Crítica sin spoilers - Hellboy (2019)


No, no os falla la vista. Tampoco lo estáis soñando. La reinterpretación cinematográfica del demonio más famoso del cómic, Hellboy, llegó a la cartelera española en mayo de este año. La producción corría a cargo de Lionsgate, contaba con el visto bueno de su creador, Mike Mignola, y tenían atados a Neil Marshall y David Harbour como director y protagonista respectivamente. A la villana de la película, la diabólica Reina de la Sangre, le daría vida Milla Jovovich e Ian McShane, el veterano actor de series como Deadwood o películas como John Wick, haría las veces de figura paterna de Hellboy; todo parecía ir viento en popa, ¿verdad? Con este elenco y esta dirección era muy difícil hacer algo tan terriblemente malo, tan abominable, como lo que acabó siendo…al menos a ojos de la crítica profesional, que la vapuleó de manera casi unánime. Como era de prever, su recorrido por taquilla fue un estrépito, tanto en los EE.UU. como en el resto del mundo; su coste de producción fue de unos cincuenta millones de dólares y recaudó apenas cuarenta. Un sonoro fracaso que sepultaría esta franquicia en lo más profundo de los infiernos. Pero entonces, ¿por qué le estoy dedicando una crítica? Os doy las razones a continuación.

Quizá fue por el efecto negativo de la prensa o quizá fue por pereza, quizá fue por una combinación de ambas o por ninguna de éstas, pero lo cierto es que no vi la película cuando se estrenó en cines. Y no fue porque el personaje no me gustará; en su momento, fui a ver las dos de Guillermo del Toro y guardo un grato recuerdo de ellas. Además, David Harbour me parece un actor lo suficientemente carismático como para sustituir al gran Ron Perlman y los tráilers que mostraron prometían gore, comedia negra y monstruos flipantes a raudales. No había motivos para no ir a verla y sin embargo, eso nunca ocurriría…


Mucho tiempo después -quizá demasiado-, he tenido la oportunidad de verla y os puedo decir, sin temor a equivocarme, que la visión apocalíptica que la crítica dibujaba de la película está muy, muy alejada de la calidad del producto. Pero, Rick, ¿no puedes respetar la opinión de otros? ¡Faltaría más! Hay pocas cosas que me gusten más que debatir -sanamente- sobre un filme, preferiblemente acompañado de unas cervezas frías y algo de picar.

Tras visionarla, he vuelto a leer unas cuantas críticas de la prensa y la conclusión a la que llego es que o no han visto la película o se esperaban algo completamente distinto a lo que el título pretendía ofrecer. La mayoría de ellas aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para comparar esta nueva versión con la de del Toro; es muy fácil alabar algo cuando está firmado por alguien del renombre del mexicano y denostar todo lo demás. A la película de Marshall se la tilda de producción amateur, de estar maldita, de hacer uso de una “virilidad rancia” -a saber lo que quiere decir eso- pero, sobretodo, se la tacha de cutre y hasta, ojo, de ser un adefesio. Se le podrán achacar muchas cosas a la crítica especializada, pero una de ellas no es la falta de inventiva. Desde luego, no escatiman en calificativos para destrozar a Hellboy (2019) y, como nadie critica al crítico, pues tienen patente de corso. El manual del buen crítico de prensa parece reducirse a: “¡Que la calidad del filme no te estropee un titular sensacionalista!”


Pero vamos a ver, ¿es Hellboy realmente tan mala? ¿Es tan infumable y desastrosa como la pintan? Pues no, no lo es. Cierto es que la cinta de Marshall acusa cierto caos narrativo, así como una falta de desarrollo de personajes que se deja ver claramente en la relación fallida entre Hellboy y su padre adoptivo (Ian McShane). Un desperdicio total. Los personajes que lo acompañan en su aventura palidecen en comparación a los del título original, siendo meros recursos que aparecen y desaparecen a conveniencia del guion. Algún CGI resulta demasiado evidente, claro que con una obra de fantasía como ésta y sólo 50 millones para producirla, se le pueden perdonar algunos gazapos -no hay que olvidar que las dos de del Toro contaban con 66 y 85 millones respectivamente y para la frustrada tercera entrega, se barajaron más de 100 millones-.


Las comparaciones siempre son odiosas y este caso no es distinto. Hellboy (2019) tenía difícil desbancar a la original, aunque sólo fuese por el factor nostalgia y por las ganas que muchos tenían de ver a Ron Perlman encarnando al demonio humano una última vez; si a eso encima le sumamos todos los fallos que acabo de mencionar, la película estaba condenada al fracaso, antes siquiera de estrenarse. Y eso es lo que más me duele, porque vista con otros ojos y sin expectativas inalcanzables, la película es todo lo divertida, gore y maleducada que cabría esperarse.


Si los fallos abundan, los aciertos tampoco escasean. Para empezar, la interpretación de David Harbour logra la ardua tarea de hacernos olvidar a Perlman. Su actuación es más cercana y ligera, sin descuidar la faceta humana del personaje. Por su parte, Milla Jovovich -a la que los críticos denuestan por su participación en la franquicia de serie B “Resident Evil”- aporta tanto la faceta intimidadora como la sensual, cumpliendo bien su rol de villana. Es más, su interpretación me recuerda a la ofrecida por Cate Blanchett en la aclamada Thor: Ragnarok.  Por esta razón, no entiendo a qué se refiere la prensa con que los actores están desubicados, porque francamente, no lo están; al menos no más que lo puedan estar en cualquier otra super-producción media en la actualidad.

Luego está el tema de los efectos especiales; quitando algún momento puntual -como el de la escena donde nos presentan al pequeño Hellboy- la cinta se desenvuelve bastante bien con lo que tiene. El personaje de Gruagach está muy bien caracterizado con la ayuda de las prótesis, los seres del inframundo que aparecen a lo largo del metraje tienen diseños pesadillescos -como el maquillaje del Baba Yaga y su casa, por ejemplo- y las distintas apariencias de Hellboy le aportan un toque distintivo de las del 2004. Por último, la acción es tan buena y abundante como desearíamos; David Harbour lucha contra todo tipo de seres y criaturas del averno, desde gigantes hasta criaturas mitológicas.


En definitiva, creo que Hellboy (2019) ha sido víctima de una crítica que ha encontrado en ella al chivo expiatorio del año, llenando sus análisis de descalificativos y frases hechas que quedan muy bien para la galería pero dicen muy poco sobre la calidad del producto en sí. Está claro que no es la mejor película de acción-fantasía del año, ni tampoco la mejor adaptación de la visión original de Mignola pero, una vez aceptamos sus debilidades, tampoco podemos obviar sus aciertos…al menos si queremos ser objetivos en todo momento. Vivimos en un momento donde gran parte de la prensa profesional se deja llevar por el amarillismo, por las tendencias del momento y los titulares grandilocuentes y en ese batiburrillo de incompetencia, soberbia y falta de ética profesional, los que perdemos somos nosotros: los espectadores. Podrá gustarte más o menos la película, podrás considerarte fan número uno de del Toro y podrá fastidiarte que su visión se haya cancelado por desavenencias con la productora, pero lo que sí que no podemos hacer es desquitarnos con su sustituta, cuál saco de boxeo. Si aún no sabéis por qué he hecho esta crítica, la respuesta es sencilla: porque quería darle algo de amor a esas películas que, como el personaje de Hellboy, son apaleadas por un sector de la prensa que lo ve todo blanco o negro.


6/10: ¡AL INFIERNO CON ELLOS!

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