Crítica sin spoilers - The Batman (2022)

Diez años después de la última aventura en solitario del mártir de Gotham City, Warner Bros regresa al mito pulp creado por Bob Kane y Bill Finger, bajo el simple y contundente título, The Batman. 

Para ello, el estudio ha contado con Matt Reeves, un especialista en revitalizar franquicias. En esta ocasión, la misión se antoja más complicada, ya que el legado de Christopher Nolan y, en menor medida, de Zack Snyder, se cierne sobre él como una colonia de murciélagos sobre un espeleólogo.


A decir verdad, el peso del personaje en la cultura pop bastaría para hacer temblar las piernas de muchos artistas de Hollywood. No olvidemos que esta es la séptima revisión cinematográfica del personaje y la exigencia de la crítica y del público no dejan de aumentar. 

Tamaña responsabilidad recae sobre los hombros de Robert Pattinson, un actor que hasta hace poco era vapuleado por la mayoría y que ve en Bruce Wayne un reflejo de su éxito maldito. El niño mimado de Hollywood, ahora adulto, se doctora en violencia por las calles de Gotham, imbuido del místico influjo del señor de la noche.


Un joven Bruce Wayne, de espíritu nihilista y estética emo, lleva dos años combatiendo el crimen para satisfacer sus sádicas necesidades. Como él mismo admite, lo suyo no va de justicia, sino de venganza. Venganza por un trauma que le acecha desde la fatídica noche en que asesinaron a sus padres.

Desde entonces, algo se ha roto en su interior. Se resiente de una cicatriz que le obliga a llevar una máscara en sociedad, la del heredero y príncipe de la ciudad Bruce Wayne, y que solo airea cuando la noche cae y puede mostrarse tal cual es. 

Sin embargo, un nuevo terror subyuga Gotham. Un psicópata, surgido de los bajos fondos, amenaza con poner en jaque a los altos mandos de la ciudad: políticos, fiscales, policías…El castillo de naipes está a punto de caer. ¿Dejará Batman que ocurra?


The Batman es sordidez y penumbra. Un sentimiento de fatalismo invade cada húmeda habitación en la que se ambienta. La atmósfera es tan densa y opresiva que se puede cortar con un cuchillo. Todo apunta a una misma conclusión y es que no hay absolución posible para Gotham. 

Desde la primera escena, Matt Reeves deja claro que aquí no hay lugar para el heroísmo. Mucho menos súper, con ese de esperanza. Gotham es una auténtica jungla, un estercolero donde la inocencia muere en la planta de maternidad y el crimen es la verdadera ley. Si este fue alguna vez un lugar seguro y próspero, ya no queda ni el atisbo de un recuerdo.

Bruce Wayne tampoco está capacitado para salvar a nadie, empezando por sí mismo. Apenas se relaciona con Alfred (Andy Serkis) y solo comparte su agonía con un triste diario donde plasma sus lúgubres pensamientos.


La película arranca con una voz en off en la que oímos a un lánguido Bruce Wayne sincerándose con el público. Toda una declaración de intenciones por parte de Matt Reeves, que utiliza inteligentemente un recurso propio del cine negro para establecer el tono de su obra.

En The Batman somos testigos de la versión más detectivesca y psicológica del célebre personaje de DC. La cinta coquetea más con el género policíaco, el de la novela negra americana, que con el de superhéroes. 

No en vano, el cineasta citó Chinatown, The French Connection o Taxi Driver como influencias directas para su película —hoy día parece que, si haces una película oscura y deprimente, debes inspirarte sí o sí en la obra maestra de Scorsese—. 

También veo cierta inspiración en escritores modernos como Dashiel Hammett, Raymond Chandler o Cormac McCarthy, de los cuales toma algunos ingredientes como el nihilismo, la brutalidad de su mundo y la figura del antihéroe como protagonista. 


Olvídense del tono pícaro y playboy de anteriores Bruce Wayne, los cuales se movían por Gotham con un desparpajo y una naturalidad impropias de un personaje tan encerrado en sí mismo. 

