Un gángster con mucho corazón y poco carisma


Vivir de noche es el último proyecto dirigido por Ben Affleck tras Argo, por la cual ganó tres premios Oscar incluyendo mejor película, y en ella decide trasladarnos al mundo del hampa de los años 20 para contarnos la historia de Joe Coughlin, un joven irlandés ex-combatiente en la Gran Guerra, que se dedica a atracar bancos y establecimientos en el Boston de la época. Sin embargo, las dos grandes bandas de la ciudad están enfrentadas: por un lado están los italianos y por el otro los irlandeses. Cuando Maso Pescatore, el gran capo italiano, intenta convencerle para que se una a su banda y acabe con la competencia, Joe comenzará un descenso al infierno del crimen organizado. Protagonizada por Ben Affleck, el elenco incluye a intérpretes de la talla de Chris Cooper, Zoe Saldaña y Elle Fanning. 

Cada vez que se anuncia una nueva película de cine negro y corte clásico estoy de enhorabuena porque, al igual que los musicales (va por ti Damien Chazelle), éste es un género que en los últimos años parece haber quedado relegado a un segundo plano, y quién mejor para traerlo de vuelta que el dúo Affleck-Lehane cuyo último trabajo nos brindó la maravillosa Adiós Pequeña, adiós. Si a ellos le juntamos a un director de fotografía del talento de Robert Richardson así como un reparto estelar, parecía que la única opción viable era el éxito y pese a todo, la historia jamás levanta el vuelo. Ahora bien, sin haber leído el libro previamente, sólo puedo hablar del trabajo errado del Affleck guionista y hago esa distinción porque su faceta de dirección e interpretación mantiene el pulso. La narración en Vivir de noche es como un reloj averiado; la composición en sí parece sólida pero fijándose bien, le faltan piezas esenciales para funcionar. Desde el mismo inicio, cuando la voz en off nos agarra de la mano para contarnos las partes que aparentemente no merecen ser vistas mi frustración comenzaba a desatarse. ¿Por qué omiten las partes más dramáticas y personales del protagonista? En líneas generales, la voz en off me parece un recurso útil que, de abusarse, termina trasformándose en pereza del guionista. Los montajes se suceden y empiezo a preguntarme si Afffleck pretendía rendir homenaje al cine de Edward G. Robinson y Sterling Hayden o, en realidad, ganar otro Oscar aplicando la famosa ley del mínimo esfuerzo. La primera media hora, hasta que cambia Boston por Florida, es insípida y pasa sin pena ni gloria. La indiferencia se apodera del espectador (y algún que otro bostezo también) hasta que el escenario cambia a uno mucho más colorido y Chris Cooper y Elle Fanning entran en escena. A partir de ahí todo mejora; la trama principal coge sentido y las secundarias que se nos presentan introducen una intriga necesaria. No obstante y aunque alguna que otra idea encierra atisbos de genialidad, nunca consiguió mantener mi interés debido a su falta de intensidad. Los escenarios y vestuarios rebosan estilo pero, al contrario de los filmes de gángsters de Scorsese, sus diálogos y desarrollo pecan de pasividad ¿¡Dónde están las escenas memorables!? Además, la cinta parece sentirse obligada a incluir dos de los clichés más recurrentes del género mafioso: el gran capo y su hijo idiota y la esposa suplicando a nuestro protagonista que deje su errática vida. Y por si esto fuera poco, tampoco consigue decidirse entre el desenlace feliz y el deprimente que tan de moda está en la actualidad. 


Pero, dejando de lado lo malo, creo que sería injusto sentenciar la película por sus fallos de guión. Cierto que el desatino es evidente y que podría haberse convertido en una gran épica de gángsteres, al estilo de Erase una vez en América, pero aún así consigue comunicarse con la audiencia en ciertos tramos; siendo éstos en su mayoría protagonizados por los personajes de Cooper y sobretodo de Fanning. Su relación padre-hija es demoledora y es reflejo de la calidad de la historia original creada por Lehane. Hay momentos de grandeza, en los cuáles palpamos esa crudeza tan característica del género que nos trajo obras maestras como la mencionada de Sergio Leone, Los intocables o El Padrino II. Desgraciadamente, estas escenas tienen la misma repercusión que la lluvia en el vasto océano.

Sin embargo, por lo que seguramente será recordada sea por su diseño de producción digno de una nominación al Oscar. Empezando por la exquisita ambientación de dos ciudades antagonistas como Boston y Tampa; la primera siendo una urbe industrializada del norte y la segunda rodeada de pantanos, ciénagas y toda clase de depredadores. Ambas se sienten vivas y llenas de color gracias en parte a la inestimable contribución del director de fotografía Robert Richardson, conocido por sus últimas colaboraciones con Tarantino. Estados Unidos vivía condicionada por el panorama socio-político de la ley seca, el nacimiento del crimen organizado y los conflictos raciales; una bomba de relojería que estallaría con el crac del 29. Y cómo olvidarse del vestuario, que se convierte casi en un personaje más de la historia. Los interiores también juegan un papel esencial y cuentan que fue tanta la inmersión que cuando alguien abría un cajón que formara parte del decorado, siempre se encontrarían con objetos de la época. 


Las interpretaciones son mayoritariamente buenas. El problema de tanto personaje secundario (como el de Brendan Gleeson o Chris Cooper) es que, por mucho que su talento inunde la pantalla, no tienen suficiente peso en el argumento para contrarrestar la falta de empatía con el protagonista. Seguimos la historia de un tal Joe pero, por momentos, nos olvidamos de su nombre; sabemos a quién tenemos que seguir pero no por qué. Ni siquiera sus relaciones sentimentales, con Sienna Miller y más tarde con Zoe Saldaña, causan sensación como la de Bonnie & Clyde por poner un ejemplo. Todo lazo emocional que intentó construir Joe falla miserablemente y junto a ello su drama personal. Este es un claro ejemplo de unos secundarios que se comen a la estrella de la película.

En definitiva, Vivir de noche no es ni tan mala como intenta ponerla la crítica especializada ni tan buena como cabría esperar. Desde luego es una de las grandes decepciones del año y falla en su intento de hacer regresar el género mafioso de los años 20. Y me frustra decirlo porque debajo de esa perezosa narración en off, la apatía de su personaje protagonista y un final forzado que busca en vano sacar nuestras lágrimas, se esconde un filme con potencial suficiente para deslumbrarnos tal como lo hiciera La La Land. De ninguna manera puede catalogarse como un desastre, ya que resultará amena al seguidor del cine clásico, pero tampoco puedo recomendarla lo suficiente. A la cinta le sobra estilo y le falta corazón, carisma o algún tipo de garra que consiga atraparnos. Pese a sus espectaculares escenas de acción, Vivir de noche no acabará por resonar en la mente del espectador. 



6/10: CINE CLÁSICO CON FALLOS MODERNOS.

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