaca. Ni Lily James ni el primerizo Himesh Patel tienen gancho,
la química entre ellos brilla por su ausencia y tampoco consiguen hacernos
reir; ese cometido lo tiene Joel Fry (Rocky), el fiel guardaespaldas de Jack
que lo acompaña allá a donde vaya y cuya personalidad burlona siempre conseguía
arrancarme una sonrisa. Rocky es el arquetipo de personaje graciosete y algo
bufón que sirve de contrapunto cómico al drama romántico principal. El problema
es que cuando un secundario acapara todas las miradas en detrimento de los
protagonistas, el espectador pierde interés en el resto del filme. Las
apariciones cómicas de Fry son el único soplo de aire fresco en una historia
con olor a ropero viejo.
En definitiva, si pusiéramos en
sendos lados de una balanza los fallos y aciertos de Yesterday, ésta saldría
muy desequilibrada hacia el lado negativo. ¿Quiere decir esto que todo son
errores? No. La música de los Beatles, la ligereza de una historia que siempre
avanza y la jovialidad y colorido con el que Boyle retrata esta historia de
amor, la hacen al menos soportable pero hay que pedirle más a un director de su
altura con un material como este. Y ahora me diréis, ¿qué esperabas de ella?
Pues ciertamente poco, fui a la sala con escasas expectativas y aún así me dejó
frío. Esperaba poco y poco me entregó y no hay nada peor que ver como tus
peores presagios se vuelven realidad. A los fans de los Beatles les frustrará e
irritarán ciertas escenas del filme y aquellos que no lo sean, seguirán sin
serlo al término de esta película.
4/10: HELP!
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