Esa dualidad, antes ostensible, se difumina hasta que ambas figuras confluyen en una misma alma torturada. Ya no sabemos dónde empieza Bruce y termina Batman; dónde acaba la justicia y comienza la ira, el resentimiento. En ese sentido, el Batman de Pattinson es deudor del de Affleck.

Bruce es un mero espectador de su propio arco dramático. Un prisionero del murciélago en el que se ha convertido. Su evolución pasa por una necesaria catarsis, que lo empuje a abandonar el camino del vengador y le ayude a convertirse en el salvador que la ciudad tanto necesita.


En su camino hacia la revelación, no tendrá muchos aliados ni verdades a las que agarrarse. Si has vivido en Gotham lo suficiente para contarlo, sabrás que el recelo aflora en sus habitantes. Esto se hace notar en cada conversación que mantiene a lo largo del filme. Parco en palabras, pero contundente en su mensaje; su voz, aunque baja y profunda, se deja oír entre tanto ruido.

A medida que avanza la historia, se verá obligado a confiar, no sin reticencias, en algunos socios habituales, como Jim Gordon (Jeffrey Wright) o Selina Kyle, alias Catwoman (Zoë Kravitz), con el fin de desentrañar los misterios que oculta la polis gótica. 

Misterios en los que se refugian los villanos, como ratas en edificios abandonados. Tradicionalmente, los enemigos de Batman han gozado de alta estima. De hecho, las mejores entregas comparten un denominador común.


Jack Nicholson y Heath Ledger como el Joker, Michelle Pfeiffer como Catwoman, Aaron Eckhart como Dos Caras o Liam Neeson como Ra’s al Ghul son solo algunos ejemplos de grandes villanos de la franquicia. 

Paul Dano recoge el testigo de estos magníficos actores, camuflándose detrás de Enigma, un psicópata que utiliza su intelecto y afición por los acertijos con fines maquiavélicos.

Su actuación es fría, impactante y desasosegante. Un actor contrastado que, vuelve a hacer gala de un talento natural para interpretar a mentes desequilibradas. Si Batman es el alfa, Enigma es el omega. La cara y la cruz, el ying y el yang en esta madeja de perversión y locura. 


El Enigma creado por él y Reeves recuerda en ocasiones al asesino del Zodiaco, alguien salido de un episodio perdido de Mindhunter. Es la vena más fincheriana de la película, heredera del terror que infundió en su momento el Joker de Heath Ledger o más recientemente, Joaquin Phoenix. Película, por cierto, con la que guarda ciertas similitudes.

Si Enigma bebe de Fincher, Bruce Wayne bebe de Kurt Cobain y Jonny Greenwood. Ajusticia a ritmo de Nirvana, Radiohead o White Stripes. Rojo y negro como leitmotiv de la obra —solo hay que ver el póster para entenderlo—. 

La primera mitad se centra casi exclusivamente en la faceta investigadora, embarcándonos en un fascinante viaje por el submundo de Gotham. 

La historia se cuece a fuego lento, permitiendo a los personajes crecer. El destino de los protagonistas se entrelaza paulatinamente, dando como resultado auténticos chispazos de carisma que iluminan nuestro camino.


Sin embargo, lo que arranca de forma prometedora, se va diluyendo conforme pasan los minutos y la ansiedad del realizador —o de los productores— aumenta ante la evidente falta de acción.

No es que The Batman carezca de escenas trepidantes, pero sí se observa un viraje hacia el frenetismo en su segunda mitad.  La tensión atmosférica del principio y la locura desenfrenada de su tramo final no acaban de encajar. Es como si Reeves tuviese las piezas para construir el puzle, pero Warner se lo cambiara en el último momento.

El guion da varias cabriolas, algunas de ellas increíbles, en un intento por mantener a flote el barco batmaniano. A su favor, hay que decir que lo consigue, pero lo hace a costa de ciertas licencias narrativas que el espectador tendrá que concederle.


