Las luces se apagan, la mecha se enciende y la inconfundible música de Lalo Schifrin anticipa una nueva aventura del espía más querido del cine moderno, Ethan Hunt. Agárrense a su butaca, porque el incombustible Tom Cruise regresa a las salas tras el incontestable éxito de Top Gun: Maverick (2022) en su solitaria cruzada por revitalizar la experiencia cinematográfica original. Una misión admirable que a menudo se confunde con la del héroe al que interpreta y que en esta séptima entrega pretende dejarnos boquiabiertos una vez más.
La saga de Misión imposible nos ha acompañado a lo largo del siglo XXI como una amiga fiel que nunca nos abandona y raramente decepciona. Desde su impresionante presentación en la película de Brian De Palma, Hunt y Cruise, Cruise y Hunt, han dinamitado la cartelera con un cóctel explosivo de intriga, tensión y escenas de acción que desafían la lógica y coronan a la estrella americana como el heredero de Buster Keaton.
Una fórmula perfeccionada durante los últimos 27 años que culmina en esta séptima entrega dividida en dos partes. Por el camino se han sumado actores del calibre de Simon Pegg, Rebecca Ferguson o Ving Rhames quienes conforman junto a Tom un equipo de carismáticos proscritos que distingue a esta franquicia de otras como James Bond o Bourne y que ya forma parte del ADN de Misión Imposible.
Otra pieza de esta engrasada maquinaria es el director y guionista Christopher McQuarrie, el cual repite después de firmar las dos anteriores entregas, Fallout (2018) y Nación secreta (2015). El binomio McQuarrie/Cruise se remonta a la interesante Jack Reacher (2012), un thriller de acción urbano que homenajea a clásicos como Bullitt (1968) o Driver (1978) y donde ya podíamos apreciar la afinidad entre el director y la estrella, así como su pasión por la historia del cine.
La misión de Sentencia mortal – Parte 1 (2023), si decide aceptarla, lleva a Ethan Hunt y a su equipo tras la pista de una misteriosa llave codiciada por las principales potencias, que brinda acceso a una poderosa arma tecnológica con capacidad para dominar el mundo entero. Una búsqueda contrarreloj en la que se enfrentará a innumerables peligros, se verá las caras con enemigos de un pasado lejano y forjará nuevas alianzas.
Como habréis observado, la premisa es todo lo ambiciosa que se espera de un proyecto de esta envergadura. Este es el bebé de Tom Cruise, su magnum opus como productor y una oportunidad para demostrar al Hollywood digital que lo analógico aún sigue dando caña.
Por este motivo, entre otros, cada vez que estrenan una nueva entrega me invade una sensación de morriña; igual que cuando proyectan una película de tu infancia en un cine de verano o te reencuentras con tu mejor amigo del colegio. Es el valor de las películas con sabor añejo, a cine de la vieja guardia, a efectos prácticos e imaginación como herramientas para hacer realidad los sueños.
En esta oportunidad volvemos a disfrutar de localizaciones reales, persecuciones con aroma a carburante, rugido de motor y siniestro total, acrobacias circenses y más, mucho más. A pesar de las restricciones del Covid-19, que convirtieron el rodaje en una pesadilla intermitente, Cruise, McQuarrie y el resto del equipo no han escatimado esfuerzos en hacernos partícipes de la acción. Su nivel de implicación es digno de admiración y debería servir como ejemplo para una industria acomodaticia.
El resultado son unas escenas de acción complejas y bien ejecutadas, con una puesta en escena elegante y un montaje que guía al espectador a través del caos. Ya sea en un tren, un rascacielos o en el mismísimo Nepal, la saga siempre se las ha apañado para abigarrar la escena con personajes y situaciones delirantes sin por ello olvidar su lógica interna.
Aquí cuenta además con la incorporación de Hayley Atwell en el papel de Grace, una ladrona de guante blanco que le añade un punto juguetón a la clásica ensalada de tiros y tollinas. Son esta clase de novedades las que hacen que una franquicia llegue hasta la séptima entrega sin mostrar claros signos de fatiga. Cruise, como buen perro viejo que es, entiende que el público entra en la sala con la esperanza de sorprenderse, pero también sabe que M:I ha desarrollado un sello que no puede traicionar. Sentencia mortal – Parte 1 hace equilibrismo sobre esa fina línea sin tambalearse.
También hay que aplaudir su empeño por traer nuevas y emocionantes amenazas que nos atornillen a la butaca. Siete películas dan para muchas armas mortíferas: agentes químicos, bombas nucleares y…¿patas de conejo? McQuarrie se las ingenia para inventar el arma definitiva, adentrándose en un territorio pantanoso que muchos no dudarían en tildar como ciencia ficción.
