Crítica sin spoilers - Godzilla vs. Kong

Ali vs. Frazier, Marx vs. Bakunin, David vs. Goliath, etc., la humanidad siempre ha tenido un apetito voraz por los enfrentamientos, ya fuesen de carácter histórico, religioso o literario. Parece que la vida atrajese a los polos opuestos; como si el universo y la genética  coordinaran esfuerzos para traer al mundo a dos titanes de gran intelecto, fuerza o talento, destinados a batirse en un duelo para la eternidad.

A lo largo de su corta, pero brillante historia, el cine puede presumir de épicos cara a cara. En los últimos años, hemos visto a Freddy luchando contra Jason, a Batman dándose tortazos con Superman e incluso a dos iconos del J-Horror como Kayako y Sadako, cruzando sus fantasmagóricos caminos. 


Sin embargo, ninguno es comparable en términos destructivos al que enfrenta a King Kong, rey de la isla Calavera, con Godzilla, emperador de los kaijus. Este duelo de gladiadores monstruosos, que ya pudimos ver en 1962 de la mano del cineasta visionario, Ishiro Honda, cruza por primera vez el charco y aterriza en Hollywood con el objetivo de reventar la taquilla a mamporros.

Godzilla vs. Kong es la lógica conclusión del llamado Monsterverse, iniciado en 2014 por la Warner y Legendary, con el fin de revitalizar el subgénero en Occidente. Durante estos años, hemos visto tres películas con resultados impares: Godzilla, Kong: La isla Calavera y Godzilla: Rey de los monstruos –esta última cosechando una taquilla tan decepcionante, que a punto estuvo de hundir el proyecto por completo–.

Una misteriosa multinacional urde un siniestro plan que despertará la ira de Godzilla, atacando sus sedes y sembrando el pánico entre una población que reniega de él. Para frenarlo, la humanidad encuentra ayuda en Kong, quien ha sido retenido y enjaulado contra su voluntad por la agencia secreta Monarch. Así empieza una lucha de poder a poder entre las dos criaturas más carismáticas de la gran pantalla…


Lo primero que he de decir sobre Godzilla vs. Kong es que en ningún momento esconde su propósito, el cual no es otro que ser un entretenimiento mayúsculo, ruidoso y exagerado. El realizador, Adam Wingard, se dirige a todos los aficionados del género, prescindiendo de formalidades y de cualquier muestra de profundidad impostada para mayor gloria de los intelectuales del cine. 

Dicho de otra manera, aquí no veremos recitar a Shakespeare ni tampoco hacer reflexiones sobre el sentido de la vida o la insignificancia del ser. Si algo bueno tiene este título es que no genera falsas expectativas; lo que ves, es lo que hay. Por lo tanto, a todos aquellos que se indigesten con el cine palomitero, les recomiendo encarecidamente que no la vean.

Si analizamos Godzilla vs. Kong dentro de su categoría, que no es otra que la del taquillazo, nos encontramos ante un sólido ejercicio de evasión. Un producto altamente entretenido y adrenalínico. Un espectáculo pirotécnico que no da tregua al espectador, evitando que este piense en sus numerosas incoherencias y agujeros de guion.


Wingard y su equipo, sabedores que el punto fuerte de su obra no es el argumento, redoblan esfuerzos en el apartado técnico con un derroche visual apoteósico, que hará las delicias del espectador más excitable. Los combates están suficientemente dosificados como para generar expectación, sin llegar a aletargar al respetable y están mejor filmados que en entregas anteriores, donde la oscuridad de las imágenes y la rapidez de los cortes era tal, que en ocasiones costaba hasta distinguirlos.

Resulta difícil no disfrutar viendo a dos bestias destruyéndolo todo a su paso, más aún cuando la emoción que invade la sala es tan dulce y embriagadora que, por momentos, saboreas de nuevo tu niñez. 