No obstante, lo peor de The Batman no está tanto en la pantalla, como detrás de ella. A pesar de un excelente trabajo de dirección de actores y una visión apabullante, Reeves peca de cierta grandilocuencia, de querer empezar la casa por el tejado. Como él mismo le confesó a Nolan: “quiero superarte”. La ambición, mejor en dosis pequeñas.

La seguridad en uno mismo puede ser un arma de doble filo, como aquí se demuestra. Por un lado, tenemos una labor de ambientación perfecta, apoyada en la excelsa fotografía de un Greig Fraser que firma su mejor trabajo hasta la fecha. 

Juntos, él y Reeves logran traer a Gotham de nuevo a la vida. Esta nunca ha lucido mejor, tan europea. Es un cruce entre la megalópolis de Burton, la de Fincher en Seven y la Londres victoriana.


Las imágenes despiden un aroma a putrefacción que atrapa y cautiva al espectador. Nunca antes se había visto algo igual. Un ejercicio de puro hipnotismo cinematográfico.

Además, las escenas de acción golpean con fuerza al espectador, yendo muy en consonancia con los thrillers setenteros en los que se inspira. Cada puñetazo, cada caída y colisión están cimentadas en una gran fisicidad. 

La puesta en escena funciona de igual manera. Reeves sabe muy bien dónde y cómo posicionar la cámara y rara vez la mueve con brusquedad. Cada plano está elegido con precisión quirúrgica, aunque en ciertos instantes yerra a la hora de imprimirle ritmo.

He notado una especial predilección por los primeros planos de espalda, jugando con el efecto de desenfoque. Un recurso que comprime nuestro campo visual y nos ayuda a sumergirnos mejor en la historia. 


Otro apartado que enriquece esta particular visión de Gotham es la iluminación, tanto en exteriores como interiores. En un derroche constante de creatividad, el equipo de The Batman juega con las luces y las sombras a su antojo, dejándonos algunas de las escenas más memorables de toda la franquicia.

Desgraciadamente, la amenaza de ese doble filo sobrevuela en todo momento. Esto se debe, principalmente, a un guion que no es tan robusto ni inteligente como se cree y que muestra sus carencias en un metraje excesivo de 3 horas, que llega sin energías ni frescura a su tercer acto.

Antes de entrar en la sala, tenía mis dudas al respecto y estas se confirmaron al salir. Sin llegar a ser aburrida, sí hay momentos en los que sientes el peso de los minutos sobre tu cabeza. Desde luego, este corte se hubiera beneficiado de una visita al peluquero.


Hay un severo atasco de villanos en la Gotham de Matt Reeves, todos ellos compitiendo por su minuto de gloria. Si hay una lección que el director puede sacar de esta experiencia, es que el que mucho abarca, poco aprieta. No hay atajo fácil para alcanzar la gloria.

Lo más frustrante es que hay buenos actores, pero no personajes que los acompañen. Tan solo caóticos brochazos de villanos a medio cocinar. Dos ejemplos de esto son Carmine Falcone (John Turturro) y el Pingüino (Colin Farrell), una pareja de gangsters que no encuentra su espacio en la historia.

Esta subtrama mafiosa, si bien es interesante como concepto, nunca termina de despegar, lo que nos deja una galería de personajes desaprovechados, interpretados por actores de gran solvencia. 


Al final, la aparición de ciertos villanos se siente como una promesa de cara a futuras entregas. Una forma de generar expectativas al más puro estilo televisivo; solo falta que salga el director con bastón y sombrero de copa exclamando: «próximamente, nuevos episodios».

Pero si algo debemos otorgarle al equipo de Warner es su buen ojo a la hora de escoger el reparto. De un plumazo, han disipado cualquier duda que hubiera sobre la elección de Pattinson o de cualquier otro intérprete.

El actor de El faro o Good Time lleva la voz cantante en todo momento. Su interpretación está llena de matices, de miradas penetrantes y silencios escalofriantes. Corre la cortina hasta descubrir a la persona detrás de la máscara, sus temores y su rabia contenida. Esos ojos perdidos, envueltos en sombras y llorando ríos de tinta, transmiten más que muchos diálogos de otras películas. 