La propuesta es valiente y sinceramente, prefiero que sea así a que nos endosen una nueva arma termonuclear en las narices porque, admitámoslo, ya están muy vistas. Sin embargo, salir de la zona de confort no siempre termina bien. En ocasiones, explorar territorios ignotos puede acarrear problemas inesperados. M:I ya coqueteó con elementos de ciencia ficción, pero siempre teniendo cuidado de no extralimitarse. Esta es la primera vez que la saga se zambulle en las insondables profundidades del género y no sale tan bien parada como le gustaría.
El guion co-escrito por McQuarrie y un desconocido Erik Jendresen, cuyo único crédito reconocible son tres capítulos de la célebre miniserie Hermanos de sangre (2001), elaboran una historia tan épica como hipertrofiada. Después de la sensacional Fallout donde todo, desde los personajes antiguos a las nuevas incorporaciones, la trama y las imponentes secuencias de acción —la escena del baño o la persecución en helicóptero son de lo mejor que ha dado el género en lo que va de siglo—, funcionaba como un reloj suizo, Sentencia mortal sobrecarga la narración con una caterva de personajes planos y sermones interminables que giran alrededor del mismo concepto una y otra y otra vez.
Echando la vista atrás a las anteriores películas, todos sus macguffin era sencillos por naturaleza; el motivo que desarrollaba la trama no tenía peso específico. En su lugar, su fuerza radicaba en los desafíos extremos a los que Cruise se sometía y en los giros de guion propios del género de espías. Esta séptima entrega intenta aunar lo mejor del guion de la primera cinta con la adrenalina de las más recientes, pero se queda a medias en ambas facetas. Lamentablemente, la historia nos lleva de la mano constantemente, en lugar de apostar por una narrativa más visual y sutil.
Es una pena que no confíen en la comprensión del público, porque de haberlo hecho hubieran podido ahondar en una premisa que prometía mucho. De hecho, el arranque de Sentencia mortal – Parte 1 es uno de los más ambiciosos de la franquicia.
A partir de ahí se suceden una serie de picos y valles durante sus casi tres horas de duración, convirtiéndola en la más larga de la serie con casi el doble de metraje —y la mitad de la trama— que la primera. Resulta paradójico que empleen más tiempo en contar menos, pero así es. Tanto a nivel de sorpresas como de arcos de personaje y desarrollo argumental, la de De Palma está varios peldaños por encima.
Cuando esta parte 1 se centraba en la acción tenían mi atención completa, pero la perdía en cuanto saltaban a las conversaciones, porque no estaban a la altura ni en dramatismo ni en interés, dejándome un sabor agridulce al dejar la sala, preguntándome: «si esta entrega cuenta con los mismos ingredientes que las dos anteriores, ¿por qué no me ha hecho vibrar tanto como aquellas?». La respuesta es un guion flojo que intenta abarcar mucho, pero que aprieta poco y que finalmente, decae en la monotonía y la repetición absurda de su planteamiento inicial.
El binomio McQuarrie/Cruise ha alcanzado un nivel de confort sin precedentes. Viendo los making-of, daba la impresión de que ambos se comunicaban por telepatía y, sin embargo, el producto final dista mucho de sus anteriores trabajos. ¿Puede esto deberse al conformismo? ¿Quizá se hayan relajado? No lo sé, aunque lo dudo, pero lo cierto es que Sentencia mortal – Parte 1 carece del nervio, de la energía y la emoción tanto de Nación secreta como de Fallout. Simplemente, ha nacido muerta.
Por supuesto que sería precipitado sacar conclusiones cuando la segunda parte aún no se ha estrenado —lo hará sobre estas fechas el próximo año—, pero solo podemos hablar de lo que sí se ha visto. Quizá la parte dos me haga cambiar de opinión, quizá no, pero de momento solo puedo decir que tienen un reto complicado por delante.
Otro elemento que cojea es el villano Gabriel, interpretado por Esai Morales. Así como Henry Cavill, Sean Harris o Philip Seymour Hoffman le daban esa chispa necesaria para prender la mecha de M:I, Morales no consigue adueñarse de sus escenas, viéndose opacado por cualquier otro personaje que lo acompaña, ya sea Paris (Pom Klementieff), la Viuda Blanca (Vanessa Kirby) e incluso la propia arma de la cinta, apodada La Entidad.
Esto es algo inaudito en la saga. Nunca antes habíamos visto que el villano principal quedara diluido dentro de su propia historia, inofensivo e impotente, pasando a un plano secundario en el marco general de la historia. Gabriel no tiene la fuerza ni el poder de intimidación de otros debido en gran medida al protagonismo que McQuarrie le da a La Entidad. Esta arma no se parece a ninguna que hayamos visto antes y eso genera situaciones insólitas en la franquicia que perjudican al supuesto villano principal. El guion pone tanto énfasis en La Entidad que rebaja a Gabriel al nivel de un pelele, un peón en un tablero de ajedrez que ni tan siquiera él comprende.
