De las frías estepas islandesas nos llega este sobrio y punzante drama con tintes de thriller, titulado “Un blanco, blanco día”. Se trata del segundo largometraje de Hlynur Palmason, el cual también se encarga de escribir un guion que nos habla sobre el amor y el odio de un hombre que, ya en el ocaso de su vida, decide echar la vista atrás. Pero, como veremos, recordar no es siempre una tarea agradable.
La cinta, protagonizada por Ingvar Eggert Sigurdsson, busca adentrarse en los rincones más oscuros de la memoria y de la personalidad de un viudo taciturno llamado Ingimundur. Su rutina, reducida a cuidar de su nieta y a construir una casa de campo, se ve alterada cuando descubre que su difunta esposa no es quien creía ser.
“Un blanco, blanco día” se mueve siempre entre la más absoluta formalidad y languidez posible. Su visionado es lo más similar a caminar solo de noche por el bosque; el peso del silencio, de la nada, termina haciendo mella hasta que, sin darnos cuenta, empezamos a sentir esa soledad aplastante cargada sobre nuestros hombros. No hace falta más que nosotros y nuestros pensamientos para desatar la mayor de las locuras.
Muy en línea con el cine nórdico, el filme hace de la pausa y del academicismo dos de sus grandes pilares. Palmason alarga los planos hasta el límite que separa lo magnético de lo tedioso, logrando un equilibrio ciertamente atractivo y en ocasiones, estimulante.
Visualmente, la película sabe sacar el máximo provecho de su entorno: interminables llanuras neblinosas, carreteras sinuosas y abandonadas, animales salvajes que contrastan con la propia naturaleza del ser humano, el cual parece haber sido abandonado a su suerte por la razón y por la justicia.
Los paisajes resultan tan desoladores y brutales como la propia lucha interior de nuestro protagonista, quien se debate entre el amor que siente hacia sus seres queridos y el supuesto engaño del que cree haber sido víctima. La duda, azotando su mente como una ventisca en su ajada piel.
Pese a su crudo mensaje sobre la fidelidad, el amor incondicional y el odio que podemos sentir hacia nuestros seres más cercanos, la trama brilla por su sencillez. Olvidaos de grandes y virtuosos monólogos sobre la condición humana, aquí solo encontraréis diálogos parcos y cortantes. Como viene a ser costumbre en este tipo de cine, el realizador pone más hincapié en las reflexiones del espectador que en el propio desarrollo de una historia que se antoja demasiado convencional.
Una historia a la que, además, le cuesta arrancar. Por momentos, el espectador se ve tentado a darla por imposible, pensando (no sin razón) que se trata del enésimo bodrio made in los países nórdicos.
Sin embargo, una vez que nuestro protagonista comienza a indagar en el pasado de su esposa, la película empieza a subir de decibelios hasta alcanzar un tercer acto de rabia y violencia desatada. Los tiempos están muy bien medidos, el volcán emocional del protagonista está muy bien tratado y todo esto ayuda a construir una atmósfera desasosegante, que culmina de forma explosiva.
Puede que a “Un blanco, blanco día” le haga falta transmitir esa intensidad algo antes: quizá para algunos llegue tarde ese redoble de tambores, ese solo de guitarra que se marca en el desenlace, pero Palmason sabe recompensar la paciencia del espectador.
Por otro lado, aparte de su cuidado aspecto visual, la sentida interpretación de Sigurdsson también ayuda a hacer de ésta una experiencia más llevadera. No es de extrañar que los Premios del Cine Europeo se fijaran en él, ya que está realmente magnético. Su retrato de un hombre que observa, impotente, cómo sus más férreas convicciones se desmoronan, es abrumador y en cierto sentido, hasta emotivo.
El futuro y el pasado se encuentran en la vida de Ingimundur para abrir una vía de cuestionamiento de todo: las relaciones maritales, la vida en familia, incluso la confianza depositada en la otra persona. Todos esos momentos que atesoraba, ya fuera en cintas de vídeo, fotografías o en su propio recuerdo, se ven ahora manchados por la sombra de la sospecha.
Palmason está más interesado en seguir las emociones de su personaje y en cómo éste las va procesando, que en descubrir una verdad más grande que la vida.
Como dije antes, “Un blanco, blanco día” no pretende ser grandilocuente en su discurso y jamás se desmarca de la fórmula del drama íntimo, salvo en contadas excepciones en las que juguetea con el thriller.
El trabajo de reflexión acerca de la solidez de las relaciones humanas y sobre cómo estas se sustentan a menudo en mentiras bien construidas, queda reservado a la voluntad individual del espectador. Un acierto y un gran ejemplo de humildad por parte del autor.
El vínculo que forma Ingimundur (Sigurdsson) con su nieta, Salka (Hlynsdóttir), es otro de los puntos fuertes de esta historia de desamor. Ambos actores se complementan a las mil maravillas: uno hace el papel más rudo y distante, absorto en su mundo interior; mientras, la niña derrocha curiosidad, amor y energía, cualidades propias de su juventud. Son la cara y la cruz de la vida, antes y después de recibir los golpes del destino.
Lo más negativo del filme, aparte de su excesivo distanciamiento emocional (algo que, por otra parte, es inherente al cine nórdico) y una frialdad inusitada a la hora de tratar temas tan complejos como los que aborda, es que el cierre de esta historia no acaba de funcionar, sintiéndose más como un forzado intento por buscar la reconciliación entre el espectador y el protagonista, algo que no concuerda del todo con el desarrollo del mismo y hace que pierda parte de su fuerza dramática.
En definitiva, “Un blanco, blanco día” es un grácil ejercicio de brutalidad emocional. La película se guarda unos cuantos ganchos de derecha que harán tambalearse al público, pero está narrada de una forma tan pausada y tan armoniosa, que casi nos logra engañar.
Es fría y demoledora, algo convencional en su análisis psicológico, aunque no por ello menos efectiva. La actuación de Sigurdsson sostiene, por momentos, una historia a la que le cuesta despegar, pero que termina arrollando y sobretodo, planteando una serie de preguntas que harán del final de la cinta, el principio de nuestro propio viaje introspectivo.
6,5/10: ¿EXISTE EL AMOR INCONDICIONAL?
0 comentarios:
Publicar un comentario