Godzilla vs. Kong combina mundos de fantasía, llenos de magia y color, con escenas de acción de proporciones épicas y una llamativa banda sonora de Junkie XL, que rinde tributo a los temas clásicos, a la vez que se ajusta al carácter que muestran ambos en el film; uno mucho más amenazador y el otro más conmovedor.


Algo que quizá sorprenda es ver cómo los guionistas toman partido por una de las dos partes, dejando a la otra el papel más salvaje y animal, por así decirlo. El corazón y alma de esta cinta yace en la relación de amistad que entablan Kong y una niña; una decisión que podrá levantar ampollas en los fans de Godzilla, pero que se antoja necesaria para humanizar la historia y darle un grado de emoción al desarrollo.

Aparte de esto tenemos, cómo no, un elenco de personajes humanos que, una vez más, demuestran que en las batallas de los dioses, ellos juegan el papel de los peones. Por un lado, están Alexander Skarsgård y Rebecca Hall; por el otro, encontramos a una desfavorecida Millie Bobby Brown y a Demian Bichir, en el papel del villano cliché. 


Godzilla vs. Kong se divide en dos tramas bien diferenciadas, que se van intercambiando a lo largo del metraje y que terminan confluyendo en el tercer acto. Lamentablemente, los humanos jamás están a la altura del desafío, salvo contadas excepciones como la niña que mencionaba antes. 

El ritmo de la película adolece de languidez cuando los monstruos desaparecen, aunque he de admitir que Wingard y cía. lo gestionan mejor que sus predecesores, Michael Dougherty y Gareth Edwards, en sus respectivos intentos.

Una cosa queda clara y es que, después del fracaso que supuso Godzilla: Rey de los monstruos, el estudio decidió corregir el papel de Bobby Brown en esta secuela. Prueba de ello es que su papel aquí es prácticamente anecdótico, aliviándola de la carga dramática que soportó en el anterior título y colocándola sobre la nueva y flamante incorporación, Kaylee Hottle, en el papel de Jia; una decisión que, a la postre, resulta acertada.


Tradicionalmente, Hollywood acostumbra a meter comedia en sus superproducciones. Desgraciadamente, en los últimos años, los guionistas se han vuelto poco imaginativos y aún menos arriesgados, recurriendo a chistes manidos que francamente, más que reír, hacen llorar y eso es justo lo que ocurre en esta película; que haya oído vítores, gritos e incluso aplausos, pero ninguna carcajada no puede ser fortuito.

En definitiva, Godzilla vs. Kong no solo ofrece todo lo que cabe esperar de ella, sino que, además, triunfa donde fracasaron Tenet o Wonder Woman 84. Por primera vez desde que empezó esta trágica pandemia, he sentido cómo la energía de la audiencia regresaba; cómo su emoción y excitación ante el espectáculo que se disponían a ver, generaba un microcosmos alrededor de la sala, que nos transportaba a esos mundos de ficción que tanto añoramos. Este sentimiento es tan grande, sino más, que el chute de adrenalina de ver a dos de los monstruos más entrañables del cine, batiéndose en duelo por primera vez en más de medio siglo. Quizá esto marque el principio del fin de esta larga desventura o quizá aún toque seguir remando, pero lo que es indudable es que, gracias Kong y a Godzilla, por fin atisbamos un rastro de esperanza.

7/10: DESTRUCCIÓN CATÁRTICA.  

4 comentarios:

  1. Buena crítica, estoy completamente de acuerdo en lo que comentas.

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    1. Es que la película realmente no es muy compleja. Es bastante honesta en su propuesta...si te gusta, vete a verla; sino, pues mejor evítala jajajaja Lo demás creo que es buscarle tres pies al gato. ¡Gracias por comentar en el blog! :)

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  2. Excelente reseña y tus apreciaciones las comparto totalmente

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    1. Me lo he pasado genial viéndola y la guinda final fue escuchar los aplausos de la sala...ahí fue cuando aprecié de verdad el espectáculo que nos regalan estos dos monstruos. Películas como esta contribuyen a traer al espectador de vuelta a la sala. ¡Gracias por comentar aquí! :)

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