Hacía mucho tiempo que una película que no
fuera de superhéroes causara tanta expectación en el público. La ironía es que
Joker narra precisamente los orígenes de un supervillano, probablemente el más
reconocible de los cómics. Coincidencia o no, la realidad muchas veces supera a
la ficción. La cinta está dirigida por Todd Phillips, quien ya dio un salto al
cine más dramático con Juego de armas, película estrenada allá por 2016 que
contaba con Jonah Hill y Miles Teller como protagonistas y que para mí fue una
grata sorpresa. Sin embargo, hablar de esta obra sin mencionar a su actor
protagonista, Joaquin Phoenix, sería el equivalente a comer una ensalada sin el
aliño. Y es que el hermano del fallecido River Phoenix ha hecho la interpretación
del año dando vida a este personaje trastornado, demente y herido por un pasado
y un presente inclementes. Arthur Fleck no sólo es un inadaptado, como lo pudiese
ser Travis Bickle en Taxi Driver o Alex en La naranja mecánica, sino que sufre
graves trastornos mentales que hacen de su existencia un auténtico infierno. Vive
con su madre en un apartamento tan destartalado y sucio como la propia Gotham,
esa Nueva York ficticia del universo DC. Joker es una película endiabladamente
retorcida, enferma y nauseabunda, que nos coloca frente a frente con la peor
versión de nuestra sociedad. Estamos ante una obra radical, caótica e
incendiaria en su planteamiento pero sobretodo, magnética gracias a una atmósfera
y una interpretación sobrecogedoras.
Me gustaría empezar esta crítica sin spoilers
hablando del aspecto más controvertido. Algunos consideran el guion de Todd
Phillips y Scott Silver una maravilla y otros, entre los que me incluyo, lo ven
como el punto más flojo en una película que, dicho sea de paso, es notable. Los
principales motivos por los que creo que la historia podía haber dado más de sí,
sobretodo en la exploración del personaje de Arthur Fleck, son los siguientes:
una primera mitad que redunda demasiado en la humillación que sufre su
personaje y un nexo de unión con el “universo Batman”, que desentona con la
idea original del filme.
Me explico. Joker es ante todo un estudio de
personaje y como tal, ha de ahondar en las múltiples facetas psicológicas de su
protagonista. No basta con retratarnos un mundo de buenos y malos con gente
despiadada, maleducada y violenta por un lado y un Arthur Fleck indefenso que tan sólo quiere
hacer reír a la gente, por el otro. En cualquier otra película comercial, este
acercamiento sería más que válido pero en un drama centrado exclusivamente en el
desarrollo de un personaje y de su entorno, Phillips y Silver retratan un mundo
demasiado maniqueo. Ciudadano Kane, Teniente corrupto, Pozos de ambición, Taxi
Driver…todos estos estudios de personaje tienen algo en común: un amplio espectro
de personajes grises, con su lado bueno y su lado malo, con los que empatizamos
y a los que odiamos casi al unísono. En Joker, todos los ciudadanos de Gotham
con los que realmente interactúa –porque la película intercala la vida real de
Arthur con sus alucinaciones– son mayoritariamente despreciables: desde desconocidos
por la calle hasta su propio jefe, pasando por unos chiquillos que le apalean
en la calle, gente rica y hasta su propia terapeuta. Los guionistas quieren
dejar claro que la sociedad es la que empuja a Arthur al abismo de la locura,
pero la realidad es que no sabemos si lo que hace en el acto final lo hubiese
hecho de todas formas.
El segundo fallo que le veo es la inclusión de
personajes del “universo Batman”. Menciones a la ciudad de Gotham o al asilo
Arkham me parecen estupendas como telón de fondo de la historia y creo que
todos estaremos de acuerdo en que son buenos guiños para los fans de los cómics.
Sin embargo, el peso que le confieren a Thomas Wayne y a su familia me parece excesivo
y forzado y creo que obedece más a una estrategia de marketing, para vender más
entradas y abrir el camino a posibles secuelas, que un aporte imprescindible.
Sin desvelar nada del argumento, hay un momento en que la historia se va por la
tangente para mostrar un trágico acontecimiento de sobra conocido por los fans
de Batman. El momento en sí no está
mal ejecutado y tiene el efecto deseado, pero da la impresión de corresponder a
otra película.
No obstante, quitando esos puntos más
negativos, el guion tiene numerosas virtudes, sobretodo en lo referente al
ritmo. Los acontecimientos que se van sucediendo van minando progresivamente la
psique de Arthur hasta el punto de destrozarlo mentalmente. Ese viaje solo de
ida a la locura está narrado con gran efectividad. Además, cuando los
guionistas exploran los traumas de Arthur, como pueden ser la falta de figura
paterna o de una figura afectiva en general, la película cobraba más interés
para mí. Esas ensoñaciones que tiene de tanto en cuanto son fundamentales para
entender la frustración que anida en él y que más tarde se convertirá en ira.
