Crítica sin spoilers - Sin tiempo para morir

Corría el año 2006. El agente 007 atravesaba una mala racha tras su última misión. Pierce Brosnan había colgado la licencia para matar, dejando un vacío que alguien, en algún momento, tendría que llenar. Y ese alguien apareció, pero no era el que la gente o la prensa esperaba: rubio, de ojos azules y con una estatura por debajo de 1’80 m. Su nombre era Craig, Daniel Craig y tendría que demostrarle al mundo que se equivocaba.

15 años y 5 películas más tarde, el mismo actor al que vilipendiaron —algunos incluso crearon páginas web en protesta por su elección— se marcha por la puerta grande, considerado de forma unánime como uno de los mejores en portar el esmoquin de James Bond. 


La era Craig pretendía marcar un nuevo inicio dentro de la saga, contando un gran arco narrativo a lo largo de las películas. Esta idea se distanciaba del habitual esquema de la franquicia, más propenso al reciclaje de actores que al del personaje, buscando estrechar vínculos con un público que comenzaba a hartarse de la fórmula tradicional.

En este contexto de crispación y de desapego, se estrenó Casino Royale, primera y definitoria entrega del Bond de Craig. La película fue todo un éxito de taquilla y marcó el camino a seguir. 

Habíamos quedado prendados con el estilo salvaje y a la vez romántico de la nueva iteración del espía más famoso de la gran pantalla. También ayudaron un fantástico villano, interpretado por Mads Mikkelsen y una cautivadora Eva Green en un papel que, a día de hoy, sigue estando imbatido.

Luego vinieron baches, 007 tuvo sus triunfos y sus fracasos, pero siempre mantuvo esa determinación que lo caracteriza. Fatigado por los años de críticas y aplausos, de huesos rotos y declaraciones cruzadas, Daniel Craig nos dice adiós en No Time to Die —traducido aquí como Sin tiempo para morir—.


En un principio, la película iba a ser dirigida por Danny Boyle, pero este se bajó del barco in extremis y su lugar lo ocupó un tal Cary Joji Fukunaga, cineasta que el público recordará por la celebrada serie de HBO, True Detective. 

El reparto, encabezado por Daniel Craig, cuenta con otras caras conocidas como Léa Seydoux, Ralph Fiennes, Ana de Armas o Rami Malek. Además, el guion está co-escrito por Neal Purvis, Robert Wade, Phoebe Waller-Bridge y el propio Fukunaga.


Tras los eventos de Spectre (2015), Bond se ha retirado del servicio y se dedica a vivir la vida que siempre soñó tener junto a su novia Madeleine (Seydoux). Sin embargo, el pasado le pisa los talones y solo será cuestión de tiempo hasta que le atrape en una venenosa red de secretos que pondrá a prueba la vida del agente 007.

Como es habitual en las grandes franquicias, cada entrega viene rodeada de polémica. En esta oportunidad, las redes ardieron con los desafortunados comentarios de Fukunaga acerca del Bond de Connery; el propio Craig declaró en multitud de ocasiones “estar harto de interpretar al personaje”; por si fuera poco, hemos de añadirle unas gotitas de la llamada corrección política, de la que tanto se habla últimamente, para elaborar un cóctel explosivo con el que reventar la taquilla para bien… o para mal.


Controversias aparte, aquí estamos para valorar una película y no una cualquiera: la última de la etapa de Daniel Craig. Esta entrega tenía muchos cabos sueltos que atar y tramas por dilucidar. ¿Habrá cumplido su misión?

Para entender mejor dónde nos encontramos, hemos de analizar de dónde venimos. Casino Royale (2006) sentó las bases de un Bond inusual, alguien dispuesto a enamorarse hasta las trancas si la oportunidad surgía. Y surgió. Esto supuso una importante novedad dentro de la franquicia; James Bond, ese mujeriego y alcohólico hombre de acción al que estábamos acostumbrados, ya no era el mismo. Menos elegante, más rudo quizá, pero también más vulnerable. Una mezcla que da para un cóctel agitado, no revuelto.

Si nos fijamos bien, las cinco películas de Daniel Craig comparten un mismo hilo conductor: el amor. Primero, cayó rendido a los pies de Vesper Lynd; luego, se intoxicó de su embriagador recuerdo y finalmente, sentó cabeza con la francesa de hipnótica mirada y gatillo fácil, Madeleine Swann. Que el Bond más romántico de todos tuviese una despedida igual de sentimental no era cuestión de agendas, sino de destino.


Lo cierto es que, aunque todos comparten un mismo gusto por el vodka Martini y las curvas peligrosas, cada versión de Bond ha sido hija de su tiempo. El prototipo pícaro y desenfadado de Roger Moore encajaba a la perfección con los años 80; mientras, el de Craig marcaba una nueva línea para unos nuevos tiempos, un híbrido entre la brutalidad de Dalton y la efímera sensibilidad de Lazenby. 

No time to Die no huye del espíritu del personaje, pero tampoco traiciona el sello distintivo que le imprimió el actor de Liverpool. Así es que toma un poco de ambos mundos, moviéndose en un fino hilo que separa la tradición del progreso y ofreciendo una de las misiones más complejas, emocional y físicamente, a las que se hayamos enfrentado nunca. Este, señoras y señores, es el legado de Craig.

¿Que cuál es su legado? Pues ni más ni menos que la modernización del espía británico. Una renovación que no pilla a nadie por sorpresa y que aquí culmina con el buen gusto y la reverencia necesarias para contentar tanto a los fans acérrimos como a los recién llegados.


