Ya está aquí. 11 años después del festival gore
que fue John Rambo, Sylvester Stallone vuelve a dar vida al legendario boina
verde y lo retoma donde lo dejamos en la anterior entrega. ¿Qué ha hecho todos
estos años desde que volviese al rancho? ¿Ha encontrado a alguien? ¿Ha iniciado
una nueva vida o sigue igual de roto que siempre? La verdad es que la cuarta
entrega estrenada en 2008 le daba un buen cierre al personaje, pero como suele
ocurrir con estas grandes franquicias, siempre hay ganas de más. Siempre hay
una lucha por ganar, un enemigo al que derrotar. En esta ocasión John Rambo continúa
viviendo en su rancho de Bowie, Arizona y se ocupa de cuidar caballos, trabajo
que compagina con un voluntariado para los servicios de rescate. Parece que por
fin ha encontrado su lugar en el mundo y además no está sólo; ahora tiene una nueva
familia, compuesta por su vieja amiga María Beltrán (Adriana Barraza) y su
nieta Gabrielle (Yvette Monreal) y un lugar al que puede llamar hogar. Por
primera vez desde que marchase a Vietnam ha encontrado cierta paz interior. Sin
embargo, esta tranquilidad se verá interrumpida cuando Gabrielle desaparece
tras cruzar la frontera con México.
Lo primero que quiero dejar claro es que Last Blood
abandona la estela de la segunda, tercera y cuarta entrega, a favor de un
acercamiento más humano al personaje de Rambo. La historia parte de un lugar
muy distinto al de anteriores películas: John ya está mayorcito y no está para muchos trotes. La guerra sigue viviendo en él pero ha
aprendido a controlar sus instintos. Quizá por eso esta quinta entrega resulte
más pausada de lo que estábamos acostumbrados. Normalmente, la primera escena
de acción no tardaba en llegar –ya fuera la incursión en la jungla de la
segunda parte, la pelea clandestina en la tercera o las ejecuciones civiles en
Birmania de la cuarta– pero aquí, al tener la compañía de María y Gabrielle, los
diálogos sustituyen a las balas. Esto puede perjudicar un poco el ritmo de la
cinta, a la que le cuesta un poco arrancar, pero creo que la intención era la
correcta. Grunberg apuesta por un estilo mucho más cercano al western que a la
acción bélica y me parece un acierto, aunque reconozco que por momentos cuesta un
poco entrar en su juego.
Respecto al guion, considero que Sly tiene buenas
líneas de diálogo a lo largo del filme, que ayudan como siempre a conectar con
su personaje –es difícil no hacerlo después de tantos años–. Es verdad que la
historia es muy rudimentaria, yendo de punto A a punto B y punto C sin
demasiadas sorpresas –aunque he de admitir que hubo un giro dramático hacia el
final que no me esperaba– y que algunos personajes secundarios como el de
Adriana Barraza o Paz Vega resultan completamente irrelevantes en la trama, apareciendo
esporádicamente para comunicar algo a la audiencia o ayudar a John en algo. Por
su parte, la pareja de villanos interpretada por Óscar Jaenada y Sergio Peris-Mencheta
me ha decepcionado. La saga de Rambo nunca ha destacado por sus villanos pero me
esperaba más en esta ocasión, teniendo en cuenta que ambos actores tienen una
carrera respetable a sus espaldas. En ningún momento tuve la sensación de que sus
personajes, dos hermanos mafiosos, tuviesen un poder desmedido en México ni que
controlasen gran parte de la ciudad de México D.F. y claro, teniendo en mente al
ejército de soviéticos al que se enfrenta en la tercera parte o a los vietcong de la segunda, éstos se quedan algo cortos.
A nivel interpretativo, ésta es la película de
Sylvester Stallone. Punto. Los demás actores están ahí para el lucimiento del
actor, tanto en el aspecto dramático como en el de acción. Personalmente, sigo
echando de menos al fallecido Richard Crenna, que hacía las veces de compañero
de fatigas de Rambo y le daba aliciente a cada escena en la que aparecía. Paz
Vega debería ser su nueva acompañante en esta entrega, pero su subtrama se descuida
tanto –por no decir que no la tratan en absoluto– y su peso en la historia es
tan escaso, que termina siendo un curioso cameo más que nada. Me faltó algo más
de carisma por parte del resto del reparto y es que si Sly no estuviese, esta
película hubiese sido mucho, mucho peor. Pero tenemos a Stallone y eso marca la
diferencia: su mera presencia ya hace que nos regocijemos en la butaca, esperando
el momento en el que su ira se desate y empiecen a rodar cabezas…¡y no os
preocupéis, ruedan! Es un placer ver a estos actores veteranos irrumpiendo en
cartelera, entre tanto taquillazo y superproducción de Marvel, sacando una película
diferente que no rehúye la violencia ni el gore, por mucho que esto pueda
revolver el estómago del espectador más sensible. Sly es de la vieja guardia y
sabe muy bien lo que se hace con esta película.
Por último quisiera hablar del aspecto técnico
de Last Blood, desde la fotografía hasta la banda sonora de Brian Tyler. Empezaré
comentando la labor de Adrian Grunberg, director al que conocemos por “Vacaciones
en el infierno”, su única película hasta la fecha. Pese a su corta filmografía,
Grunberg ha trabajado como segunda unidad en películas como Apocalypto, Master
& Commander o El fuego de la venganza entre otras, así que no estamos
hablando de un novato sobretodo en lo referente a filmar escenas de acción que,
seamos sinceros, es lo que más importa en una película de Rambo. Los últimos 15
minutos es donde el director demuestra todo su talento para la acción: un auténtico
espectáculo de disparos, explosiones y mutilaciones que se encuentra entre lo
mejor de la saga. La música me faltó un poco. Sigo echando de menos esos
temazos que se marcaron con “It’s a long road”, “Peace in our heart” y “He ain’t
heavy, he’s my brother” y que en estos tiempos tan poco se valoran. Yo le doy
una importancia capital a la banda sonora y la verdad es que Brian Tyler pone
aquí el piloto automático. Los retoques que le ha hecho al tema principal no están
mal pero suenan igual a cualquier otra película de acción del momento y con
Rambo: Last Blood me gustaría haber oído más guiños a la música rock&pop de
los 80.
En definitiva, Rambo: Last Blood es un buen
regreso del guerrero indio-alemán –sí, sí, eso ya lo dijo Trautman en la
segunda parte– pero no es tan fulgurante como quisiéramos. Este es un John
Rambo más diésel, ahorrando esfuerzos y sufriendo más de lo habitual para ganar
la batalla; y es que cada patada y cada puñetazo duelen el doble cuando tienes
el doble de años. Eso es un hecho. Pese a sus defectos, que los tiene, no
podemos desdeñar una película que está hecha con cariño hacia el personaje y
con el atrevimiento que le faltan a muchas grandes superproducciones de la
actualidad. Es violenta, es mal hablada y sí, es polémica pero ¿acaso el cine
ha de ser inofensivo? ¿Tenemos que poner salas de reposo para que los ofendidos
puedan calmarse o directamente prohibimos a aquellos artistas que nos incomoden?
¡Yo me niego y Rambo: Last Blood también! El cine está para disfrutarlo, para
pasarlo mal y para aprender y nadie puede ni debe sentar cátedra sobre cómo debe
expresarse. Si os gusta el cine de acción sin adulterar, ese de la vieja
escuela, entonces Last Blood es tu película y si no, dale una oportunidad…abre
tu corazón al bueno de Rambo.
6/10: EL DESCANSO DEL GUERRERO.
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