Sin embargo, el éxito de Joker no recae tanto
en su guion como en su interpretación, que barre de un plumazo los puntos más
negativos del filme. Si por algo será recordada esta obra será por la actuación
de leyenda que se marca Joaquin Phoenix. Cierto es que el papel le viene como
anillo al dedo y que ya lo vimos desatado en otras grandes películas como The
Master o Gladiator, con la diferencia que aquí la sostiene él solo. Es como una
fuerza de la naturaleza en pantalla, un tour de force de los que marcan época;
seguro que inspirará a muchos jóvenes a convertirse en actores.
Del resto del reparto cabe destacar a Frances
Conroy en el papel de la madre de Arthur y a Robert De Niro haciendo de Rupert
Pupkin –digo de Murray Franklin–, un divertido presentador de televisión al que
admira nuestro protagonista y con el que sueña trabajar algún día, muy parecido
a lo que viéramos en la cinta de Scorsese, El rey de la comedia.
Por último toca hablar de los aspectos técnicos
de la película, los cuales rinden a un gran nivel, particularmente el diseño de
producción (puesta en escena, maquillaje, vestuario), la fotografía y la banda
sonora. La ciudad de Gotham que Phillips plasma en pantalla es claustrofóbica,
desasosegante y opresiva a niveles límite y tanto los espacios exteriores como
los interiores ayudan a construir dicha atmósfera. De la fotografía destacaría la
soberbia iluminación y de la banda sonora, compuesta por la misma que hizo la música
para la miniserie de TV Chernobyl, reseñaría su capacidad para ponernos de los
nervios. Hildur Gudnadottir –algún islandés está retorciéndose de dolor por cómo
lo escribí– hace de su violonchelo una extensión de la perturbada mente del
Joker, manteniéndose en todo momento en un segundo plano tan sutil como eficaz.
No es una banda sonora exagerada en sus notas, pero llega a afectarte. Magnífica
y demoledora.
Se ha armado mucho revuelo sobre si la película
ensalza la violencia o si justifica las acciones de Arthur. Yo considero que
Phillips, Phoenix y el resto del equipo solo pretendían contar esta historia de
la manera más efectiva posible. El cine está para provocar emociones en el
espectador, no solo felicidad y alegría. Hay que llevar las cosas al extremo
para considerar a Joker algo parecido a un héroe; ni su personalidad ni sus
acciones lo son. Más bien al contrario. Otra cosa es que la cinta nos meta en
la piel del protagonista de forma tan creíble, que terminemos conectando con
sus traumas. En su afán por entrar en la mente de un loco, la propia obra se
expresa en clave de locura y claro que eso afecta mucho al público, pero esto
no es nada nuevo en el cine, el cual lleva décadas analizando a personajes
desequilibrados. No nos equivoquemos, Joker no invita a la locura, invita a la
reflexión sobre los motivos que empujan a alguien hacia ella.
En definitiva, Joker es una película notable y
uno de los mejores estudios de personaje del siglo XXI, junto a títulos de
renombre como Pozos de ambición, American Psycho o Shame. ¿Es una obra maestra?
No, al menos de momento. Ahora mismo está en boca de todos en Internet, pero
hace falta saber si logra mantener este entusiasmo con el paso del tiempo o si,
por el contrario, termina siendo una víctima más del hype desmedido de las redes
sociales. Yo le veo fallos a nivel de guion, demasiados paralelismos con El rey
de la comedia y Taxi Driver y un excesivo abuso de situaciones humillantes para
entender a Arthur, aunque eso no le debe quitar mérito a la labor de un Joaquin
Phoenix que da un puñetazo sobre la mesa de Hollywood. Todd Phillips se ha
destapado como un director capaz de sumergirnos en los mundos que crea y
hacernos pasarlo mal en ellos. Muchos considerarán Joker una película de
terror, tanto como lo fue para mí la serie Chernobyl, y no les falta razón: si
algo comparten es su enorme capacidad para incomodarte, colocándonos frente a
un espejo que refleja los peores demonios que lleva el ser humano dentro.
Entiendo que eso cause malestar y que prefiramos ver lo bueno y puro de esta
vida, pero lo uno va irremediablemente ligado a lo otro y si no le perdemos el
miedo, jamás lograremos entenderlo.
8/10: EN UN MUNDO DESQUICIADO, EL LOCO ES EL REY
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