Crítica sin spoilers - La Liga de la Justicia de Zack Snyder

Intuyes que una película es algo más que eso, cuando la historia detrás de cómo se hizo es tan memorable, sino más, que la vista en pantalla. Eso mismo ocurre con esta nueva Liga de la Justicia de Zack Snyder, cuya increíble, pero cierta historia se remonta a 2017 tras el estreno de la frankenstiniana versión de Joss Whedon, que provocó un cataclismo en Warner Bros. e inició un movimiento sin precedentes en internet conocido como “Release the Snyder Cut”. 


Esta película se puede comentar como eso, una película, pero también como un fenómeno de masas; un ejemplo de todo lo que pueden alcanzar las redes cuando sus miembros se unen por una buena causa. 

También se puede –y se debe– hablar del amarillismo y del enfrentamiento, alimentado y sostenido en el tiempo por unos pocos “abanderados”, que exacerban los sentimientos de muchos y embarran el debate por intereses espurios.

En estos cuatro largos años, se ha visto odio e idolatría a partes iguales; extremos acríticos que confluyen en la intolerancia y borran del debate cualquier muestra de objetividad.


En esta nueva guerra virtual, Snyder y su obra representan el epicentro alrededor del cual todo gira. Pero, como ocurre en cualquier batalla que se precie, para participar antes habrás de elegir un bando, agarrar un arma –en este caso, un móvil–, atrincherarte y aguardar instrucciones del influencer de turno. No deja de ser irónico que una película que habla sobre la unión de fuerzas, haya generado más división que ninguna otra, aunque como decía aquella obra de Stanley Kramer: el mundo está loco, loco, loco.

Personalmente, he intentado mantenerme en terreno neutral, ya que uno no está para muchos trotes y tampoco tengo inclinaciones masoquistas. Siempre que me han preguntado por este u otro “corte del director”, he dado la misma respuesta: qué amante del cine sería yo si rechazase la posibilidad de tener un nuevo y enigmático montaje disponible. 

Siempre me he posicionado a favor del director, del artista detrás de la obra, así que, cuando Warner Bros. anunció por fin el estreno de la visión íntegra de La Liga de la Justicia de Zack Snyder, no pude más que alegrarme por él. Sobretodo por él.


Dicho esto, ¿de qué trata la película? Bueno, si habéis visto la de Whedon, sabréis que el esqueleto de la historia no ha cambiado. La Tierra ha quedado huérfana de su mayor héroe, Superman, y ahora se encuentra indefensa ante el guerrero invasor Steppenwolf y su séquito de parademonios. Decidido a frenar su avance y motivado por el recuerdo al kryptoniano caído, Batman recorre el mundo en busca de metahumanos con los que formar un equipo apodado La Liga de la Justicia.

Los cambios de la versión de Snyder, la cual dura dos horas más que la de Whedon, no son sino una suma de detalles que, vistos en conjunto, cambian por completo el tono y la percepción de esta congregación de superhéroes. 

Cambios en la forma y en el fondo de presentarnos a los personajes, tanto héroes como villanos, con el fin de darles más espacio y que crezcan bajo la atenta mirada del espectador. Snyder confecciona una obra más compleja, madura y matizada, algo que solo se puede lograr cuando tienes una idea bien definida. 


Lo primero que me ha llamado la atención es el guion de Chris Terrio, que pone un especial e inusual énfasis sobre los personajes a priori secundarios. La lógica nos diría que Superman, Batman y Wonder Woman formasen el gran triunvirato de DC, pero no para Terrio y Snyder. En una decisión valiente, aunque arriesgada, los guionistas ponen el foco sobre Cyborg, Flash, Lois Lane, Steppenwolf y en menor medida, Aquaman, dejando que sean ellos quienes lleven la voz cantante.  Esto hace que la historia fluya mejor, que esté más equilibrada y, por tanto, que haya más en juego llegado el momento decisivo.

Uno de mis mayores problemas con la versión de 2017 es que los personajes habían sido capados y reducidos a una burda caricatura de sí mismos. El ejemplo más claro lo encontramos en el papel de Gal Gadot: elevada al Olimpo superheroico tras el estreno de Wonder Woman, Whedon la arrastró por el fango en uno de los tratamientos más vulgares y sexistas que haya visto en los últimos años.