El guion es su mayor baza y a la vez su peor enemigo, ya que algunos verán en él una ofensa para la tradición bondiana. No lo digo yo, ha habido infinidad de críticas al respecto: dicen que ya no es el «devoramujeres» de antaño, que se ha vuelto un blando, que Ian Fleming volvería a la tumba corriendo si la viese, etc. 

En opinión de un servidor, este libreto es uno de los más inteligentes, juguetones y bien rematados de la saga. Uno que hace concesiones sin comprometer su esencia, que hace un sentido brindis por el amor al mismo tiempo que mantiene un peligroso idilio con la pólvora. 



A pesar de contar con voces y sensibilidades distintas, el equipo de guionistas ha cuidado todos los aspectos que constituyen una película de 007: las vertiginosas escenas de acción, los villanos megalómanos, las exuberantes mujeres, los destinos exóticos y por supuesto, los guiños a la franquicia, potenciados más que nunca en esta secuela —desde Dr. No hasta las últimas entregas, pasando por Al servicio secreto de su Majestad—. Incluso Bond parece más socarrón y ocurrente, algo que se deja notar en el semblante relajado y confiado de Craig.

 


No negaré que Sin tiempo para morir prescinde de algunos de los rasgos distintivos del personaje, como su afición a acostarse con mujeres o su alarmante falta de empatía, pero esto era necesario para la correcta evolución de este Bond. Si lo hubiesen tratado de cualquier otra forma, habrían desaprovechado todo cuanto habían construido en las entregas anteriores y esa habría sido la verdadera tragedia.

El gran punto negro del guion no está en el tratamiento del protagonista, sino en el del antagonista, interpretado por Rami Malek. El actor de Bohemian Rhapsody hace lo que puede en el papel del villano, pero este se disuelve como un azucarillo a medida que avanza el metraje. 

Los guionistas intentan darle un aura de misticismo y de omnipresencia, como si guardara un as bajo la manga, cuando en realidad lo que guarda no es más que un farol.


Un tanto de lo mismo se podría decir del personaje de Nomi, la nueva y voraz agente del MI6 que le echa un pulso a nuestro querido espía. Si bien me gustó ese juego del gato y el ratón que mantienen, su personaje se queda en algo anecdótico. 



En lo que respecta a los actores, Daniel Craig vuelve a superarse a sí mismo ofreciéndonos la interpretación más matizada de su carrera. Como dije al principio de la reseña, se marcha con los vítores del público y la admiración de la industria. 



No obstante, el resto del reparto complementa muy bien a Craig. Sobretodo una Léa Seydoux emocionante y sensible como ninguna otra. Sin su contribución, la película hubiese quedado coja. 



Otros sospechosos habituales, como Ralph Fiennes o Jeffrey Wright, se lucen en la que podría ser su última intervención en la franquicia. Por su parte, Christoph Waltz regresa al papel de Blofeld en una escena corta, pero intensa, que recuerda al Joker de Nolan y Ana de Armas nos deslumbra con una secuencia hecha a su medida. ¿Veremos más de ella? El tiempo lo dirá.


Sobra decir que el apartado audiovisual de Sin tiempo para morir, así como la dirección de Fukunaga, rozan la perfección. Y es que cuando te rodeas de los mejores, salen cosas grandes: de la fotografía se encarga Linus Sandgren (La La Land, First Man); la banda sonora la realiza Hans Zimmer, el cual nos entrega una partitura cargada de épica que recuerda a El caballero oscuro; por último, el tema principal compuesto por Billie Eilish encaja con el espíritu del film, aunque pierde en comparación con el de Adèle en Skyfall.

Se dice que una película de Bond es tan buena como su villano. Una afirmación con la que tendería a estar de acuerdo, a excepción de Sin tiempo para morir, que es tan buena como lo es el propio James Bond. 

Igual que ocurriera en Al servicio secreto de su Majestad, No Time to Die se interesa más en profundizar en el frío corazón del agente 007, que en conocer los malvados planes de una organización o de un excéntrico multimillonario. 

Esto la convierte en una anomalía y como tal, corre el riesgo de ser rechazada por aquellos que prefieren una experiencia más convencional. Sin embargo, donde unos ven falta de respeto, yo veo originalidad, veo frescura y atrevimiento para llevar la franquicia a nuevos horizontes.


Como he dicho antes, el guion falla a la hora de transmitirnos las motivaciones del villano. Por momentos, la película se esfuerza tanto en ser grandilocuente, que fatiga al espectador. Arranca con rabia y termina con lágrimas de sangre, pero entremedio es donde encuentra más problemas. Es larga, demasiado diría yo, aunque se lo perdono solo por poder atrapar un último instante de grandeza del Bond que nos volvió a enamorar. 

7,5/10: SIN TIEMPO PARA AMAR

4 comentarios:

  1. Genial análisis,como siempre, amigo! Muy de acuerdo con todo!! Me ha encantado el simil para el villano: se diluye como un azucarillo.. nunca mejor expresado! Mil gracias por compartir! Besazo i que no pari! 🎬😘😘

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    1. Gracias a ti por pasarte y apoyar el blog como siempre, Franss!! Me alegra que además de gustarte el texto, estés de acuerdo con mi postura. Sé que me salió algo larga la reseña, pero quería explicarme bien. Esta película se merece eso. Un besazo, amiga!! Cuídate

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  2. Muy buena la crítica y sin estropear nada de la película para los que aún no la hemos visto. La tengo pendiente.

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    1. Un placer escribirla! Me alegra que no te haya estropeado la experiencia. Eso es fundamental para mí, cada vez que escribo una reseña. Espero que te guste Sin tiempo para morir. ¡Saludos!

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