Conscientes de ello, Jendresen y McQuarrie intentan subir el listón dramático dándole a Gabriel un pasado con Ethan Hunt por medio de un lamentable flashback que es, sin ningún lugar a dudas, lo peor de la película. A estas alturas de la franquicia, con todos los personajes que han desfilado por la pantalla, los guionistas no pueden sacar semejante conejo de la chistera y esperar que el aficionado no se percate de la trampa. Al final, lo que en realidad consiguen es el efecto contrario al que pretenden, haciéndole un flaco favor tanto a Gabriel como a Esai Morales, el cual anda bastante perdido en una historia que nunca le pertenece y una amenaza que jamás representa.
Más allá de los motivos aquí expuestos, Sentencia mortal – Parte 1 también tiene que soportar el peso de una saga que lleva desde 2006 no solo reinventándose, sino superándose con cada nueva entrega. Cuando se estrenó Fallout hace cinco años y nos voló a todos la cabeza, parecía impensable que pudieron hacer algo mejor. Pero si algo hemos aprendido es a no subestimar el tesón de Tom "record-man" Cruise; su empeño por superarse es insólito en Hollywood y solo cabía esperar que en la siguiente película marcara un nuevo hito.
Desgraciadamente, ni siquiera él ha podido con el reto. Esta primera parte de Sentencia mortal adolece del síndrome déjà-vu; todo lo que muestra se ha visto y se ha hecho mejor antes en la franquicia. Y es que haga lo que haga, intente lo que intente, es imposible mantener la sensación de asombro en la séptima entrada.
Por ejemplo: si llevo publicadas más de cien reseñas en el blog, no puedo pretender impresionar al lector tanto como en la primera, la décima o la centésima...si es que alguna vez lo logré. Lo mismo puede decirse de cualquier disciplina artística; el autor debe ser consciente del desgaste al que le somete el tiempo. Algunos aceptan este hecho y siguen adelante con mayor o menor éxito, mientras otros adoptan una postura más autocrítica —véase Quentin Tarantino y su intención de dejar de hacer películas después de la décima—.
Con más de 60 años y una filmografía vertiginosa a sus espaldas, Cruise se encuentra en una encrucijada. Le hemos visto desafiar a la muerte infinidad de veces, pero ahora se avecina el momento de plantearse si realmente quiere continuar por esta senda sabedor de que quizá haya alcanzado su límite; claro que aún tendrá la capacidad de entretenernos, pero los días de vino y rosas cada vez se ven más lejos.
¿Cuántas misiones imposibles puede cumplir sin caer en la caricatura? Tan importante es saber cuándo continuar como cuándo dejarlo. Esta clase de preguntas salen a relucir por primera vez en su carrera, pero son inevitables y de alguna forma trazan un paralelismo con otra estrella en su ocaso como Harrison Ford.
Por otra parte, tenemos que hablar de la célebre escena saltando al vacío en moto desde un acantilado, la cual se ha publicitado sobremanera en los últimos meses. Si no vives en una cueva del Hindu Kush afgano, lo más probable es que la hayas visto. Por algún motivo, los genios del marketing en Paramount han querido que asociemos esta entrega con y cito textualmente: “la acrobacia más arriesgada en la carrera de Tom Cruise”. Casi parece un número de circo más que una película. Nos han metido esta acrobacia hasta la tráquea, de tal forma que cuando por fin la vemos dentro del contexto del film, este pierde toda su espectacularidad.
¿Os imagináis que antes de estrenar Protocolo fantasma mostraran la secuencia íntegra escalando el Burj Khalifa o la del helicóptero antes de ver Fallout? Las partes más sorprendentes de un taquillazo deberían preservarse para el momento del estreno, no prostituirlas hasta drenar toda la emoción de la película. Solo espero que aprendan de este error y sean más sutiles para la promoción de la parte 2. Esta lección no se aplica exclusivamente aquí, sino al 90% de las producciones de Hollywood.
En definitiva, Misión Imposible: Sentencia mortal – Parte 1 es un buen entretenimiento para esta temporada veraniega, pero un capítulo decepcionante en una saga que nos ha mal acostumbrado a esperar lo mejor. Cruise sigue soportando bien la etiqueta de salvador del cine tras erigirse como tal en Top Gun: Maverick, pero muestra cierto agotamiento. Esta última entrega me deja más preguntas que respuestas, no tanto con respecto al personaje de Ethan Hunt y su aventura, sino a la persona de Tom Cruise. Supongo que habrá que esperar al año que viene para saber si ambos cumplen la misión que han decidido aceptar.
6/10: ESTA RESEÑA SE AUTODESTRUIRÁ EN 5 SEGUNDOS.
Muy bueno, gracias por hacer querer ver la peli.
ResponderEliminarSiempre animo a ver la peli. Por muchas críticas que se hagan, nada puede superar al experiencia propia. Si te apetece verla y a quién no, siendo uno de los estrenos del verano, vete al cine y disfrútala :) Gracias por pasarte!
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