Pero no solo ella sufrió la ineptitud de unos ejecutivos obcecados con desbancar a la competencia, sino que otros como Ray Fisher (Cyborg) o Ezra Miller (Flash) también salieron gravemente perjudicados. La diferencia no reside tanto en sus actuaciones como en el tiempo de pantalla que aquí se les otorga. 

Un tanto de lo mismo le ocurre al supervillano Steppenwolf, el cual fue simplificado a un monstruo alienígena con malas pulgas. En el corte de Snyder, no solo entendemos mejor sus motivaciones, sino que incluso se nos desvela su pasado más inmediato con Darkseid, elementos harto interesantes que ayudan a cohesionar este universo cinematográfico y abren puertas a posibles spin-offs.


Aparte de los personajes, la narración también funciona mejor. A pesar de contar con dos horas extra, la película de Snyder es más rica, fascinante y épica de lo que jamás hubiese soñado la de Whedon. Mientras una va dando tumbos de aquí para allá hasta desembocar en su atropellado final, la otra recompensa al espectador, ofreciéndole momentos de intimidad que contrastan con sus faraónicas escenas de combate. 

Lo peor que se puede decir de una película de superhéroes es que no resulte estimulante y eso es justo lo que ocurre con la de 2017. No había alma ni garra ni emoción ni nada. Sólo imágenes estériles, carentes de significado, puestas ahí para hacer avanzar una historia renqueante. Para bien o para mal, Snyder tiene un sello y este se deja ver a lo largo del filme. Cierto es que puede resultar abrumador e incluso excesivo, pero no se le puede achacar falta de compromiso.

Como tampoco se le puede achacar nada al elenco protagonista. Normalmente, en este tipo de esfuerzos colectivos, uno o dos actores suelen destacar por encima del resto; sin embargo, aquí nadie se queda rezagado. Al mérito que le adjudicaba antes al guion de Terrio y Snyder, también hay que sumarle el buen hacer de jóvenes promesas como Fisher o Miller, los cuales no se arrugan en ningún momento frente a los más veteranos.


Y es que, si algo hemos de concederle a Snyder y a su equipo, en detrimento de los creativos de la Warner, es que aviva una llama que parecía extinta desde 2017, cuando la apatía sustituyó a la ilusión y la emoción dejó paso a la mayor de las indiferencias. 

Después de ver la original de Whedon, a muchos –entre los que me incluyo– se nos cayó el alma a los pies y en nuestra frustración, nos preguntamos cómo pudieron desperdiciar un material y un reparto tan potentes; cómo pudieron pecar de semejante ingenuidad y falta de inspiración, limitándose con copiar el modelo rival.

Pero no todo es oro lo que reluce; a grandes producciones, grandes errores. Afortunadamente, La Liga de la Justicia de Zack Snyder no cuenta con demasiados fallos, aunque los pocos que tiene sean ostensibles y hagan que la calidad del producto no sea del todo redonda.

Sus cuatro horas de metraje rivalizan con algunos de los títulos más grandes de la historia del cine como Cleopatra o Lawrence de Arabia, pero a diferencia de estas obras magnas, La Liga de la Justicia toma demasiado tiempo en hacer las presentaciones. 


Entiendo que, si antes le hubiesen dedicado una película a cada uno de nuestros justicieros, este problema se habría solucionado. De esta forma, no solo conoceríamos mejor sus motivaciones, sino que también estaríamos más familiarizados con sus habilidades y con su propio universo. 

Desafortunadamente, ya fuera debido a un exceso de confianza o a una falta de planificación, lo cierto es que esto no ocurrió, dejando a Snyder ante la difícil misión de encajar todas las piezas del rompecabezas deceíta. El resultado es una película con un ritmo extraño, que solo sabe ir a una cadencia. Si bien los conflictos internos de los personajes cobran mayor importancia, tampoco hay mucho tiempo para detenerse en ellos; como dice el refrán: vísteme despacio, que tengo prisa. 

