Crítica sin spoilers - Sound of Metal

Una de las cintas que suenan con más fuerza para esta temporada de premios es, sin duda, Sound of Metal, la ópera prima de Darius Marder que protagoniza con poderosa presencia, Riz Ahmed. Estamos ante una película de superación personal, de lucha contra los obstáculos de la vida y contra la vida en sí misma, no para que esta cambie, sino para aprender a cambiar con ella.


La historia nos presenta a Ruben, un joven batería de un grupo de metal compuesto por él y su novia, Lou. Ambos recorren el país subidos a una vieja caravana, dando giras y conciertos allí donde pueden. Son un verso libre con un pasado tumultuoso que intentan corregir. Sin embargo, un día, sus vidas cambian radicalmente cuando Ruben pierde gran parte de su audición.


Darius Marder dirige y escribe junto a su hermano, Abraham, el magnífico guion de Sound of Metal. Una historia que, ya desde sus primeros compases, golpea duro al espectador. Hay cosas que damos por sentadas, como el caso del oído, pero que cuando perdemos nos hacen sentimos desnudos; como si nos hubiesen arrancado el corazón del pecho.

Esta es la situación que atraviesa Ruben, un músico al que le quitan su instrumento más importante. Los hermanos Marder abordan este desgraciado relato con la mayor naturalidad posible, sin adornos ni melodramas que edulcoren una experiencia que, ya de por sí, resulta abrumadora.


Uno de los grandes pilares de este notable ejercicio de empatía recae en su guion. Todo lo que narran se siente tan verídico, tan cercano y dolorosamente humano, que resulta imposible no ponerse en la piel de este batería atormentado. Los Marder no embelesan la premisa ni pretende generar más expectativas de las que tendrías leyendo la sinopsis. Lo que veis es lo que hay; la vida en su faceta más desafortunada.

¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué ha pasado? La historia no pierde el tiempo en esa clase de preguntas porque, tanto en la vida como en la muerte, siempre quedarán misterios por resolver. El llamado vacío legal del Universo, el lanzamiento de la moneda cósmica para el que todos compramos una tirada sin desearlo, es lo que más nos preocupa y es lo que afecta a Ruben.


En ese momento, cuando todo parece acabado, es cuando arranca la película. Con un excelente uso del sonido, una cámara que combina planos más contemplativos con otros más subjetivos, Marder busca transmitir la angustia del protagonista al espectador. Spoiler, lo consigue.

Y es que nunca un silencio fue tan ensordecedor. Nunca la quietud resultó tan desasosegante. Quizá no sorprenda, pero sí asusta la facilidad con la que todo puede cambiar en un instante. Ruben jamás volverá a ser quien era. Que sus oídos le hayan abandonado no es ninguna conjetura con la que juegue el guion, sino una realidad que nos es comunicada ya desde el principio; estas son las nuevas reglas de juego, tómalas o déjalas.


Lo que más me gusta es la sencillez con la que Marder narra las distintas fases de aceptación. La forma en la que Ruben aprende a convivir con su situación llega de forma orgánica, aunque el camino no está exento de dolor. Sin desvelar nada de su desarrollo, decir que Sound of Metal lleva el proceso de pérdida y de recuperación con suma elegancia, comprensión e incluso esperanza. No una prefabricada por un incrédulo que jamás ha prestado atención a la comunidad sorda y solo quiere apelar a las emociones más básicas; no, esta se siente auténtica y sincera.

A ello ayuda un elenco comprometido con la historia, sobretodo por la inmensa participación de Paul Raci, cuyo personaje, aunque secundario, es fundamental para entender el mensaje del filme. Este veterano actor de reparto, cuyos padres eran ambos sordos, entiende bien el material y aporta una muy necesaria reflexión, que el público agradecerá.


Aparte de Raci, el reparto cuenta con caras conocidas como Olivia Cooke o Mathieu Amalric, aunque ambos se ven relegados a papeles secundarios que, ni acaban de carburar ni de compenetrarse con la acción principal del filme. 

Pero el mayor reclamo en lo que a interpretaciones se refiere es Riz Ahmed. Aunque su talento ya se intuía en producciones como The Night of (2016) o Los hermanos Sister (2018), este papel lo pone en el mapa. 

Su actuación es de las más sentidas y creíbles del pasado año. Si no fuera por el papelón que se marca Anthony Hopkins en El padre, de la que intentaré hablaros, no me cabe duda de que la estatuilla tendría inscrita su nombre. Aún así, espero que este sea el nacimiento de una estrella y que Ahmed siga entregándonos papeles tan intensos y perdurables como el de Ruben.


Cuando más brilla Sound of Metal es, sin duda, cuando profundiza en el día a día de una comunidad sorda y de las personas que la conforman. En ella encontramos perfiles de todo tipo: desde alcohólicos, hasta drogadictos o niños que han nacido con esta condición. Esa vida de silencio ineludible, de traumas y lamentos, de una ardua lucha, pero también de felicidad y de plenitud. 

Sound of Metal puede ser inclemente, demoledora, una de las cintas más incómodas del año, pero también encierra una de las más bellas historias de superación. Puede que no emocione, eso es algo muy subjetivo, pero desde luego deja un poso difícil de obviar una vez terminada. Su mensaje, aunque sencillo, no deja de ser cierto y relevante en los tiempos que corren. 


Audiovisualmente, la película roza el sobresaliente. Como decía antes, el juego de sonido nos mete en la piel de Ruben. El contraste entre la vida, tal y como la percibimos nosotros y cómo la percibiría un sordo, me dejó simplemente boquiabierto. No solo por el truco, que ya habremos escuchado en numerosas películas de acción o bélicas, sino por el impacto dramático que causa y cómo está integrado en la narrativa. 

Para terminar, Sound of Metal es una de las cintas del año. Una película que inicialmente causa impresión, pero que sabe ir más allá de su premisa. Riz Ahmed se destapa como un actor a tener muy en cuenta y Marder tiene el pulso y la visión de un director con mimbres. 


Tiene sus puntos débiles, entre los que se encuentran unos personajes secundarios algo desaprovechados y desconectados de la trama principal, así como un tercer acto que pierde fuelle y no acaba de rematar emocionalmente al espectador. No obstante, poco más se le puede achacar a esta notable ópera prima, que acompaña al espectador en el descenso a los infiernos de un joven que tuvo que volver a aprender a vivir.

8/10: ¿HAY VIDA MÁS ALLÁ DE LA TRAGEDIA?

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