Crítica sin spoilers - Wonder Woman 1984

Tras sorprender a propios y extraños con su primera película estrenada en 2017, Wonder Woman regresa a la gran pantalla convertida en el salvavidas de un universo cinematográfico que Warner Bros. intenta mantener con vida a toda costa.


La misión de esta secuela, comandada por Gal Gadot y Patty Jenkins, es la de repetir el éxito cosechado hace tres años y de paso reflotar la taquilla mundial, lo cual se antoja harto complicado. 


Para conseguirlo, el estudio ha mantenido los pilares que hicieron funcionar a la original, mientras, a su vez, incorpora caras nuevas como la de Kristen Wiig, Pedro Pascal o Hans Zimmer.


En esta ocasión, cambiamos las trincheras de la I Guerra Mundial por los peinados y ropas estrafalarias de los años ochenta, dando a esta nueva historia de la Mujer Maravilla un look muy apetecible.



Nos remontamos al año 1984. Diana Prince (Gal Gadot) vive tranquilamente, compaginando su trabajo en el museo del Smithsonian con sus labores de superheroína. No obstante, su vida dará un vuelco cuando descubre, por accidente, una extraña y poderosa reliquia, estudiada por Barbara Minerva (Kristen Wiig), una compañera de trabajo, y codiciada por un timador llamado Maxwell Lord (Pedro Pascal).


Wonder Woman 1984 partía con las expectativas muy altas. No en vano, su predecesora trajo un soplo de aire fresco a una franquicia que empezaba a oler a muerto. Patty Jenkins y Gal Gadot habían confeccionado, junto a Zack Snyder, una heroína convincente y poderosa, que se erigía como la nueva gran esperanza del universo DC.



La película original fue aclamada tanto por el público como por la prensa especializada, una unión difícil de ver, más aún tratándose de una película de género. La clave residía en el carisma de su dúo protagonista, en una historia convencional, pero bien narrada y trufada de escenas memorables y una banda sonora cañera como pocas.


Todo lo que hizo brillar a la original desaparece, como por arte de magia, en esta secuela forzada y simplona, que entierra todas sus cualidades y nos muestra sus mayores defectos.


Para empezar, WW84 cuenta con un guion endeble y plagado de conveniencias difícilmente perdonables. En sus dos horas y media de metraje, nunca me sentí intrigado ni incentivado a seguir la historia y eso se debe, en gran medida, a que no hay historia.



Jenkins y cía. se disfrazan de trileros para sacarnos de la chistera algunos de los Deus Ex Machina más groseros que haya visto en mucho tiempo; cuando el núcleo dramático de tu película se sustenta sobre un castillo de naipes, se han de encender todas las alarmas.


Que el prólogo sea lo mejor que tiene por ofrecer esta secuela, es un síntoma muy significativo de que algo va mal, muy mal. Corren los minutos y las escenas de relleno (o peor aún, absurdas) se suceden, minando la moral del espectador, el cual termina desconectando de la historia y disfrutando únicamente de las imágenes.


A WW84 le falta la inspiración, el esmero y, porqué no decirlo, el cariño, en cierta medida artesanal, de la cinta original. Es demasiado torpe, holgazana y oportunista, incluso en su vano esfuerzo por arrancar la reflexión de la audiencia.



Toda su trama gira entorno a un artefacto surgido de la nada y sin apenas un pasado por desvelar. Los guionistas parecen más preocupados por cobrar el cheque y saltar del barco, que en construir una historia orgánica y coherente, que no se sienta tanto como una sucesión de excusas mal planteadas y peor ejecutadas.


Esto me lleva al fallido núcleo dramático de la película. Diana aún siente la pérdida de Steve Trevor (Chris Pine), lo cual la lleva a desear con todas sus fuerzas que regrese junto a ella. El guion pretende transmitir una moraleja interesante, pero vacía en última instancia, al igual que su romance.


La embriagadora química que surgió entre Gal Gadot y Chris Pine en la original, se transforma en un insufrible romance preadolescente, digno de un telefilm de Disney Channel. Sin saber a cuento de qué, Jenkins y su camarilla rescatan una línea argumental agotada, lo cual se nota en sus desganadas interpretaciones; se les ve perdidos e incómodos en sus interacciones.



Por otro lado, Kristen Wiig y Pedro Pascal suplen el aparente desinterés de sus dos estrellas protagonistas, con sendos villanos que aportan toda la energía y diversión en esta, por momentos, tediosa aventura. La humorista de la cantera SNL y el actor chileno aguantan todo el peso de la película sobre sus hombros y hacen más llevadera una trama que hace aguas enseguida; son la sal y la pimienta de un plato soso y poco inspirado.


Al igual que su predecesora, WW84 mantiene el tono esperanzador del Superman de Richard Donner, añadiéndole guiños especialmente dedicados al comiquero. Sin embargo, ese estilo despreocupado y ligero que alabamos en 2017, aquí parece más bien dejadez. Jenkins y el resto de su equipo van con el piloto automático, esperando que el carisma de la actriz israelí venga para salvarles.


Aparte de un guion pobre, esta secuela sufre también de un ritmo muy irregular. Tras la escena del prólogo, WW84 prometía más de lo que acabó cumpliendo. Sus primeros minutos son tan vibrantes como soporífero es su desarrollo que, todo sea dicho de paso, es nulo y se mueve a golpe de conveniencias.



Por si fuera poco, las subtramas que plantea alrededor de sus trágicos villanos, caen en saco roto y en clichés baratos visto una y mil veces en este y otros géneros. Tanto es así que Wiig y Pascal acaban comiéndose a sus propios personajes; en lugar de a Barbara y a Maxwell Lord, vemos a dos consumados profesionales salvando la papeleta.


En lo audiovisual, la película rinde a buen nivel, aunque en ocasiones el CGI impide el pleno disfrute de la acción. Hans Zimmer incorpora algún que otro tema interesante y rescata otros del universo DC para darle un toque juguetón muy característico del compositor alemán.


Por desgracia, la ambientación ochentera no es más que un reclamo publicitario, una herramienta de mercadotecnia para aprovechar el tirón nostálgico. Esto me enfada especialmente porque, a juzgar por el título, parecía que iba a jugar un papel importante; Wonder Woman 1984 podría haber puesto cualquier otro año y apenas se hubiera notado la diferencia.


En definitiva, esta secuela supone un claro paso atrás para la Mujer Maravilla. Patty Jenkins parece haberse acomodado y pecado de un exceso de confianza. Ni siquiera Gal Gadot deslumbra de igual manera, viéndola muy desorientada en su tórrido y pasteloso romance con un Chris Pine desconectado, que parece recién salido de un kebab a las cinco de la mañana tras una noche de fiesta desenfrenada.



El argumento es tan fino como el papel de fumar y su desarrollo es más sencillo que el mecanismo de un chupete, haciendo honor a la celebérrima frase de Los Simpson, “lo hizo un mago”, en alusión a los Deus Ex Machina y agujeros de guion que tanto gusta en los sectores más vagos de Hollywood. 


WW84 rinde muy por debajo de su predecesora en todos los aspectos: menos épica, menos emoción, menos interés y en definitiva, menos Wonder Woman.


5/10: CUIDADO CON LO QUE DESEAS…

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