El resto del elenco cumple sobradamente: desde un irreconocible Colin Farrell, que le aporta un toque de carisma lenguaraz muy necesario, hasta un Jeffrey Wright sobrio y comedido. 

Aparte de estos, y dejando de lado el vibrante duelo actoral que realizan Dano y Pattinson, también cabe destacar a Andy Serkis y a Zoë Kravitz. Sus actuaciones tienen el suficiente empuje para querer ver más, mucho más de ellos —sobretodo de un Alfred que está desaparecido en combate—.

En su primer acercamiento, Matt Reeves ha conseguido lo más difícil: captar la esencia del personaje. Su propuesta es arriesgada y valiente y más importante que eso: cree en ella a pies juntillas. 

The Batman no muestra signo alguno de titubeo. Lo único que se le puede reprochar es ser demasiado ambiciosa para su propio bien. Es tan autoexigente y se esfuerza tanto por llegar a la cumbre del género que termina agotada.

Tres horas extenuantes, sí, pero inmensamente disfrutables. Una sesión de cine estimulante, épica, donde hay cabida para todo: asombro, éxtasis y emoción. Igual que su protagonista, la película es demasiado febril e inmadura para saber cuándo pisar el freno, pero lo achacamos a un error de juventud.


Afortunadamente, las bases de una grandiosa trilogía están ahí, en la pantalla. Solo hay que pulir este diamante bruto de obsidiana y dejar que brille en la noche como el símbolo de justicia y esperanza que representa el murciélago de Gotham para todos los cinéfilos.

7,5/10: EL HÉROE QUE SURGIÓ DE LAS TINIEBLAS. 

6 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Muy cercano a la sensación que he tenido al verla.

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    1. Me alegra haber podido transmitir en palabras lo que parte del público sintió viéndola! Es la parte más difícil y más gratificante de la crítica escrita :) Saludos!

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  2. Muy bien escrito Rick, como siempre,tu plasmas en palabras lo que nosotros pensamos, me gustó la peli,pero no la encontré tan excelsa ,tiene sus cosas buenas y sus fallos ,pero en resumen,quiero ver más de este The Batman.

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    1. Muchas gracias!! :) Doy el máximo para plasmar en palabras mis sensaciones en la sala. Solo entiendo la crítica de esa forma y me alegra que lo valoréis tanto. Vuestra satisfacción es un regalo para mí.

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  3. Una crítica estupenda, Rick. Creo que pocas puedo leer mejor. En cuanto a las interpretaciones, totalmente de acuerdo; Pattinson convence totalmente en el papel de Batman, pero como Wayne si pienso que el guión no le ayuda. Dano está muy bien, pero lo veo sobreactuado cuando se destapa y se muestra tal como es. Farrel me gustó mucho también, su caracterización es genial, y bueno, Turturro me gusta, pero hubiese cogido a otro actor para este personaje personalmente. La Gotham como yo dije me convence a medias; bien en clubes y otros edificios en la noche, pero muy convencional por fuera. Por otro lado, pienso que el vestuario es algo que no mencionas y algo muy importante en esta peli. Por lo demas, chapó. Creo que a mi me gustó un poco más, pero en líneas generales estoy bastante de acuerdo.

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    1. Muchísimas gracias por tu comentario tan elaborado y elogioso, Anotnio!! No sabes lo feliz que me hace :) Concuerdo contigo en lo referente a las actuaciones. La elección de Turturro me gusta, es un gran actor, pero el personaje se siente más auxiliar que principal. No creo que hayan aprovechado bien todo su talento. Farrell se postula como principal villano de la secuela y como bien dices, el vestuario refleja muy bien las distintas facetas de los personajes, sobretodo de Batman/Wayne, Catwoman/Kyle y Enigma/Dano. El maquillaje de Farrell también está muy currado.

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