Nicolas Winding Refn vuelve a ponerse detrás de las cámaras en su última creación, The Neon Demon, tras la decepcionante Only god Forgives. Sin embargo, lejos de buscar redención, Refn sigue mostrándonos su faceta más artística y pedante manifestada en sus últimas obras. Si os esperabais una vuelta a sus orígenes, al cine más crudo y salvaje que estaba menos preocupado por la belleza de su imágenes y más por la narración, siento decir que The Neon Demon no es esa película. La historia se centra en una joven cándida llamada Jesse (Elle Fanning), que huye de casa de sus padres para cumplir su sueño de ser modelo en la ciudad de Los Angeles pero claro está, las cosas no son tan sencillas como parecen y pronto descubrirá que el mundo puede llegar a ser muy rencoroso. A Fanning la acompañan Jena Malone, Keanu Reeves, Abbey Lee y Christina Hendricks entre otros.
Abriré esta crítica hablando de la mente detrás de todo este lío, el creador de semejante “rara avis" del séptimo arte: Nicolas Winding Refn. El director y guionista de la trilogía Pusher, que se dio a conocer con el thriller de atracos y conducción Drive, vuelve una vez más a sorprendernos con otra incoherente y confusa historia que insiste desesperadamente en hacernos creer que trasciende más allá de sus brillantes imágenes. Déjeme decirle una cosa Sr. Refn: la sutilidad no es lo suyo, por más que se esfuerce. Su obsesión por dejar impronta en la historia del cine tan solo es superada por su asombrosa capacidad para quedar en evidencia y lo peor de todO, es que lo hace conscientemente. Aunque no deberíamos sentirnos sorprendidos; Drive ya dejó intuir su egocentrismo y más tarde lo corroboró en Only God Forgives, que fue vapuleada tanto por la crítica especializada como por la audiencia. La buena noticia es que The Neon Demon al menos tiene aspectos positivos a resaltar y uno de ellos es, sin duda, su asombrosa capacidad para absorbernos dentro de su onírico universo. Como ya mencioné, la idea metafísica del cuerpo y la enfermiza obsesión por el culto a la perfección corpórea está muy presente en la trama y para retratarla no hay mejor lienzo que el mundo de la moda. Sin embargo, dicha crítica no va más allá de lo que fue en su momento Zoolander, lo cual no es decir mucho. Tristemente -y a pesar de poseer algunas ideas ingeniosas- todo se queda en un espectáculo visual, un bello envoltorio vacío en su interior. Su preocupación por la estilización de la imagen llega tan lejos que me pregunto si el propio Refn -o como él mismo firma, NWR- no habrá caído en la trampa que tanto reprocha. ¿Cuándo ha degenerado el autor en un narcisista pedante? Otro aspecto positivo -al menos todo lo positivo que se puede ser con esta cinta- es su banda sonora que, si bien no es de esas que escuchas en bucle, es muy efectiva y tensa cuando así lo requiere la acción que se sucede en pantalla. Su compositor no es otro que Cliff Martinez -antiguo miembro de Red Hot Chili Peppers-, asiduo colaborador del cineasta danés, el cual repite las mismas notas techno-punk escuchadas en obras como Drive y entonan bien dentro de la atmósfera pop del filme. Hablando de notas, la actriz Elle Fanning recibe un notable alto por su seductora a la vez que angelical interpretación que junto a Jena Malone, son las únicas que no sucumbieron al que yo denomino “Síndrome Refn”, que se manifiesta en una insuficiencia alarmante de expresividad. Enfermedad que se propagó por todo el reparto de Only God Forgives y tuvo como víctima principal a Ryan Gosling. Parece que el realizador pena severamente cualquier muestra de emoción o sentimiento humano. Como si de un oasis se tratase, el extraño magnetismo que emana de la relación entre sus personajes es, en gran parte, lo que mantiene a la película a flote. Por un lado encontramos a la inocente Jesse, una chica de pueblo que entra ingenuamente en la boca del lobo -representada aquí en la glamurosa y peligrosa ciudad angelina- con la ilusión de convertirse en una estrella de las pasarelas. La primera en caer rendida ante su figura es Ruby (Malone), una maquilladora que pronto acoge a Jesse como su mejor amiga. Sin embargo, no hubo un solo instante en el que dejara de desconfiar de todos y cada uno de los dementes que acompañaban a nuestra protagonista, inclusive Ruby. Esto se debe a un guión reiterativo y monótono, carente de sorpresas ni desarrollo de personajes, por lo que no tardaremos demasiado en olernos el pastel. Pero si de veras queréis ver la obra esto no debería echaros atrás, porque su objetivo no es sorprender con un argumento denso sino hacerlo con sus hipnóticas imágenes -que me recuerdan vagamente a Suspiria de Dario Argento- y sus milimétricos escenarios, de los cuales obtendremos un sinfín de reflexiones que surgen de las emociones que la cinta evoca en la mente de cada espectador. The Neon Demon es un bonito marco donde mostramos nuestro propio lienzo. Su estructura está diseñada más como un videoclip musical de dos horas que como una obra cinematográfica; mucho ruido y pocas nueces -eso sí, abundante en simbología-.
En conclusión, se ve a primera vista que la enigmática The Neon Demon es producto de una mente singular, aunque no tengo claro si también brillante. Puede que en ocasiones adolezca de severo onanismo mental y de megalomanía insufrible, pero he de aplaudir el hecho de que no tenga miedo de innovar y arriesgar con nuevos conceptos aunque eso acarree una lluvia de críticas y abucheos. NWR ha conseguido por méritos propios ser una figura iconoclasta dentro del mundillo, que intenta con cada película romper las barreras de lo establecido y eso supone un soplo de aire fresco -aunque a veces uno coja un resfriado-. No obstante y pese a su incoherencia narrativa, su pomposa pedantería y excesivo metraje, las actuaciones de la prometedora Elle Fanning y la enigmática Jena Malone, así como una estética muy cuidada consiguen absorberte en un mundo de locura, logrando hacer de ella una película que merece la pena ser vivida en primera persona.
6.5/10: SÉ LO QUE LA SOCIEDAD QUIERE QUE SEAS O NO SEAS NADA.
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