Además, alguna escena se antoja como un pegote puesto por el director con el fin de despertar la curiosidad de los fans y abrir el apetito recaudatorio del estudio. Un as guardado bajo la manga que, aún resultando fascinante, no termina de encajar con el resto de la acción y causa cierta frustración, ya que probablemente nunca lo veremos realizado.

Por otro lado, el barroquismo al que nos acostumbra Snyder vuelve a entorpecer el ritmo de la cinta. Aunque no es ningún secreto que al director le encanta lucirse, esta era una oportunidad de oro para demostrar su madurez, sin por ello renunciar a la grandilocuencia que lo caracteriza.

Lamentablemente, en La Liga de la Justicia no hay atisbo de mesura, prueba de ello son los 24 minutos de cámara lenta a los que nos somete el realizador. Un recurso interesante, que aquí resulta molesto. Hay escenas enteras mostradas de esta manera –algunas del todo innecesarias–, demostrando una grave falta de sutileza a la hora de transmitir emociones. En lugar de crecer con los años, ampliando su cinturón de recursos por el camino, Snyder sigue recurriendo a sus viejos trucos estilísticos; el problema es que 300 se estrenó hace ya quince años y el truco se ha desgastado.


En cuanto a la banda sonora, el trabajo de Tom Holkenborg me ha resultado un tanto indigesto. No me malinterpretéis, se nota que hay un trabajo extenso en todos y cada uno de los temas, pero hay veces que menos, es más; en ocasiones, es mejor deleitarse con un plato suculento, que empacharse con un menú empalagoso. 

No es que las canciones sean malas, es que abusa tanto de ellas para subrayar el carácter épico de la cinta, que acaban cansando. Es como mezclar vodka con whiskey: si ya las imágenes son apoteósicas por sí solas, emparejadas con una banda sonora ensordecedora, crean un cóctel que aturde los sentidos. 

En definitiva, La Liga de la Justicia de Zack Snyder cierra satisfactoriamente las heridas abiertas en 2017. Estamos ante una película altamente disfrutable, un evento cinematográfico mayúsculo, que lamentablemente no podremos disfrutar en salas, pero que dejará un buen sabor de boca a todos aquellos aficionados desencantados con la versión de Whedon. 


No es perfecta, pero jamás prometió serlo; tampoco es un desastre, como muchos quizá esperaban. Ya lo dijo Aristóteles, la realidad es la única verdad y aquí la encontramos en forma de redención de un Zack Snyder y un equipo creativo que, tras una larga andadura por el desierto, por fin han dejado su visión para la posteridad. El tiempo dirá si la historia de esta Liga de la Justicia ha concluido aquí o si, por el contrario, aún queda un capítulo más por contar. 

6,5/10: LA PELÍCULA DE LA JUSTICIA.

4 comentarios:

  1. Interesante crítica, con la que coincido en la gran mayoría de aspectos indicados. Resulta sin duda mejor que lo del 2017 pero también cae en excesos como el excesivo metraje o el exceso de slow-motion. Mi crítica por aqui: https://chacalx.blogspot.com/2021/03/la-liga-de-la-justicia-de-zack-snyder.html

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    1. Con sus más y sus menos, que indudablemente los tiene, esta versión es más redonda, tiene más empaque e ilusionará más al aficionado que la ruinosa versión de Whedon en mi opinión. Una película para fans hecha por fans. ¡Un saludo!

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  2. Pues bastante de acuerdo en líneas generalrs, y así lo comenté en Twitter: me gusta más que la versión de 2017,está bien, se nota (como bien apuntas, a veces demasiado) el sello de Snyder... y ya. Es una buena película de superheroes (antes no era ni eso) pero ni la mejor del género ni la mejor de Snyder.

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    1. ¡Tal cual! Creo que se sobredimensionó durante años y al final, ni es tan buena, ni tan mala como algunos creían. Una película divertida, algo densa por su duración y los excesos de Snyder, pero muy disfrutable para el fan. Dos cosas están claras: mejora a la del 2017 y Snyder se quitó la espina que tenía clavada. ¡Saludos!

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